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Hoy lunes 8 de abril murió Sarita Montiel en su casa del barrio madrileño de
Salamanca, acompañada por su hija Thais, publicaron los medios españoles.
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El 10 de marzo último celebró 85 años de fructífera existencia.
Al pie un breve homenaje en vida.
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Nalo Alvarado Balarezo
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SARA MONTIEL
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Qué "santo varón" de los cinco continentes,
nacido entre 1920 y 1970, no soñó alguna vez, vestido como vino al mundo, junto
a Sarita; actriz y cantante española de dulce mirar y labios carnosos, bajo
cuyos encantos sucumbieron encumbrados escritores y actores, entre ellos Ernest
Hemingway (El Viejo y el Mar), James Dean (Rebelde sin causa) y Gary Cooper
(Casanova Brown). En aquel entonces, qué abuelito o padre con mal de
amores no tenía en su billetera la fotografía de Sarita. En la fiesta de
Santa Rosa de los sesentas: chiuchis y maltones hacíamos cola para
deleitarnos de un solo clic con su imagen sensual, en las maquinitas de
celuloide en blanco y negro que alquilaba por un céntimo don Enrique de Llaclla,
terminando almidonado el bolsillo más gastado del pantalón comando.
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Mi papá nos contaba, que en el pueblo de Carcas, una
tarde de agosto de los cincuentas, dos paisanos se agarraron a golpes por
asuntos de cuernos en plena fiesta de la Virgen del Carmen. El más
corpulento, ante los demoledores huaracazos que venía recibiendo en el rostro,
cubrio su ñata con la foto de Sarita que llevaba consigo, ganando por
knock-out técnico.
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Como hija de buen gañán en campo manchego, lugar donde
Cervantes recrea las andanzas del ingenioso hidalgo don Quijote y su leal
escudero Sancho Panza, Sarita abrió surcos amplios y profundos fuera de la
Península Ibérica, brillando con luz propia en el cine de oro mexicano junto a
María Félix, Dolores del Río, Katy Jurado, Pedro Infante y Acucho Lara; y en
Hollywood, la meca del cine cayó rendida a los pies de la diva de piel canela y
voz seductora. Más de 50 películas dan cuenta de sus proezas que la ubican como
una de las actrices más taquilleras del mundo, de todos los tiempos (Veracruz,
Yuma, Cárcel de mujeres, La Violetera, El último tango, Pecado de amor…). Ni
qué decir de las canciones que interpretó e interpreta con sentimiento hispano:
Fumando espero, Bésame mucho, Contigo aprendí, etc.
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María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora Aurelia
Esther Dolores Abad Fernández, artísticamente conocida como Sara Montiel, lleva
68 años trabajando sin detenerse a mirar las manecillas del reloj, mientras el
tiempo, verdugo de miles de millones de humanos, transcurre favorable a su
hermosura de misteriosa eternidad, que ni siquiera la fresca piel de las
esculturales sex simbol, que ahora están en sus cuarteles de invierno,
Raquel Welch, Isabel Sarli y Bo Derek, lograron eclipsar.
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Mito y soberana del cine o mujer de legendaria belleza,
de carisma y autoestima sin par, sueño de generaciones enteras que siguen y
seguirán vitoreando su arte y aplaudiendo su talento a lo largo del tiempo y a
lo ancho del planeta...
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Hoy, domigo 10 de marzo de 2013, a sus
ochentaytantos años recién cumplidos al rayar el alba, sigue dando
briosos impulsos en el arte. Para verla divina y escuchar su cadenciosa voz en
el tango “Yira.. yira”, solamente se tiene que hacer clic en esta
dirección:
Yira…
yira
Tango
1930
Música y letra: Enrique Santos
Discepolo
Cuando la suerte que es grela,
fayando y fayando
te largue parao;
cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol;
cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar...
la indiferencia del mundo
-que es sordo y es mudo-
recién sentirás.
Verás que todo el mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa...
¡Yira!... ¡Yira!...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.
Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao...
Cuando te dejen tirao
después de cinchar
lo mismo que a mí.
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar...
Te acordarás de este otario
que un día, cansado,
¡se puso a ladrar!