jueves, 6 de febrero de 2014

6 DE FEBRERO 1882: HAY CIERTAS GANAS LINDAS DE ALMORZAR - FOLIOS DE LA UTOPÍA: LA FLOR DEL CAPULÍ - POR DANILO SÁNCHEZ LIHON

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
 
FEBRERO, MES DE LOS HUMEDALES,
DE NUESTRAS LENGUAS NATIVAS, DE
RICARDO PALMA Y FEDERICO BARRETO
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 
*****
 
ADHESIONES
 
¡GRACIAS
CAPULÍ!
 
"¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!"
 
“Madre, me voy mañana a Santiago,
a mojarme en tu bendición y en tu llanto”.
César Vallejo
 
 
Para conocer a Vallejo es sine qua non andar sus huellas, visitar su lar natal, sentir el calor de su casa en Santiago de Chuco, mimetizarse entre la bella gente de Santiago, saborear el caldo de sufishente y del cashallurto que se parece al shambar de mi tierra trujillana, sentir el humo de los fogones, ver las lágrimas correr por las tejas en las noches de lluvia, disfrutar de su folclor, toparse con alguien del más allá etc.…visitar el cementerio que se divisa desde su casa maternal.
 
Hay tanto que la tierra entrañable de Vallejo puede proveer al turista y al santiaguino, que una visita no es suficiente para capturar la belleza paisajista y la musicalidad que encierra la provincial de Santiago de Chuco. Los parnasianos y los simbolistas, me darían las razón ante mi afirmación que este espacio andino es ícono de inspiración.
 
Agradezco al escritor Danilo Sánchez Lihón y a los directivos de Capulí, Vallejo y su Tierra por darnos la oportunidad de hacer cada año una peregrinación en el mes de mayo a la tierra de Vallejo.  He tenido la pertinencia de asistir por primera vez en el 2012 y desde entonces he regresado con más deseo de apoyar, ad honorem, en este loable proyecto. Al hacerlo, la más beneficiada he sido yo, porque me he nutrido de la cantera vallejiana y he bebido de la fuente de sus aguas sustanciales.
 
Como en todo peregrinaje hay obstáculos y aprendizaje. Sin embargo, los óbices se transforman en piedras didácticas y en experiencias. Ahora también valoro los obstáculos e impedimentos y cada año, si la agenda me lo permite, vuelvo a recorrer y a encontrarme con los caminos que me conducen a Santiago. Regreso a probar la rica cancha, la sabrosa ñuña y los deliciosos chochos, retorno a maravillarme con los globos en el cielo de la tierra del autor de Poemas humanos y me regocijo al ver la felicidad de mi pueblo hermano al recibirnos con sus brazos abiertos.
 
Ellos nos esperan cada mayo con su alegría y su pan de yema.  Es la hora donde los duendes y las hadas celebran la llegada de Capulí.  Es el momento donde el pueblo se reúne para ver danzar a los pallos y a escuchar a los cantantes que nos deleitan con sus música y yaravíes.  Es la fiesta literaria con ponencias y conferencias magistrales que vuelven a encender la antorcha del evento.
 
Santiago se transforma en el epicentro de esta conferencia y el pueblo con sus niños nos esperan desde que bajamos del ómnibus (aula rodante).  Ellos son los embajadores de Vallejo que nos reciben como si fuéramos ángeles.  Por eso, mi amor y cariño para este bello pueblo, que lleva dentro al autor de Los heraldos negros y al verlos es como mirar el rostro de Vallejo.
 
Gracias a esta peregrinación literaria y cultural, me he reencontrado con mis raíces, he aprendido a conocer más a nuestro vate universal, César Vallejo, a respetar y valorar al espacio andino y a “honrad la frugal llaneza” de esta tierra como diría Andrés Bello.
 
Personalmente, me interesó todo lo relacionado con esta tierra, Mama Pacha, capital de la poesía del Perú y en mi corazón capital de la poesía universal. Me cautivó su literatura liderada por Vallejo y seguida por sus hijos y hermanos literarios.  Quedé hechizada con sus paisajes, cuyo primer contacto fue a través de los textos del autor de Trilce.
 
La página en blanco no es suficiente para estampar mi agradecimiento, mis lecciones y enriquecimiento intelectual  producto de los eventos de Capulí, Vallejo y su Tierra. Simplemente, quise dejar una sinécdoque de mi sentir por Capulí, Vallejo y su Tierra, Institución que eleva el nombre de Vallejo.
 
Gracias Prof. Danilo Sánchez Lihón, MAESTRO y colega por fundar esta Universidad metafórica dirigida a los críticos, escritores, admiradores y público en general del Perú y de diferentes nacionalidades.  Vallejo y su tierra es de todos y un patrimonio universal.
Vallejianamente,
Mara G.
 
Dra. Mara L. García
Presidente-fundadora del Instituto
De Estudios Vallejianos (Utah-USA)
Desde el 2002
Professor
Brigham Young University
 
 
 
*****
 
6 DE FEBRERO 1882
 
 
HAY CIERTAS
GANAS LINDAS
DE ALMORZAR
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
 
LA FLOR
DEL
CAPULÍ
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Entre rocas
agrestes
 
El capulí es un árbol de lenguaje dulce, de sombra que juguetea cariñosa y protectora. Siempre es límpido y aureolado de una ingenua soledad. Abunda en los huertos y en los campos de Santiago de Chuco, en donde ¿cuántos no habremos llorado nuestras amarguras, y nos habremos enjugado los ojos bajo su sombra discreta en el huerto silente o en el patio a ciertas horas menos expuesto a las miradas que no queremos preocupar ni que se conduelan de nuestros sufrimientos?
 
Cuando era niño desde lejos tenía que escuchar los resondros de los mayores por demorarnos con mis hermanos, camino a “La Colpa, donde abundan, y debido a que nos habíamos trepado a un árbol de capulí que dan a brotar sus frutos primero verdes y después violáceos, intentando encontrar entre sus hojas sosegadas algún fruto apetecible por ya haber madurado.
 
Siquiera encontrar alguna bolita pintada de rosa suave a fin de probarla dándole un mordisco entre los dientes y luego pasando a exprimirlo entre el paladar y la lengua, sintiendo su sabor a pétalos dulzones y su resonancia a arroyuelos que corren diáfanos entre rocas agrestes y abismos de miedo.
 
2. A la luz
del sol
 
Una curva antes de “La Colpa”, hasta donde gustábamos llegar caminando al lado de nuestros padres en la carretera hacia Trujillo, hay un bosquecillo de capulíes, quizá por lo llano del terreno y lo abrigado de aquel recodo de la quebrada, cuyos frutos verdes nos hacían sentir envidiosos de no ser magos para hacerlos madurar al instante. 
 
Aun así, entre todos los chiquillos sacudíamos los arbustos para ver si lográbamos hacer caer algunos frutos maduros, pero lo único que conseguíamos es que salieran revoloteando gorriones y torcazas que descansan entre sus ramas. La respuesta del árbol dicha gravemente, es que guardaba sus frutos para las avecillas del campo, porque su bonhomía y gentileza la ha llevado a sentirse protectora de ellos, y uno sabe que es cierto al probar en la boca su miel.
 
Capulí que es fresco, como si se bañara en el rocío de la primera hora de la mañana, como es transparente y bello el árbol que nos lo ofrece. No he visto que su tronco se tuerza, ni se hagan nudos en sus ramas espaciadas, ni estén carcomidas sus hojas por las orugas sonámbulas, sino al contrario: conservan siempre un verde brillante y alegre, mucho más resplandeciente a la luz del sol.
 
3. De una timidez
excelsa
 
Sus hojas son corazones que parecen haber llorado tiernamente y por eso se han alargado un poco. Están festonadas en los bordes como las grecas que se cosen en la pechera de las blusas de las mujeres; o en las mangas y en el borde de la falda de los vestidos de las muchachas hermosas de mi pueblo. Ya puesta una hoja en la palma de la mano se arquea pudorosa como quien no quiere rendirse.
 
Su flor es blanca, breve, de una timidez excelsa, casi siempre de cinco pétalos como formando un racimo o campanilla. Ya en el árbol hay dos clases de frutos: unos en su exterior casi negros, si no fuera por un reflejo de sol que amanece en sus bordes, y en su interior de sabor dulce, como las niñas a las cuales miramos extasiados sin saber nunca cómo hablarlas ni abordarlas, ni mucho menos decirlas que al mirarlas nuestros ojos se complacen igual que cuando nos quedamos mirando las estrellas del firmamento.
 
4. El oro
del sol
 
Los pájaros desde temprano revuelan en torno a los árboles de capulíes y si los frutos han madurado ya los están devorando. En primer lugar los gorriones, y después llucros, cuculis y zorzales. Y en general, todas las aves gustan del capulí. Pero hay otros seres que se parecen mucho a los pájaros, que son los niños, que no basta que suban al pequeño árbol sino que, igual que las avecillas, subimos en bandadas que hacen temblar al árbol de un lado a otro. Y a horcajadas, en sus ramas, llenamos el buche de esos frutitos, igual que los pajarillos.
 
Ya en el mercado, o al borde de una vereda en la calle pasmada, siempre hay una niña del campo o de las afueras del pueblo de mirada transparente y clara como una fuente, que es quien lo vende detrás de una canasta que rebosa de borde a borde de capulí negro, sin un solo grano rosado, que desentone con su apariencia de lago misterioso y encantado, y el de la niña de ojos de cielo. En medio de esa ambrosía hay una calabaza, que es un cuenco pulido por fuera, por el oro del sol de la tarde y, por dentro, conserva su blanca corteza en donde se han pegado todos los zumos de la pulpa de la cual hacemos.
 
5. Finas
estrías
 
La porción de capulí la niña la vende a diez centavos, aunque es impagable el fulgor de los ojos cristalinos con que nos mira. Y, sin descolgarnos de su mirada,  nos da el matecillo que recibimos en un plato de porcelana –si es que hemos salido mandados de nuestra casa– o en las dos manos –como hacemos los niños atolondrados.
 
Luego introducimos la fruta en el bolsillo, donde la humedad pone una herida fresca de agua a la altura de nuestro muslo, mientras vamos exprimiendo entre los dientes el fruto dulce del capulí y revolviendo con la lengua su pepa áspera hasta convertirla en una perla tallada de finas estrías.
 
Pero, casi siempre la mujer que nos vende, después de vaciar el mate en nuestras manos, recoge una breve porción más y la agrega a la ya recibida, con lo cual nos da la “yapa”, pero esta última porción ya puesta en nuestras manos. Los hombres del campo lo reciben en un borde del poncho, las mujeres en un borde de sus rebozos y los muchachos en la gorra que llevan puesta y con la cual siempre caminan.
 
6. Dime mujer
si tu amor
 
Del capulí se hace néctar para las raspadillas, vino dulce para las penas y mixtura para aderezar las comidas. Se le emplea para curar un sinfín de enfermedades. Y cuando uno pasa por una tienda donde se vende chicha, y con ella la promesa de recibir consuelo, es frecuente escuchar las voces quejumbrosas, de ilusión o de esperanza de un amor bien o mal correspondido, en aquella canción que dice:
 
Dime mujer si tu amor  
ha de ser el verdadero  
para ofrendarte primero
una flor de capulí.
 
En el patio de la casa de César Vallejo, hasta ahora, se yergue ensimismado un árbol de capulí, que quizá en un lenguaje aún más misterioso que el de otros seres debe saber recitar los versos que el poeta escribiera  en “Los heraldos negros”, “Trilce” y los “Poemas humanos”. Y sobre todo las cadencias de Idilio muerto, que dicen:
 
qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita
de junco y capulí;
 
7. A lo cual
la niña
 
Y capulí es ahora un nombre emblemático que lleva e movimiento que desde hace quince años venimos impulsando y que en esta Telúrica del Mes de Mayo alcanza su décima quinta versión y a la cual te invitamos a venir con nosotros, se a Lima el 20 y 21, a Trujillo el día 22 o directamente a Santiago de Chuco los días 23, 24 y 25 de mayo, y mucho mejor si es a todos los días juntos. O a salir a darnos encuentro en cualquier punto del camino para llegar a la tierra de Vallejo, estar en su pueblo, en su escuela, en el panteón en donde reposan los restos de sus padres; como entre su gente a la cual él apreció y amó entrañablemente.
 
Porque la autenticidad de esta cruzada cultural le ha dado al vocablo capulí otra connotación que se grafica en una anécdota que la cuenta el eximio declamador Segundo Vara Balcázar quien en el último Encuentro Internacional al encontrar a una niña con su canasta de capulíes en Santiago de Chuco y maravillado de dar con este fruto en la tierra que inspira a este movimiento le preguntó lleno de expectativa:
 
– ¿Cómo se llama, niña, este fruto?
 
A lo cual la niña convencida, con encanto y muy en serio le contestó:
 
– Su nombre, señor, es Capulí, Vallejo y su Tierra.
 
 
 
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El texto anterior puede ser
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dsanchezlihon@aol.com
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Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Instituto del Libro y la Lectura: inlecperu@hotmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
 
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CONVOCATORIA
 
XV ENCUENTRO INTERNACIONAL
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
TELÚRICA DE MAYO, 2014
 
LIMA:
MARTES 20
Y MIÉRCOLES 21
 
TRUJILLO:
JUEVES 22
 
SANTIAGO DE CHUCO:
VIERNES 23
SÁBADO 24
Y DOMINGO 25
DEL MES DE MAYO
 
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