A 120 años del nacimiento del Dr. Bernardo Alberto Houssay
Un misionero de la Ciencia
Dr. Bernardo Alberto Houssay.Cátedra de Fisiología en laFacultad de Ciencias Médicas, abril de 1928.
El Arca / Redacción
Junto a Federico Leloir.
Sin duda el Nobel no era la meta de Bernardo H. Houssay, nacido el 10 de abril de 1887 cuando egresó como bachiller con las mejores calificaciones a los 13 años de edad, después de haber pasado, en solo cinco meses, el tercer grado a primer año. Ingresó a la carrera de Farmacia a los 14 años. Farmacéutico a los 17 años, inició sus estudios de Medicina trabajando simultáneamente como técnico de farmacia en el Hospital Francés y poco después en la Farmacia del Hospital de Clínicas. Su actividad laboral y dieciocho meses de servicio militar demoraron sin duda sus estudios, desarrollados en siete años, pero tampoco en la Facultad de Medicina pasó desapercibido.
Sus compañeros recuerdan que “los exámenes que rendía Houssay eran tan brillantes que concitaban nuestra curiosidad y no olvido cómo entre nosotros se decía “mañana da examen el francés”, que así lo llamábamos aludiendo al origen de sus padres, y allí nos reuníamos un buen grupo de condiscípulos para presenciar su prueba”. Su fama se extendía rápidamente en el reducido mundillo científico de la primera década del siglo. En 1908 ingresó por concurso como ayudante de trabajos prácticos en la cátedra de Fisiología, donde tenía a su cargo la publicación de las clases dictadas por su titular, el doctor Piñero. Apenas recibido de médico, en 1911, fue nombrado profesor de Fisiología de la Facultad de Veterinaria, donde instaló un rudimentario laboratorio en un enorme galpón, sin luz eléctrica y calentado a brasero y superposición de ropas de abrigo.
La diversión más barata es el trabajo
Con esta frase don Bernardo estimuló siempre a sus discípulos y no hay duda que predicó con el ejemplo desde su juventud. Su tesis doctoral la preparó en aquel incómodo laboratorio de la Facultad de Veterinaria, conde continuó las investigaciones iniciadas cuando era estudiante de Farmacia mediante técnicas desarrolladas por él mismo basándose en los conocimientos adquiridos en la lectura del libro de Claude Bernard En esos años, la glándula hipófisis, mal llamada pituitaria, era muy poco conocida.
Su tesis doctoral sobre “La acción fisiológica de los extractos hipofisarios”, fue el primer tratado de endocrinología del mundo, por lo que la facultad le regaló mil ejemplares que se distribuyeron en todas las escuelas de medicina del exterior e hicieron famoso a su autor. Además, esa tesis le valió el premio "Facultad de Ciencias Médicas” y fue el punto de partida de la investigación científica por el método experimental en nuestro país.
Entre 1911 y 1919 ejerció la medicina clínica en el Hospital Alvear y en su consultorio privado; dictó su cátedra en la Facultad de Veterinaria y desde 1915 integró el cuerpo de investigadores del Instituto Bacteriológico, organismo oficial dedicado a la preparación de sueros y vacunas. Tanta actividad lo obligaba, claro, a comenzar su día a las 5 de la mañana. Pero en 1919 ganó por concurso la titularidad de la Cátedra de Fisiología de la Facultad de Medicina y poco después consiguió del Consejo Directivo de esa facultad la creación del Instituto de Fisiología y la figura de profesor full-time, condición largamente anhelada por Houssay. Este Instituto fue su laboratorio de enseñanza e investigación con la posibilidad para los alumnos de tener profesor y personal docente con dedicación exclusiva.
Toda una revolución para la época y un considerable deterioro para la economía personal de Houssay, que debió abandonar su consultorio para dedicarse de lleno a su nueva tarea, porque, como él decía, “el soplete, aplicado en un punto, perfora, pasado sobre la superficie, apenas entibia”.
La Argentina en el mapa mundial de la Fisiología
El Instituto de Fisiología pronto alcanzó resonancia internacional. Al decir del eminente fisiólogo estadounidense Carlson, “Houssay puso a la Argentina en el mapa mundial de la Fisiología”. En ese Instituto comenzó una etapa brillante de las ciencias argentinas. Houssay supo encontrar a los mejor dotados, intelectual y moralmente, para formarlos en una ciencia básica cuyo desarrollo, decía convencido, beneficiaría a la medicina, criterio que no compartían muchos de sus colegas, pues no entendían “por qué prefería la locura de enterrarse en el laboratorio aguantando malos olores para tener el placer de ver bailar las patas de una rana". Además, sus trabajos no permitían ver utilidad práctica inmediata En ese instituto—cátedra, se enseñaba fisiología a estudiantes de medicina, farmacia y odontología, pero, al decir de Virgilio Foglia, uno de sus alumnos y posteriormente dilecto colaborador “entre las tres carreras sumaban mil estudiantes (...) ya que todas tenían el mismo profesor. Houssay sostenía que la enseñanza no tenía que ser teórica sino también práctica, por eso mostraba experimentos y trataba, en lo posible, que los alumnos pudieran realizarlos. Pero para atender a mil estudiantes tenía sólo tres ayudantes.
Por supuesto eso no funcionaba. Lo solucionó organizando un concurso entre los alumnos del año correspondiente, entre los cuales elegía a veinte. El enseñaba a esos veinte y éstos a su vez a sus compañeros”. Años después, un aumento del presupuesto le permitió a Houssay nombrar veinte ayudantes rentados. Allí comenzó su carrera de investigador el doctor Foglia y muchos otros discípulos entre los que descollaron Eduardo Braun Menéndez y Luis Federico Leloir.
Durante casi 25 años al frente del Instituto de Fisiología, Houssay investigó y publicó sobre infinidad de ternas, colaboró con revistas internacionales y por sobre todas las cosas formó excelentes investigadores, no sólo de nuestro país sino becarios que llegaban de todas partes del mundo. Uno de ellos, tal vez el más destacado, el doctor Ulf Von Euler, Premio Nobel de Fisiología en 1970.
Todo lo lograba en base a talento y esfuerzo, era incansable. Según su propia definición “descansaba cambiando de tarea”. Pero tal vez lo más destacable de su personalidad fue su amor a la patria. Incontables veces envió a sus discípulos a perfeccionarse en el exterior (dos líneas suyas bastaban para conseguir una plaza y hasta una beca en cualquier Centro del mundo); él mismo viajó mucho (aunque su primera salida del país fue en el año 1937), pero siempre quiso volver. Así lo prueban infinidad de invitaciones rechazadas y una conocida carta desde Washington a uno de sus colaboradores: "nos quieren hacer quedar y hasta ofrecen traer todo el personal de Buenos Aires, si quiero. Pero entre el 9 y el 12 de abril estaré en Buenos Aires. El 31 de marzo acaba mi compromiso. Los recursos son amplios, la gente amable, ávida para aprender, llena de interés científico. Pero (...) quiero dedicarme al desarrollo científico del país donde nací, me formé, tengo amigos, nacieron mis hijos, luché, aprendí, enseñé, etc. ".
Política y ciencia
Una declaración pública firmada por Leloir entre otras personalidades de las ciencias, las artes y la cultura reclamando la vuelta a la normalidad institucional, tras el golpe del 4 de junio de 1943, determinó su separación de la cátedra, diversas comisiones oficiales y hasta de la presidencia de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, una entidad privada de bien público. Para Houssay fue un golpe demasiado fuerte.
Tras una tensa reunión en la que algunos de sus colaboradores decidieron quedarse para salvar lo que pudieran, quince de sus más inmediatos renunciaron a sus cargos y lo siguieron a la nada. Houssay pasó a ser mala palabra. Se le prohibió consultar libros y revistas del Instituto (la mayoría de los cuales habían sido donados por él). Visitó la Facultad de Veterinaria para operar una oveja con gran conmoción del alumnado y a partir de allí se le prohibió la entrada. Se distribuyeron panfletos y revistas dedicados a insultarle y hasta se colocó una bomba en una ventana de su casa que no provocó su muerte por cuestión de minutos. Pero lo peor para Houssay era la inmovilidad. No podía dedicarse solamente a estudiar y escribir; necesitaba acción, más acción. Su vida era su trabajo, si era mucho, mejor.
Su rutina diaria, de lunes a sábado, comenzaba a las 8 en punto cuando se reunía con sus colaboradores inmediatos. De 9 a 12 dictaba cartas, discutía con sus colaboradores el progreso de las investigaciones, recibía visitantes distinguidos, recorría todas las salas de trabajo y se detenía a conversar con los alumnos. Tres veces por semana dictaba clase de una hora con una puntualidad llamativa y nunca alterada. A las 12 se iba a almorzar a su casa y aprovechaba esas 8 cuadras de caminata para leer algún texto científico. Nadie se explica cómo hacía para entenderlo, memorizarlo hasta poder discutirlo y, a la vez, no tener un accidente callejero.
A las 2 de la tarde operaba animales de laboratorio durante dos o tres horas mientras conversaba con los que lo rodeaban y a la vez dictaba cartas a su secretario. Un breve intervalo para tomar un té con sus discípulos y una última recorrida por el laboratorio para informarse de los progresos o aconsejar algún nuevo enfoque. Un hombre así no podía quedarse quieto mucho tiempo.
Ganador del Nobel de Medicina
En octubre de 1947 le informaron que había sido galardonado con el Premio Nobel en Medicina. Pocas líneas le dedicó la prensa peronista al investigador, la noticia fue silenciada por el gobierno peronista, que los consideraba un opositor. Este texto escrito por Houssay revela su ética y sus principios.
El Instituto de Biología y Medicina experimental
Dos días después de ser separado de su cargo, lo visitaron para ofrecerle ayuda económica para proseguir sus investigaciones. Así, la Fundación Juan B. Sauberán, a la que se sumaron aportes de empresas y particulares, impulsó la creación del Instituto de Biología y Medicina Experimental, que debería establecer un centro de investigaciones científicas desinteresadas, da carácter privado e independiente de los recursos y la dirección del gobierno o de sus dependencias. Instalado bastante precariamente en una vieja casona de la calle Costa Rica, allí trabajó desde 1944. Al año siguiente una amnistía lo repuso por unos meses en su cátedra, pero rápidamente fue invitado a acogerse “a los beneficios de la jubilación” siete años antes de llegar a la edad reglamentaria.
El 27 de octubre de 1947 lo sorprendió el telegrama que le informaba que había ganado el Premio Nobel de Medicina o Fisiología por sus contribuciones científicas en el “papel de la hipófisis en la regulación del metabolismo de los hidratos de carbono”. El premio fue compartido con los esposos Cori, científicos estadounidenses que investigaban también el metabolismo de los hidratos de carbono.
Los descubrimientos científicos
Nada era ajeno a la curiosidad de Houssay en el momento de encarar una nueva investigación. Su interés primordial fue la Fisiología, muy especialmente en el campo de la endocrinología y el metabolismo, pero investigó también en áreas como la neurofisiología, sangre e inmunidad, respiración, digestión y función renal, hasta llegar a 70 líneas de investigación simultáneas. Vamos a repasar tres de estas líneas, con resultados felices y de trascendencia internacional.
Sí bien la comunicación del Real Instituto Carolino Médico-Quirúrgico que le concedió el Premio Nobel hizo mención a sus estudios sobre la hipófisis (en realidad mencionó la pituitaria, cosa que Houssay rechazó de plano), en realidad se estaba concediendo el premio a toda una trayectoria científica, impresionante por la diversidad y trascendencia de los trabajos que, además de la hipófisis, hicieron fuerte hincapié en la función del páncreas y el estudio de la diabetes. Es casi imposible resumir en tan poco espacio el quehacer y la personalidad de alguien tan grande. Pero su obra continuó en las instituciones que dejó, por ejemplo, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, fundado en 1955 y presidido por él hasta su muerte, acaecida el 21 de septiembre de 1971.
*Fuente Revista Todo es historia.
Congreso Internacional de biología en Montevideo, octubre 1930.
Fuente:
Cortesía de la poeta Ana María Intili