POETAS LE CANTAN
AL CALLAO Y A VALLEJO
Con
ocasión del Día Vallejo en Puerto Callao, que Capulí, Vallejo y su
Tierra celebra el día 17 de junio de cada año, fecha en que César
Vallejo partiera desde el Muelle Dársena del Callao rumbo a Europa, para
no regresar físicamente nunca más.
Nos
proponemos con todo ello editar un libro que reúna la producción de
poetas del Perú y del mundo que le canten al primer puerto de nuestro
país, y a César Vallejo, y cuyo tema aborde todo aquello que se
desprende de una fecha como esta, día del adiós y el regreso, porque un
día como este abre la posibilidad de pensar en esos dos ejes en el
destino del ser humano, cuales son el partir y el volver.
Los
poemas remitirlos a nuestros correos electrónicos, o bien leerlos
personalmente el día de la actuación de Capulí en el Muelle Dársena, el
sábado 17 de junio del presente año, 2017, a partir de las 10 de la
mañana en la Plaza Grau del Callao.
Atentamente,
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
PROGRAMA
10:00 am. Romería en el Muelle Dársena. Plaza Grau del Callao.
11:00 am. Tributo a Vallejo. Arrojo de ofrenda floral.
12:00 m. Pasacalle por las calles del Callao.
12:30 pm. Velada literaria en el Auditorio de la Biblioteca Escolar del Callao Av. 2 de Mayo Cuadra 2.
2:00 pm. Almuerzo de confraternidad.
CONDUCCIÓN GENERAL: MANUEL CHUMO GUTIÉRREZ
*****
DÍA MUNDIAL
CONTRA
EL TRABAJO
INFANTIL
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
EL NIÑO,
AQUEL
PRODIGIO
Danilo Sánchez Lihón
La infancia nos llena la cabeza de luciérnagas
de polvo las rodillas y los ojos nos cubre
dulcemente. La infancia nos llena las manos
de globos y limosnas; la boca, de pitos y azucenas
y nos cubre las espaldas con sus plumas de cigüeña.
Alejandro Romualdo
1. Donde la cuerda
se rompe
Sin
embargo, el niño sigue siendo la víctima invisible de la inmadurez, la
escasa cultura y la desorganización en que se debaten nuestras
sociedades confundidas por nuestra situación de subdesarrollo y por la
crisis de gobernabilidad.
Principalmente
desde los organismos públicos y oficiales, pero también por el atraso,
la ignorancia y la incultura que aún subsiste en nuestra población,
siendo los niños prodigios y lo mejor que tenemos.
El
niño sufre la vileza mucho más que la mujer, que es otra de las
sacrificadas, pero que siquiera su dolor aparece en los reportajes que
se hacen recogiendo sus penurias que se patentiza al expresar su
protesta en calles y plazas.
El
niño no aparece en los noticieros, ninguna cámara de televisión ingresa
hasta los cuartos oscuros donde se los encierra; no se interna hasta
los patios y azoteas donde se lo confina después de los maltratos, luego
del desahogo que un padre o una madre inconscientes descargan sobre él.
Porque
siempre la cuerda se rompe por el punto más débil e indefenso. Siempre
lo que se afecta en situaciones de crisis es lo más tierno y sensible. Y
ahí, en ese punto, están precisamente los niños, que es cuando las
parejas se divorcian o separan.
2. El verdadero
ser humano
El
filósofo alemán Arthur Schopenhauer dividía la humanidad en tres
escalones, escaños o estamentos: niño, mujer y hombre, afirmando que
este último es “el verdadero ser humano”.
Si
aquello pensaba un filósofo, que está en vínculo y familiaridad con las
ideas superiores, los valores y los arquetipos, ¿qué podemos esperar de
un ser humano común y corriente?
Agobiado
como está de problemas, con familia que debe sostener, y que vive
precariamente por ejemplo en el altozano del Cerro San Pedro, en el
distrito de la Victoria de Lima.
Además:
privados de servicios básicos de luz, de agua y desagüe; y sin
seguridad básica ciudadana. Imaginémonos: ¿cómo será allí la situación
de un menor de edad vulnerable e indefenso?
Deduciendo
de lo que predicaba el autor alemán autor de la obra “El mundo como
voluntad y representación”, podríamos estar sacrificando niños,
devorándolos crudos o cocidos, servidos en diversidad de potajes puesto
que ellos según su parecer no son verdaderos seres humanos.
3. Nosotros
los hombres
De
allí que hay en estos momentos atroz sufrimiento en una gran mayoría de
ellos; o porque ven a sus padres sufrir o porque éstos descargan en
ellos sus traumas y frustraciones, que se expresa en el castigo y en el
maltrato físico y moral de que se los hace víctimas.
Miradas
así las cosas, ya es una pena para ellos la falta prolongada de sus
padres en sus hogares, porque éstos tienen que recurrir al doble empleo
para mantener a flote sus familias.
O,
por el contrario, es una sanción su presencia amarga y hostil al
interior de sus hogares, de modo que lo mejor que debieran tener los
niños, cual es sus padres, o no los tienen o los tienen mal: despóticos,
autoritarios, sin escrúpulos, con actitudes de abuso, maltrato y
opresión.
Y
nosotros, los hombres, después de haber cometido una falta contra
ellos, perpetrado una ofensa o atropello, no somos tan hombres como para
ir y pedirle disculpas o perdón.
4. Su comunidad
y su mundo
Es
más fácil arrepentirse ante la mujer, que hacerlo ante el niño, porque
él “no es persona”, no tiene poder, no recurre a ningún ardid ni
subterfugio para hacer sentir al otro su infamia y su maldad.
Tiene
que tragar su resentimiento, tiene que reprimirse y desahogarse
golpeando al suelo, pateando los muebles, quebrando un objeto, o
destrozando el juguete querido.
O
haciendo rodar de un puntapié al gato, dando muerte al pajarillo si se
posa cerca, apedreando el foco de luz del vecino y cualquier presencia
si las condiciones son quedar impune.
Él
será aquel adulto de mañana, o de pasado mañana: recubierto de púas,
erizado, cavernícola. Será el jovenzuelo malévolo de las pandillas y las
barras bravas, porque cuando era niño hicimos de él un cúmulo de
agravios, enfados y amenazas.
Y
un hato de rencor que tuvo que explotar tarde o temprano, acrecentando
la violencia, haciendo subir al máximo el odio hacia sí mismo, hacia su
entorno, en contra de su comunidad y su mundo.
5. El verdadero
problema
De
allí, el feroz desarraigo de muchos jóvenes respecto a su realidad, su
sociedad, su familia y hasta su propio país. De allí su apatía, su
indolencia y su encostramiento.
Muchas
veces salimos a protestar en las calles con nuestros carteles, en
campañas loables, por: “lo mala que es la televisión”, “por la paz en
contra de la guerra”, en “contra del consumo de drogas”.
Es decir, por aquellos problemas de afuera, ajenos, “macros”, de política muy general.
Pero
no, o muy rara vez, por lo cotidiano, menudo y corriente; por aquello
que está metido en nuestra casa y en el interior de nuestra camisa o
equipaje, bajo la piel que nos envuelve.
Por
aquello no clamamos alzando los brazos. Por eso no hacemos mítines ni
marchas, ni manifestaciones; ni formulamos pliegos de reclamos, ni
encabezamos protestas ni hacemos propuestas.
Eso no nos parece cuestionable y pasa como si nada, siendo más bien ahí donde está el verdadero problema y su raíz.
6. Ante nosotros
mismos
Pero
en verdad las marchas y los mítines lo hacen ellos: es el pandillaje de
que están infestadas las calles; y es triste que esta lacra se presenta
más alrededor de las instituciones educativas. ¿Quiénes hemos fallado y
sucumbido? Todos. Pero principalmente los padres y, en segundo lugar,
los maestros. Y no porque no fuimos rígidos con ellos, sino porque no
fuimos honestos.
Se
dice que los niños son el futuro de un país, pero es falso; son el
presente en nuestra sociedad; ellos esperan no una comprensión más
razonable acerca de su mundo, sino que seamos distintos: veraces, justos
y responsables para afrontar los desafíos que tenemos que asumir.
Reclaman
urgentemente no el desvelo y el cuidado hacia ellos, que mal que bien
les hemos prodigado. Esperan que seamos íntegros, sinceros y coherentes
y, ojalá, valerosos, no ante ellos o los demás, sino ante nosotros
mismos para reconocer y corregir nuestros errores.
Por
lo que sería interesante afrontar nosotros aquí, con relación al niño y
al joven, varios aspectos esenciales, que guardan directa relación con
la condición de vida y las categorías de valor con que estamos
actualmente viviendo con él y para él.
7. Esperanza
encarnada
El
primer asunto, y quizá el fundamental, es la negación de “persona
humana” que hacemos o con que tratamos al niño en nuestra sociedad,
actitud explícita o tácita.
Esta
posición tiene sus patronos y propugnadores ilustres, tan antiguos y
modernos como Schopenhauer y antes de él nada menos que el filósofo y
maestro griego Aristóteles.
Este
último que mencionamos, reconocido como padre y fundador de la lógica,
pensaba que “el niño es un papel en blanco en el cual podemos escribir
lo que se nos antoje”, infundio, desacierto y aberración. Y hasta
atrocidad, pero dicha nada menos que por aquel guía cuyo pensamiento y
enseñanzas han prevalecido más de veinte siglos en la pedagogía, en la
cultura y en el orden social. Y lo sigue haciendo.
De
allí que sea muy natural pensar que el niño está para obedecer, acatar y
someterse a lo que otros determinan que él haga. De ello deriva su
condición social de esclavo que tenemos en casa. Revirtamos ese rol y él
sea la esperanza encarnada de un futuro promisorio y de un mañana
mejor.
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