Danilo Sánchez Lihón
Fui alfabetizado en el suelo del patio de mi casa,
a la sombra de los árboles de mango, con palabras
de mi mundo y no del mundo mayor de mis padres.
El suelo fue mi primera pizarra: las ramitas mi tiza.
Paulo Freire
1. Leer
para vivir
El
sentido auténtico de alfabetización no es solo el dominio de la lectura
del texto sino tomar conciencia acerca de cómo alcanzar un saber ser
integral
frente a la realidad circundante. Así, en este sentido, D. Eskey,
citado por María M. Antonini y Juan A. Pino, nos dice:
"La
lectura eficiente implica tanto la decodificación hábil como la
relación de la información obtenida con el conocimiento previo que tiene
el lector del tópico y del mundo. De esta forma, el buen lector se
caracteriza tanto por la habilidad de reconocer palabras y frases rápida
e independientemente del contexto como, a niveles cognitivos más altos,
por el uso adecuado de estrategias de comprensión
pertinentes".
Así
pues, tanto el enfoque global como el que parte del signo lingüístico,
como los criterios interactivos, son válidos para la persona pertinente,
en
el momento pertinente, y con el texto pertinente. Entonces: ¿En qué y
cómo avanzar? la respuesta es: integrando, sumando saberes y
experiencias.
Abordando
el campo feraz y tupido de la lectura con múltiples inteligencias,
principalmente la del afecto y aquella de la emoción. Y motivando,
leyendo
en forma oral y desde los textos, mediante la lectura libre, abierta y
plena de emoción y fantasía. Motivando al niño a leer, y haciéndolo
vivir con la lectura momentos felices y ojalá supremos.
2. Letra
y luz
Ahora bien, ¿cuál debe ser la posición del profesor en este proceso?
Leer
y escribir se ha tornado para el niño en la primera barrera que tiene
que vencer en la escuela, en donde lo primero que tendrá que demostrar,
de acuerdo
a cómo está organizado ahora el sistema escolar, es probar que no es un
discapacitado.
Entonces,
es una suerte de prueba de valor para estos reclutas que bajo nuestra
mirada expectante tienen que saltar la valla de la lectura lógica,
racional
o intelectual, dejando en el rincón más apartado y oscuro el cariño y
el afecto, como diciendo: “en la lectura no te conozco”. Entonces como
los vendedores de suertes movemos las piezas y estamos a la expectativa
de quienes caen y quienes se dan de porrazos,
quienes insisten y quienes finalmente se salvan y otros que se apartan,
se desaniman y entristecen porque no les gusta perder. Y quiénes
finalmente tienen que sorber el acíbar amargo del fracaso.
Generalmente
se equivocan en ese juego tan simple del casino de la combinación de
letras, sílabas y palabras, y de la conjunción en la frase; lectura y
escritura en donde se guían a oscuras, apuestan y pierden. Pero se dan
aliento pensando en que la mayoría anda mal y en el juego que vendrá
después a la hora en que toca la campana, como un acto de liberación el
que todos saldrán al recreo, para encontrar
de nuevo la vida original si bien llena de problemas, pero finalmente
llena también de la maravilla de vivir.
3. Libre
y diáfana
¿Por
qué hay hora de recreo –me pregunto yo– cuando todo en el saber debiera
ser recreo, libertad, ensueño, como utopía e ilusión? Y es con esa
expectativa,
de que pronto ha de terminar esta sesión absurda y aburrida de la
alfabetización en donde se pone un esmero exagerado en lo formal, y por
no fallar ni equivocarse. en lo que se lo siente y se lo asume como
convencional, la lectura y escritura cuando no la
asociamos desde el inicio y punto de partida con la vida
Y
esta es la razón fundamental de por qué no aprecian lo que se les está
enseñando, queriendo en aras de su liberación: dejar lo más pronto esa
exigencia,
como si expiaran esa hora amarga y tremenda, por lo frustrante que ella
les resulta.
¿Por
qué la lectura, digo yo, que es una actividad que tiene tanto encanto,
se enseña en la escuela sin establecer ningún vínculo con lo afectivo,
lo emocional
y lo mágico, teniendo el rico y fabuloso repertorio de la literatura
infantil? ¿Por qué no establecer lazos con la alegría de vivir, con la
gracia de compartir, con la exaltación y hasta el delirio por conocer? Y
sin ningún sentido de lo conmovedor, encandilante
y bello que es cada pasaje, cada historia y cada personaje ¡y en los
cuales finalmente terminamos encarnándonos!
¿Por
qué la lectura que es tan libre y diáfana tiene que ser tan esclava,
obligatoria y rentista en la escuela? Tanto que se la evalúa, se le pone
paga
y se la corrompe hasta como motivo para la sanción y el desprecio.
4. el espejo
de la lectura
La
escuela frecuentemente ejerce coerción, reprime y frustra al niño, pero
es en el ámbito del lenguaje y la lectura donde nos ensañamos. Si un
niño es
expresivo, lo hacemos perder este don porque lo reprimimos. Si es
creativo al pasar a la escuela deja de serlo, porque los uniformamos. Y
si es dinámico se vuelve apático porque castigamos cualquier inquietud.
Si
es un niño juguetón con la palabra lo obligamos, lo castigamos y
reprimimos, para que se adapte a la norma. Si es hablador nos imponemos
tornarlo callado
y silencioso. Y si tenía el hábito de leer lo ha de perder
definitivamente en la escuela, porque vinculamos lectura no a pasión,
entretenimiento o placer, sino a tarea, formalidad y obligación. Y la
letra o es o no es un espejo. O es o no es una luminosidad.
O es opaca o es translúcida. Es mancha negra de tinta o es resquicio de
luz. O es sombra o ventana. Generalmente se queda como mancha, sombra y
opacidad.
¿Y,
por qué es tan importante leer? Para conocernos. Para tener conciencia
de quiénes somos y qué es lo que hemos venido a hacer aquí. Porque leer
es el
espejo de nuestra alma. Así como los espejos de cristal sirven para
conocer los rasgos de nuestro cuerpo físico y tener una imagen de lo que
somos corporalmente, así también leer es un espejo para saber cómo
somos anímica y espiritualmente. ¿Se imaginan qué
desgracia sería si no alcanzáramos a conocernos interiormente,
dimensión en la cual se decide nuestro destino ulterior?
5. Una ventana
por donde mirar
Felizmente,
en didáctica general de la lectura podemos decir que en los últimos
treinta años en la mayoría de los países de América Latina ha
predominado
la puesta en práctica de experiencias constructivistas en el
aprendizaje de la lengua escrita, partiendo de lo que los niños saben, y
propiciando además situaciones de enseñanza-aprendizaje abiertas.
Se
ha hecho también hincapié en cómo hacer posible que el niño sea el
principal actor de su propio aprendizaje y el profesor el facilitador,
el guía y
orientador de dicha actividad. Sobre todo, articulando los procesos
constructivos del niño en contenidos organizados y seleccionados
previamente y realizando dichas acciones en un contexto social
determinado.
Pero
¿cuánto cuesta llegar a esta posición correcta de anteponer la vida y
la felicidad a la instrucción? Porque es solo con la vida al tope cómo
debemos
enfrentar la lectura. Porque ella es lo que más toca y palpa la vida en
su corriente más auténtica. Porque cuando leemos nuestra sensibilidad
está expuesta y nuestra conciencia tiene abiertas de par en par sus
puertas.
Es
leyendo con todo nuestro ser, a través y con todo nuestro cuerpo y en
relación a la vida real, inmediata y tangible, aquella que nos rodea;
única manera
cómo el aprendizaje será totalizador. Leyendo con todo lo que somos
individual pero también colectiva y socialmente, porque al final el
factor más determinante en la lectura es la comunidad y el componente
cultural.
6. El mundo
como texto
Asociando
la forma escrita de una letra con su sonido y con los movimientos de la
mano al escribirla, combinando la vista, el oído y el tacto, mirando
y escuchando atentamente, fijándome en los movimientos de mi brazo y de
mi mano mientras escribo. Y en los de tu boca y de tus ojos mientras me
hablas, es cómo la lectura será igual a morder una fruta o a beber un
vaso de agua, o más aún: a oler las flores,
o a beber directamente de una fuente o de un manantial. Es decir, un
pleno acto de verdadero amor humano y realización humana.
Por
eso, el arte de enseñar empieza por la manera cómo proporcionar una
situación y unos materiales que sugieran ideas motivadoras en los niños.
Para ello
el maestro tiene que ayudar a construir dicho aprendizaje basado en los
"saberes" que el niño tiene.
Es
sintonizando con las capacidades y talentos del niño, buscando formas
de hacer que el aprendizaje sea grato y ameno, preocupándonos en
formular situaciones
problema, es decir basados en buenas y raigales preguntas acerca del
ser, de la vida y de la lectura misma. Partiendo de experiencias
significativas y contextualizadas, reconociendo el mundo como texto y la
vida moderna y antigua como un libro, como es que
se debe conducir el proceso de enseñanza-aprendizaje de la lectura y
escritura.
7. En lontananza
el paisaje
La
clave es leer y escribir con sentido, no gratuitamente. Leer para
llenarnos de mundo y de emociones, en situaciones concretas de
comunicación, y mediante
el autoaprendizaje interdependiente. Proceso en el cual la faceta más
importante en el dominio y apropiación de la lectura es la motivación
que empieza desde el regazo materno y paterno. ¡Y del hogar!
Que
se activa y enciende cuando les leemos libros a los niños tiernos,
llenos de aventuras, de gracia y prodigio, mientras ellos se irán
preguntando: ¿Todo
eso, que es verdad para él, está contenido aquí en estos papeles? ¿A
ver, mamá o papá, dónde dice gallo, espina y tren? ¿Aquí? A ver, ¡lee
otra vez! ¡Sí, aquí dice gallo, espina y tren! Y el niño mira la palabra
como si dijera: ¡ya te capté! Y se apartará
a un rincón diciendo: ¡Todo eso está contenido en esas manchas o
letras, que dejan de ser tal para convertirse en luz!
En
esas superficies, detrás y al fondo de esos signos están las historias.
Y se afanarán por descubrir y desentrañar el mecanismo de la lecto
-escritura.
¡Y lo descubrirán algún día porque es un mecanismo de asociación y
articulación muy sencillo! Y esa será la mejor manera de aprender a
leer: el aprendizaje por descubrimiento. El que el niño aprenda a leer
por sí mismo por motivación.
Y
no quizá aprender a leer sino "leer para aprender", no planteando la
lectura como un muro a subir sino como una ventana a través de la cual
miramos en
lontananza el paisaje de nuestra propia vida interior reflejada en el
amanecer de un día propicio, en lo cual cada vida humana, con la
lectura, se ha de convertir.
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