Danilo Sánchez Lihón
1. Destino
inhallable
Mundo mágico es esencialmente lo que somos los hombres. Y más aún si hemos nacido en el ámbito de los andes, y somos andinos.
De
allí que estos renglones sea en defensa de nuestros apus, puquiales y
pacarinas. Una confidencia de adhesión a nuestros miskis, muquis,
endriagos y sirenas. Una proclama a favor del espíritu de los cerros, de
las almas en pena; de los espantos y aparecidos entrevistos en el alba o
de anochecida.
Porque
de tres hilos está tejido el ser de los hombres: Del hilo blanco de la
razón, que es cálculo, lógica y conocimientos. Del hilo rojo de la
pasión, que son los afectos, las emociones y sentimientos. Y del hilo
negro de la magia, que es de la subjetividad y el encantamiento; y del
destino inhallable que somos o tenemos los hombres.
Sólo
que este último hilo es el más tupido, intrincado y recóndito. Y es en
ese orden, de adentro hacia fuera, que están alineados esos tres
horizontes, siendo el que está al fondo el contenido mágico de los
sueños, desvaríos y utopías, viniendo los afectos y quereres, y
finalmente la fría y endeble lógica y raciocinio, discutible e ilativa.
2. Un país
de alborada
El
Perú, en el supramundo que reivindicamos, es un país rico, excepcional,
extraordinario y prodigioso, sembrado de tesoros y tejido de sueños,
sortilegios y embelesos.
Donde
más que el oro de nuestras minas nos puebla, define y sobresale el oro
de nuestros sentimientos y emociones, y el palpitar de nuestros
corazones. Y, más todavía, viniendo de más adentro, la fascinación de
nuestras fantasmagorías, hechizos y embrujos, como la fantástica de
nuestros impulsos, sensaciones y arrebatos.
Y
esto se vincula con las ilusiones, la esperanza y las quimeras que nos
habitan, porque somos un país de ilusiones, sugestiones, delirios y
espejismos. Como de arrebatos y vehemencias.
Que
estas claves e imágenes sean nuestras anclas y secreta pervinca. Que
sepamos cada vez más cómo entrar y habitar esos recintos. Y hacer que
pervivan acompañándonos siempre a tomar las mejores decisiones.
Y
que sobrevivan por los siglos de los siglos los fantasmas, las almas y
las voces cuya boca no se encuentra, porque no solo nos alivian y
consuelan sino que nos representan, nos ayudan a conocernos y finalmente
nos salvan.
Porque somos nosotros mismos enigmas y delirio. Y sombras deambulantes en la dimensión de los mitos, las idealizaciones y el ensueño, que es lo mismo a ser un país de alborada.
3. Infinita
geografía interior
Hay
que reconocernos en todos los personajes de asombro, en lo hondo de
amuletos y talismanes, porque somos misterio y nuestro origen es un país
de fábula.
Hay que aprender a mimetizarnos en duendes, demonios, endriagos y apariciones.
A
hacerlos más vigentes en nuestras vidas, a reverenciarlos más al borde
de los caminos y cuando atravesamos las hondonadas ensombrecidas y los
puentes.
Compartir con ellos más secretos y arrobamientos en los recodos y quebradas. ¡Y conjuros y hechizos en las arboledas y colinas!
A
esperar la aurora con esos hálitos, espíritus y alientos. ¡Y llamas
vivas! Acostumbrémonos a estar con ellos en las cumbres de los cerros
para llenarnos de sabiduría. A consustanciarnos con sus fortalezas e
ingenios. A reconocerlos como amigos, guardianes y protectores de
nuestras vidas.
Invocamos
a sintonizar más con el mundo andino mágico, prodigioso, que configura
una geografía interior infinita, que es de lo que verdaderamente se
trata de reconocer y posicionarse en esta vida para transitar ungidos
hacia las otras moradas que el destino nos tiene deparadas.
4. La luna
y las parvas
Porque
en realidad, los seres humanos en general, pero más quienes hemos
nacido en la atalaya del mundo andino, nacemos embrujados. Y aparecemos
aquí como arcanos y claves de enigmas indescifrables.
Y
somos milagros, abalorios y talismanes. Somos seres encantados a diario
y cotidianamente. Siento que aquí, por ejemplo, al lado mío está un
tótem que ha venido a visitarme.
Siento
que ha venido a visitarme esta mañana un tótem y querido paisano mío.
Es Felipe Arias Larreta, quien escribió sobre la luna y las espigas,
sobre el mes de mayo y las parvas de trigo de mi tierra.
Ha
venido a hablarme de un amor imposible que tuvo, por una muchacha
aldeana por quien suspiró hasta morir, sin que jamás pudiera hablarla él
que era un prodigio de la palabra.
Quizá
porque ella era muy humilde y él no tenía ya la pureza para osar
alcanzarla unos retazos de voces. Y murió transido de amor sin que ella
se entere y ni siquiera se dé cuenta.
Pero da igual, es el amor sublime el que alza y erige sus propias barreras. Pero, ¿qué sería de ella?
5. Hechos
de abismos
Siento los fantasmas que pueblan mi casa.
Porque
hay un plano en donde ellos moran, pero que está aquí entre nosotros.
Comparten nuestras sillas y nuestras mesas. En este mundo, donde están
todos los otros mundos.
Tienen
los espíritus una manera de ser cual es no alterar nuestro orden, pero
sin apartarse. Porque son suaves y discretos, pero comparten nuestras
cosas. Se recuestan en nuestras camas, al lado nuestro. Y hasta duermen
con nosotros.
Están
aquí, que es importante saberlo. Ellos son guardianes, protectores y
mensajeros. Es cuestión de saberlos apreciar, mirar, ser gentiles con
ellos. Y tener soledad para escucharlos y sentirlos.
Está
aquí conmigo otro viejo amigo díscolo y severo, pero sufrido y como tal
entrañable: Es Guamán Poma de Ayala. Lo veo decir algo con la boca
amoratada, sin poder escucharle porque hay mucho ruido afuera.
Quiere
decirme algo por lo cual después yo me preguntaré, yendo por todos los
caminos y por el paisaje increíble de un abismo: ¿Qué es lo que quiso
decirme? ¡Porque estamos hechos de abismos los que hemos alcanzado a
estar por breve tiempo en la vida!
6. Mundo
trémulo
En mi pueblo, que es Santiago de Chuco, todo está encantado. Y hecho signos de poesía.
Está
encantada la casa que yo tuve de niño y la cargo conmigo por donde
vaya. Sueño dentro de ella esté donde esté. Y subo despierto por sus
escaleras, aunque ellas ya no estén de pie.
O
el pozo y la buganvilla que allí la recuerdo bien. Está sumido en un
exorcismo el alero que da a la calle. Y yo fijo en el balcón para
siempre, mirando la ventana de enfrente a donde sale de improviso la
niña más tierna que exista sobre la faz de la tierra. Y observando a la
gente que pasa.
Cada
rama, hoja y flor del huerto están quietas, porque tienen a su vera a
las almas de los muertos que se pasean en la arboleda.
Es el mundo andino sumido en su carácter mítico y legendario.
Yo
habité de niño este mundo encantado. Mi infancia más estuvo poblada de
fantasmas, donde todo era latente, estremecedor y vibrante.
El
mío fue mundo trémulo, donde los montes que nos rodean, como son el
Campana y el Huacapongo, están sobre poblados hacia adentro de diablos,
demonios y otros esperpentos.
7. Trinos
de las mandolinas
Nací
en el barrio de Santa Mónica a las faldas del volcán que es el cerro
Quillahirca, consagrado a la luna. Y es un espíritu mujer, es Quilla.
Es
un personaje estricto en sus pactos. Sin engaños, pero eso sí, con
inmensas pasiones. He entonado canciones en su falda sin saber que eso
para ella ponía un estigma en mi frente.
En
la tienda de mi casa, que así llamamos a la habitación de entrada, o
sala, se hizo música siempre. Y quienes subían de noche a dormir en sus
lechos, porque sus casas quedaban en la parte alta y a las faldas de
Quilla, se quedaron arracimados en la puerta.
Y
escucharon los bordones de las guitarras y los trinos de las
mandolinas. Y la voz desgarrada de los cantantes que dejaban el alma en
cada inflexión, jadeo y quejido.
¡Todos
ellos cómo estarán padeciendo! En eso Quilla es que se ha posado en el
fondo de su alma como una luna estática. Que es lo que a mí me tiene
hechizado.
Yo
habité en esa casa como también en todo ese universo que es mi pueblo
y, en general, en el mundo andino. Donde a veces un árbol, una peña e
incluso una piedra nos detienen para contarnos una historia, o
simplemente lo que les ocurre y sucede.
8. Mi secreto
y confidencia
En
mi pueblo, las orillas del río, o un recodo, tienen una vida interior
de embrujo, hecha de maravilla, siempre dolida y asombrada.
Pueblo
en donde toda piedra es hechicera. Y toda piedra es el mundo. De allí
que mi infancia estuvo poblada de fantasmas, donde todo eran apariciones
y desvanecimientos, luces y sombras, reflejos e iridiscencias.
Desde
cualquier recodo o rellano escuchamos, suspiros y quejas, ahogos y
alientos de gente que se despide o hace tiempo que se ha muerto.
Que
exhala su lamento desde el umbral de la puerta done aletean las
sombras. O en el corredor de arriba donde los rayos del sol y la luna
son presencias sublimes
Esos referentes constituyen mis secretos, los muchos fantasmas que pueblan mi universo.
Los duendes de las cercas, que con sus pócimas finalmente terminaron por mantenerme para siempre cautivo.
Y
yo me dejé llevar con la condición de que ese mundo fuera sagrado. Y se
tornara poesía. Y es este mi secreto y confidencia que por fin lo digo.
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