CANTO A LOS JÓVENES DE CELENDÍN
Autor: Alfredo Pita
Autor: Alfredo Pita
Jóvenes de la Alameda,
De Colpacucho,
Del Cumbe y de las Bajeras,
De la Calle del Comercio y de la Feliciana.
Jóvenes de siempre,
De ayer, de hoy y de mañana,
Ha llegado la hora finalmente,
La hora decisiva, nuestra hora.
Ustedes llevan la Bandera,
Ustedes llevan la antorcha
De la justicia
en el corazón y la frente.
Y han sido convocados.
Hemos sido convocados.
Ha llegado la hora
De defender nuestras fuentes puras,
De defender la vida y la tierra entera,
De defender al hombre de los lobos humanos.
Jóvenes de Celendín,
Hijos de la esperanza y de los libros,
Hijos de un sueño herido
Pero jamás abandonado,
Ustedes defienden el futuro
Y el pan limpio de nuestros hijos.
El pan pan, y el pan cielo,
Y el pan agua, y el pan tierra,
El pan de la vida digna y respetada
El pan nuestro,
Hecho de trigo y de cebada buenos,
Pero también de belleza y de justicia,
El pan nuestro,
Caliente siempre en el horno
De la tarde solar y eterna de cada niño
Al que hoy nos piden traicionar.
Jóvenes de Celendín,
Ha llegado la hora, nuestra hora.
No miren atrás ni a los costados,
No estamos solos en esta hora grave,
Miles de hombres y mujeres de la Tierra
Nos acompañan de cerca o de lejos
Con su aliento y su mirada fraterna.
Ha llegado la hora, nuestra hora.
Nuestra tierra, nuestra patria pequeña,
La madre que nos hizo ricos
Con lo poco que tenía, que era mucho,
Está hoy amenazada por las bestias del cálculo.
Ha llegado la hora, nuestra hora.
Hijos de las lagunas junto al cielo,
De los altos cerros de Jelig y de Tolón,
De Bacón y San Isidro, la colina santa,
Del Huauco bravío y de Huacapampa la bella,
De Molinopampa y Sorochuco altivos,
De los ariscos Jerez, Huasmín y El Sauce,
De los dulces Salacat, Malcat, Pallán y Santa Rosa,
Y de más allá, del Oriente, y también del horizonte,
Donde el día se acuesta cantando sus promesas
De todos los rincones han surgido
Padres, madres, hermanos,
Nuestros viejos maestros con sus libros hechos de luz.
No estamos solos en este combate crucial.
Cueste lo que cueste,
Vamos a fundar el nuevo día,
Un nuevo mundo, sin odio y sin veneno,
Un mundo nuevo donde todos
Podremos beber el agua pura,
El agua agua, el agua limpia de la justicia,
El agua pura de la libertad y la equidad,
El agua pura de la hermandad
Con la que bautizaremos siempre a nuestros niños.
Nuestros padres fundaron nuestro pueblo
Para defender la vida, no para aplastarla,
Para cultivar la tierra, y también la palabra y el espíritu.
Ha llegado la hora, nuestra hora,
De defenderlos también a ellos,
A los viejos soñadores que pensaron
Que nuestro valle era el trozo de paraíso
Que de antiguo les estaba prometido.
Las fieras no van a destruirlo, no lo vamos a permitir.
Nos animan nuestras raíces hondas y fuertes
Además del más puro sentimiento de justicia.
Nos anima un modo de ver la vida que nuestras madres
Nos han dado con su pecho y sus canciones.
Jóvenes de Celendín, hombres y mujeres de mi tierra.
Ha llegado la hora, nuestra hora
Estamos luchando por el agua y la vida
Por el respeto del cielo y la tierra nuestros,
Pero también, que lo sepan todos,
Por nuestra dignidad amenazada.
Y por la dignidad de todo hombre,
Y de toda mujer,
Y de todo niño,
Del grande y del chico,
En todo lugar, encumbrado o llano, de nuestro planeta.
Esta es nuestra hora, hermanos valientes,
Esta es nuestra tarea, en esta noche en que aúllan los lobos.
Celendín, 18 de abril de 2012
De Colpacucho,
Del Cumbe y de las Bajeras,
De la Calle del Comercio y de la Feliciana.
Jóvenes de siempre,
De ayer, de hoy y de mañana,
Ha llegado la hora finalmente,
La hora decisiva, nuestra hora.
Ustedes llevan la Bandera,
Ustedes llevan la antorcha
De la justicia
en el corazón y la frente.
Y han sido convocados.
Hemos sido convocados.
Ha llegado la hora
De defender nuestras fuentes puras,
De defender la vida y la tierra entera,
De defender al hombre de los lobos humanos.
Jóvenes de Celendín,
Hijos de la esperanza y de los libros,
Hijos de un sueño herido
Pero jamás abandonado,
Ustedes defienden el futuro
Y el pan limpio de nuestros hijos.
El pan pan, y el pan cielo,
Y el pan agua, y el pan tierra,
El pan de la vida digna y respetada
El pan nuestro,
Hecho de trigo y de cebada buenos,
Pero también de belleza y de justicia,
El pan nuestro,
Caliente siempre en el horno
De la tarde solar y eterna de cada niño
Al que hoy nos piden traicionar.
Jóvenes de Celendín,
Ha llegado la hora, nuestra hora.
No miren atrás ni a los costados,
No estamos solos en esta hora grave,
Miles de hombres y mujeres de la Tierra
Nos acompañan de cerca o de lejos
Con su aliento y su mirada fraterna.
Ha llegado la hora, nuestra hora.
Nuestra tierra, nuestra patria pequeña,
La madre que nos hizo ricos
Con lo poco que tenía, que era mucho,
Está hoy amenazada por las bestias del cálculo.
Ha llegado la hora, nuestra hora.
Hijos de las lagunas junto al cielo,
De los altos cerros de Jelig y de Tolón,
De Bacón y San Isidro, la colina santa,
Del Huauco bravío y de Huacapampa la bella,
De Molinopampa y Sorochuco altivos,
De los ariscos Jerez, Huasmín y El Sauce,
De los dulces Salacat, Malcat, Pallán y Santa Rosa,
Y de más allá, del Oriente, y también del horizonte,
Donde el día se acuesta cantando sus promesas
De todos los rincones han surgido
Padres, madres, hermanos,
Nuestros viejos maestros con sus libros hechos de luz.
No estamos solos en este combate crucial.
Cueste lo que cueste,
Vamos a fundar el nuevo día,
Un nuevo mundo, sin odio y sin veneno,
Un mundo nuevo donde todos
Podremos beber el agua pura,
El agua agua, el agua limpia de la justicia,
El agua pura de la libertad y la equidad,
El agua pura de la hermandad
Con la que bautizaremos siempre a nuestros niños.
Nuestros padres fundaron nuestro pueblo
Para defender la vida, no para aplastarla,
Para cultivar la tierra, y también la palabra y el espíritu.
Ha llegado la hora, nuestra hora,
De defenderlos también a ellos,
A los viejos soñadores que pensaron
Que nuestro valle era el trozo de paraíso
Que de antiguo les estaba prometido.
Las fieras no van a destruirlo, no lo vamos a permitir.
Nos animan nuestras raíces hondas y fuertes
Además del más puro sentimiento de justicia.
Nos anima un modo de ver la vida que nuestras madres
Nos han dado con su pecho y sus canciones.
Jóvenes de Celendín, hombres y mujeres de mi tierra.
Ha llegado la hora, nuestra hora
Estamos luchando por el agua y la vida
Por el respeto del cielo y la tierra nuestros,
Pero también, que lo sepan todos,
Por nuestra dignidad amenazada.
Y por la dignidad de todo hombre,
Y de toda mujer,
Y de todo niño,
Del grande y del chico,
En todo lugar, encumbrado o llano, de nuestro planeta.
Esta es nuestra hora, hermanos valientes,
Esta es nuestra tarea, en esta noche en que aúllan los lobos.
Celendín, 18 de abril de 2012