Cementerio de Santiago de Chuco
EL CEMENTERIO DE SANTIAGO, EL DE
MONTPARNASSE Y VALLEJO
Escribe Ángel Gavidia
El cementerio de
Santiago de Chuco se halla como quería Machado: En la ladera de un monte/ más alto que el horizonte / quiero tener
buena vista. Claro que no mira al mar. Mira a la cordillera de los Andes y
al pueblo. El cementerio de Montparnasse, por el contrario, está en una
planicie rodeada de construcciones, porque es parte del barrio del mismo nombre.
Dicen que antes fue un monte que luego fue aplanado. No sé. Pero ahora luce así. Sin embargo tiene un nombre inmejorable: el Monte Parnaso,
el lugar donde habitan Apolo y las
musas, el lugar de los poetas.
En el cementerio
santiaguino menudean nombres como Geldres, Ruiz, Pereda, Benítez, Ávila,
Aguilar, Sánchez, Castillo y también,
Vallejo; nombres, estos, familiarizados con
nuestros oídos pueblerinos. En el Montparnasse, además de los múltiples
apellidos galos está Cortázar, Fuentes, Ionesco, Beckett, Duras , Tzara, y
Vallejo, nuestro César, el que amaba la vida enormemente con su muerte querida
y su café. Está allí, perdido entre muchos, con huellas peruanísimas sobre su
tumba como muñequitas huancaínas, cartas y maseteros que incluso llegan a ocultar
su nombre, y un texto de Georgette esculpido sobre la lápida que no logro
descifrar pero que sospecho ha de
contener un justificado reclamo.
El camposanto de
Santiago es obviamente mucho más pequeño que el parisino. Y no tiene avenidas,
ni mapas como este. Y mientras que en el
Montparnasse la hierba está en su lugar, quiero decir, respetuosa y tímida en torno a algunas
tumbas. La hierba en Santiago las abraza, interrumpe el camino, otorga al cementerio un caos verde lila que a mí me gusta mucho. Por
eso discrepo con el vals “El guardían” en el que el bardo pide al sepulturero deshierbar
su sepulcro día a día, y no permitir que
crezca enredadera ni nada…
Los cuervos son
aves prestigiadas en la literatura y hay algunos en el Montparnasse. Permanecen
habitualmente silenciosos aunque a veces
aventuran uno que otro graznido. En Santiago hay tordos, chahuishos los llaman, más negros que
los cuervos y, largo, de mejor y variado cantar.
El maestro Juan
Gonzalo Rose, poetizando la terrible circunstancia de “Helmo”, un peruano muerto en el destierro, escribe: ¿no te aprieta el cajón, como si fuese/ un
zapato prestado?/ la tierra en la que duermes/ ¿no transpira/ sabor a pan ajeno? Difícil saberlo y no sé si es justo
extrapolar estas preguntas a Vallejo. Porque él, a pesar de su Santiago, fue un ciudadano del mundo. Actor de los principales
sucesos que sacudían el orbe. Y París es un excelente centro. Pero sí sé que
calzan, en Vallejo, estos versos suyos para “Pedro Rojas”, el mítico combatiente por la República Española:
Registrándole, muerto, sorprendiéronle/
en su cuerpo un gran cuerpo para el alma del mundo,/ y en la chaqueta una cuchara
muerta.
Trujillo, 4 de
setiembre del 2016
Cementerio Montparnasse, PARÍS.
Tumba de César Vallejo (Montparnasse, PARÍS)
.