¿Hasta dónde entendí el socialismo?
No lo sé bien. Pero no mató en mí lo mágico
José María Arguedas (1911 – 2012)
Por Eva Velásquez Lecca
“...Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en español y en quechua. Deseaba convertir esa realidad en lenguaje artístico y tal parece, según cierto consenso más o menos general, que lo he conseguido. Por eso recibo el premio Inca Garcilaso de la Vega con regocijo. Pero este discurso no estaría completo si no explicara que el ideal que intenté realizar, y que tal parece que alcancé hasta donde es posible, no lo habría logrado si no fuera por dos principios que alentaron mi trabajo desde el comienzo.
En la primera juventud estaba cargado de una gran rebeldía y de una gran impaciencia por luchar, por hacer algo. Las dos naciones de las que provenía estaban en conflicto: el universo se me mostraba encrespado de confusión, de promesas, de belleza más que deslumbrante, exigente.
Fue leyendo a Mariátegui y después a Lenin que encontré un orden permanente en las cosas; la teoría socialista no sólo dio un cauce a todo el porvenir sino a lo que había en mí de energía, le dio un destino y lo cargó aún más de fuerza por el mismo hecho de encauzarlo. ¿Hasta dónde entendí el socialismo? No lo sé bien. Pero no mató en mí lo mágico. No pretendí jamás ser un político ni me creí con aptitudes para practicar la disciplina de un partido, pero fue la ideología socialista y el estar cerca de los movimientos socialistas lo que dio dirección y permanencia, un claro destino a la energía que sentí desencadenarse durante la juventud.
El otro principio fue el de considerar siempre el Perú como una fuente infinita para la creación. Perfeccionar los medios de entender este país infinito mediante el conocimiento de todo cuanto se descubre en otros mundos. No, no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana; todos los grados de calor y color, de amor y odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores...”.
(Fragmento del discurso leído al recibir el premio Inca Garcilaso de la Vega en octubre de 1968)
El autor en la década del 60 vivió en la ciudad de Chimbote, en la época del boom pesquero, época de la migración provinciana al puerto, atraída por la ilusión de un mejor futuro para sus hijos gracias al trabajo generado por el auge pesquero. Su novela póstuma “El zorro de arriba y el zorro de abajo “expresa este contexto, su problemática, sus personajes, denominando a Chimbote “La Ciudad de todas las sangres”.
Tengo el honor de ser chimbotana, la tierra que acogió e inspiró al Amauta, por eso, en homenaje a él , a su compromiso y reivindicación del pueblo , voy a compartir con ustedes tres poemas de mi primer libro “Oleaje de Mujer”(2005) que hablan sobre el mar, la pesca, Chimbote.
FOTOGRAFÍA
Viento fuerza bolicheras
pelícanos cardumen riqueza
malecón cobrizo en fuga de sol
islas bordadas
eternidad.
OCASO
escucho el mar
donde la arena se extiende
junto al perfume naranja
del ocaso
del sol
MAR Y ACERO
A José María Arguedas.
el misterio bajó las escaleras
sus harapos lo encontraron
en el centro de la calle
lo envolvieron
con huesos de pobreza
que habían robado al hombre
en el acróstico
dibujado en el espejo
por sus insomnios de ojos entristecidos
que huían de su conciencia
como heridas negras
envueltas en sonidos de miseria
caminó y corrió buscando una utopía
que despierte sus jardines de grandeza
retornó llevando una ciudad
humedecida
apasionada
por el olor de la fortuna
que existía en un cristal
de
mar
y
acero.
¡GLORIA ETERNA AL AMAUTA JOSE MARIA ARGUEDAS!
(Chimbote, 1968)
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