Danilo
Sánchez Lihón
“Los caminos
de los Incas fueron
la más útil y
estupenda obra
jamás ejecutada por el hombre”.
Alexander Von Humboldt
1.
Eran
sagrados
El Qhapaq Ñan, o Camino del
Señor, los arquitectos e ingenieros incaicos lo concibieron etéreamente con el
concepto de la línea recta no importando que tuviera que descender a los más
profundos abismos y luego ascender hacia
las cumbres ceñidas y engarzadas de nieves eternas.
Para compensar eso hasta la
sombra era perfumada por distintas arboledas de molles, queñuales y capulíes. Y
de flores en los muros que se levantaban a los flancos a una altura que dejara
apreciar el paisaje espléndido que se desplegaba hacia uno y otro flanco.
Corrían a su vera las
acequias de agua cristalina y cada legua había un tambo con comida, ropa,
sandalias, descanso, y personal para prestar ayuda en caso que el caminante lo
requiera.
Los primeros españoles que
llegaron testificaron que ni los más ostentosos monumentos de la Roma imperial
podían compararse con un solo tramo de los caminos incas que abarcaron 30 mil
kilómetros y que partiendo del Cuzco como ombligo del mundo llegaban hasta
Pasto en Colombia, Quito en Ecuador, Tucumán en Argentina, atravesando todo el
Collasuyo que ahora es Bolivia; y por la costa hasta las orillas del río Maule
en la parte central de lo que ahora es Chile.
Llevaba el nombre del Inca,
Qhapaq Ñan, o Camino del Señor, y a muy pocas cosas del mundo se podía poner el
nombre del soberano del imperio cuyo apelativo era: “Rico en virtudes”. Los
caminos como tal eran sagrados.
2.
Al agua,
al
colibrí
El pescado que a tempranas
horas de la mañana extraían los pescadores en el mar océano de las costas de
Acarí, llevado en canastas con rejilla por los corredores de los caminos
apostados a la distancia de una legua a la vera del camino, estaba cocinado y
servido en la mesa del Inca al mediodía en su palacio real del Cuzco.
Un mensaje del Inca emitido
desde el Cuzco en no más de cinco días estaba siendo conocido sin cambiarle una
sola palabra en la corte real de los Incas den Tumibamba, cerca de Quito en el
Ecuador, porque divisando a un corredor antes de llegar a cada posta salía a su
encuentro un chasqui y mientras corrían juntos el mensaje era dado y repetido
de memoria. Y jamás se registró equívoco alguno.
El Qhapaq Ñan no era camino
de conquista ni dominación. No fue su intención perseguir fines militares. Con
él se integraba a los pueblos, se llevaban y traían semillas, se hacía el
trueque e intercambio de productos, se animaba, protegía y exaltaba la vida,
las costumbres, los saberes y se identificaba a los seres humanos como prójimo
y como a hermanos.
Concebirlos y hacerlos fue
una maravilla de la mente, del brazo y del corazón humano. Y como todo lo que
se emprendía se hacía con fiesta porque albergaban a un pueblo feliz que
cantaba y bailaba en ofrenda y homenaje al sol, al agua, al colibrí, a la flor
de papa y del maíz.
3.
Sus ritos
y
proclamas
Indudablemente fue una obra
maestra del genio creador humano de todos los tiempos no solo por su
arquitectura sino por su concepción como un sistema de edificaciones y como una
organización social.
Por la majestuosidad en el
concepto de obra pública, que abarcaba no solo la vía abierta en una geografía
abrupta y escabrosa, siendo además la más intrincada y escarpada del planeta,
sino haciendo de ella por compensación un lugar ameno y primoroso.
Pero también su concepción
como sistema que abarcaba cada cierto tramo edificios y toda una organización
humana de esperas, de chasquis, de funcionarios apostados a todo lo largo de la
vía.
El camino mismo tenía
trazas, puentes, calzadas, veredas, drenajes, muros de apoyo, que subían y
bajaban con miles de peldaños de una anchura entre cinco a quince metros. Pero
además una estructura de edificaciones con diversos fines que abarcaban:
pucarás, tambos, colcas, santuarios, ushnus, andenerías, represas, canales,
acllahuasis, apachetas, adoratorios, porque no se desestimó el alma ni los
sentimientos.
No olvidemos que por allí
transitaron los mitimaes que eran pueblos enteros que dejaban su querencia para
trasladarse en afán civilizatorio hacia otros parajes, los mismos que por el
camino se acompañaban de sus mitos, leyendas, fábulas así como su música, sus
decires, sus ritos y sus proclamas.
4.
“¡Oh!
Qué
grandeza
Hernando Pizarro y su
tocayo Hernando de Soto fueron los primeros que lo recorrieron a caballo de
Cajamarca a Pachacamac para inspeccionar el recojo del tesoro del Inca para
pagar el cupo del rescate de Atahualpa, viniendo por uno y regresando por otro,
dice textualmente:
“El camino de las sierras
es cosa de ver, porque, en verdad, en tierra tan fragosa en la cristiandad no
se han visto tan hermosos caminos, toda la mayor parte de calzada”
Entendiendo por calzada
como decir ahora pavimentado de piedra, y tan parejo que otro de los cronistas
dice que si se echara a rodar por ellos una carreta no produciría ruido alguno
el roce de sus ruedas.
Y causa la admiración de la
mayoría de conquistadores españoles que escribieron crónicas, el que fueran
límpidos, amenos y hasta pintados. Y porque siendo los caminos romanos la
maravilla del mundo antiguo, no podían compararse aquellos en lo más mínimo a
lo que veían sus ojos:
“¡Oh! ¿Qué grandeza se
puede decir de Alexandro, ni ninguno de los poderosos reyes que el mundo
mandaron, que tal camino hiciesen, ni inventasen el proveimiento que en él
había? Ni fue nada la calzada que los romanos hicieron, que pasa por España, ni
los otros que leemos, para que con éste se comparen”.
Reitera en su informe el
cronista español Pedro Cieza de León.
5.
Todas
las
culturas
Todas las rutas del Qhapaq
Ñan llegaban y partían desde la plaza central del Cuzco, llamada Plaza de la
Alegría, ombligo del mundo y morada y sede del Inca.
Camino del Señor donde los
pueblos aledaños tenían una participación comprometida con las actividades que
en él ocurrían, como en el mantenimiento de los bienes.
Así por ejemplo, el puente
colgante de Q’eswachaka sobre el río Apurímac, eran las comunidades aledañas de
Huinchiri, Chaupibanda, Choccayhua y Ccollana Quehue quienes mediante el
trabajo de minga lo reparaban y conservaban y mantenían vigente, como ocurre
hasta ahora y cada año.
Y es que su objetivo era
articular los diferentes pueblos del universo andino caracterizado por albergar
la mayor diversidad biológica existente en el mundo, pero además para integrar
la enorme diversidad cultural en donde cada región hizo florecer culturas de
asombro que se mantuvieron en pleno esplendor.
Y que los incas supieron
respetar e integrar, honrando a sus dioses, sus costumbres, sus fiestas,
otorgándoles dándoles un trono en Pachacamac que era la conjunción de todas las
culturas.
6.
Dudo
que
haya otro
El que esta obra portentosa
sea un camino nos habla de la excelsitud de la cultura que lo concibiera y lo
ejecutara. Nos da una pauta de cómo sentían y pensaban los Incas. Porque todo
camino es obra pública de libre acceso para unir a los hombres y a los pueblos.
No es muralla ni cerco ni
valla; ni división, sino lo opuesto que es suma, multiplicación y alborozo.
Porque es camino, es decir para que las personas pasen y transiten.
No es para atajar, ni
encerrar, ni confinar, sino para ampliar y extender. Para abrazar. Cuando
registramos esto entonces tenemos que pensar en lo elevada y superior que era
la cultura que los hizo.
En otras culturas las obras
grandiosas fueron los palacios, los castillos, los templos, puesto que lo que
se quería es encerrarse en muchos casos a atesorar los bienes confiscados.
Y lo que quedaba afuera era
lo ajeno, lo extraño y temible. El camino de aquí exorcizaba todo lo receloso,
oscuro y adverso, así lo dice Cieza de León cuando advierte:
“En la memoria de la gente
dudo que haya registro de otro camino comparable a este, atravesando profundos
valles y elevándose sobre altísimas montañas a través de montones de nieve,
pantanos, roca viva y ríos turbulentos”.
7.
¡Kausachun
Perú!
El Qhapaq Ñan, o Camino del
Señor, es sobre todo vínculo, hermanad y solidaridad humana. Es la concepción
de una cultura abierta, con los brazos extendidos a la comunicación y a la
integración de los pueblos. Porque el camino nos hace hermanos, nos vincula,
nos enlaza, nos hace partícipes de un destino común.
El Qhapaq Ñan es un
espíritu integrador, solidario, humano. Es la vía para concretar la utopía del
hombre masa de César Vallejo, de aquel a quien todos los hombres de la tierra
lo rodean con un ruego común, cual es: “¡Quédate hermano!”. Y viendo que no faltaba
ni uno, el hombre triste, emocionado, abrazó al primer hombre y echóse a andar.
Desde el día 24 de junio
del año 2014 el Qhapaq Ñan es Patrimonio Cultural de la Humanidad, declarado
así por la Unesco, con la particularidad que como es camino y no un monumento
estático o fijo en un lugar la resolución de su declaratoria abarca 250
kilómetros de senda ya reconocida, 81 sitios arqueológicos y 156 comunidades
integradas al camino.
El valor principal del Qhapaq
Ñan para Capulí, Vallejo y su Tierra, aparte de la importancia histórica,
arqueológica, turística, paisajística que él tiene, es que constituye un
símbolo de la mayor fortaleza dentro de la visión de la construcción y forja de
la utopía andina que es un eje clave del ideario de nuestro movimiento cultural.
¡Jallala! ¡Kausachun Perú!
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