Ha
muerto Pilar Coll. ¡Viva Pilar Coll!
Por: Carlos M. Castillo Mendoza
¿Batallas? ¡No! Pasiones. Y
pasiones precedidas
de dolores con rejas de esperanzas,
de dolores con rejas de esperanzas,
de dolores de pueblos con esperanzas de hombres!
¡Muerte y pasión de paz, las populares! César
Vallejo
Conocí a la “Pilarica” allá en
Trujillo, eran los años sesenta y Velasco Alvarado impulsaba la revolución de
las FF. AA. Ejercía el cargo de Directora de la Escuela de Servicio Social que la
Pontificia Universidad Católica de Lima abrió para atender a las señoritas que buscaban
acceder a un nivel de formación superior. Yo era un
estudiante universitario integrante de UNEC asesorado por el Padre Jorge Armas
Díaz y ella juntamente con María Teresa Achótegui, llegaron a trabajar y
participaban de los encuentros y reflexiones sobre la Iglesia post conciliar.
Amena, siempre sonriente,
sabía hacer uso de la lógica sencilla para responder a nuestras inquietudes
sociales; hizo de su pequeño departamento un ámbito acogedor donde la artesanía
peruana decoraba y mostraba la acogida dispensada al arte no convencional, allí
recibía a quienes llegábamos a hablar sobre nuestros pequeños y grandes interrogantes
políticos e ideológicos. No le tenía miedo a nada cuando de defender derechos y
rectitudes se trataba.
Un día que llegué a su Despacho
en la Escuela de Servicio Social para una consulta, vi un afiche singular,
mostraba a un caminante de espaldas con báculo y sombrero a la pedrada, llevaba
una inscripción que decía “Camino de
Santiago”. Era el signo de su pertenencia a la España del norte, muy amante
de la libertad. La encontré muy contrariada y me llamó la atención que no
tuviera la sonrisa habitual ni el trato cordial que sabía dispensar a los que conocíamos
de su trabajo pastoral, pues era miembro del Instituto de Misioneras Seculares
o lo que solíamos llamar “Monjas seglares”.
-
¿Pero
qué te pasa Pilar? le pregunté yo.
- Pues
nada –me contestó- que me ha llamado el arzobispo de Trujillo, Monseñor Carlos María
Jurgens Byrne a su Oficina y me ha pedido que haga ingresar a una señorita,
hija de una notable familia de aquí, que no ha aprobado el examen de ingreso.
-
Y
qué le has respondido, volví a preguntar, intuyendo
la tensión de ese encuentro.
- Monseñor,
le he dicho, los exámenes no los tomo yo, las pruebas se preparan en Lima y
vienen a aplicarlas profesores de la allá, ellos las corrigen y yo solo publico
los resultados.
- “A
donde fueres haz lo que vieres”, -me ha contestado, tú verás lo que haces-, consigna
que se supone debo cumplir para no
perder su amistad y aprecio.
Ahí conocí la verdadera talla
de Pilar, no cedió y pasó el mal momento que yo no tardé en comprender, pues
conocía muy bien el proceder de ese prelado que acostumbraba ir a tomar
cafecito algunas tardes en el Seminario de San Carlos y San Marcelo en Moche
con Víctor Raúl Haya de la Torre, para luego pasar a uno de los ambientes y
conversar privadamente de no se sabe qué… (Porque no imagino a ambos rezando el
santo rosario).
El resultado no se hizo
esperar. Ese mismo año, 1969; el Arzobispo de marras canceló el permiso de
trabajo a los sacerdotes venidos de Palma de Mallorca – España, para dirigir ese
centro de formación donde: Romeo Luna Victoria, Gustavo Gutiérrez, Jorge Álvarez
Calderón, Fernando Rojas Morey y Ulises Calderón de la Cruz eran sacerdotes que
solían llegar a dialogar con los seminaristas
y nos daban clases sobre el documento del Concilio Vaticano II “Gaudium et spes” sobre “La Iglesia y el mundo de Hoy”. Cosa que yo le hice ver al
arzobispo cuando decidió cerrar el Seminario y todos los aspirantes al
sacerdocio tuvimos que irnos a nuestra casa. No era un asunto de Dios como él
argumentaba, sino una manea de apuntalar el “sólido norte”.
Pilar y María Teresa llegaron al
Perú donde “hay hermanos muchísimo que
hacer” (Vallejo), vinieron para asumir tareas que a otros les parecen
baladíes o tontas como trabajar por la verdad, la justicia y el respeto por la
persona humana. Sin duda, la Guerra Civil Española que afectó a su familia, a la
vida y la cultura de su país, hizo de la Hermana Pilar lo que realmente llegó a
ser: Mujer de servicio, afecto, principios sólidos y escucha al necesitado.
Y en esa línea, nada orientó
tanto el sentido de sus días como la reflexión del Padre Gustavo Gutiérrez con
su Teología de la liberación. Nada la
hizo tener una ocupación clara como trabajar para no perder lo humano en las
cárceles junto al Padre Hubert Lansier, y nada la entusiasmó tanto como
acompañar a la Comisión de la Verdad y Reconciliación con Monseñor Luis Bambarén,
el padre Gastón Garatea, el Dr. Salomón Lerner, etc. A pulso se ganó el aprecio
y el respeto de los pobres porque la vieron de su lado luchando por sus
derechos, sin distinción de credos, ideologías, economía, raza u origen. ¿No es
esa la santidad que Jesús exige a los que siguen su Evangelio?
En un país tan lleno de anti signos
como es el nuestro, donde lo que resuena no es la virtud sino el escándalo; donde
muchos cristianos dudan si optar por Dios o por el César, un país donde hasta un
imberbe parlamentario se jura modelo de coherencia y quiere darnos lecciones de
rectitud; Pilar Coll se yergue como mujer del Evangelio y símbolo para nuestro
tiempo. Acaba de irse en silencio como la legión de hombres y mujeres que han
enriquecido a la Iglesia de Jesucristo, se va sin la parafernalia de aquellos
que esperan, a su muerte, lograr lo que no tuvieron en vida.
Y porque aún la muerte hay que
merecerla, creo que Pilar ya está al lado del Padre y desde allí seguirá intercediendo
para que en el Perú tengamos nuevas primaveras. Así lo prometió Jesús cuando dijo:
Bienaventurados los pobres de
espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos
porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que
lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen
hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que buscan
la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los
perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
cielos.
Bienaventurados seréis cuando
os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros
por mi causa.
¡Descansa
en paz amiga Pilar, tus obras te han precedido ante Dios en quien creemos!