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La Virgen María de la Capilla de Ramos |
SE VAN LOS MARINOS
Por Elmer Neyra Valverde
No voy a pedir permiso a
nadie ni discutir si la puralización es correcta o no. Esta nota se refiere a
dos ciudadanos piscobambinos, cuyo nombre común, exactamente era Marino. El primero llamado Marino
Martínez Ames, de 73 años de edad fallece el miércoles cuatro del presente mes.
El segundo era Marino Pastor Neyra, desaparecido el 6 de abril. Reflexionar
sobre la muerte no es tan fácil; sin embargo, cuando la segadora de la vida
humana- en su alegoría de calavera, tul y hoz- nos toca un ser querido, un
próximo apreciado, la tristeza levanta su carpa entre nuestros corazones,
consolándonos en la fatalidad y colgándonos de un silogismo didáctico que
involucra la universalidad de la muerte, la humanidad y la mortalidad de
Sócrates, y cambiando Sócrates, por cualquier otro humano, necesariamente el ser
humano tiene que morir. En una recapacitación sobre la inexorable llegada de la
muerte y su función de rasero, como lo pretende Jorge Manrique, es algo
aliviador.
El glorioso cerro de Huáncash |
Pero en el caso de los seres queridos, uno no quisiera perder a ninguno de ellos, por lo que hay una especie de estado de ánimo de que estamos ayunos de compañía, de confraternidad y sin ella sentimos vacío, ni siquiera somos el vaso del buda Sidharta a medio llenar. Quizás no morimos de golpe sino que empezamos a morir en algún momento y la muerte no sería un acto o un hito sino un proceso. Si asumimos la naturalidad de la vida humana y las estaciones de la infancia, juventud, madurez, adultez acentuada, vemos que en esta etapa empiezan a huir los dientes, te abandonan los cabellos y los surcos empiezan a asomarse por las cuestas del rostro, si cabe este tropo. Tal vez a media vida, empiezas a morir, haciendo un paralelo con la paradoja de “hasta donde entras a la selva”, pues ingresas hasta la mitad y de ahí empiezas a salir. Y por analogía empiezas a morir.
Los que leen estas notas, más
de uno esperan referencias sobre la ruta vital de los desaparecidos. Sobre
Marino Martínez diremos que era un amigo franco, leal, sencillo, cariñoso. En
sus años de adolescente y de juventud jugó por el barrio de Cushipata, y es la
ocasión para decir que él fue autor de un gol de córner, que colocó en el arco
del equipo de Convento. Ya en Lima
integró el equipo de “Club Deportivo Mariscal Luzuriaga” y se lució en
inolvidables partidos que jugó en la “Cancha de Lolo Fernández”. Fue un
trabajador puntual, amoroso padre de familia, socio de Club Piscobamba. Nos
acordamos que se encargó de la preparación de una capilla en la fiesta de san Pedro y San
Pablo, en una de las tantas
celebraciones realizadas en el actual local del Club. Su velorio se realizó
en el jirón Nicolás de Piérola 440, urbanización Palao con la concurrencia de
muchos paisanos, familiares, amigos y conocidos del difunto. Al día siguiente se
enterró en un cementerio de Puente Piedra, después de una misa de cuerpo
presente en el Club Piscobamba, póstumo tributo que rindió dicha asociación a
uno de sus distinguidos socios.
El amiguero cerro de Machaq |
Sobre Marino Pastor se dirá
que fue un docente radicado en Piscobamba, después de cursar sus estudios de
formación magisterial en Pomabamba. Si la memoria no flaquea, él se encargó del
discurso de promoción, porque ocupó un lugar destacado en el de orden de méritos
de los promocionales. En años posteriores, le cupo asumir responsabilidades
cívicas –o políticas– ejerciendo en diferentes fechas los cargos de subprefecto
y de alcalde provincial. En su gestión de alcalde se dignó de auspiciar, junto a
los alcaldes distritales de Mariscal Luzuriaga, la edición de “Tropel de
Sueños”, que recogió, como una suerte de anales, lo realizado en el Encuentro de
escritores y poetas de Áncash “Alfonso Ponte y Víctor Rodríguez”. Dicho libro se
presentó en una reunión de alcaldes de la Sierra Oriental de Áncash, cuando
fueron de Corongo, Pallasca, Pomabamba, Chacas, San Luis, Llamellín, Huari,
Sihuas y Piscobamba, antiguas doctrinas del corregimiento de Conchucos, que en
el devenir histórico generaron las provincias de las cuales, actualmente son sus
capitales. Nos acordamos de las “Pallas de Corongo”, con su clásico atuendo y
las roncadoras que hacían bailar a los cerros con sus enormes cajas, que ni
corto ni perezoso se las llevó el alcalde Márquez de Huari.
Se inauguró la avenida
Marcelino Ocaña, esa autopista que conecta la Plaza de Piscobamba con el Centro
de Salud de Andaymayo. Se colocó la placa recordatoria de Justo Próspero Salas
en la esquina de la torre que fue abatida en 1958, en un acto de destrucción de
la identidad arquitectónica. En 2007, en agosto, como dirigente del “Club Unión
Piscobamba”, tuvo la gentileza de recibirnos a Juan Rodríguez y a Jharni Neyra
en dicha asociación, con motivo de la presentación del compendio de la
provincia, o sea el “Libro de Oro Luzuriaguino”, esfuerzo de más 50
intelectuales luzuriaguinos e invitados, que colaboraron en una gesta de
reivindicación cultural de la historia y geografía de nuestra provincia. Libro
que honró los 50 años de la Provincia de Mariscal Luzuriaga.
Un hermoso bosque de Piscobamba |
Marino Pastor ha sido un
amante de la naturaleza, puede enorgullecerse de haber colaborado en demasía,
con la forestación de Piscobamba, es el sembrador de bosques de eucaliptos en
muchos lugares y en diversos pisos de su tierra natal. Para él la planta era su
hermana menor: vocación, espíritu ecologista, igual que el viejo Juan Bautista.
Algo anécdotico y ejemplar, hace poco plantó ha plantado qenwa en Tocana, como plegaria a la
santísima Cruz de ese paraje.
El 17 de marzo del año en
curso, estuvo en la casa de Roberto Aldave, en Lima, en una reunión de
intelectuales ancashinos. Ya como he dicho en una nota, él manifestó que un tema
que debe tomarse en cuenta era de la forestación. El tal ocasión le entregué una
invitación para que me alcance sus poesías, porque pretendemos hacer una
antología de la poesía luzuriaguina. Sus herederos no deben olvidar que esta
inquietud honrará la memoria de Marino. Dos marinos piscobambinos empiezan a
bogar en un inmenso mar desconocido, cuyas aguas las surca la barca de Caronte.
Hasta siempre, buenos amigos.
Piscobamba
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