CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
2011, AÑO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
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DICIEMBRE
DICIEMBRE, MES DE LAS MONTAÑAS
DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES;
DE LOS MIGRANTES Y DEL NACIMIENTO
CONFERENCIAS Y SIMPOSIOS SOBRE CULTURA ANDINA
AULA CAPULÍ:
Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 3 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República
Planta de capulí, florece a la entrada del Aula Capulí
PRÓXIMA ACTIVIDAD
SÁBADO 3 DE DICIEMBRE 7 PM:
HOMENAJE A FILOMENO ZUBIETA NÚÑEZ
SEMBLANZA: ANATOLIA ALDAVE
CONFERENCIA MAGISTRAL DE FILOMENO ZUBIETA NÚÑEZ:
“MEMORIA Y FUENTES PARA EL CONOCIMIENTO DE NUESTROS PUEBLOS”
Ingreso libre
Se agradece su gentil asistencia
TEMA DE ACTUALIDAD DE ACTUALIDAD
EL AGUA EN SU SORDA ANTIGUEDAD
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
UN RÍO MUERTO POR LA MINA
Por Danilo Sánchez Lihón
"El agua en su sorda antiguedad"
César Vallejo
César Vallejo
“Yo tengo un Dios, el agua”
Antonio Morillo
(Poeta Chuco)
Antonio Morillo
(Poeta Chuco)
1. Principio de vida
Nuestro planeta fue denominado como el planeta azul, al ser contemplado desde la luna por el astronauta Neil Armstrong el 16 de julio de 1969, porque así se lo avista desde el firmamento por la claridad del agua que se mece o se revuelve en nuestros mares y océanos.
Pero no solo este astro prodigioso es principalmente agua, sino que los hombres estamos hechos de ese elemento cuando el 75% de nuestro organismo es agua al momento de nacer, porque es ella el principio de todo lo que existe.
En el agua hemos sido formados como especie, habitando el légamo y emergiendo desde la humedad de los piélagos. Y cada día cuando un ser humano es concebido en el útero materno flotamos en un elemento vital que es agua, el líquido amniótico.
Con el agua hemos sido bautizados, significando así que con este elemento Dios ha querido que nosotros podamos ungirnos y ratificarnos como hijos suyos. Y en todo es el agua el factor principal para la vida.
2. Poder del agua
Podemos pasar un período considerable sin probar alimentos, pero apenas unos cuantos segundos sin aire, y solamente unos cuantos días sin ingerir agua.
Sin embargo, pese a esta constatación de sentido común los ríos y suelos antes sanos y feraces por acción de la extracción minera ahora están contaminados y enfermos.
Para sustentar lo que vengo diciendo permítanme remontarme a la primera sensación de totalidad y de poder del agua que yo tuve en mi infancia.
Fue en mi primer viaje que hice de Santiago de Chuco, mi pueblo natal, a Trujillo, la capital del departamento de La Libertad, ciudad colonial y de abolengo, viaje que hicimos con mi madre y mi hermano Juvenal, cuando yo tenía apenas 8 años y fue para dejarlo a él internado en el Colegio Nacional de San Juan.
3. Los ciclos del agua
Fue un viaje asombroso, alucinante y mítico.
Porque debido a la intensidad de las lluvias que convertían a la carretera en lodazales estuvimos tres días atascados en la jalca.
Sin poder salir del vehículo en el cual viajábamos, que no podía avanzar ni retroceder, envueltos en la permanente neblina, acosados por la llovizna y la cellisca, en donde el viento frígido ululaba a toda hora.
Sin poder apearnos de la caseta del camión, alimentados únicamente de pan serrano y queso, cuya frialdad y a la vez dulzura es nítida en mi alma. Caseta desde donde vimos los amaneceres y atardeceres de la puna, techo del mundo, en donde esos fenómenos naturales son espectáculos prodigiosos.
Pero también contemplamos delante nuestro los ciclos del agua, hecha cierzo, granizo, copos de nieve, y arroyos que se deslizan para luego congelarse en los chorrillos en el momento de desprenderse.
4. A partir de aquel viaje
Como también contemplamos enmudecidos de admiración los arcoíris fascinantes que allí parecen fogones estallantes capaces de incendiar el mundo. O callamos ateridos bajo los relámpagos que flameaban encima de nosotros y en lontananza.
Como nos embelesamos con el bramido del viento en los pajonales, que allí es muy distinto a escucharlo, compungidos y arrobados, cuando la noche ha invadido todo y parecemos sepultados bajo sus tinieblas.
Esperando que pase algún camión que deambulara por esos parajes de desolación y de miedo, a fin de poder ser rescatados, con riesgo de que también ese otro vehículo se hunda en la tierra humedecida, convertida en fango y lodo.
Por eso, mi visión de las lluvias en los caminos y de los arroyos y quebradas tumultuosas, así como de la neblina, el granizo y la tempestad ha quedado en mí ser a partir de aquel viaje, como páginas de una épica, de una dramática y de una fantástica sobrenaturales.
5. Un arcángel
Felizmente, a los tres días pasó una góndola destartalada que en la lejanía surgió ante nuestros ojos como un arcángel, con todas las galas de los seres que cumplen un designio divino, y adonde trasbordamos rumbo a las minas de Quiruvilca, lugar que me pareció onírico por lo oscuro, pese a estar tan alto en el límite del planeta tierra con el cielo.
Y de donde después bajamos por la cuenca del río Moche hacia los arenales caliginosos del litoral en donde se asienta la bella, señorial y altiva ciudad deTrujillo.
Pero lo increíble de esa experiencia fue conocer y viajar a la vera de un dios, el río Moche, en aquella época de epopeya, río tutelar, un verdadero patriarca y un apu brioso y vehemente.
Una deidad en toda su magnitud, plenitud y fortaleza, siempre deslizándose a nuestra vera en remolinos, cascadas y turbiones, mientras la góndola jadeaba, él se precipitaba estremecedor, espumoso y bravío.
6. Nada de eso existe
Era la divinidad de los legendarios mochicas allí presente, que yo todavía pude ver en todo su esplendor y omnipotencia. Deidad querida, adorada y reverenciada que prodigaba bienes.
Aquel río por el pueblo de Samne pasaba rozando los muros y las puertas de las casas. Y entraba disimulado por acequias a regar las huertas, ricas en árboles frutales y cultivos de pan llevar.
En donde la gente salía a ofrecer por las ventanas de las góndolas, a los pasajeros alertas o soñolientos: frutas, tamales, empanadas. Y, sobre todo, causa de trucha pescada en el río.
Las alcanzaban hasta nuestros asientos, envuelta en hojas de plátanos, que son cogidas de los mismos árboles que se balanceaban sobre nuestras cabezas.
Y, en realidad, así como esta comida, había muchas otras que allí nos ofrecían.
7. Antes pleno de vida
Era una feria de abundancia, fertilidad y proliferación de productos de todo tipo, y que nos brinda la tierra.
Sin embargo, todo esto se acabó, desapareció, se esfumó.
Ahora nada de eso existe.
Ese río, antes pleno de vida, que daba aliento, nacimiento y pujanza a pueblos felices y henchidos, antes pletóricos y animosos, ahora es un río enfermo, contagioso y fatal.
Mata la vida hasta a 9 metros de distancia del curso por donde pasa.
Daña la tierra, la corrompe y la pervierte.
A la planta la carcome, torna ácidos sus frutos, agosta los tallos y desmenuza sus hojas. Es demoníaco.
Todo muere a su paso.
8. A ello se suma
Y esto, ¿desde cuándo?
Desde que fueron arrojados a su cauce los relaves de las minas de tungsteno, zinc, oro y plata de los socavones de Quiruvilca, a cargo de la Northern Mining Corporation durante muchas décadas.
Esas minas han causado la muerte entre muchas otras presencias, de un río antes pródigo y generoso, que hacía florecer las tierras por donde tenía su curso. Y en cuyo interior ahora no crece ni una ameba.
La mina cuya profundidad reconocida del socavón se hunde hasta una hondura de espanto, ha engrosado las fortunas de empresas, instituciones, accionistas y países de otro hemisferio.
Países que eran ricos y ahora lo son más, pero a costa del hambre, el desempleo y la miseria de pueblos enteros que antes vivían aquí. Y vivían bien.
Además, y a ello se suma, el deterioro del medio ambiente en el entorno de esas minas, en un radio muy amplio de acción.
9. ¿Y qué ha dejado?
Dejan ríos enfermos que no sirven ni siquiera para adorno. Tampoco para mirarlos ni tomarles fotografías, por ser paisaje deleznable y deprimente.
Sino, ¡helos aquí! Sus aguas se han tornado sanguinolentas, de apariencia rojiza, por las moléculas de óxido de fierro que acarrean en su torrente.
Estos relaves han teñido todas las piedras y arenillas de su lecho. Aquí está. Observemos el color óxido que tiene y que ha dañado el color natural que tenían las piedras en su lecho, impregnado ya no en cada guijarro sino hasta en las rocas que bordean su cauce.
Esta herrumbre configura una honda sensibilidad: la imagen de que el río está llorando sangre.
Pero es mucha peor su condición y su destino que llorar sangre, porque eso supondría que está vivo. Porque siquiera para llorar, primero por lo menos hay que vivir.
10. ¡Cómo no!
En el caso del río Moche, que era sagrado, está muerto.
Es más, ahora representa lo macabro, configura la parca y lo siniestro, porque todo lo mata a su alrededor.
Hemos convertido a un Dios de vida, como era antes, en un esperpento de muerte y acabamiento, como lo es ahora.
¿Y qué ha dejado la Northern Mining Corporation que desde fines del siglo XIX, ha explotado esos ricos yacimientos?
¡Nada!
¡O, sí! ¡Ha dejado! ¡Cómo no! Su presencia en nuestro suelo ha dejado como secuela un empobrecimiento calamitoso de la gente:
Silicosis en personas que mueren con los pulmones carcomidos escupiendo sangre. Y la contaminación atroz, salvaje e insalvable de aguas, aires y suelos.
11. Incontable en la lejanía
Ha dejado cárcavas, huecos, cascajos, montículos de chatarra, colinas y valles depravados por los relaves.
Solo una vez, debido a tanta insistencia y gestión, porque queríamos jugar y era abogado de la mina un profesor nuestro, la Northern envió los tableros de basquetbol para la cancha del Colegio Santiago el Mayor, que recién lo habíamos fundado.
Pero, a costa de ello, todos nuestros bosques fueron talados para proveerles de madera, a fin de empotrar la mina, para que no se derrumbe por dentro.
A costa de ello, terminó por contaminar todos los campos en donde antes era estupenda y abundante la ganadería.
Cualquier vehículo tenía que andar sorteando en la carretera a las ovejas, cabras y guanacos, que por allí cruzaban.
Y a las piaras de ganado vacuno que invadían los senderos, y cuyo número en cabezas se perdía incontable en la lejanía, detrás del horizonte.
12. Parajes ya inservibles
Ahora no hay nada. En todo el trayecto no se encuentra ningún rebaño, todo es yermo, páramo y desierto; porque todos los suelos están contaminados.
El ichu de las alturas, o paja brava, era antes largo, consistente y de un verde luminoso, con el cual techábamos nuestras casas y hasta hacíamos escobas y colchones.
Ahora no. No crece sino unos centímetros, que ni siquiera el ganado alcanza a mordisquearlo.
Y son campos que la gente abandona migrando a las ciudades, a ensanchar y hacer inacabable las filas de desempleados y los perímetros de indigencia y miseria.
Y se abandonan grandes extensiones de terrenos y parajes porque ya son inservibles, siendo antes fértiles.
Y se enrumba la gente a los centros urbanos, donde al no encontrar trabajo, para sobrevivir delinquen y hacen de su vida y de la vida de los otros un calvario.
13. Amor al poyo
Este es el diagnóstico. Pero ahora ha ocurrido algo peor: No solo se han concedido más licencias y prerrogativas a las compañías mineras, sino que les han vendido indiscriminadamente las aguas de lagunas y manantiales, aquellas que eran para el uso de las casas de los habitantes de estos y los otros caseríos.
Por eso ahora la defensa del agua no es solo del líquido para consumirlo, sino que es amor a nuestra tierra, al pozo propio y también al comunal. A la vida individual y colectiva. Es el respeto y veneración por la naturaleza.
Es también amor al patio, a la grada, a la escalera de nuestra casa nativa. Amor al poyo, al umbral de la puerta, a la piedra en donde yacen pétalos de flores.
Al brocal en cuya superficie suspiran las voces de nuestros antepasados difuntos a los cuales no podemos abandonar y mucho menos traicionar.
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