EL
CASHALLURTO, EL SHAMBAR, TELLO Y ELADIO RUIZ
Escribe
Ángel Gavidia
Como sostiene Danilo Sánchez, al cashallurto le cambiaron de nombre, le añadieron garbanzo y frejoles y
pretendieron cambiarle también de cuna.
Pensaron, quizás, que nacer en Trujillo le otorgaba distinción, y supongo que shambar, era más fácil de pronunciar que cashallurto.
Despojaron entonces de su nombre al verdadero shambar,
de igual origen que el cashallurto, y rebautizaron
a este último así. Sólo conservaron el fonema sh que nos dejó el Culle a los
hablantes de las tierras santiaguinas.
Pero, como dice el autor de Piedra Bruja, el shambar es otra cosa.
Es un plato de pobres, sí, pero también de laboriosos obreros y campesinos, y puede tener dos características: una ,
digamos, casera, como un caldo de trigo, el shambarito, y otro, el famoso shambar de minga, denso, casi
como un pepián (el buen shambar de minga
debe ser capaz de mantener la cuchara erguida, decían las matronas santiaguinas) y coronado de una
presa de carnero condimentada con
achiote y ají y acompañada, por si fuera poco, de senda papas blancas. Este plato es poderoso
y necesario para reponer las energías
gastadas en las duras actividades agrícolas u obreriles. Comadre Juana el pleito es con la hierba dice un verso del poeta
Julio Carmona, pero el pleito también es con las piedras, con los adobes, con
los tapiales, con el transporte de
gruesos eucaliptos para el puente, con el huaico. El shambar de minga es un
plato que se come al amparo de una solidaria convergencia de esfuerzo, humor,
parla andina y bravo rocoto de los temples como escribiera el hijo
predilecto de Santiago.
Y es que Santiago de Chuco, a pesar
de su geografía accidentada, es una zona
triguera por antonomasia. Recuerdo las diversas variedades de trigo: candial,
estaquilla, florencio, barba azul… y también aquellos versos de Vallejo que
incitan a buscar una Ruth que nos brinde una espiga de ternura bajo la hebraica
unción de los trigales.
Danilo Sánchez ubica en los años
sesenta la migración del cashallurto a los pagos costeños. El pintor Eladio
Ruiz cuando estudiaba en la Escuela de Bellas Artes dirigida por José Sabogal
consiguió un trabajo en el Museo de
Antropología liderado por Julio C. Tello y el maestro, enterado que Eladio
venía de Santiago, le aplicó como un cariñoso sobrenombre “Cashallurto”.
Temo simplificar las cosas, pero hay
algo de común en esto: Los Kjarkas compusieron
aquella bella canción Llorando se fue
que vivió su vida provinciana y
melancólica hasta que fue llevada a
Brasil y en forma de lambada invadió el planeta. Claro que quienes le sacaron
de sus predios de origen y de la garganta de los músicos bolivianos le dieron
más sensualidad y ritmo. Los cocineros costeños le dieron a nuestro cashallurto
vitrina, la discusión es a qué costo.