JUAN BENAVENTE, PURO CORAZÓN
Danilo Sánchez Lihón
1. Eran diamantes
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo que los
hombres caminaban agobiados por el cansancio, el hambre y la sed. Mil penurias
habían pasado en la jornada. Avanzaban ahora por un camino abrupto y pedregoso.
Y tanto invocaron a Dios que se les apareció un ángel cuya única recomendación
fue:
– Junten todas las piedras que puedan.
A la mayoría de peregrinos esta advertencia les supo a
burla, a mofa y hasta a escarnio. ¿Qué nueva condena y punición era esta?
¿Juntar piedras cuando lo que querían era hasta despojarse de sus propios
cuerpos que traían a rastras?
Pero hubieron algunos que sí recogieron algunas
piedras, aunque las más pequeñas, las mismas que pronto fueron arrojando en el
camino. No se avizoraba poblado dónde pudieran sosegar su hambre y su cansancio
y proveerse de alimentos. Los pocos que habían juntado piedras las terminaron de
arrojar definitivamente.
Solo uno persistió, fue constante y las guardó hasta
el final. Llegado hasta un lugar donde por fin pudieron sentirse salvos, al
mirar lo que tenía en la mano aquel que había perseverado descubrió que las
piedras recogidas eran diamantes.
2. Único en el mundo
Recurro a esta leyenda para referirme a la proeza de
Juan Benavente de entregarnos a todos los peruanos y al mundo en general, en el
27 aniversario de los “Viernes Literarios”, una gesta y hazaña cultural,
portentosa y extraordinaria cual es no haber dejado de realizarse un solo
viernes de cada mes y de cada año la programación de esta actividad.
Al destacar esta trayectoria queremos poner de relieve
una de las tantas virtudes que destacan en esta epopeya a fin de que cada día
sea más frecuente entre nosotros: la perseverancia, el ser consecuentes, e
inquebrantables.
Queremos destacar una cultura que se hace con plena
convicción, constancia y desde abajo, con arraigo y no desde el poder, no desde
los favoritismos, no desde los que reciben encargos o prebendas, como a veces
creemos que es la única manera para emprender algo y hacer aquello que debemos
hacer.
Queremos destacar en Juan Benavente aquel que tiene
una mirada amplia, sin excluir a aquellos de la otra orilla, de lo popular,
pero dejando a este lado con la orla en la frente de haber mantenido hasta
ahora 27 años sin fallar un solo viernes de la semana en su realización en la
cita para escuchar poesía, narrativa y dramaturgia alcanzando una dimensión y
categoría que lo hace por sus características un evento único en el mundo.
3. Diversos auditorios
Juan Benavente mantiene de manera ininterrumpida desde
hace 27 años esta llama viva sin apagarse ni detenerse un solo viernes del año,
desde el 18 de enero del año 1991, sin pedirle ningún recurso a nadie.
Y en cuya nómina se incluye cada semana a poetas,
narradores, dramaturgos, creadores de literatura infantil y artistas en general
quienes se presentan en ese espacio, en una secuencia proverbial por la
constancia y asiduidad con que se desarrolla este certamen.
La actividad de los Viernes literarios se inició el 18
de enero de 1991 en el auditorio principal de la fenecida Anea, cuyo local se
encontraba ubicado en el Jr. Puno 421 del Cercado de Lima.
En el lapso de estos 27 años, ha continuado
desarrollándose en diversos auditorios de la capital.
Así: Cooperativa Santa Elisa, Casa del Maestro, Casona
de la UNMSM, Biblioteca Nacional, CNA, auditorio Vallejo de la Feria Permanente
de Quilca, El Averno, Casa Museo Mariátegui, Roal Wasi, Savarín Arte, entre
otros, siendo que la programación del mes por venir se entrega religiosamente
en el último viernes del mes que está feneciendo.
Pero, a veces, ha tenido que desarrollarse en plena
calle. Una anécdota para muestra es la siguiente, y que consta en los anales de
los medios de prensa:
4. Calles de Lima
Cuando los “Viernes Literarios” se desarrollaban en la
Anea, el personaje que llevó a esa institución al descalabro, ordenó que
echaran llave al auditorio intentando abolirlo definitivamente. Juan recurrió
al concesionario de la cafetería quien al principio aceptó que se realizase
allí en ese lugar. Pero pronto se apersonaron dos policías llamados por los
obstruccionistas:
– ¡Qué pasa! –Reclamó airado Juan–. ¡Yo aquí soy
dirigente, señores, y no pueden cerrarnos la puerta de esta institución que es
la casa de todos, puesto que es la casa de la cultura del país, y estamos
haciendo cultura para nuestro pueblo!
Pero Lucy Barrantes le susurró a Juan: “evitemos
enfrentamientos, y hagámoslo aquí donde estamos, en el patio”. Y así
convinieron hacerlo. Pero el grupo opositor salía a espiar por la ventana. Los
policías volvieron a tocar la puerta de calle y salieron a recibirlos afuera,
cuando desde dentro cierran la puerta. Empezaron a golpearla pero algunos
dijeron: “Evitemos líos y hagámoslo aquí en la calle”. Y así se hizo. Lo
curioso es que se llenó de gente. Y los autos voluntariamente ya no pasaban al
ver a una multitud aglomerada.
Fue el recital más apoteósico que se tuvo en esos
años. Y de allí como ya se estaba ocupando la calle se marchó hacia el Congreso
de la República, y hacia algunos medios de prensa. El diario “La República”
entonces publicó una noticia al otro día que decía: “Con o sin local, los “Viernes Literarios” colma las calles de Lima”.
5. Una fe
Y en el período del terrorismo en cualquier momento se
iba la luz por la voladura de torres. También era la época de los apagones por
efecto de las bombas que reventaban en cualquier sitio de la ciudad, sobre todo
en el centro de Lima en donde se desarrollaban los “Viernes Literarios”; sin
embargo nunca se detuvieron ni dejaron de funcionar, aunque padeciendo por
locales y sin luz.
Para eso cada uno de los asistentes llevaba un cabo de
vela en el bolsillo y que cargaban de viernes a viernes. Todos cargaban una
vela que luego encendían. Creo que en este rasgo hay un simbolismo profundo, en
el hecho de que cada quien de su bolsillo sacase una vela. En el cajón de
la mesa, que era la tribuna principal, había fósforos y un cabo
de vela. En todo esto radica un significado especial de esta gesta.
Actividad en cuyo marco se realizan concursos,
celebraciones, campañas y ayudas a escritores. Se editan libros y es un
semillero para jóvenes creadores. ¿Cuántos cultores del arte tendrían que haber
en un país para mantener un certamen que presenta en cada jornada a diez
artistas en promedio cada semana?
Y es este el prodigio: de no haber cesado jamás desde
hace 27 años, ni un solo viernes, manteniendo un sueño, una fe y una esperanza
que ahora flamea como una espada en el aire.
6. Público fervoroso
Para cumplir la meta de no cesar ni detenerse jamás,
Juan desestima viajes, paseos, fiestas, compromisos sociales, dolencias,
sobresaltos, escaseces de recursos. Contra viento y marea mantiene este
espacio, que es un claro de bosque y un manantial.
Le cierran los locales, sucumbe la directiva que le da
una mano, sube otra que lo persigue, otros que quieren hacerle que él cambie.
Sufre todos los avatares e incomprensiones. El continúa. No se detiene. Por
esta y otras razones Juan Benavente es el paradigma de los promotores de
nuestro país.
El suyo es un amor más que verdadero a la poesía, a la
literatura y al arte en general. No lo proclama ni ostenta sino que lo
demuestra en obras. Esa pasión, ese amor callado y profundo es lo que lo
engrandece. Es esa entrega y ese cariño auténtico y legítimo hacia algo que se
lo olvida o menosprecia.
Pero no solamente el homenaje ha de ser a Juan, sino a
su público fervoroso. A ese contingente de hombres y mujeres en quienes palpita
el fuego sagrado del espíritu, y que cada noche de los viernes se junta,
espera, permanece, escucha, pregunta y se va llevando alguna inquietud, alguna
palabra y frase; pensamiento que ronda la mente y el corazón; e ilusiones que
con fe se nos clavan en el alma.
7. Milicianos del alba
Con los “Viernes Literarios” siento que todos los peruanos
hemos triunfado y que igualmente vamos a triunfar en otros campos y en otras
áreas.
Porque nos llena de emoción y nos da una sensación de
fortaleza, de hacer algo y mantenerlo sin pedir nada a nadie, sacando de
nosotros mismos el dinero que se gana de manera honrada y con sacrificio para
pagar papel, fotocopias o lo que sea, con emoción que nos brota desde las
entrañas.
Reconozcamos pues quiénes son los verdaderos
constructores del Perú eterno, quienes lo hacen sin desmayar, con humildad y
sin desaliento, también sin poses ni soberbias, hasta sumisos frente a los
demás. Siempre, como lo es Juan: respetuoso, gentil, aldeano.
¡Estos son los baluartes de un mañana promisorio!
Estos son los hombres imprescindibles, los milicianos del alba a quienes Capulí,
Vallejo y su Tierra quiere honrar. Así como también cultivar en nuestro pueblo
la cultura del reconocimiento y gratitud a quienes son portadores de los
verdaderos y legítimos valores que debemos erigir cual banderas izadas al tope
hacia el cielo infinito.
Porque son además el sustento y el baluarte para la
forja y construcción de la utopía andina que nos hemos propuesto alcanzar a
cumplir. A ellos, en la persona de Juan Benavente, todo nuestro homenaje.
¡Salud, milicianos y constructores del alba!