Danilo Sánchez Lihón
1. Quietas
y cristalinas
No
sabía don Benigno, padre de mi madre y quien tiempo después sería mi
abuelo, qué hacer frente a esa parvada de duendes que se zambullían
desnudos en el río, y con la piel espejeante que relumbraba y en donde
se refractaba el brillo del sol.
Escondido
detrás de los árboles los miraba fascinado cómo emergían y volvían a
hundirse; cómo trepaban a las piedras y se dejaban caer chapoteando en
las aguas heladas y en las varias pozas que en ese tramo hace el río.
Allí
estuvo estupefacto, viéndolos retozar; con el corazón que le palpitaba
aceleradamente. Pasmadas las polainas de jinete que traía puestas, con
el fuerte bigote que permanecía tieso por el espanto y su fuete en la
mano, permaneció un rato contemplándolos.
Pero la mula relinchó y se produjo un barullo a lo largo de todo el río, con gritos y correrías de los duendes para esconderse.
– Plach. Crac. ¡Pum! –Se oía, de cuerpos que se hunden y ramas que se quiebran.
Hasta que desaparecieron todos, dejando por completo las aguas antes alborotadas y ahora quietas y cristalinas.
2. De uno
a otro lado
Pero
luego le empezaron a llover guayabas, naranjas e higos verdes que le
arrojaban y caían algunos golpeando su casco y el apero de la mula que
empezó a corcovear.
Dio vuelta a su cabalgadura, dejó de mirar el río y salió al camino ya oscurecido.
Felizmente de esta prueba salió ileso, pero con el corazón sobresaltado de admiración, asombro y miedo.
Pronto reconoció el sendero abrupto, arisco y pedregoso y la nomenclatura de cerros cercanos a Huayllapón y se sintió aliviado.
Pero la mula estaba inquieta. A cada rato quería retroceder, tirándose para un lado y encabritándose cada cierto trecho.
– ¡Mula! –Gritaba–. ¿Qué le pasa a este animal? ¡Estás tan nerviosa que pareces caballo! –Terminó reprochándola.
Mi abuelo era enérgico, joven y apuesto.
Sentía
risitas y un reflejo que cruzaba de uno a otro lado del sendero. De
abajo hacia arriba. Y de atrás hacia adelante y viceversa.
3. Apero
y alforjas
Era algo que saltaba entre las pocas plantas y piedras esparcidas que por allí se encuentran.
Y la mula cada vez se iba poniendo más inquieta, sofocada y arisca.
Cerca de Huayllapón hay unos malos pasos y en uno de ellos la mula se encabritó al extremo de ponerse de manos y empinarse.
Corcoveo de espanto, perdió el equilibrio y cayó hacia el abismo.
Pero
antes, arrojó a don Benigno hacia el borde y la acémila se precipitó
hacia el barranco con alforjas y todo. Y se hundió en el río.
El
jinete, milagrosamente resultó expulsado hacia un rellano del
precipicio mientras escuchaba el ruido de espanto de la mula cayendo. Y
el golpe del animal retumbó en las aguas caudalosas del río en aquel mes
lluvioso de marzo.
La
acémila fue arrastrada con apero y alforjas por la corriente. Don
Benigno, a unos diez metros arañaba la tierra tratando de sujetarse y de
no rodar por el precipicio.
4. La veta
de oro
Felizmente quedó a horcajadas en unas tacuaras, en una especie de repisa con un agujero hacia adentro.
Tenía
mi abuelo 23 años y era fuerte y recio Con un carácter indomable. Pero
esta vez consideró prudente no intentar desprenderse de allí y
permanecer quieto.
La
noche era lóbrega y las piedras al menor contacto se desprendían. Y al
caer, y no rebotar sino más bien demorarse en el aire, indicaban que el
barranco era hondo.
Permaneció
recostado lo más que pudo al cerro para tratar de dormir y calmar sus
nervios por todo lo que había acontecido en el día.
–
Mañana al despertar te fijas dónde has dormido. –Le susurró una voz que
él identificó como de algún duende que hacía algunas horas al anochecer
había sorprendido bañándose en el río, puesto que tenía el mismo timbre
con que elevaban sus gritos.
– ¿Quién eres tú? –le dijo él.
– Te he seguido para enseñarte la veta de oro. No quise asustar a la mula sino hacer que tú te bajaras.
5. Pasó
las manos
– No te olvides de mirar mañana a tu alrededor. Es la veta de oro que te hará rico y que he querido enseñarte.
– ¿A dónde se esconden los duendes? ¿Hacia dónde ahora tú te diriges? ¿Cómo visitar siempre ese lugar del río donde se bañan?
–
No te lo puedo decir. Y si te lo dijera no lo vas a poder encontrar,
salvo que alguien de nosotras te guíe. –Allí, al decir nosotras, se
descubrió como una mujercita duende, quien era la que lo había seguido,
¡fascinada seguramente por la apostura que él tenía!
– ¿Y dónde me dices que está la veta de oro?
– Temprano mira bien en el sitio de donde te has cogido. No te vayas sin mirar.
Al
despertar y voltear a ver hacia adentro apartando las hierbas
distinguió un brillo, un fulgor como de una lámpara que estuviera
encendida en lo hondo de la roca. Era una veta de oro inmensa, grande,
en realidad un banco de oro. Se arrastró hasta allí. Y pasó varias veces
las manos por la tersura del mineral que era de oro puro.
6. A costa
de su vida
Las
minas de Huayllapón antes eran solo de tungsteno como las de Quiruvilca
en Santiago de Chuco. Pero he aquí que esta era una veta espléndida de
lo que faltaba y nadie había podido ubicar: ¡la veta de oro!
– El problema ahora es cómo salgo de aquí. –Se dijo.
Ya
era de mañana. Don Benigno pudo observar un sitio donde crecían unas
yerbas ralas. Y pensó que ese era el mejor lugar por donde arrastrarse y
salir.
Allí el terreno no se desmoronaría tan fácilmente y podría cogerse hasta con las uñas de la tierra.
Y así lo hizo.
Y
así pudo salir al camino en donde estuvo un buen rato grabando en su
mente el lugar exacto a fin de volver y ubicar bien ese yacimiento y
denunciarlo.
Ya libre de peligro, dijo:
– Gracias querida niña y amiga duende por revelarme esta veta de oro.
7. Probo
y honesto
Y miró buscando algún rastro de su mula hacia el abismo sin encontrar nada.
Quiso denunciar la mina y explotarla él mismo.
Pero al averiguar, toda esa área estaba comprendida en la jurisdicción perteneciente a la mina de Huayllapón.
No podía bajo ningún motivo registrarla como una mina particular.
Pero sí negoció con la empresa revelarles la veta de oro.
Por la descripción que les hizo le dieron 200 mil soles de oro.
Con ese dinero compró casas, puso tiendas y varios negocios en Santiago de Chuco, Cachicadán, Angasmarca y Tulpo.
Adquirió
tierras y fue mi abuelo, en su tiempo, uno de los hombres más ricos de
toda la provincia de Santiago de Chuco, dos veces alcalde de mi pueblo,
pero sobre todo un hombre laborioso, probo y honesto.
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CONVOCATORIA