Danilo Sánchez Lihón
“Alejarse, quedarse
volver, partir,
toda la mecánica social
cabe en estas palabras”.
César Vallejo
1. La barreta de oro
del arraigo
Para
poder expresar lo que quisiera decir esta vez permítanme apelar a una
imagen y metáfora que apunta a un contenido esencial de nuestra cultura,
cual es
el arraigo, y con él recaer en un emblema, en el cual no hemos reparado
lo suficientemente.
El
texto es la leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo, en donde aparece un
ícono de extraordinaria significación, cual es la barreta de oro que se
hunde en la
tierra en las faldas del cerro Huanacaure, en el Cusco.
Los
dos mensajeros del Sol que emergen de las aguas traslúcidas del lago
Titicaca la portan y hunden en la tierra para fundar el Cuzco, como
ombligo del mundo,
el Imperio de los Incas, como entidad totalizadora.
Esta
barreta reparemos que es de oro, representando con ello ser lo mejor
que podemos ostentar en este mundo. Y se porta en la mano, como lo
central y directo
en nuestras vidas.
Conlleva
el mensaje de misión y objetivo, es rectilínea y en su signo se
contienen las más caras esperanzas. Se hunde toda en la tierra e incluso
desaparece
sin dejar rastro.
2. La flor
de la esperanza
Permanece
hacia el fondo, no hacia arriba y es fecundante. A partir de ella se
pueden construir los reinos que nos pertenecen porque conlleva un
designio sagrado.
Y portemos en la mano la barreta de oro para hundirla en la tierra, hasta hacerla fecundar y renacer.
Barreta de oro del arraigo, del quedarnos, del entrar a roturar la tierra.
Barreta de oro del brotar y florecer; del emerger como ríos caudalosos, montañas tutelares y vientos que mecen las espigas.
Barreta de oro de los campos sembrados, de las aguas recogidas, listas para el regadío o para mover las turbinas.
Barreta de oro de los huertos florecidos y de las ramas preñadas de pámpanos como de racimos colmados de frutos.
Barreta
de oro de hundirnos en la tierra de origen. Y de ser mejores maestros,
mejores autoridades, mejores padres; alumnos o ciudadanos ejemplares.
Barreta
de oro que es el retorno maravillado a la tierra natal o de origen.
3. El amor
a la tierra natal
Sin
embargo, el discurso de mi profesor en la clausura del año escolar de
mi colegio, al dirigirse expresamente a nosotros los de la promoción que
egresábamos
aquel año del plantel en mi pueblo que es una comarca andina enclavada
en los andes occidentales de la serranía del Perú, fue decirnos como la
mejor recomendación y ofrenda para nuestras vidas en esa hora todavía
incipiente de nuestra aventura vital:
–
¡Váyanse! ¡Váyanse! ¡Mañana no quiero verlos aquí! –Y lo dice con voz
perentoria, arrojándonos del lugar donde hemos nacido, donde están
nuestros cariños
más puros, nuestros seres queridos y cada detalle y grumo que después
hemos sabido que constituía nuestra esencia más preciada:
–
¡Váyanse! ¡Váyanse lejos! ¡Mientras más lejos mejor! –Y pese a la
crueldad de sus palabras entendemos que lo dice anhelando el mejor bien
para nosotros, con
la mejor intención del mundo, buscando que en el fondo la barreta de
oro se remueva, volviendo a repetirnos:
– ¡Me va a doler en el alma encontrarlos por estas calles mañana!
4. Él
ha regresado
Dada
esta dramática situación de haber tenido que dejar lo nuestro, de
trasplantarnos y tener cercenadas nuestras raíces, siento que es una
responsabilidad
orientar todo esfuerzo a la búsqueda de nuestra identidad perdida, tan
maltrecha y desvalida, la que debiera ser firme e incólume para ser
árboles florecientes.
Y
en el intento de buscarla y encontrarla no atender solo a lo que es
visible y está a la mano, sino a lo íntimo y entrañable, hacia aquello
que más nos conmueve
y nos da la sensación de mayor pertenencia, volviendo a buscarla aquí,
entre estos abrojos y en la tierra aparentemente monda y escasa.
Así,
sentado en una silla y bajo un toldo que carga encuentro en la esquina
de una gasolinera a mi amigo Ludgardo, con quien estudiamos juntos y ha
vuelto;
quien un día emigró a Estados Unidos y la nostalgia lo ha traído de
vuelta. Ha contratado una banda de músicos que lo sigue a todas partes
tocando aires de nuestra tierra. Y con ella pasea adelante o atrás. Y
evoca. ¡Él ha regresado!
5. Infancia
primera
Aunque
algo nos hubiera herido en todo lo que se vincule a aquel mundo que,
ciertamente, lo tenemos y sentimos tan vulnerable y lastimado. Pero, así
como pena
y congoja es posible que haya allí algo que restañe nuestras heridas y
nos llene de gozo. Y hasta nos haga reír, porque la gracia y la dulzura
felizmente parecieran elegir habitar más bien en lo mínimo, pequeño y
humilde.
Por ejemplo, he aquí un par de armellas colgadas en una puerta hace tiempo sin abrir y clausurada.
¡Qué
honda emoción y turbación agita nuestro pecho al contemplarlas
pendientes y resistiendo el embate del tiempo, aguardando nuestro
regreso a la casa vetusta!
Y
no solo intentemos volver a la tierra que nos vio nacer y al decirlo
así retornar entonces a nuestro aire, a nuestro sol, a nuestra agua
bautismal, sino también
tengamos el valor de asumir y retornar a nuestra infancia primera,
aunque haya sido rústica y primitiva, pero a la vez trascendente.
6. De vida
y de muerte
Porque
no creo que la vida de aldea y aquella otra recóndita y afectiva sea un
signo de atraso ni marginalidad. Al contrario: fueron esos momentos el
camino
de inicio de la búsqueda y la pregunta esencial por el ser. Y, mejor
aún, es la indagación del cómo estar, actuar y convivir en el mundo.
Y,
en realidad, sobre este aspecto específico, más que esperar respuestas
que nos satisfagan debemos aceptar complacidos que nos basta con que
sintamos que
son ciertas nuestras preguntas. Y que son legítimos y acertados
nuestros descontentos, inquietudes y expectativas. En tal perspectiva
regresar a la tierra de origen, instintiva y emocionalmente, para toda
persona ahora es crucial. Y asunto de vida y de muerte.
A
este respecto reproduzco el poema Nostalgia de José Santos Chocano, que
lo dijo el domingo 11 de diciembre del año 1921 cuando salió abrazado a
su madre al
balcón de su casa a saludar a la multitud allí reunida, la misma que
junto a la firma de intelectuales y estadistas de todo el mundo lo había
apoyado para revertir la orden de condena a muerte que se le había
decretado en Guatemala por apoyar al derrocado
presidente Manuel Estrada Cabrera:
7. Prefiero
el terruño
Hace ya diez años
que recorro el mundo.
¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!
Quien vive de prisa no vive de veras,
quien no echa raíces no puede dar frutos.
Ser río que recorre, ser nube que pasa,
sin dejar recuerdo ni rastro ninguno,
es triste y más triste para quien se siente
nube en lo elevado, río en lo profundo.
Quisiera ser árbol mejor que ser ave,
quisiera ser leño mejor que ser humo;
y al viaje que cansa prefiero el terruño;
la ciudad nativa con sus campanarios,
arcaicos balcones, portales vetustos
y calles estrechas, como si las casas
tampoco quisieran separarse mucho...
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