Danilo Sánchez Lihón
1. Afable
y gentil
Mi padre era maestro, pero también músico; quien incluía en el repertorio de la orquesta que dirigía algunos yaravíes.
Cuando
se interpretaban en una fiesta las personas dejaban de bailar para
escuchar conmovidas y arrobadas; en el fondo dichosas y exaltadas porque
la cadencia
y la letra llegaban al fondo del alma.
Era
entonces la ocasión para que desde cualquier lugar de la casa donde se
celebraba una levantada de niño, un bautizo o una boda aparecieran
cantantes
que con voz sentida, temblorosa y profunda entonaban inspirados la
letra del yaraví.
Lo
hacían con voz quejumbrosa logrando que las personas se entusiasmaran y
prorrumpieran en arengas seguramente evocando hondos e inolvidables
amores.
A
él le escuché decir que el yaraví era triste, pero de intensa
fortaleza, a la vez afable y gentil. Que era canción evocativa de los
mitimaes quienes
debían dejar sus pueblos para ir como civilizadores y maestros a
enseñar, pero a quienes embargaba la nostalgia de la tierra natal.
2. El corazón
rebosante
De
allí que el yaraví es fino y cortés, como expresión de un ser sensible y
añorante de su tierra, su paisaje y de los seres queridos que había
dejado
en él.
En
su identificación con su cultor decía que era un maestro, de espíritu
noble, que sabe conceder y renunciar. Que anhela el bien de la persona
amada así
esté distante y ya sea ajena. Y prefiere antes que el daño a ella el
mal y la muerte para sí.
En
el fondo y en el todo ya como expresión mestiza decía que el yaraví es
arequipeño y su genuino cultor Mariano Melgar, quien se deja morir por
Silvia,
su amada, en el campo de batalla de Umachiri.
Que
fue Melgar quien al hacerse chacarero unió la poesía culta que
dominaba, con la poesía popular de ancestro indígena. Y revivió el
yaraví como un lamento
y una quejumbre por el amor ausente y tal vez perdido.
Por
eso asocié de niño al yaraví la canción “Melgar” compuesta por Percy
Gibson y Benigno Ballón Farfán, y que grandes y chicos lo cantamos a
gritos en
mi pueblo, con el corazón rebosante sobre todo en aquellos versos que
dicen: “Silvia, adiós, ya llegado el momento de partir…”
3. Cadencia
y quejido
Ahora
el yaraví se lo vincula también a la protesta social y al anhelo de un
mundo justo y redimido. Y mientras se entona se jura:
– ¡Salud, hermano!
– ¡Salud y adentro! ¡Y por ellas, aunque mal paguen!
– ¡Pero hasta el fondo a ver si mata!
– ¡Que mate, hermano, para verlas llorar siquiera sobre nuestro ataúd!
– ¡Qué es eso camaradas! ¡La vida hay que apreciarla para hacer la revolución social!
– ¡Pero, hermano! ¿Para qué vale esta vida sino es para amar?
–
¡Has dicho lo justo, sin amar, nada! ¡Pero hay que saber qué amar! ¡Y
Melgar también amó a su pueblo y amó a su patria! ¿Por qué quedarnos en
que solo
a Silvia?
– ¡Es cierto! ¡Que viva Melgar!
– ¡Pero entona otro, hermano!
Y surge todo cadencia y quejido, hondo y dulce, el yaraví.
4. Licor
en flor
Por eso, y es cierto, yaraví también son los soldados que marchan a enfrentarse en los campos de batalla.
A
entregar su vida aparentemente por un ideal, pero en el fondo por el
amor total, incluyendo a la mujer lo que inspira la inmolación. ¡Y eso
es Melgar!
Por
eso, el yaraví son ojotas, poncho, ¡a mucho orgullo y a mucho honor,
compañero! Es bayeta campesina que va por los senderos que muchos hemos
elegido
seguir. ¡Y eso es Melgar!
Yaraví
es atuendo campesino, pobre, pero bajo cuyas texturas late un inmenso
corazón. ¡Qué más da! Son variadas, gastadas y descoloridas bayetas. ¡Y
eso
es Melgar!
Es
el revuelo de una falda. Es noche intrincada del alma. Es mi aliento
junto a tu aliento y al aliento de todos. ¡Lo juro y lo prometo que es
así! ¡Y
eso es Melgar!
Tener
alma de Yaraví es desgarro, espina, licor en flor. Es tender caminos.
Es llorando cruzar puentes. Es pastar nubes en lo alto de las cumbres.
¡Y eso
es Melgar!
5. Noche
hechizada
Yaraví
es tener recorridas y transidas fondas y posadas bajo los pies
andariegos. Y engarzados solitarios e infinitos luceros del alba en la
frente.
Es el rasgueo del arpa o la guitarra siempre al borde de los abismos en las horas desoladas.
Es
cuando se borran todos los caminos y tenemos que seguir abriendo nuevos
senderos. Son resquebrajaduras en el alma y sentir que los pasos ya no
son pasos.
Por
eso se lo entona y canta al filo de toda despedida, en las chozas sobre
los precipicios. Es canción que tiene el brillo luminoso y la sombra de
todos
los cuchillos que se blanden.
De
allí que al yaraví se lo concibe bajo las tempestades, cuando el
turbión del río ha cargado y se desborda arrastrando todo a su paso.
¡Sí, es el yaraví, cuando la noche está hechizada! ¡Sí, no hay caminos y la vida yace desgarrada!
¡Sí es el ánima tasajeada en mil pedazos! ¡Sí, empapada tu blusa de mis lágrimas y tus lágrimas!
6. Es lucir
nuestro dolor
Yaraví
es el amor contrariado. Es la expresión máxima y sublime del sentirse
solos. Donde todo esto que es inmenso le sucede solo a uno, a nadie más.
Es
mi suerte
Es el destino que se ensaña conmigo, se dice en el yaraví. Porque tengo los ases cruzados y marcados con un sino fatal.
Es el ser a quien más amo quien me quita la vida, que la doy a gusto porque es mi prenda adorada.
El
yaraví es expresión límite, extremada y dicha al final. Donde la pena y
la congoja combinan con los acentos, los rasgos y los gestos.
Y
la cadencia de la canción es quebrada, acongojada y nostálgica. Es un
grito de dolor al que se le ha puesto acordes de guitarra, compás,
cadencia y tonada.
Es
un desgarro del alma cantado y convertido en mujer. Es nuestra vida que
se deshace en la rueda del destino acompañada de bordoneos de vihuela.
Es lucir
nuestro dolor.
7. Es la esencia
de Arequipa
Canta
el yaraví el amor doliente, casi siempre en quejas y reproches por la
dureza, la indiferencia y la inconstancia de la pareja.
Es
trago sublime y transparente; con la identidad de alguna niña cuyo
nombre llevamos tatuado en la sangre en esta vida y ya eternamente.
Hasta cuando seamos otra vez corpúsculos de viento, de luz o de agua.
Cuando
otra vez volvamos a la naturaleza primigenia, llevaremos ese nombre
inscrito en nuestro estandarte y en el estremecerse de nuestras
moléculas trémulas.
Y es cuando toda mujer entrañable e inmensa ha de llamarse con ese nombre: yaraví.
Por eso, al brindar por el yaraví, brindemos por el mundo andino.
Y nuestro saludo fervoroso, nuestro corazón emocionado por la esencia de Arequipa, que es hasta en sus piedras, el yaraví.
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