PORQUE AÚN EN LA RISA SE ENTRISTECE EL CORAZÓN
(Del poemario “Idioma de los espejos” )
Carlos Garrido Chalén
Presidente Fundador de la UHE
Porque aún en la risa
se entristece el corazón
soy muchas personas:
Yo mismo,
Él,
nosotros,
los que vienen;
y en mí
confluyen todas las dominaciones
y todas las virtudes.
Troto a prisa
y con zancada larga
y estoy de ida,
aunque también
presiento que regreso.
Formo una vasta esfera
sin fin
de seres
que rodean un punto central,
Incognoscible,
llamado Dios,
y es bella la heredad
que me ha tocado.
Soy Nación de rasgos únicos;
una ciudad dentro de otra
y tengo una llave maestra
que abre todos los candados.
Me preguntan mi nombre
y digo que me llamo
Cosmos,
Orbe,
Universo,
y ésta es
mi viña,
mi olivar
mi plantío de sueños
que florece.
Cuando quiero
me convierto en león
de la montaña
y con mis garras retráctiles,
filosas como agujas,
le hago un tajo abierto
al infinito.
Creo en el Altísimo
porque sé
que de su amor
proceden los escudos.
Y soy heno,
heliotropo,
no el rey de las cavernas
el murciélago.
Por eso mi utilidad
es mejor que la plata cernida.
Como el Nilo,
no poseo una fuente
sino varias,
y soy guardián del tiempo
y su registro.
Mi control de misión
está ubicado
en las alturas
desde donde cuido
que no se desteja en la tierra
lo que tejo
sin jactancias
en el Cielo.
Desciendo en dromedario
para invernar en la llanura
y con la brillante linterna
de mi casco de minero
alumbro los caminos.
Animal montaraz,
inmóvil en la tundra
batida por el viento,
soy muchas personas
y varios corazones
que en mí laten la vida.
Tengo mi propio funicular
para subir las colinas
y cuando el viento amaina
quiero ser sauce llorón
en los arroyos.
Y como los abedules
se embriagan de luz
tengo a veces
que ver
con las exaltaciones colectivas.
Voy a babor
y a estribor
con la proa
y la popa
de mi antigua goleta
y soy yo mismo
y el que me abomina
al que sacio su hambre
con mi pan
todos los días.
Atalaya de pueblos redimidos
enjaezo mi caballo
con borlas,
y tiemplo el ébano
de mi arco
cuando quiero.
Con el canto lastimoso
del muecín
llamo a los fieles
a la oración
y como mito solar,
soy nadie
y todos
al unísono.
Vine desnudo
y regresaré
convertido en águila
emplumada
a las alturas,
y aunque rujan
y turben
las aguas
de los mares,
siempre seré tú,
los otros,
los que vienen.
Soy un desafío
abierto
a la ciencia presente:
en mí concurren
los triunfos
nunca
las derrotas.
Y cuando en el empíreo
deje de separarse
el día de la noche
ya no seré forastero
entre vosotros:
siempre seré tú,
nosotros,
los que vienen.
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