ETERNIDAD
Rodolfo Ascencio Barillas
Yo te amaré más allá de los espacios y los tiempos
Y en el órdago de tus exquisitos besos
Y en la fácula del iris de tus ojos
Y en las mieles sabrosas del resplandor de tu rostro
Y en las tiernas caricias de tus manos
Y en el límpido edén de tus pétalos de rosas
Y en las aguas cristalinas de tus impluvios
En la sibila, en el rocío, en la llovizna y en la tarde
Desde la aurora hasta el ocaso
Y en la vida perpetua, y la pureza de tu alma.
Yo te amaré desde el principio que no tendrá fin jamás
Y en la estrella luminosa que devela el Universo
Y en el icástico de tu inefable belleza
Y en el viento que suspira tú pecho
Y la primavera celestial de tu noble sonrisa
Y el recuerdo insigne de los días esplendorosos.
Así te amaré en los viajes de tus sueños inhóspitos
Allá donde los ángeles brillan con la imaginación
Y la fe invencible de las atroces tribulaciones
Y los pecados impregnados en la carne diletante
Y los dolores lascivos de las vidas funestas
Y cuando habites donde yacen tus ilusiones,
En la morada eterna de tus alambicas sensaciones.
Yo, te amare en aquel árbol del alba triste
Y en los recónditos escondrijos de tus celajes
Y en los amaneceres de tus espavientos crepúsculos
Y en las cantábricas olas de tus yertos púrpuras
Y en los túneles de tus arco iris puquiales
Y en la bella verdad los lirios yacen con el llanto.
También me llega el recuerdo de tus lamentos
Y la esquiva voz de tus cósmicas melodías
Y el silencio idílico de tu mórbida emoción
Y el misterio macilento de tu lactina pasión
Y las mariposas de tu boca inmaculada
Y las cenicientas de tus ojos penunbrales.
Yo te amo aun más allá de la desconocida muerte
Y en los brazos fríos de tu sueño inerte,
¡Oh! te amaré en los tiempos de los siglos
En la llama incorpórea de mis razones
Y en el inerme espíritu de tu soplo divino
Y en el indómito pesar de tus lágrimas
Y en el agobio sereno de tu marchito capullo
Y en la autista soledad de tus noches quejumbrosas
Así yo te amaré en los mares de tus océanos
Y en las profundidades de tus abismos
Y en las llanuras de tus verdes prados
Y en los valles de tus ambivalentes desaciertos
Y en el arrepentimiento de tus últimos suspiros.
Yo te seguiré amando por todos los siglos
Y en el sufrimiento de tu eterna ausencia
Y en la luz brillante de tus encendidos sueños.
Yo te amaré aunque pasen los tiempos de nuestras vidas
Y allá me esperarás en tu apoteósico aliento
Y en los palacios esmeraldinos del Señor
Donde no existan espinas en tu camino
Ni cruces mundanas en tu destino
Porque yo te amaré por toda una eternidad…
Rodolfo Ascencio Barillas
Yo te amaré más allá de los espacios y los tiempos
Y en el órdago de tus exquisitos besos
Y en la fácula del iris de tus ojos
Y en las mieles sabrosas del resplandor de tu rostro
Y en las tiernas caricias de tus manos
Y en el límpido edén de tus pétalos de rosas
Y en las aguas cristalinas de tus impluvios
En la sibila, en el rocío, en la llovizna y en la tarde
Desde la aurora hasta el ocaso
Y en la vida perpetua, y la pureza de tu alma.
Yo te amaré desde el principio que no tendrá fin jamás
Y en la estrella luminosa que devela el Universo
Y en el icástico de tu inefable belleza
Y en el viento que suspira tú pecho
Y la primavera celestial de tu noble sonrisa
Y el recuerdo insigne de los días esplendorosos.
Así te amaré en los viajes de tus sueños inhóspitos
Allá donde los ángeles brillan con la imaginación
Y la fe invencible de las atroces tribulaciones
Y los pecados impregnados en la carne diletante
Y los dolores lascivos de las vidas funestas
Y cuando habites donde yacen tus ilusiones,
En la morada eterna de tus alambicas sensaciones.
Yo, te amare en aquel árbol del alba triste
Y en los recónditos escondrijos de tus celajes
Y en los amaneceres de tus espavientos crepúsculos
Y en las cantábricas olas de tus yertos púrpuras
Y en los túneles de tus arco iris puquiales
Y en la bella verdad los lirios yacen con el llanto.
También me llega el recuerdo de tus lamentos
Y la esquiva voz de tus cósmicas melodías
Y el silencio idílico de tu mórbida emoción
Y el misterio macilento de tu lactina pasión
Y las mariposas de tu boca inmaculada
Y las cenicientas de tus ojos penunbrales.
Yo te amo aun más allá de la desconocida muerte
Y en los brazos fríos de tu sueño inerte,
¡Oh! te amaré en los tiempos de los siglos
En la llama incorpórea de mis razones
Y en el inerme espíritu de tu soplo divino
Y en el indómito pesar de tus lágrimas
Y en el agobio sereno de tu marchito capullo
Y en la autista soledad de tus noches quejumbrosas
Así yo te amaré en los mares de tus océanos
Y en las profundidades de tus abismos
Y en las llanuras de tus verdes prados
Y en los valles de tus ambivalentes desaciertos
Y en el arrepentimiento de tus últimos suspiros.
Yo te seguiré amando por todos los siglos
Y en el sufrimiento de tu eterna ausencia
Y en la luz brillante de tus encendidos sueños.
Yo te amaré aunque pasen los tiempos de nuestras vidas
Y allá me esperarás en tu apoteósico aliento
Y en los palacios esmeraldinos del Señor
Donde no existan espinas en tu camino
Ni cruces mundanas en tu destino
Porque yo te amaré por toda una eternidad…