Danilo Sánchez Lihón
1. el mundo
de abajo
Hubo
un tiempo de diluvio en que las aguas inundaron valles y laderas y la
lluvia azotaba implacable con viento y cellisca. Los ríos cargaron sus
caudales, y se salieron de su cauce anegando comarcas y sembríos. Las
lagunas desbordaron valles ocultando a su paso bosques, breñales y
colinas.
Reinó
una oscuridad flagrante en que solo se oía el rumor de las aguas
arreciando y descargándose contra el mundo en tempestades implacables.
Murieron
muchos animales, se dispersaron los seres humanos que habían construido
algunas cabañas. Otros se refugiaron en cuevas y oquedades en donde
escaseaban alimentos como también abrigo.
Parecía
que la vida se acababa sobre la faz de la tierra. Las descargas de
truenos y relámpagos eran el anuncio de una destrucción total, tanto del
mundo de arriba, el de los cielos a punto de derrumbarse, como el de la
superficie que era un mar de agua, y el subsuelo había desaparecido.
2. El centelleo
del oleaje
Hasta
un día inesperado y sorpresivo en que todo repentinamente cambió. Cesó
la lluvia que se abatía inclemente. Disminuyó el caudal de los ríos
antes desbocados. Desaparecieron las avalanchas en bajíos y quebradas.
Se
insinuaron lo que recién se veía después de mucho tiempo que era el
perfil de los cerros en el horizonte en donde se esbozó una leve
claridad de alba.
Lo
que antes era cataclismo retrocedía envuelto en nubes que se iban
apagando dando lugar a una inmensa calma. Se despejaron los cielos que
nuevamente se tornaron luminosos.
Los
seres humanos que aún quedaban sobrevivientes salieron de sus
escondrijos a contemplar la orilla del mar en donde nuevamente se
separaban la tierra y el agua mientras emergía en el confín un sol
radiante.
Y
divisamos a lo lejos sobre las olas del mar algo que al principio
parecía solo una reverberación, el centelleo del oleaje, el burbujear de
la espuma de un tumbo.
3. De uno a otro
mástil
Pero
pronto se dibujaba en la pupila de nuestros ojos asombrados las naves
de una comitiva inconcebible por lo fabulosa, inefable por lo sorpresiva
y legendaria emergiendo desde la oscura noche en que estábamos
destinados a perecer.
Allí
recién nos damos cuenta que después de mucho tiempo las aves revolotean
inocentes en el contorno de la playa en donde estamos de pie
estupefactos ante lo que ven nuestros ojos.
Cien
naves nítidamente perfiladas bajo el sol, que con su luz radiante
destaca hasta el mínimo detalle de las velas infladas por el viento,
cuando la tierra a nuestro alrededor florece y el mar con sus olas y su
espuma le pone a todo un encaje de oro, de plata y de diamantes. Y nos
preguntamos:
– ¿Qué día es este?
¡Oh
día pródigo, hora feliz, venturosa y exultante! Cuando se acercan cien
naves adornadas en su proa por cien abanicos de plumas multicolores y
guirnaldas que penden de uno a otro mástil.
4. Colores
centelleantes
Y
se oye una algarabía de música que atruena el universo. Y que sobresale
de las naves que suavemente encallan en la arena blanca.
En
el puente de mando de la nave principal permanece el jefe de esta
expedición con los ojos fijos en el horizonte, sereno y ecuánime.
¿Quién es él? ¿Qué designio lo conduce hasta esta ribera con tanta pompa y ostentación hasta en sus atuendos?
Es un ser de inigualable majestad, de hermosura y valor sin par. Y de inmensa magnificencia.
Viste una diadema de plumas sujeta por una magnífica turquesa. Lo acompaña su esposa, Ceterni, fina y de una belleza mágica,
Sus
acompañantes todos visten colgados de sus cuellos collares de piedras
preciosas, adornas de caparazones de moluscos, de escamas de peces y
conchas de mariscos trabajados en formas y colores centelleantes.
5. Para
bien vivir
Y es a mí a quien entonces escucho hablar, erigido en una saliente y de este modo:
– ¡Quiénes son ustedes y q qué han venido?
Eso digo y escucho que mis palabras son claras y nítidas rubricadas por las olas del mar rugiente.
–
Checán, el que sabe amar! Soy Naylamp, tu hermano. Nos criamos juntos,
hijos del mismo padre y madre. Yo descendí a tierra conservando la
memoria de lo que somos. ¿Recuerda hermano en quién creemos?
– En Yampayec.
– Y, ¿es este? –Y me muestra la estatua esculpida en cristalina piedra verde de jade.
– Sí, es él, digo. –Y abrazo a Naylamp, mi hermano, a quien llamamos El ave marina.
–
Checán, tú quedaste y has sobrevivido. Yo me fui y ahora vuelvo. Juntos
somos la memoria de lo que fue. Qué bueno encontrarte y que hayas
permanecido vivo.
6. Memoria
de lo que somos
Y prosiguió:
–
Yo volveré al lugar donde moro. Tú reúne a la gente dispersa y
juntándolos en pueblos dichosos, recordémosle sus virtudes, sus valores,
a tener fe, adorar y creer. Seamos personas pacíficas, amantes del
bien, la verdad y la belleza. Enseñaremos las artes, las ciencias, a
trabajar extrayendo los productos del mar, cultivando la tierra y
creando productos para bien vivir. Cumplida mi labor yo regresaré al
lugar de donde he venido.
Con
Naylamp lo primero que recordamos es a tejer hilos, a perfilar las
boyas y a construir las redes para pescar los cardúmenes de peces que
flotan en el mar. A cómo tirar las redes, extenderlas y a cómo saberlas
halar.
Volvemos
a recordar a cómo recoger mariscos y moluscos. A fabricar nuestras
lanchas y canoas, así como s saber interpretar el lenguaje del mar, a
saberlo respetar y reverenciar como una presencia sagrada. Volvemos a
admirar la naturaleza y a no dañar ni coger de ella lo que no requerimos
ni necesitamos. A saber, respetarnos entre seres humanos. Así como con
su esposa Ceterni volvemos a cultivar la tierra y a criar el ganado y a
las aves de corral de que nos provee la vida.
7. Un pueblo
feliz
Y
con Naylamp vinieron los grandes maestros que teníamos antes, como
Occhocalo que nos enseñó a cocinar la comida marina, junto con
Ninagintue que nos instruyó en preparar bebidas como la chicha.
Ninacola
con quien volvimos al trabajo de la artesanía en cerámicos y en madera,
y sobre todo en base a la concha de espóndilos; junto con Llapchilulli
que nos mostró el arte de la costura.
El
maestro trompetero y tañedor de caracoles Pitazofi que tanto amenizó el
viaje de venida y arribo de las cien naves que acoderaron en estas
costas, nos recordó el arte de la música y la danza.
Cumplido
todo esto Naylamp alzó el vuelo y se alejó volando hacia el lugar
sagrado en donde ahora moraba, habiéndonos ayudado a forjar un pueblo
feliz que dio lugar a una gran cultura desde entonces conocida y
venerada como es Lambayeque, al norte del Perú.
Naylamp
pese a que se había ido conservó lo que habíamos perdido. Y entre estas
emociones la del encanto, de la fascinación y la alegría.
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CONVOCATORIA