Danilo Sánchez Lihón
1. Modos de sentir
y de pensar
Los
mal llamados medios de comunicación, entre los cuales hay que
considerar periódicos y revistas, y todo lo que abarca la prensa
escrita, como también incluimos a las emisoras radiales y televisivas,
no son tal.
Son
empresas de negocios cuyo fin es vender algo, es decir el lucro y algo
peor aún: tener además de poder económico, poder social y político a fin
de hacer pingues negocios.
Pero,
¿qué venden principalmente? Algo mucho más sutil y subjetivo, invisible
y soterrado. Algo con lo cual se vota eligiendo esto y lo otro, a cada
instante y en cada lugar; desde un sachet de champú hasta un alcalde o
congresista, pasando por una licuadora.
Venden algo muy importante: gustos, opinión, tendencias e ideología. Venden modos de sentir y de pensar. Venden candidatos que optan por uno y otro cargo público.
Sino
veamos el siguiente caso, en donde los periodistas cualquiera sea la
posición que ocupen simplemente son asalariados que tienen que escribir o
expresarse en la línea señalada por la empresa. Y para quienes la
libertad de prensa personal no existe:
2. Campana
de palo
El
poeta César Calvo Soriano era “un genio oral”, al decir de una persona
que lo conoció mucho, su amigo el poeta Leoncio Bueno.
Y
tenía todas las condiciones para ser un áulico del sistema, un
personaje envanecido y soberbio, ufano y ególatra. Y no fue así. No se
convirtió en eso.
Estaba
tallado para desenvolverse como un cortesano y palaciego; y un favorito
del estatus quo: por ser ingenioso, pleno de un talento espontáneo,
bien hablado, con extraordinario carisma, galante y fino. Pudo entonces
ser displicente y despectivo. Y no fue así. No le tentó ser de ese modo.
Pudo
arrimarse al poder señorial y virreinal que subsiste entre nosotros, en
algunos aspectos de manera ostensible, y que incluso tiene ahora más
mando e imperio en nuestro suelo. Pero no fue así.
No
consintió en ser señorito ni cómplice. No se dejó tentar por ninguna
prebenda. Sin que hubiera presidente de la república que no fuera su
amigo, pero sin medrar ni dentro ni al pie del poder.
3. Más
que cualquier campana
Pero
no fue así. Optó más bien por la orilla opuesta, por la antípoda,
alineándose al lado de los pobres y desheredados. Optó por ser un
trabajador consagrado a su misión histórica, escribiendo incluso en la
sombra y a oscuras. ¿Cómo fue así?
Es
a este respecto que trataremos de la libertad de prensa en nuestro
país. Y en relación a un hecho objetivo y conmovedor, que encierra un
profundo significado.
Y
cuál es, que la columna periodística “Campana de palo”, que escribía
César Calvo todos los días para el diario El Popular de Lima, fue sacada
de circulación y censurada por los directivos y dueños de la empresa,
en el año 1986.
¿Por
qué? Porque un día se permitió pensar por sí mismo, escribir lo que
sentía y lo que pensaba; y publicar de acuerdo a su conciencia,
difiriendo de las pautas de la dirección del diario.
Se
permitió dudar del Servicio de Inteligencia Nacional y se adhirió y
defendió causas nobles y justas, poniéndose al lado de personas que en
ese momento eran satanizadas y perseguidas políticamente.
4. Día
a día
Y
pese a que era César Calvo, quien obtuvo a los 21 años y junto con el
poeta Javier Heraud el premio más prestigiado de la época: El Poeta
Joven, que otorgaba la Revista Cuadernos Trimestrales de Poesía,
destacado con honores en Casa de las Américas de Cuba con su poemario
“El cetro de los jóvenes”, clausuraron su columna.
Y
pese a que era el ser humano con más amigos en el poder, cerraron para
siempre su “Campana de palo” que resonaba más que cualquier otra campana
fundida en bronce, cobre o en oro.
Y
pese a que su columna resonaba más que la legendaria campana María
Angola de la Catedral del Cuzco. Que cuenta la leyenda que su tañido lo
escuchaban los indios de Huancavelica y estando enterrados dentro de los
socavones de las minas. Y que estremecía hasta a los muertos bajo
tierra y en sus tumbas.
Entonces la columna periodística “Campana de palo” ya no salió.
Pero
aquí viene lo tremendo, conmovedor y trascendental, cual es: que igual:
el poeta César Calvo la seguía escribiendo pacientemente día a día, a oscuras y pese a que tuviera la puerta amurallada de piedras.
5. Pensar
distinto
Y
aunque no se publicara de ella ni una sola pizca o línea, él la hacía
como si tuviera ojos y oídos hacia afuera, como si alguien lo escuchara o
lo viera, cuando nadie se interesaba de ello.
¿Quién?,
digo yo. ¡Nadie! Aunque después se publicó íntegra en un libro, sin que
haya salido a luz en el día a día en que lo escribía, conteniendo
noticias que eran urgentes y eran primicias.
Sin
embargo, las empresas periodísticas se rasgan las vestiduras si les
tocan desde cualquier ámbito, aunque sea con el pétalo de una rosa, su
cacareada libertad de prensa.
Y
son capaces de escandalizar a todo el mundo con el argumento de que les
están recortando la libertad de prensa, o que se produce una violación
fragante a sus derechos y a sus omnímodas facultades.
Aduciendo
que hay una amenaza pendiente y una espada de Damocles que se cierne
sobre sus inocentes cabezas cuando alguna entidad o personaje les llama
al orden ético e informativo.
6. El fondo
de lo que somos
Pero
que, sin embargo, son incapaces de conceder la más mínima libertad de
prensa a los periodistas que trabajan en sus propias oficinas, y mucho
menos a intelectuales talentosos.
Y ni se diga cuál es el trato con ciudadanos comunes y corrientes que se atreven a pensar distinto a sus consignas y directivas.
¡Imagínense! Si esto pasó con César Calvo, ¡qué no pasará en nuestros países con escritores de menos ánimo y cuantía!
Que
en el caso del poeta de “Ausencias y retardos” era inmenso y
gigantesco, puesto que para los demás ¡era él quien habría todas las
puertas!
Sin embargo, a él se las cerraban en sus propias narices.
Ha quedado como testimonio el libro que en este momento vuelvo a coger y abrir entre mis manos.
7. Ejemplo
imperecedero
Donde
consta que su columna que no entraba a prensa, él la seguía haciendo
puntualmente y sin que percibiera emolumento alguno, puesto a que lo
habían echado del trabajo. ¡Tremendo por este hecho!
Que
es un símbolo de lo que le ocurre a un escritor del brillo y de la
magnitud de César Calvo, si es que no sigue las pautas que le ordenan
seguir.
Y es que él no se acomodaba a las normas y reglas de asco de los grupos de poder, de aquí y ahora.
Por
eso, muy pronto se dio cuenta de lo importante que era no estar en el
escaparate, sino ser genuino, laborioso y hombre íntegro, y digno.
Por
eso, muy pronto se apartó del mundo complaciente, hedonista y
maloliente de las relaciones públicas en función de cofradías, de
favores que se prestan o se alquilan.
Y
es que César Calvo escribía para el fondo de lo que somos y no para la
superficie; escribía para el futuro, para los niños y jóvenes de la
posteridad, dimensión en la cual ha quedado como ejemplo imperecedero.