Construcción y forja de la utopía andina
Y EDICIONES ALTAZOR
Y EDICIONES ALTAZOR
2011, AÑO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
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DICIEMBRE
MES DE LAS MONTAÑAS
DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES;
DE LOS MIGRANTES Y DEL NACIMIENTO
MES DE LAS MONTAÑAS
DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES;
DE LOS MIGRANTES Y DEL NACIMIENTO
CONFERENCIAS Y SIMPOSIOS SOBRE CULTURA ANDINA
AULA CAPULÍ:
Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 3 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República
Planta de capulí, florece a la entrada del Aula Capulí
PRÓXIMA ACTIVIDAD:
JUEVES 22 DE DICIEMBRE - 5 P.M.
PRESENTACIÓN DEL LIBRO
“EN NOCHES DE LUNA EN TORNO A LA HOGUERA”
DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
EDICIONES ALTAZOR
PRESENTACIÓN:
SÓCRATES ZUZUNAGA
CASA DE LA LITERATURA
Antigua Estación Desamparados
(Al costado del Palacio de Gobierno)
Ingreso libre
Se agradece su gentil asistencia
CALENDARIO DE EFEMÉRIDES
ESTAMPA DE NAVIDAD
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
ACABAMOS DE HACER EL NACIMIENTO
Por Danilo Sánchez Lihón
1. Saliendo a la campiña
El soy ya se pinta dorado en las ventanas y qué raro, mamá no nos ha despertado para ir a la escuela. ¡Y canta!
¡Ah!, es que ya terminaron las clases.
Ya hemos rendido los exámenes finales. Ya nos dieron nuestras libretas de notas. ¡Ya estamos de vacaciones!
Ayer se clausuró el año escolar. Ayer cantamos en el patio la canción de despedida.
¡Ayer, ayer, ayer! Cómo al final del año se siente tanto el ayer, y el tiempo que acaba.
Y hoy día estamos libres. Libres de horarios, tareas y obligaciones.
Por ahora las vacaciones las inauguramos saliendo a la campiña. Y trepando peñas de donde desprendemos el shayape para hacer los nacimientos.
2. Encanto en sus frentes
El shayape es una penca breve de hojas lanceoladas, que ha aminorado al máximo su tamaño hasta ser casi un juguete que da lugar a que se eleve un tallo esbelto desde el centro en donde se traban otras hojas tiernas.
Que sea así nos conmueve, que las pencas ariscas de las cercas se hagan dóciles, infantes y compasivas.
En lo alto de su tallo se erige una flor insólita que expande una iridiscencia de cálices de un violeta intenso, de donde se abren diminutas campánulas blancas.
Crece en las piedras altas y en las peñas empinadas. Gusta de los abismos y precipicios, como si se compadeciera de la aridez y silencio en que la roca está sumida.
Y siendo sus flores tenues, bellas y candorosas es como si quisieran alegrarles, uniendo el alma arisca de las rocas y la hondura de los abismos, al ser sencillo que ellas tienen, poniendo una gota de gracia y encanto en sus frentes.
3. Esta planta con su flor
¡Y claro que lo logran!, porque desde entonces las piedras enhiestas, tupidas de shayape, lucen ornadas de hojas y flores, como si tuvieran trenzas, moños, rizos y encajes.
Es con estas pencas diminutas que hacemos el nacimiento del Niño Dios en un rincón de nuestras casas, devotas y ungidas.
Es por eso para nosotros una planta casi sagrada, animada por el hálito de lo que es puro e inocente, como es el niño Dios, a la cual ella se debe.
Por eso es así. Es una planta de devoción y para adorar al Niño Dios.
De allí que, durante estos días de diciembre pasan por las calles pollinos y hasta caballos y mulos encrespados hasta desaparecer bajo los manojos de esta planta con su flor.
– ¿A cómo está la carga de shayape?
– A un sol nomás mamita.
4. Para sahumar la casa
Son tantos bultos que aparecen hacia el fondo de las calles, que parecen rocas que caminan o carros alegóricos ingresando peregrinos.
Como si los bosques quisieran habitar en nuestras casas y vivir con nosotros en familia.
Pero son atados de shayape que los burros parsimoniosos cargan y se vende con el mero pasar delante de las puertas.
– ¿A un sol me dices?
– Igualito que al año pasado y el antepasado.
– Y, ¿por qué, pues?
– Así no más pué, mamita. Para qué más, ¡dado qué el shayape ni se siembra, ni se riega ni se aporca ni se deshierba! ¡Solito crece para gracia del Niño Dios!
– A ver, bájame la carga.
Pero nosotros preferimos ir al campo a traerlo, porque además vamos a recoger musgo. Y trompitos de eucalipto y ramas de alcanfor para sahumar la casa.
5. Subido en lo alto de la peña
Por eso, hoy subiremos a las peñas para desprender sus brotes que a veces al caer se quedan enredados a otros arbustos que cuelgan en los precipicios.
– Lleven sus sombreros. ¡El sol está fuerte! –Nos advierten los mayores antes de que emprendamos la travesía.
Para eso hemos salido con hermanos y hermanas, primos y primas, a las cuevas de Huacapongo, saltando sobre las piedras para cruzar las aguas azuladas del río.
– ¡Oye, mira cuánto ha crecido el río desde el día de ayer!
– Es que ya está lloviendo por la jalca. Y ya viene el invierno con aguaceros fuertes.
– ¡Un poco más y no podríamos cruzar esta corriente!
Ahora estoy subido en lo alto de la peña, desde donde las miro hacia abajo, a mis hermanas y primas, pequeñitas.
6. Sus pañolones tendidos
– ¡Ahí va el primero con su flor! –Y lo arrojo con fuerza para que caiga cerca de ellas.
Los shayapes que les voy arrojando se demoran en el aire, porque vuelan unos como cuculíes, otros como picaflores y otros como golondrinas agitándose en el aire, gritándome desde abajo que tenga cuidado al aventarlos, ¡que me puedo caer!
Aquellos que llegan hasta el suelo las mujeres los recogen y acomodan uno por uno en sus pañolones tendidos en el suelo haciendo que las flores sobresalgan.
Pero me gritan, ¡que ya no suba más arriba!
¡Que tienen miedo! ¡Que por Dios no escale más!
¡Que entonces ya se van! ¡Y me dejan solo! ¡Que si sigo trepando ellas tirarán el "shayape" al río!
7. Pero es diciembre y Navidad
– ¡Has estado tan alto que tuvimos temor de que te cayeras! –me resondran atando los rebozos, con las mejillas arreboladas por el sol resplandeciente.
Y antes de cargarlos, con los brazos me rodean el cuello y me hacen rodar por la hierba a modo de castigo.
Y me jalan de los cabellos en signo de reproche. Y de cariño.
¡Mujeres! ¡Como si no dolieran sus rodillas de palitroques y sus uñas puntiagudas! ¡Y se arrojan sobre uno como si no pesaran!
– ¡Chifladas!
Pero es diciembre y es Navidad. Y hay que tener paciencia. Y estar felices y contentos.
Además, cuando no se hacen las engreídas, nos llenan los bolsillos de golosinas y pasteles.
– ¡Oigan, hemos recogido bastante! ¿Qué les parece si el nacimiento lo hacemos abarcando todo el frente de la sala?
8. Las piedras humedecidas
– ¡Sí!
– ¿Han visto que de estas peñas la flor del shayape tiene un color más intenso?
– ¡Es color carmín!
– ¡Y la flor es más coposa!
¡Sí! Es por eso que hemos ido y vuelto hasta la otra banda del río. Y es por eso que lo cargamos sin zamaquearlos. Y así nos venimos.
Los chiquillos con nuestras alforjas llenas que van en nuestros hombros.
Las mujercitas con su rebozo repleto sobre sus espaldas en donde sobresalen los pétalos y los cálices fulgurantes.
Todos con el rostro sonrojado por la cuesta que subimos y el entusiasmo de llegar y armar el pesebre.
Ya en el camino vamos recogiendo el musgo que crece en las piedras humedecidas.
9. Pastores y majadas
Y ahora vamos colocando planta por planta en el andamio hecho de mesas y cajones que hemos hecho hasta casi alcanzar el techo.
– Mira, esta, ¡qué bonita es! ¡Ponlo en lo más alto, arriba en la cima, junto al pastor que hace sonar su cuerno señalando la estrella!
– ¡Todas son hermosas!
Pero antes, en las paredes de adobe de la sala, enjalbegadas de barro mezclado al ichu de las alturas, hundimos clavos y estacas.
De ellos amarramos y templamos hilos para que los shayapes cubran el andamio en donde hemos hecho una gradería para abrir los caminos por donde bajen pastores y majadas en base a cajas vacías de frutas.
Solo así nacen las cuevas, las montañas erguidas y los senderos que se pierden por recodos y barrancos, tal y como existieron en el nacimiento de Jesús.
10. Ojos grandes y llorosos
Cuando todo ya está terminado entonces mi abuela Sofía, mi madre, tía Carmen y tía Miguelina, abren la urna donde durante un año ha permanecido cuidando nuestras vidas el Niño Dios.
Y con delicadeza suprema lo alzan acunándolo en sus brazos para que nosotros lo adoremos, antes de ser puesto en su pesebre. Es un momento de arrobamiento y de dulzura infinita, como si se encendiera una luz o relumbrara una hoguera.
Y el niño, reliquia de mi abuela, como si estuviera llorando levanta sus bracitos y sus pies en el aire, calzados con unas sandalias de oro, ha pasado de generación en generación desde mis tatarabuelos y mucho más atrás todavía.
Su rostro encarnado de mejillas encendidas, con unos ojos grandes y llorosos, brillantes y felizmente negros, luce en la frente una corona de Rey del Mundo, vistiendo siempre un traje de tafetán de color lila pero con bordes de flecos dorados.
11. Su divina gracia
Se lo ve precioso.
En su mano izquierda porta las siete potencias y virtudes. Y en su mano derecha el mundo con una cruz de plata en su cima.
Antes de recostarlo en su pesebre tierno y pródigo que nuestras manos cariñosas le han tendido, tal y como fue la cueva y las montañas en que él nació, nuevamente lo adoramos esta vez en los pies.
Y nos invade una ternura inmensa que el shayape que lo ha de proteger estos días sea aquel por el cual hemos arriesgado la vida, subiendo a las altas rocas y asomándonos estupefactos a mirar los precipicios.
Y caminamos en puntillas creyendo que estando ya el aquí adelante, nuestra casa está bien protegida por sus manos benditas, sus palpitaciones sagradas y su divina gracia de Niño Dios.
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