Danilo Sánchez Lihón
1. Generación
brillante
El
músico Carlos Valderrama nació el 4 de septiembre del año 1887 en la
aldea de Moche cercana a Trujillo. Y ya lo encontramos poco antes del
año 1917, de regreso de los Estados Unidos de Norteamérica integrando el
Grupo Norte también llamado La Bohemia de Trujillo, conformado entre
otros por César Vallejo, Antenor Orrego y Alcides Spelucín, entre tantos
otros.
César
Vallejo y Carlos Valderrama actuaron juntos la noche en que se realizó
la primera lectura del poema Los Heraldos Negros y que se llevó a cabo
en la casa de Macedonio de la Torre, situada en el Jr. Gamarra de esa
ciudad norteña el 10 de junio de aquel mismo año de 1917. Durante esa
velada se incluyó la presentación de piezas musicales de Carlos
Valderrama interpretadas por él mismo allí presente, hecho que lo
registra una fotografía que consigna las imágenes de los personajes
aludidos, al lado de muchos otros asistentes a ese evento.
En
Trujillo coincidieron también con Daniel Alomía Robles, autor de El
Cóndor Pasa con quien se reunió varias veces a compartir inquietudes y a
dar impulso a la corriente musical del indigenismo sinfónico que es la
expresión más vigorosa y representativa de nuestro acervo musical de
todos los tiempos.
2. Una
y otra flor
Producto
de esta inquietud, entre varias otras obras consagradas, contamos con
la composición de La Pampa y la Puna declarada en el año 2004 como
Patrimonio Cultural de la Nación Peruana y considerada como un Himno
Nacional no oficial del Perú.
Canción que tiene su propia historia que se confunde con la leyenda como muchas otras de nuestro acervo musical, y que fue así:
Carlos
Valderrama había viajado de Trujillo a Lima y por el contacto con aquel
grupo de jóvenes brillantes de Trujillo se sentía renovado, pleno de
energía, lleno de vitalidad y de genio. Había departido con el Grupo
Norte, integrado por aquella pléyade fulgurante de jóvenes que al
talento innato sumaban su compromiso en plasmar una obra valedera y
trascendente.
Su
seriedad y constancia, su autenticidad como artistas le habían causado
gratísima impresión y en este momento le servían de acicate para
escribir algo que constituyera un aporte en el sentido del arte que ese
grupo propugnaba como ideario y militancia, fibra norteña que era gleba
fértil que hacía brotar una y otra rama de donde se desprendía una y
otra flor.
3. Se integró
con pasión
Ya
en Lima pudo conocer al poeta peruano Ricardo Walter Stubbs; hombre
íntegro y honesto., quien en ese momento presidía el Círculo de
Cronistas de Lima, asistía a las tertulias en la casa de José Carlos
Mariátegui, y a quien el Amauta le prodigó toda distinción, así como su
afecto y su aprecio.
El
escritor y periodista Ricardo Walter Stubbs Moncloa nació en Lima el 22
de agosto de 1888. Fue Catedrático en la Escuela de Periodismo de la
Universidad Católica. Alcalde de Chosica de 1949 al 1952. Jefe de
Redacción del diario La Nación, de1953 a1954. Publicó diversas obras y a
él se debe la iniciativa de variados proyectos culturales.
Ricardo
Walter Stubbs había escrito un poema en donde recreaba una historia de
amor de un joven argentino que se había venido dejando todo en su país
natal por el amor de una muchacha peruana, de quien se enamoró
febrilmente y a quien vino siguiendo hasta Lima y con quien después se
casó.
El poema de Ricardo Stubbs
que recogía esta historia tenía como era natural evocaciones a la pampa
argentina y a los andes peruanos; pero, además, y como era natural,
cierta cadencia de tango, mixtura que combinada a un ritmo incaico
constituía una gratísima novedad.
4. Giros
y compases
A
Carlos Valderrama le conmovió aquella historia de un hombre joven que
había abandonado familia, cultura y país por la magia del amor, pero
además mostrando tanta adhesión hacia el pasado legendario del Perú y
por todo lo nuestro.
En
una reunión, que se llevaba a cabo en el restaurante denominado “Los
Balcanes”, situado en la Plaza del Teatro, ahora jirón Huancavelica, ya
pasada la media noche Carlos Valderrama al recordar aquel poema de
Ricardo Stubbs, no quiso dejar pasar la ocasión de ponerle música.
Empezó
a tararear sus sencillas estrofas poniéndole ensayando uno y otro
acorde, queriendo hacerlo al principio en ritmo de tango. Luego, con los
dedos tamborileando en la mesa, siguió con las otras estrofas. Y pronto
ya echaba la mano a la cucharilla, el plato y la copa vacía que allí
había, extrayendo tonos, giros y compases.
5. Canción
emblemática
Sin
embargo, en la medida que la iba repitiendo de lo llano y horizontal de
la melodía para representar a la pampa, fue pasando a un canturreo más
rápido y ligero que representaba bien lo accidentado del paisaje de
cordillera, de cumbres y abismos de vértigo y hondonada que lo evocan
mejor los aires andinos con las tonadas de huayno y yaraví.
Allí
ya estaba otra vez Carlos Valderrama en la evocación de su tierra, en
el norte del Perú, en el departamento de la Libertad, contemplando las
cadenas de montañas adustas e internándose por la cordillera de nieves
eternas que se divisan cuando se la contempla desde el camino de
arrieros que parte de Menocucho a Otuzco, a Julcán, a Shorey y a
Santiago de Chuco.
Y
le dio a la canción que nacía más inflexiones, que lo son de una
geografía sideral como es la que él conocía. Y que le fueron inspirando a
tal punto que los amigos presentes que lo escuchaban, entusiasmados por
lo que acababan de oír tararear, lo aplaudieron con palmadas de
entusiasmo y celebraron con gritos de júbilo intuyendo que esa noche
había nacido una canción emblemática de nuestro repertorio musical.
6. Para siempre
entre nosotros
Y
fueron esos mismos amigos quienes pidieron al dueño del restaurante que
abriera la habitación donde había un piano, el mismo que arrastraron
donde ellos estaban, y donde Carlos Valderrama interpretó por primera
vez la pieza que acababa de componer y que todo el Perú ahora lo canta
con sentimiento, embeleso y emoción profunda. Ella evoca un amor
consagrado a una ñusta incaica o a una Virgen del Sol, símbolos de la
mujer andina que propicia un amor límpido y excelso, pero también en
esos versos se exalta la grandeza del imperio incaico,
Esta
creación fue repentina, inesperada y espontánea, que se manifestó en el
ambiente de la bohemia de una Lima secular, inspirado en lo intrínseco,
por lo que Carlos Valderrama acababa de vivir, debatir y apasionarse
con el Grupo Norte de Trujillo. Surgen esas perlas y diamantes cuando se
sincronizan alientos, se juntan ejes y coinciden destinos. Entonces se
da la canción imperecedera, el verso o el poema inolvidables, o el
cuadro y la escultura repentinos, pero que pronto se hacen célebres, que
nacen providencialmente para quedarse por siempre y para siempre entre
nosotros porque son portentos.
7. ¡Oh! Virgen
del sol.
La letra original de Ricardo Walter Stubbs que Carlos Valderrama puso música inapagable, dice así:
VOZ DE LA ÑUSTA
Gaucho que tan valeroso
traspusiste los Andes
en tu potro brioso
y te embrujó en la sierra
la quena de mi tierra
(…)
VOZ DEL GAUCHO
Linda Ñusta del Perú
tienes la virtud
de encadenar a tus pies
mi corazón
Y EN EL RITMO CADENCIOSO
DEL TANGO ARGENTINO
(…)
VOZ DE LA ÑUSTA
Gaucho de nobleza tanta
si mi quena te encanta
Y TU PAMPA ARGENTINA
VIENE A LA PUNA ANDINA
quiero yo corresponderte
(…)
VOZ DEL GAUCHO
DESDE MI PAMPA ARGENTINA
salté a la cordillera
(…)
yo amoroso te he traído
MI TANGO QUERIDO
más amargo que tu pena
(…)
En
ella no solo se unen épocas, culturas, cumbres y abismos sino dos
países hermanos como son el Perú y la Argentina, por la historia que el
poema evoca.
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