Danilo Sánchez Lihón
El mejor olor es el del pan,
el mejor sabor es de la sal,
el mejor amor ¡el de los niños!
Grahan Greene
1. Apenas
dura
Un
niño canta en el microbús. Me regala la ternura de su mirada sólo
porque pongo en su manita morena e inocente, cincuenta céntimos.
Otro sube y dice así:
"No
te molestes conmigo amable pasajero. No creas que no sienta vergüenza
al interrumpir tu lindo viaje. Pero, levántame la moral haciendo que
lleve un pan a la mesa de mi hogar. Ayúdame con una moneda que a ti no
te va a hacer pobre ni a mí rico. Y no creas que no tenga nada que
ofrecer.
También
canta, y nos regala a todos, una hermosa evocación. Porque, ¿quién al
escucharle no ha podido recordar un pasaje especialmente conmovedor
acerca de su vida?
– ¡Gracias! –Le digo al niño. Recibe lo que le doy, y me mira incrédulo.
Y
al agradecerle se ha dibujado sobre su rostro triste, áspero y reseco,
que ya no sonreía, una vibrante felicidad, que lamentablemente apenas
dura un instante.
– Y, ¿por qué le da las gracias?
2. ¿Quién
obsequia?
Cuestiona severo mi compañero de asiento.
–
Porque con cincuenta céntimos hace que me sienta bueno. Me lo hace
sentir así. Y eso, ¿no es inmenso? Hay personas a quienes damos todo y,
sin embargo, no creen que por eso seamos hombres buenos.
– Eso, sin ir más lejos, también somos nosotros. –Se atreve a decir.
–
En cambio este niño por cincuenta céntimos cree que soy bueno de a
verdad. ¿No es conmovedor y grandioso? La moneda a mí no me pertenece.
Entonces, quién en realidad obsequia es él, no yo. Me ha hecho bueno sin
que lo sea. Por eso le he dado las gracias.
El hombre de al lado, que sin duda ha comprendido, escucho que reclama:
– ¡Dando limosna esta ciudad se va a llenar de pordioseros!
–
Se necesita mucho valor para salir a mendigar, y lo hace quien lo
necesita. No cualquiera tiene el coraje para hacerlo. ¡Y eso vale mucho!
–
¡Solo quien tiene mala conciencia da limosnas! Además, estos son
dirigidos por una banda de explotadores. Es dar de comer a
sinvergüenzas.
Yo prefiero callarme.
3. Bendiciones
tuyas
Esta
vez sube un joven y recita un poema. Me concentro para escucharlo. Es
un poema titulado “Pobre amor”, de José Gálvez, que no lo dice, y solo
recita así:
Pobre amor, no lo despiertes
que se ha quedado dormido...
hay en sus labios inertes
la tristeza del olvido.
Pobre amor, no lo despiertes
Dios sabe cuándo ha sufrido.
Pobre amor, no lo despiertes
que se ha quedado dormido.
Pocas
personas han atendido la letra, pero eso ¿qué importa? La poesía,
después de todo, es aura. Y aura es lo que yo he sentido cuando él lo ha
dicho.
Le
doy una moneda de a sol por haberme dado la inmensidad de esas
palabras. ¿Quién dona? ¿Quién es el pródigo y generoso? ¿Acaso soy yo?
Yo, ¿qué doy? ¡Nada! O, si es algo, a ti se debe. Porque hasta la vida
que tengo no me la merezco y no me pertenece, sino que tú me la has
prestado hasta hoy día, mi Dios.
4. La mano
de Dios
Ahora
han subido dos hermanitas y ambas juntas, cogidas de las manos, nos
cantan una canción que la cantaba mi padre y mi madre, y hacía tiempo
que no la había vuelto a escuchar, desde los días de mi infancia, una de
cuyas estrofas dice:
Mujer andina vengo a contarte
todas mis penas y mis dolores.
Cerros nevados he caminado
solo por verte, mujer andina.
Les
doy lo que tengo y al extenderles mi mano han puesto en ella ricos
dulces de albaricoque y frambuesa. Pruebo uno de ellos que endulza mi
vida para siempre. Al dirigirme su mirada han hecho que me sienta
afortunado. ¿Qué más puedo yo pretender? ¿Quién alguna vez logró que me
sintiera rico? Y, al final, ¿quién da?
Y
por otras monedas me han prodigado bendiciones en nombre de ti, Dios.
Bendiciones tuyas, que es igual a obsequiarme joyas, diamantes,
paraísos. Y agradecen tanto que me hacen sentir el ser más afortunado de
la tierra. ¿No es extraordinario?
5. La solución
no es ésta
Otros
niños del Centro Victoria dan testimonio de cómo se han recuperado de
las drogas, para lo cual venden unos pañuelos de tocador con un fresco
aroma a espliego y alhucema, a manzanilla y a jazmín.
Pareciera que las proximidades de Año Nuevo imbuyeran a las personas de un impulso por conseguir algo.
Por dos monedas me han regalado unos deliciosos pañuelitos perfumados. Todo por otro mísero sol.
–
¡Me bajo! ¡Me bajo aquí! –Vocifera el hombre que ha venido a mi lado–.
¡Hay gente corrupta que da limosna y estamos llenando esta ciudad de
mendigos! ¡La gente tiene que trabajar, señores! ¡Aquí me bajo!
Se ha bajado. Mientras un joven que vende curitas insiste:
– Agradezcan quienes tienen trabajo. Agradezcan quienes no sufren enfermedades. Agradezcan quienes tienen familia.
Y lo entiendo como algo que quizá no dependa mucho de nosotros mismos.
6. No dejarse
morir
¡Sé
que la solución no es ésta, Dios de los cielos! Y que tendremos que
luchar a morir para que todo esto no siga igual, y cambie en algo.
¡Démosle a brazo partido para corregir esta situación!
Pero
entretanto gracias Dios por el privilegio de poner en mis manos unas
monedas honradas que pueden hacerlos sentirse dichosos por un momento a
quienes las requieren.
Gracias por darme el alivio de siquiera parecer un hombre bueno. ¡Y qué maravilla de parte de los niños esta fuerza por vivir!
Esta
pugna por no dejarse vencer siendo todavía tan tiernos. Esa fuerza que
invade las calles, que sube y que canta en los micros.
Ese desvelo que hace que se cocine y se levante un toldo en plena vereda, que luego el serenazgo confisca y la policía reprime.
Sé
que en el fondo de todo esto hay desgracia, sé que en el fondo hay
terrible pena, llanto y desolación, y no sé cuántos más sufrimientos.
7. La trama
del universo
Pero,
gracias por darme lo que a través de estos niños y de estas madres y
padres, me das. Cual es el sentido de lo que es ser piadosos.
Sentido dentro del cual, el sol que les doy más que encumbrarme me humilla y es dable presentir que incluso me condene.
¡Sobre todo sentir esta gracia inmensa de que uno se sienta, aunque sea ilusoriamente bueno, siquiera por un instante!
Y por unos cuantos céntimos que no me pertenecen, sino que tú los pones en mis manos.
Porque
si aún no hemos podido todavía cambiar el mundo, gracias a estos niños
porque con todo su dolor nos dan algún consuelo y nos lo hacen presente.
Y gracias por la oportunidad de sentir siquiera por un instante la bondad con que también está tejida la trama del universo.
Y nos hacen prometer en silencio no claudicar en intentar otra vez cambiar el mundo para hacerlo siquiera un poquito mejor.
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CONVOCATORIA