domingo, 20 de julio de 2014

20 DE JULIO DE 1969: EL HOMBRE LLEGA A LA LUNA - FOLIOS DE LA UTOPÍA: ALUMBRA LA LUNA ESTA NOCHE - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
 
JULIO, MES DEL MAESTRO;
DEL SANTUARIO HISTÓRICO
DE MACHU PICCHU; BATALLA
DE HUAMACHUCO, LEONCIO
PRADO; Y FIESTAS PATRIAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 
 
PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
PRESENTACIÓN
DEL LIBRO
 
VOCES DEL ALMA
 
DE
MANUEL RUIZ PAREDES
 
PANEL
DE COMENTARISTAS
 
RAMÓN NORIEGA
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
JULIO YOVERA
 
CONDUCCIÓN
LUCY MARTÍNEZ
 
MARTES 5 DE AGOSTO. 6.30 PM
CASA DE LA LITERATURA PERUANA
ANTIGUA ESTACIÓN DESAMPARADOS
AL COSTADO DEL PALACIO DE GOBIERNO
CENTRO HISTÓRICO DE LIMA
 
*****
 
SANTIAGO DE CHUCO,
MEMORIA Y ESPERANZA
 
JORNADA DE CAPULÍ,
VALLEJO Y SU TIERRA
EN LA FIESTA DEL APÓSTOL
SANTIAGO EL MAYOR
 
PRESENTACIÓN
DE LOS LIBROS:
 
CÉSAR VALLEJO
TESTAMENTO DEL PADRE,
VOCES DEL ALMA
CONFERENCIAS Y HOMENAJES
 
SÁBADO 26 DE JULIO,
DE 9 AM. A 1 PM. SALÓN
DE LA PARROQUIA
DE SANTIAGO DE CHUCO
 
*****
 
 
PRESENTACIÓN
DEL LIBRO:
 
INTENSIDAD Y ALTURA
EN CÉSAR VALLEJO
 
 
 
JUEVES 21 DE AGOSTO
CASA DE LA LITERATURA PERUANA
 
*****
 
20 DE JULIO
DEL AÑO 1969
 
 
EL HOMBRE
LLEGA
A LA LUNA
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
ALUMBRA
LA LUNA
ESTA NOCHE
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
 
Luna!
Alocado corazón celeste.
César Vallejo
 
1. Su luz
nívea
 
Es de noche. 
 
La luna repentina emerge por la cumbre de los cerros, inmensa y plena.
 
Es de una blancura fantasmal que todo lo asusta, estremece y sumerge en hondo misterio, quizás por lo tupidas e intrincadas que han sido hasta hace unos instantes las sombras.
 
Y nosotros dos sentados primero a oscuras en la escalera que sube de la cocina al mirador, en donde está la boca del terrado.
 
Y habiendo estado hablando de difuntos, guardamos de improviso profundo y ungido silencio.
 
La luna ya desenreda su túnica azulada que se quedó hace un momento atrapada en las ramas de los eucaliptos y boga ahora imponente en el cielo sereno. 
 
Se posa primero con su luz nívea en el borde del tejado.
 
2. Espigas
de trigo
 
Y de allí baja hacia el piso de tierra alumbrando la mesa y las sillas vacías.
 
Y luego, poco a poco, va subiendo por la ruma de adobes y por el fogón ya apagado.
 
Trepa ahora a la hornilla de fierro. Y deja nítida la leña a medio quemar.
 
Y sube iluminando las paredes de cercha donde están colgadas las ollas quietas en sus clavos. 
 
Se desliza ya por tu falda de bobos con greca y guirnaldas verde amarillas sobre el raso blanco de lino extendido.
 
Como una parva, como un campo sembrado, como una colina de espigas de trigo batida por el viento.
 
Ya se posa en tus rodillas y en mis pies desamparados. 
 
Después va subiendo por nuestros brazos que se azoran con su resplandor blanquecino.
 
2. Se buscan
nuestras manos
 
Tú, alzando tu rostro encantado, y mirando más allá de los aleros, los pilares y cumbreras de los techos, exclamas:
 
– ¡Qué clara alumbra la luna esta noche! 
 
Y siento cómo tu cuerpo, levemente estremecido, hace temblar el travesaño  de la escalera en la cual estamos sentados.
 
Mientras, la luna boga sigilosa entre las nubes; ladra un perro en la hondonada, se oye un rebuzno lejano y el piído de algún gorrión en la enramada. 
 
Sin pensarlo se buscan nuestras manos y se quedan enlazadas sobre tu vestido floreado. 
 
Primero, una posada encima de la otra, haciendo un techo sobre otro techo, una colina sobre otra colina, una casa sobre otra casa.
 
3. Sobre
tu regazo
 
Entonces, se precipitan a chorros las cataratas de tu sangre y de mi sangre suicidas, traspasándose por los bordes y las orillas de las dos manos en un fragor desbocado.
 
Luego se voltean para quedar palma con palma. Tu mano más pequeña que la mía.
 
Tu mano doblegada suavemente dentro de mi puño que la aprieta suavemente. Y allí se quedan, la tuya como una paloma malherida. 
 
Y allí pareciera que se duermen ala con ala, boca con boca, vientre con vientre. 
 
Luego se extienden horizontales y quedan otra vez una frente a la otra exactamente, coincidiendo, yema con yema sobre tu regazo. 
 
Se buscan y encuentran. Hacen un eje acorazonado en el centro y giran. Y se agitan hasta la extinción de sus alientos.
 
4. Y,
¿tú?
 
Pronto la mía se aleja y la tuya se abraza hundiendo su pecho lo más profundamente que puede en mi pecho, todo en silencio. 
 
Y tus dedos se clavan desesperados volteándose hasta el dorso. Y se quedan las dos, bebiéndose juntas, una absorta en la otra; ambas extasiadas.
 
La luna ha girado tanto que solo se ve afuera desvaída en los tejados. Y otra vez nos han envuelto las sombras.
 
Tu mano voltea hacia arriba como una copa o flor que ofrece sus corolas y sus pétalos.
 
 Y mi mano voltea hacia abajo para entrelazarse con la tuya.
 
Todo para que ahora me rodeen desde lejos, eternas e insomnes veladoras de mis sueños.
 
  ¿Tienes miedo? –Pregunto.
 
  No, contigo no. Pero si estuviera sola, sí. Y, ¿tú?
 
5. Por hondos
senderos
 
– Siento asombro y estupor.
 
– ¿De qué?
 
– Acerca de lo que la vida y el mundo es, y no es.
 
– Yo también.
 
–Pero, ¡no llores!
 
Han pasado muchos años. Ahora yo regreso a la casa abandonada. 
 
Aquí está la cocina. Solo quedan rastros del fogón y la hornilla. Arriba siempre permanece el terrado impávido.
 
Tanto he recorrido el mundo. ¡Tanto he arriesgado y sigo arriesgando la vida por hondos senderos! ¡Hay tantos caminos hendidos bajo mis pies fugitivos!
 
Y ahora estoy nuevamente a oscuras, en el mismo travesaño de la escalera donde hace muchos años estuve contigo.
 
7. ¡Y
ya amanece!
 
Aparece la luna en el horizonte y otra vez estás aquí, con la misma falda de bobos y grecas y de flores verde amarillas sobre el raso blanco de lino.
 
Aunque mis zapatos sean otros. Y aunque mi corazón esté lleno de heridas.
 
– Pero el candor y la inocencia son las mismas. Por eso te he esperado. –Y me extiendes otra vez tus manos sensitivas.
 
– Pero tú estás muerta. –Te digo. 
 
Entonces me miras desde una vasta distancia y una calma profunda. 
 
Vuelves a extender tu falda y te sientas 
 
Los nardos y las azucenas han elevado a lo alto del cielo sereno sus corolas abiertas. 
 
¡Y ya amanece!
 
 
 
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