CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
JULIO, MES DEL MAESTRO;
DEL SANTUARIO HISTÓRICO
DE MACHU PICCHU; BATALLA
DE HUAMACHUCO, LEONCIO
PRADO; Y FIESTAS PATRIAS
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
*****
27 DE JULIO
NACE
MIGUEL
GRAU
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
¡EN TI,
TODA
ESPERANZA!
Danilo Sánchez Lihón
1. Aquella
gesta
A partir de Grau todos somos Grau. Somos vigilantes en la proa de una nave.
A partir de entonces todos somos nave, horizonte y bandera inhiesta.
A partir de Grau todos somos torres de mando
La moral de aquella gesta es que entonces navegamos en la proa de una estrella, que nos reúne a todos.
La lección de aquella hora suprema en que él se inmolara es que todos juramos lealtad absoluta por el bien, la verdad y la heroicidad en nuestros actos y en nuestras vidas.
¿Esta es la conclusión de aquella gesta!
Porque para él no había enemigos, porque a todos salva. Antes de bombardear al Matías Cousiño hizo que la tripulación desalojara la nave.
¿Quién lo hace? ¿En qué página de la historia figura un hecho como este? ¡Y qué baldón para los enemigos de esa hora: insanos, inicuos y mezquinos!
2. Hay
un altar
Porque Grau fue verdad y es ahora leyenda, mito y romance en defensa de la vida, incluso de quienes finalmente te dieron muerte.
Encarna el espíritu, la moral y la virtud, en cada mente y corazón de quienes creen en la paz de los pueblos. Y es quimera que se erige en los mares encrespados.
Como escribiera José Luis Bustamante y Rivero:
“Vuestra nave minúscula ha crecido Almirante:
Y hay un sutil poder de fuego que envidian los cañones en el silencio austero de sus cubiertas desmanteladas.
No fue infructuoso vuestro sacrificio ni un vago gesto de inmolación de quienes con vos cayeron en la brega.
Vuestras sombras augustas presiden nuestros mares; y hay un altar para vuestro busto en cada nave de nuestra flota.
Y un rincón de emoción en cada pecho nuestro”.
3. A
ser
Y no fue en vano que volaras por los aires, que te hicieras explosión con la torre de mando a tus pies. E incendio al fondo del pecho y la médula.
Porque a partir de entonces tenemos contigo un puesto de vigía desde la eternidad, adonde hemos llegado en la proa de tu nave con la bandera flameando en lo más alto.
Esa nave que era un bólido, un cometa, una bola de fuego. O un relámpago que sueña.
Y se ha quedado así para siempre.
Oh, Almirante, nos enseñaste a vigilar el horizonte. Y quizá aún más: a hacernos horizonte.
A ser indulgentes en las horas en que lo bestial se exacerba.
A mirar alrededor con mirada piadosa y paterna. A ser indestructibles por inercia propia.
4. El
corvo
Porque el relato más atroz que todos hemos escuchado de niños es el de Caín matando a su hermano Abel.
Y ninguno podíamos creer que eso lo hiciera su hermano.
Y más aún porque Abel era bueno. ¿Hay algo atávico en el odio?
Pero sinceramente no creo que nos atacaran hermanos, ni vecinos a los cuales prodigamos todo respeto y cariño, incluso hasta ahora.
No creo que fueran seres humanos las hienas que luego asesinaban heridos en los campos de batalla.
Y que pronto se atacaron entre ellos mismos, como ocurrió en el incendio de Chorrillos, en donde murieron mil de ellos.
Como en el mito bíblico de Caín, con la quijada de burro como es el corvo chileno.
5. ¿Qué
eran?
¡Increíble, inaceptable que fuera el hombre y su codicia! Porque en tu corazón, ¡oh, Almirante!, cabíamos todos. Todos cabemos en tu corazón vasto e ínclito como el mismo mar.
O, ¿cuál fue la razón? ¿Cuál el sentido de todo aquello? ¿Únicamente la disputa del botín? No. Era también una de sus motivaciones pero no era la peor.
¿Era entonces para ufanarse luego de quién fue el más fiero descuartizando a civiles, como las familias y mujeres masacradas de la comunidad italiana? ¿Solo la envidia? Aún peor.
Por eso, no creo que eran gente. Eran bancos, empresas, casas de negocios. No eran seres dignos.
Eran máquinas, entes preparados para matar, acuchillando heridos. Y fusilando a otros por la espalda, solo porque eran civiles.
En cambio tú, ¡qué hidalguía!:
6. De
usted
Monitor Huáscar
Al ancla, Pisagua, Junio 2 de 1879.
Dignísima señora:
Un sagrado deber me autoriza a dirigirme a Ud. y siento profundamente que esta carta, por las luchas que va a rememorar, contribuya a aumentar el dolor que hoy justamente debe dominarla. En el combate naval del 21 próximo pasado, que tuvo lugar en las aguas de Iquique, entre las naves peruanas y chilenas, su digno y valeroso esposo, el Capitán de Fragata don Arturo Prat, comandante de la “Esmeralda”, como usted no lo ignorará ya, fue víctima de su temerario arrojo en defensa y gloria de la bandera de su patria. Deplorando sinceramente tan infausto acontecimiento y acompañándola en su duelo, cumplo con el penoso y triste deber de enviarle las para usted inestimables prendas que se encontraron en su poder, y que son las que figuran en la lista adjunta. Ellas le servirán indudablemente de algún pequeño consuelo en medio de su desgracia y por eso me he anticipado a remitírselas.
Reiterándole mis sentimientos de condolencia, logro, señora, la oportunidad para ofrecerle mis servicios, consideraciones y respetos con que me suscribo de usted, señora, muy afectísimo seguro servidor.
Miguel Grau
7. La
utopía
A partir de entonces todos navegamos en esas aguas sempiternas. Y todos estamos de pie contigo en El Huáscar.
¡Porque tú lo justificas todo. Oh, Almirante!
Yo he llegado hasta este punto por ti. Y desde aquí otearé las constelaciones del firmamento.
Estoy aquí devoto, creyente, ungido, ante esta eternidad que lleva tu nombre.
Soy heredero tuyo.
E invocando tu nombre he llegado al punto más alto de esta montaña.
Encontrando que contigo no hay tema ni problema que deba ni pueda soslayarse.
En ti encuentro la fortaleza, la visión, el temple; como también el sueño y la utopía.
8. Y
en ti
Dejar ejemplos de generosidad al enemigo era lo más difícil de la guerra, más todavía por la iniquidad de sus actos.
Era y es mucho más arduo que vencer. ¡Y tú lograste esa proeza, que nos engrandece mucho más que haber vencido!
Porque, ¿quién lo hace?
Y Angamos desde ti entonces es faro, atalaya y prominencia.
Desde donde se avizora, se promete y se jura.
Y, para todos nosotros, insignia y medalla en nuestras frentes, e incrustada en el fondo del alma.
¡Ah, Almirante!
En medio de las aguas de ese mar proceloso, confío que tú estás conmigo en la nave.
¡Y en ti, padre amado, toda esperanza!
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