Danilo Sánchez Lihón
Voluntarios por la vida...
estaba escrito
que vosotros haríais la luz.
César Vallejo
1. El milagro
que habitamos
En
un mundo es que es tan fácil condenar, qué importante es que alguien
–que puedes ser tú–, defienda algo, no importa que sea mínimo, pequeño o
exiguo, pero bueno. Y, a partir de ello, se haga algo grande e
importante.
En
un mundo en que es tan fácil el desaliento y el sentirnos solos,
pensando en que algún mal nos aqueja, o que un signo adverso nos
persigue y nos gobierna, y que una cábala enreda nuestros pasos, qué
importante es que alguien afirme una buena nueva, siembre algo que
fortalezca y erija una esperanza. Y en base a ello se construya un
camino dando a la vida amparo y sustento.
En
un mundo en que es tan fácil desorientarse y perder el sentido, ¡qué
importante es que alguien lo mantenga incólume!, nos señale el rumbo a
seguir y encamine alentando lo que protege la vida, es valioso, ir con
un rumbo fijo y permanente porque esta vida puede írsenos de las manos
de un momento a otro, sin haber reconocido nosotros mismos el milagro
que habitamos aunque sea por breve instante, y en el cual cabe defender
lo natural, lo sincero y trascendente.
2. Como
hermanos
En
una situación en la que hace falta todo, ¡qué importante es que alguien
transforme lo escaso y lo haga abundante; que en vez de frustración
ostente una flor lozana en el pecho!
¡Qué
importante es que alguien defienda lo poco, pero tierno, y consagre su
vida hacia ello! Y se deje de propagandizar tanto nuestras miserias y
desgracias hacia la pared de enfrente.
¡Y
qué importante que no nos perdamos de alentar lo bueno! Que brindemos
atención a lo que es verdaderamente valioso, reconociendo que la vida no
se agota en un tema ni en un problema, ni en una circunstancia
siquiera.
En
una realidad en la cual estamos tan tentados para maldecir, qué sabio
es sostener algo noble, aunque incipiente, con el corazón en la mano.
Cuando
se piensa que nadie arriesga nada por alguien, que importante es
reconocernos a todos como hermanos y poner por todos nosotros las manos
en el fuego.
3. Ser
mejores
Asumamos
nuestra realidad, aceptemos lo que somos y seamos felices para
descubrir lo potencial que tenemos. Porque no hay abundancia externa sin
que antes no la hayamos cultivado al interior de nosotros mismos
erigiéndola juiciosa y sensatamente.
Porque
cada quien es hacia el fondo de sí mismo un tesoro escondido, una perla
y un diamante de extraordinario poder y hermosura pero que está por
descubrir, por desterrar y conducir hacia afuera.
Por
eso, seamos en primer lugar aquellos que reivindican lo que les es
propio y suyo, aspirando a desarrollar. Porque ¡ése es el imperativo
moral! Y mucho más en esta hora decisiva, reconociendo que la fortuna es
fundamentalmente riqueza afectiva, de seres que se quieren, valoran y
respetan.
Porque la felicidad, como el arco iris, no se ve nunca sobre la casa propia sino siempre sobre la casa ajena.
Entonces
conscientes de ello aprendamos a saber que la tenemos o podemos
conquistarla, aceptándonos, queriéndonos e impulsándonos cada día a ser
mejores.
4. Una
cadena
Si
cada uno de nosotros encara su deber con acierto; si cada uno cumple
con lo que le incumbe hacer, y que todos esperan que cumpla, se habrá
forjado el eslabón de oro que el otro necesita para responder con temple
y coraje engarzando anillos de intrepidez, decisión y eficacia.
Porque,
somos una cadena de brazos, palabras, miradas, corazones que se
enlazan, proyectan y que, aunque autónomos, vamos inexorablemente
conexos y, ojalá, asidos fuertemente. Lo importante es el ánimo y el
pundonor con que esto lo asumamos.
Si
vamos disgregados somos débiles, y presas del vacío y desaliento; en
quienes se cierne la amenaza del precipicio que hay afuera y adentro de
nosotros mismos, alrededor y al interior nuestro.
Cogidos
de las manos hoy, y ojalá que siempre, hacemos tuerza para alcanzar la
tierra prometida, adonde algún día arribaremos si tiramos todos y al
mismo tiempo en el mismo sentido y hacia la dirección correcta.
5. Nosotros
mismos
Porque
la historia no se gana o se pierde únicamente en los campos de batalla,
o en los escenarios en donde acontece un hecho extraordinario que
concite la atención de la multitud y de los medios de prensa.
La
historia verdadera, importante y decisiva es la de nuestras vidas
comunes y corrientes, la de naturaleza cotidiana y del día a día, pero
ojalá hechas portento y maravilla.
Porque
es en el fragor de lo simple y sencillo, y en el espacio e intervalo
que hacen cada paso que damos, así sea cansino, en donde se endereza o
se tuerce un camino y con ello nuestro destino.
La
historia se gana o se pierde en cada hecho casero, recoleto y
escondido. Y es más la suma de estos actos lo que hace que algo
permanezca o algo termine; o sencillamente cambie; y que el mundo se
vuelque a un lado o a otro.
O se endereza por el peso y gravedad de los hechos auténticos.
Y no solamente por los que ocurren al interior de nuestras casas sino por los que acontecen al interior de nosotros mismos.
6. De valor
amplio
Porque
un país se hace grande en la medida que tiene grandes hombres y estos
echan sobre sus hombros todo aquello que nos integra y conglomera. Es
aquí, en estos aspectos que se triunfa o se pierde.
En
este aspecto es importante también tomar en consideración que es a
través de las instituciones y de las organizaciones sociales cómo
plasmamos nuestra contribución a la sociedad.
Entidades
que no debemos mirar como algo ajeno o extrañas a nosotros mismos, sino
como el espacio en donde concretamos nuestros ideales y por medio de
las cuales mejoramos nuestro contexto y medio social.
Son
también las instituciones las que deben mejorar. En primer lugar,
quienes están dentro de ellas y pertenecen a sus filas y al contingente
de sus miembros.
Quienes
las representan, las conforman e integran; desde el trabajador más
humilde hasta el funcionario más alto y encumbrado, pero también quienes
están fuera y se sirven de ella. Para ello dejar los intereses
mezquinos y ocasionales, las bajas pasiones, y guiarse por lo que es de
valor amplio, abierto y comunitario.
7. Una
victoria
Y para triunfar una clave es que todo lo hagamos con el corazón en la mano, incluso si nos equivocamos en todo o en nada.
Pero
siempre íntegros, totales y expuestos; arriesgando todo, en vilo y a
pulso, sin máscaras ni ropajes. Puntuales en toda cita de honor, que
significa presentarnos sinceros, sin dobleces, ni malas intenciones, o
con intenciones torcidas.
Sin
reticencias ni medias tintas, sin peros ni disculpas. De pie,
incólumes, enterizos, francos y confiados ante los asuntos supremos, y
de vida y muerte.
Corazón en la mano es a pulso, firmes, con la mirada de frente.
Es
apostando todo, aferrados al triunfo, con toda fe, absolutamente
seguros de que se van a abrir los mares, sin titubeos ni reticencias.
Dando todo por el hermano y si es posible hasta muriendo por él hecho que siempre será una victoria.
Como cuando César Vallejo afirma de Pedro Rojas que “después de muerto se levantó, besó su catafalco ensangrentado” ... “lloró...” “Su cadáver estaba lleno de mundo”.
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XIX ENCUENTRO INTERNACIONAL ITINERANTE
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA