Buscando el bien
de nuestros semejantes,
encontraremos el nuestro.
Platón
1. Dos
cosas caben
Y,
¿cómo recibirías, gentil lector, las tarjetas de los congresistas que
para esta Navidad te hacen llegar con servicios especiales? Envueltas en
sobres de papel satinado, exornadas ellas de todos los detalles
gráficos, en pan de oro y adulonas en cuanto al contenido de sus textos.
De
parlamentarios que recibirán, porque ellos mismos se han asignado y han
promulgado la norma respectiva, diez mil dólares de aguinaldo. Tarjetas
donde te desean Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo, en donde te anhelan
dicha personal, y un venturoso año 2018, mientras ellos mismos hacen
que el mundo se caiga a pedazos.
¿Y
qué pensarías del alcalde del municipio, que ya se anunció que irá a la
reelección? Quien otra vez está en campaña electoral. Y que ha empezado
a repartir baratijas, como un bloc de notas de hojas en blanco, pero
con la carátula a todo color con el rostro del burgomaestre a quien ya
le gustó el poder.
¿Qué
harías con las tarjetas de los magistrados que ganan muy bien y
absuelven de un solo plumazo a políticos corruptos? Cuando la injusticia
se expande por doquier. ¿Qué se creerán?
2. Pan
para la mesa
Mientras tanto aquí en el ómnibus escucho decir:
– Disculpe señor, disculpe señora, señorita.
Disculpe que interrumpa su lindo viaje, caballero.
A nadie le gusta que le fastidien o interrumpan, aún mucho más cuando ustedes salen de trabajar.
Por eso perdónenme.
Podrán imaginarse entonces la vergüenza que yo siento de subir a este ómnibus, ¿sabiendo el disgusto que les voy a causar?
Menos vergüenza, les juro, sentiría de robar. Y les digo que así es, porque yo ya lo he hecho. He delinquido.
Pero no quiero seguir por ese camino del mal, haciendo daño a la gente inocente.
Prefiero pasar por vergüenzas y pruebas como esta. Prefiero que tú me mires mal; no importa, estimado pasajero.
Por
eso, pido tu comprensión y que me ayudes a llevar honradamente un pan a
la mesa de mi hogar, trabajando de este modo; porque, aunque no lo
creas, este es un trabajo. Y un trabajo muy difícil.
3. Salen
a las calles
Quienes
se expresan de este modo no sólo son hombres y mujeres adultos; unos
ancianos, otros jóvenes. E incluso hay madres gestantes, algunas.
También
son adolescentes que han dejado los estudios, o que siguen persistiendo
y asisten a la escuela nocturna, quienes suben a vender algo.
Pero también hay niños y niñas de toda edad; a veces subiendo juntos, dos o más, casi siempre hermanitos.
Van cogidos de las manos para darse valor, tocando un flautín, o una pandereta, o un tambor.
O
rascando un envase de lata que tiene estrías que frotan con un peine
para darse el compás. O simplemente cantando, entre el bullicio de los
vehículos que pasan vertiginosos y rugientes.
Quienes
se expresan así no solo son gente desarrapada, mísera, que cayeron muy
al fondo en esta vida. También hay personas muy cultivadas, y hasta
profesionales.
Hay
quienes para afrontar una situación difícil como es una desgracia,
salen a las calles con coraje para tratar de solucionar un problema
imprevisto. ¡Claro que no creemos! Nos consolamos diciendo que son parte
de toda una organización.
4. Dame
ánimo
Nos tapamos los oídos, pero aun así escuchamos que dicen:
Señor, señora:
Tú dirás: acaba de bajar uno y ya subió otro miserable al mismo vehículo.
Por eso, mil disculpas también. Y es que la situación no permite que tengamos trabajo.
Por eso, tú que aún lo tienes no te quejes. No regañes temprano porque te tienes que bañar, vestir y salir.
Al contrario, es una bendición señores. Y agradezcan más bien al Señor, como si tuvieran un gran privilegio.
He subido a este micro solo ayudado por una fuerza superior, la de Jesús Redentor que cambió mi vida.
Él
es el que me da fuerzas y en nombre de él es que te pido. No que me
regales unas monedas, sino que me compres estos ricos caramelos.
Ayúdame
con lo que puedas darme. Dame ánimo hermano, hermana. Te hablo con el
corazón en la mano; mis hijos esperan algo qué comer.
Y no siendo indiferente, me levantas la moral hermano y hermana.
5. Cruzan
entre los autos
Tampoco
se presentan estos hechos sólo en Navidad, sino que el espectáculo es
de todos los días del año, sólo que duele sufrirlo más en esta
oportunidad.
Cuando
pelean por subir y hacerse sitio entre la congestión de pasajeros de un
vehículo, unos con su bolsa de caramelos o chocolates en las manos,
otros con su charango o guitarra; una legión de seres humanos como tú y
como yo.
¿Cuál
será su situación el día de mañana, que es Navidad? Y ¿cuál será los
días que vienen después? ¿Será la misma? ¿Igual? ¿Peor?
A
cada instante en la vereda cuentan las monedas que ganan a costa del
desdén o conmiseración de la gente. Pasan las monedas de una a otra mano
haciendo cálculos, pesarosos o ilusionados.
O
van palpándolas en el bolsillo, adivinando por el espesor y el tamaño
su valor, y temiendo –por algún detalle– que alguna de ellas sea falsa.
Mirando sin ver, cruzan entre los autos que pasan raudos, campantes y
sintiendo que la verdad les pertenece.
6. Pero,
eso sí
Otro habla así:
Hermano, hermana. Yo quisiera compartir contigo la siguiente reflexión:
¿Quién no quisiera ganar algo sin tener que avergonzarse? Pero ¿dónde se consigue empleo hoy?
No quisiera tampoco darte pena contándote cómo es mi situación.
Pero, para salir y hacer esto ya imaginarás lo triste que es.
Sin embargo, no he subido a pedirte una limosna ni nada regalado.
No he venido con las manos vacías.
Te ofrezco unos sabrosos productos golosinarios, estos caramelitos de leche, almendras y miel...
Cada uno a diez céntimos que no te harán ni pobre a ti, ni rico a mí.
Pero, eso sí, comprándome, siquiera unito, harás que esta noche haya pan en mi hogar...
7. La llama
antes de caer
He
visto a más de uno de esos niños comprar juguetes pobres para algún
familiar, quizá un hermano o una hermana postrada en un lecho de
inválida. Un obsequio para su madre enferma. O para un padre desempleado
y sin trabajo.
O
para alguna tía hosca que ojalá hoy día se ponga amable, o para algún
amigo mayor que lo alienta, apoya y consuela. Ellos, que son padres
tempranos o precoces, ¿recibirán algún reconocimiento como homenaje a su
coraje y a su valor?
¿Quizá,
algún juguete que ya no les corresponda, porque se les quemó temprano
la niñez? Porque todo se les hizo humo y cenizas, como arde un fósforo
que se enciende para alumbrar el borde de un abismo, justo en el
instante en que fulgura la llama antes de caer.
¿Qué
cabe hacer entonces ante estos hechos? Dos cosas caben: Luchar a brazo
partido por un mundo mejor. Y aliviar siquiera con el bálsamo de la
bondad las llagas y heridas del mundo actual.
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CONVOCATORIA