2012, AÑO DE LA DEFENSA DEL AGUA, LA VIDA
Y CONSTRUCCIÓN DE LOS ANDENES NUEVOS
ENERO, MES DE LA DEFENSA DE LIMA
DEL NACIMIENTO DE ARGUEDAS, HERAUD Y
LAS LECCIONES QUE NOS DA MACHUPICCHU
PRÓXIMAS ACTIVIDADES DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA:
SÁBADO 14 DE ENERO. 7 PM
DISTINCIÓN “ÁGATA DEL ANILLO VALLEJO” A JORGE JAIME CÁRDENAS
CONFERENCIA: "LA INTELIGENCIA CREADORA"
***
PRESENTACIÓN DEL LIBRO “ESCRIBIR PARA TODOS” DE LUIS YÁÑEZ
SEMBLANZA DEL AUTOR: ROSA DEL CARPIO, EN EL AULA CAPULÍ
DEL 18 AL 20 DE MAYO
CAPULÍ 13, VALLEJO Y SU TIERRA
Santiago de Chuco - Foto: Nalo Alvarado Balarezo
PEREGRINACIÓN A SANTIAGO DE CHUCO TIERRA DE VALLEJO
FESTIVAL TRILCE DE LA CANCIÓN, LA POESÍA Y DANZA ANDINAS
Aula Capulí: Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 3 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República
PEREGRINACIÓN A SANTIAGO DE CHUCO TIERRA DE VALLEJO
FESTIVAL TRILCE DE LA CANCIÓN, LA POESÍA Y DANZA ANDINAS
Aula Capulí: Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 3 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República
Planta de capulí, florece a la entrada del Aula Capulí
Teléfonos Capulí: 420-3343 y 420-3860
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CALENDARIO DE EFEMÉRIDES
13 Y 15 DE ENERO
1. Retumba el cañón
– ¡Julio! ¡No subas más! ¡Baja ya del árbol! ¡Es peligroso!
– Recién puedo ver desde dónde disparan.
– ¡Bájate, te digo!
– ¡Ahora sí, artilleros, afinen puntería! Del último disparo apunten veinte metros al fondo y diez a la derecha.
Luego de cavilar unos segundos el teniente Villalobos ordena a sus soldados:
– ¡Artilleros, obedezcan!
Pero con preocupación mira al niño que ya está en la parte delgada del tronco del árbol de pino, treinta metros hacia arriba.
– ¡Correcciones hechas! ¡A la orden!
– ¡Disparen! ¡Fuego!
Retumba el cañón, saliendo una llamarada de fuego. Zumbando en el aire la bomba explosiona haciendo temblar la tierra a lo lejos.
2. ¡Apunten rápido!
– ¡Le dimos! ¡Le dimos! –exclama exaltado Julio César Escobar.
Está trepado arriba, casi al final del árbol de pino que se yergue desde un costado de la Iglesia de San José, en la hacienda San Juan Grande de Surco.
Por aquí se extiende la línea de defensa alzada para detener la ofensiva del ejército chileno.
Ellos cuentan con 30 mil hombres armados con fusiles Conblain, ametralladoras Gatling, cien cañones Armstrong y Krupp extendidos en el campo.
Y cuarenta barcos de guerra que bombardean implacables desde las playas del litoral cubriendo la avanzada de sus tropas.
– ¡Julio! ¡Ahora ya baja!
Da espanto verlo columpiarse con el viento cerca a la punta de aquel viejo pino que se eleva aquí desde hace 200 años.
– ¡Siguen matando heridos! –Grita–. ¡Apunten rápido! Hay otra ametralladora disparando.
– ¿Nos indicas dónde se ubica?
3. Son las 9.30 de la mañana
– Está en dirección de esta veleta, la de aquí, detrás del muro.
– ¿Distancia?
– Está a la misma distancia del disparo anterior. ¡Cuidado! ¡Están barriendo peruanos!
– ¡Hagan lo que dice el niño! –ordena el teniente.
– ¡Correcciones a la orden, mi teniente!
– ¿Listos?
– ¡Fuego! –ordena Julio desde arriba.
– ¡Le dimos! ¡Otra vez le dimos! ¡Bravo! Volamos otra ametralladora.
– Ahora bájate. No vamos a disparar hasta que te bajes.
– ¡Siguen persiguiendo y matando heridos!
Son las 9.30 de la mañana y la batalla de San Juan y Miraflores en la Defensa de Lima, iniciada a las cuatro y treinta de la madrugada, arroja resultados adversos para la resistencia peruana.
4. Una mata de mastuerzo
Hasta este momento hay 4 mil hombres inmolados en la planicie. Otros luchan con valor titánico.
Se ha infligido muerte, hasta este momento, a 3,350 soldados que son las bajas en el ejército invasor.
La orden del ejército de Chile es: "No dejar cholos vivos en el campo de batalla".
Por lo cual la tropa hace el "repaso" con el corvo chileno, mutilando cuerpos aún vivos y degollando heridos.
También atravesándolos con la bayoneta calada y destrozándole el cráneo con la culata.
Dos mil voluntarios del Perú que han entrado a batalla se arrastran contusos por el suelo buscando refugio en un hoyo o en una acequia.
O bien debajo de una mata de mastuerzo o de yerba santa. O bien al pie de un huarango que crece silvestre en estos pantanos.
Son civiles que han reemplazado a las tropas regulares que sucumbieron en la defensa de Arica, en la batalla de San Francisco y en el Alto de la Alianza, libradas al sur del Perú.
Es el Ejército de Reserva, compuesto de hombres de sesenta años hasta niños de quince, o menos años.
5. ¡Carguen y disparen!
Julio César ha trepado al pino y grita a pulmón lleno:
– ¡Chilenos matan heridos!
– ¡Baja ya!
– ¡Uno alza sus manos y le hunden la bayoneta!
– ¿Desde ahí estás viendo todo eso?
– ¡Sí! ¡Hagan fuego, por favor! A otro se acercan con cuchillos. Le cortan el cuello. También matan a la mujer que le suplica. Ahora se retuerce a su lado.
– ¡Baja! ¡Te van a ver!
– ¡Otra ametralladora está disparando! ¡Pronto! ¡Carguen y disparen!
Es el rastreo de la división Chacabuco comandada por Ignacio Carrera Pinto que barre el campo dando resguardo a la tropa de avanzada. Son ellos que ultiman a los caídos y a las mujeres que los acompañan sin armas en su lucha.
– Dinos Julio la posición exacta de la ametralladora.
– ¡En dirección de la veleta! Distancia tres cuadras. Como del jirón de la Unión a la avenida Santa Rosa. ¡Disparen! ¡Por Dios, disparen!
6. Con orgullo y altivez
Julio César Escobar aún lleva consigo hoy, día 12 de enero de 1881, su caja de escobillas y pomadas que ha dejado al pie del árbol de pino, implementos con los cuales temprano ha lustrado los zapatos de los empleados que trabajan en el centro de Lima.
Las campanas de todas las iglesias han empezado a atronar con sus dobles y repiques anunciando el inminente ataque chileno.
Él desde la explanada exterior del Colegio Nuestra Señora de Guadalupe ve salir el último contingente del Batallón de Reservistas Nº 4. bajo el comando del coronel Ramón Ribeyro y compuesto por niños y jóvenes apenas mayores de 13 años, estudiantes de aquel plantel escolar.
Julio César aspira a estudiar en ese colegio; quizá por eso siente una emoción profunda al verlos abordar el tren blindado que los lleva rumbo al frente de guerra, en dirección de Chorrillos.
Pero antes se despiden de sus madres, hermanas y novias (sus padres están en el frente), con una mezcla de valor y honda tristeza, con orgullo y altivez. Muchos de ellos, la mayoría, no regresarán mañana ni nunca.
7. Pero, puedo luchar
Todos marchan a defender la ciudad de Lima, como un deber sacrosanto. Y no hay persona que no se sienta conmovida.
Trescientos estudiantes del Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe, vistiendo su traje azul de reservistas, conforman este último contingente. Se los ve nobles y puros.
El pecho de Julio César al verlos partir a los sones marciales de la banda de músicos, y bajo el flamear de las banderas y estandartes que se agitan, se hincha e inflama de emoción queriendo estallar.
Y acaba de presenciar algo que lo ha emocionado. Es un señor portando una bandera y que pugna por subir a uno de los vagones:
– ¿Este tren va al frente de guerra?
– Sí señor, pero usted no puede ir. Usted es ciego.
– Pero, puedo luchar. No puedo ver, pero sí puedo golpear.
Y no han podido bajarlo. Al final ha sido tal su decisión que todos conmovidos lo han apoyado y llevado consigo a las trincheras.
– ¡Julio César! –Se dice el niño asimismo–. ¡Decídete!
8. El ambiente es tenso
Hoy 13 de enero como siempre se levantó muy temprano. De cinco a siete ha corrido por la zona de Breña y Jesús María voceando: "El Comercio, con las últimas noticias" "El Nacional, con notas de actualidad" "El Peruano, diario oficial, con primicias".
Además de ser lustrabotas muy de madrugada vende periódicos.
De siete a nueve de hoy ha estado con su caja de lustrar zapatos en la Plaza de la Recoleta, en donde solo empleados de avanzada edad se apuran antes de ingresar a sus oficinas.
El ambiente es tenso. Nadie quiere hablar.
A partir de las 9 ha vendido golosinas hasta las 12 del día en que ha retornado a su casa. Ayuda a su madre.
Hoy ella cocina, por eso está contento. No hay comida más rica que la que adereza su madre. Pero, con frecuencia ella realiza algún trabajo en la casa de alguna señora.
En ese caso él prepara los alimentos y cuida de sus hermanos: Lucía de 9 años, Carlos de 7 y Beatriz de cinco. Su padre murió hace un año en el Hospital de San Bartolomé.
9. Y, ¿por qué, mamá?
Julio no está tranquilo, permanece inquieto desde el momento en que ayer vio despedirse al contingente del Batallón de Reservistas Nº 4 rumbo a las líneas de defensa.
Ayer se anunciaba que los invasores ya habían tomaron posición de asalto frente a las trincheras peruanas. Hubo muchos más que ayer se enrolaron para defender la capital.
Hoy día las noticias son mucho más preocupantes.
– Mamá, –le dice– tú ¿cómo defiendes al Perú?
– Hay diversas maneras de defender nuestra patria. –Responde ella. Y, poniendo las ollas con fuerza, como si luchara con alguien, prosigue–. ¡Y hay que defenderla con el alma!
– Y, ¿por qué, mamá?
– ¿Por qué? ¡Porque cómo vamos a permitir que vengan a asaltarla! ¿De quién es esta tierra? ¿Acaso es de ellos? ¿Por qué la invaden? ¿Por qué matan? ¿Es tanta la codicia? ¡Es tan infame ese deseo de rapiña!
10. La gracia de vivir
– ¿Y qué harás, mamá?
– ¡Yo misma saldré a defenderla, de alguna manera!
Julio César tiene grandes ojos negros y vivaces. Es tierno. Adora a su madre, a sus hermanas y su pequeño hermanito.
Por ellas y por él trabaja y hasta daría la vida.
Sus clientes lo quieren por esa dedicación, por el encanto, la alegría y la gracia que posee para vivir.
Como ahora que le dicen, poniendo su zapato en la madera en forma de pie, que tiene clavada sobre su caja:
– Julio. ¡Lustrada al espejo!
– ¿Espejo de vidrio? ¿Espejo de agua? ¿O espejo del alma?
11. A su modo y en el alma
– ¿Qué cuesta el último? ¿El espejo del Alma?
– Nada. ¡Porque el alma no se vende y ahora se lo ofrenda a la patria! –Y sonríe.
Entonces se inclina, echa su aliento al zapato y le saca frenético un brillo fulgurante.
Cuando se agacha se avista su nuca delgada y sufrida. Y su pelo tupido.
– Mamá. ¿Y la gente que pierde a sus seres queridos?
– No se pierde hijo, sino que se gana. Se gana cuando la vida defiende a la vida. ¿Acaso hemos perdido a tu padre? ¡Ves cómo él nos guía! ¡Y nos acompaña siempre!
En ese mismo instante, a su modo y en el alma, Julio César se ha alistado como soldado en las filas del ejército peruano. Le ha dicho a su madre:
– Si no regreso, mamá, no te preocupes.
12. El estruendo de la guerra
Su madre lo ha mirado con sus ojos llorosos. Y ha tenido la fascinación de reconocer en su hijo a su esposo.
Y lo ha visto convertido en todo un hombre.
Julio sigue primero la vía del tren hacia Chorrillos. Luego el sendero que toman algunos voluntarios, quienes buscan por su propia cuenta un lugar en la batalla.
Detrás de varios reductos merodea en la sombra que esparce la Iglesia de San José, y el pino gigantesco. Y allí busca refugio momentáneo del estruendo de la guerra.
Es en ese momento que llega hasta allí un pelotón de soldados peruanos salvando un cañón ligero que reinstalan presurosos.
– ¡Dulces para todos!, de parte de la madre patria. Les sorprende con su voz, diciéndoles a continuación:
– Es gratis para todos los que luchan por el Perú, –y esboza un gesto que los hace sonreír.
13. Soldado Julio César Escobar
– ¿Qué haces aquí? –inquiere en pleno fragor el teniente Villalobos. –Este es un lugar peligroso para ti. ¿Dónde están tus papás?
– Mi mamá peleará si nosotros no sabemos defender al Perú.
– Y, ¿tu papá?
– Desde el cielo nos está viendo cómo nos portamos este día.
– ¿Tienes hermanos?
– Tres, que esperan que seamos valientes.
– Acaso, ¿tú también eres soldado? –se burló uno.
– ¡Sí! ¡Yo mismo soy! ¡Y me llamo soldado Julio César Escobar García! ¡Presente!
Otra vez les hace reír la mueca de rigidez que pone con el saludo, llevándose la mano hacia un imaginario kepí.
Pero ahora, trepado en lo alto del pino desacata la orden de su jefe el teniente:
– ¡Soldado Julio César Escobar! ¡Lo conmino a bajar y presentarse!
14. ¡Le dimos, teniente!
– ¡Mi teniente –dice desde arriba–, los chilenos han traído un cañón, jalado por mulas!
– Dinos la ubicación exacta.
– Está en dirección a esa planta de malvas. La distancia es el largo que tiene un estadio de fútbol.
– Lo están armando y apuntan hacia aquí. ¡Van a volar la iglesia!
– ¡Rápido, carguen!Vienen más chilenos hasta ese sitio.
– ¡Apunten! ¡Fuego!
– ¡No dio! Corrijan. Unos veinte metros más cerca y 15 a la izquierda.
– ¡Apúrense! ¡Van a disparar!
– ¡Apunten! ¡Fuego!
– ¡Le dimos, teniente! ¡Le dimos!
15. Han descubierto al vigía
– ¡Julio, ya bájate! ¡Tienen que pensar que hay un vigía en el árbol!
Justo en ese momento los chilenos hacen una descarga cerrada de toda la fusilería hacia lo largo del tronco del árbol.
– ¡Julio, no te muevas! ¡Escóndete detrás del tronco!
Permanece quieto pero sus brazos sobresalen del tallo y sus dos manos se entrelazan adelante para mantenerse sin caer.
Decenas de balas se incrustan en la corteza y otras pasan silbando por su costado.
Ahora es el blanco de los disparos. Han descubierto al vigía. ¿Cómo? Al explicarse cómo es que eran certeros los disparos del viejo cañón apostado muy cerca de la iglesia.
Una tercera descarga destroza sus brazos y esparce sus manos.
Su cuerpo se desprende y vuela por los aires.
16. Su cuerpo aún tibio
– ¡Dios! –se oye un rugir gutural de los solados peruanos.
El cuerpo de Julio César al principio parecía volar.
Al inicio parecía que iba a abrir las alas y remontarse por el cielo azul con su camisa blanca.
Pero su caída, en el último momento, ha sido vertical. Y ha caído al suelo con un golpe seco en la tierra apisonada.
Los soldados han corrido y se han inclinado hacia él, tratando de protegerlo con sus pechos, sus brazos y su aliento.
Ha abierto sus ojos y balbuceado:
– ¡Viva el Perú! –Y se ha doblegado, exánime.
– ¡Ha muerto!
– ¡Ha muerto un héroe de esta patria inmensa! –Dice el teniente con voz que más es un gemido.
Su cuerpo aún tibio ha sido recostado suavemente en el tronco del pino junto a su caja de lustrabotas.
17. El polvo de todos los caminos
No ha habido sollozos en la Defensa de Lima, salvo estos que emiten las gargantas de los duros artilleros.
– Envolvámoslo con la bandera del Perú. –Ordenó el teniente–. Lo enterraremos en la trinchera que hemos cavado para defender este suelo sagrado.
Alzan su cuerpo.
El oficial ha mandado hacer filas a ambos costados.
– ¡Artilleros! –ruge desenvainando su espada–. ¡Presenten...! ¡Armas!
Se han hecho sonar firmemente las palmas de las manos en las culatas de los fusiles.
Y se los sujetan al hombro con un áspero sonido del correaje alzando las frentes hacia el firmamento.
Lágrimas hirvientes surcan los rostros quebrados, donde se concentra el polvo de todos los caminos del mundo.
18. Este suelo ungido de gloria
– ¡Honor al héroe!
– ¡Honor y gloria! ¡Pundonor y coraje, que enfrenta y vence a la muerte! –gritan al unísono.
– ¡Este niño, hace unos momentos vivo, ahora yace sin aliento! ¡Que su sangre tierna y pura defendiendo este suelo bendito, sea la esperanza imperecedera en la patria! –expresa casi llorando el teniente.
– ¡Viva el Perú!
– ¡Viva!, –explosionan con voces broncas, trémulas y con el rostro contraído como un puño.
Traquetean más ametralladoras enemigas. Las bombas de los cañones caen y sepultan la iglesia de San Juan, pero los artilleros permanecen incólumes, sosteniendo el cuerpo del héroe.
Puesto en la trinchera, envuelto en la bandera roja y blanca del Perú, depositan al lado su caja de lustrabotas.
Y suavemente lo van cubriendo con la tierra de este suelo ungido de gloria por los Defensores de Lima.
19. Amor sublime
El pino de la iglesia de San José de la hacienda San Juan Grande del distrito de Surco, donde ocurrieron estos sucesos, recién sucumbió en enero del año 2001, con más de 300 años de existencia.
El Municipio del distrito de Surco ha restaurado la Iglesia de San José, declarada como Monumento Histórico de la Nación, por Resolución del Instituto Nacional de Cultura del año 1972, en honor al Niño Héroe Julio César Escobar García.
Varias conclusiones se extraen de estos acontecimientos.
Una de ellas, y la más importante, es que en circunstancias tan adversas como estas quedó probado el amor sublime y entrañable de los hijos nacidos en este suelo por su patria amada, el Perú.
Y una segunda es que no hacemos honor a quienes cayeron ocupándonos de los enemigos y sus perfidias, sino que a ellos hay dejarlos hundirse en su propia ignominia.
Que lo que importa es saber y agradecer el inmenso sacrificio de aquellos a quienes correspondió luchar en esa oportunidad por darnos honor, dignidad y ejemplos de vida.
20. Debemos estar alertas
Reflexionando además, que el Perú es un país pacífico, pero que vive amenazado. Y que debe prepararse.
Que con el ejemplo de todos quienes se inmolaron en aquella oportunidad debemos decirnos todo peruano:
Sé bueno. Sé correcto. No desperdicies recursos. Valora el tiempo. Sé eficaz.
Sé mejor estudiante. Sé mejor profesional. Sé mejor padre. Sé mejor ciudadano.
Decirnos: que la mejor manera de mantener la paz es prepararse para la guerra.
Que para los campos de batalla no hay que buscar necesariamente aliados sino construir nuestras propias fortalezas.
Que debemos estar alertas. Y cada día de nuestras vidas ser mejores en todo.
Que el Perú por su cultura es un país glorioso y sabio. Y que por nuestros esfuerzos y sacrificios el porvenir nos debe mil victorias.
Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente
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CALENDARIO DE EFEMÉRIDES
13 Y 15 DE ENERO
LA HEROICA DEFENSA DE LIMA
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
“EL NIÑO DEL PINO”, EN LA DEFENSA DE LIMA
Por Danilo Sánchez Lihón
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
“EL NIÑO DEL PINO”, EN LA DEFENSA DE LIMA
Por Danilo Sánchez Lihón
"Tenía camisa blanca y el corazón encendido"
Juan Gonzalo Rose
Juan Gonzalo Rose
1. Retumba el cañón
– ¡Julio! ¡No subas más! ¡Baja ya del árbol! ¡Es peligroso!
– Recién puedo ver desde dónde disparan.
– ¡Bájate, te digo!
– ¡Ahora sí, artilleros, afinen puntería! Del último disparo apunten veinte metros al fondo y diez a la derecha.
Luego de cavilar unos segundos el teniente Villalobos ordena a sus soldados:
– ¡Artilleros, obedezcan!
Pero con preocupación mira al niño que ya está en la parte delgada del tronco del árbol de pino, treinta metros hacia arriba.
– ¡Correcciones hechas! ¡A la orden!
– ¡Disparen! ¡Fuego!
Retumba el cañón, saliendo una llamarada de fuego. Zumbando en el aire la bomba explosiona haciendo temblar la tierra a lo lejos.
2. ¡Apunten rápido!
– ¡Le dimos! ¡Le dimos! –exclama exaltado Julio César Escobar.
Está trepado arriba, casi al final del árbol de pino que se yergue desde un costado de la Iglesia de San José, en la hacienda San Juan Grande de Surco.
Por aquí se extiende la línea de defensa alzada para detener la ofensiva del ejército chileno.
Ellos cuentan con 30 mil hombres armados con fusiles Conblain, ametralladoras Gatling, cien cañones Armstrong y Krupp extendidos en el campo.
Y cuarenta barcos de guerra que bombardean implacables desde las playas del litoral cubriendo la avanzada de sus tropas.
– ¡Julio! ¡Ahora ya baja!
Da espanto verlo columpiarse con el viento cerca a la punta de aquel viejo pino que se eleva aquí desde hace 200 años.
– ¡Siguen matando heridos! –Grita–. ¡Apunten rápido! Hay otra ametralladora disparando.
– ¿Nos indicas dónde se ubica?
3. Son las 9.30 de la mañana
– Está en dirección de esta veleta, la de aquí, detrás del muro.
– ¿Distancia?
– Está a la misma distancia del disparo anterior. ¡Cuidado! ¡Están barriendo peruanos!
– ¡Hagan lo que dice el niño! –ordena el teniente.
– ¡Correcciones a la orden, mi teniente!
– ¿Listos?
– ¡Fuego! –ordena Julio desde arriba.
– ¡Le dimos! ¡Otra vez le dimos! ¡Bravo! Volamos otra ametralladora.
– Ahora bájate. No vamos a disparar hasta que te bajes.
– ¡Siguen persiguiendo y matando heridos!
Son las 9.30 de la mañana y la batalla de San Juan y Miraflores en la Defensa de Lima, iniciada a las cuatro y treinta de la madrugada, arroja resultados adversos para la resistencia peruana.
4. Una mata de mastuerzo
Hasta este momento hay 4 mil hombres inmolados en la planicie. Otros luchan con valor titánico.
Se ha infligido muerte, hasta este momento, a 3,350 soldados que son las bajas en el ejército invasor.
La orden del ejército de Chile es: "No dejar cholos vivos en el campo de batalla".
Por lo cual la tropa hace el "repaso" con el corvo chileno, mutilando cuerpos aún vivos y degollando heridos.
También atravesándolos con la bayoneta calada y destrozándole el cráneo con la culata.
Dos mil voluntarios del Perú que han entrado a batalla se arrastran contusos por el suelo buscando refugio en un hoyo o en una acequia.
O bien debajo de una mata de mastuerzo o de yerba santa. O bien al pie de un huarango que crece silvestre en estos pantanos.
Son civiles que han reemplazado a las tropas regulares que sucumbieron en la defensa de Arica, en la batalla de San Francisco y en el Alto de la Alianza, libradas al sur del Perú.
Es el Ejército de Reserva, compuesto de hombres de sesenta años hasta niños de quince, o menos años.
5. ¡Carguen y disparen!
Julio César ha trepado al pino y grita a pulmón lleno:
– ¡Chilenos matan heridos!
– ¡Baja ya!
– ¡Uno alza sus manos y le hunden la bayoneta!
– ¿Desde ahí estás viendo todo eso?
– ¡Sí! ¡Hagan fuego, por favor! A otro se acercan con cuchillos. Le cortan el cuello. También matan a la mujer que le suplica. Ahora se retuerce a su lado.
– ¡Baja! ¡Te van a ver!
– ¡Otra ametralladora está disparando! ¡Pronto! ¡Carguen y disparen!
Es el rastreo de la división Chacabuco comandada por Ignacio Carrera Pinto que barre el campo dando resguardo a la tropa de avanzada. Son ellos que ultiman a los caídos y a las mujeres que los acompañan sin armas en su lucha.
– Dinos Julio la posición exacta de la ametralladora.
– ¡En dirección de la veleta! Distancia tres cuadras. Como del jirón de la Unión a la avenida Santa Rosa. ¡Disparen! ¡Por Dios, disparen!
6. Con orgullo y altivez
Julio César Escobar aún lleva consigo hoy, día 12 de enero de 1881, su caja de escobillas y pomadas que ha dejado al pie del árbol de pino, implementos con los cuales temprano ha lustrado los zapatos de los empleados que trabajan en el centro de Lima.
Las campanas de todas las iglesias han empezado a atronar con sus dobles y repiques anunciando el inminente ataque chileno.
Él desde la explanada exterior del Colegio Nuestra Señora de Guadalupe ve salir el último contingente del Batallón de Reservistas Nº 4. bajo el comando del coronel Ramón Ribeyro y compuesto por niños y jóvenes apenas mayores de 13 años, estudiantes de aquel plantel escolar.
Julio César aspira a estudiar en ese colegio; quizá por eso siente una emoción profunda al verlos abordar el tren blindado que los lleva rumbo al frente de guerra, en dirección de Chorrillos.
Pero antes se despiden de sus madres, hermanas y novias (sus padres están en el frente), con una mezcla de valor y honda tristeza, con orgullo y altivez. Muchos de ellos, la mayoría, no regresarán mañana ni nunca.
7. Pero, puedo luchar
Todos marchan a defender la ciudad de Lima, como un deber sacrosanto. Y no hay persona que no se sienta conmovida.
Trescientos estudiantes del Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe, vistiendo su traje azul de reservistas, conforman este último contingente. Se los ve nobles y puros.
El pecho de Julio César al verlos partir a los sones marciales de la banda de músicos, y bajo el flamear de las banderas y estandartes que se agitan, se hincha e inflama de emoción queriendo estallar.
Y acaba de presenciar algo que lo ha emocionado. Es un señor portando una bandera y que pugna por subir a uno de los vagones:
– ¿Este tren va al frente de guerra?
– Sí señor, pero usted no puede ir. Usted es ciego.
– Pero, puedo luchar. No puedo ver, pero sí puedo golpear.
Y no han podido bajarlo. Al final ha sido tal su decisión que todos conmovidos lo han apoyado y llevado consigo a las trincheras.
– ¡Julio César! –Se dice el niño asimismo–. ¡Decídete!
8. El ambiente es tenso
Hoy 13 de enero como siempre se levantó muy temprano. De cinco a siete ha corrido por la zona de Breña y Jesús María voceando: "El Comercio, con las últimas noticias" "El Nacional, con notas de actualidad" "El Peruano, diario oficial, con primicias".
Además de ser lustrabotas muy de madrugada vende periódicos.
De siete a nueve de hoy ha estado con su caja de lustrar zapatos en la Plaza de la Recoleta, en donde solo empleados de avanzada edad se apuran antes de ingresar a sus oficinas.
El ambiente es tenso. Nadie quiere hablar.
A partir de las 9 ha vendido golosinas hasta las 12 del día en que ha retornado a su casa. Ayuda a su madre.
Hoy ella cocina, por eso está contento. No hay comida más rica que la que adereza su madre. Pero, con frecuencia ella realiza algún trabajo en la casa de alguna señora.
En ese caso él prepara los alimentos y cuida de sus hermanos: Lucía de 9 años, Carlos de 7 y Beatriz de cinco. Su padre murió hace un año en el Hospital de San Bartolomé.
9. Y, ¿por qué, mamá?
Julio no está tranquilo, permanece inquieto desde el momento en que ayer vio despedirse al contingente del Batallón de Reservistas Nº 4 rumbo a las líneas de defensa.
Ayer se anunciaba que los invasores ya habían tomaron posición de asalto frente a las trincheras peruanas. Hubo muchos más que ayer se enrolaron para defender la capital.
Hoy día las noticias son mucho más preocupantes.
– Mamá, –le dice– tú ¿cómo defiendes al Perú?
– Hay diversas maneras de defender nuestra patria. –Responde ella. Y, poniendo las ollas con fuerza, como si luchara con alguien, prosigue–. ¡Y hay que defenderla con el alma!
– Y, ¿por qué, mamá?
– ¿Por qué? ¡Porque cómo vamos a permitir que vengan a asaltarla! ¿De quién es esta tierra? ¿Acaso es de ellos? ¿Por qué la invaden? ¿Por qué matan? ¿Es tanta la codicia? ¡Es tan infame ese deseo de rapiña!
10. La gracia de vivir
– ¿Y qué harás, mamá?
– ¡Yo misma saldré a defenderla, de alguna manera!
Julio César tiene grandes ojos negros y vivaces. Es tierno. Adora a su madre, a sus hermanas y su pequeño hermanito.
Por ellas y por él trabaja y hasta daría la vida.
Sus clientes lo quieren por esa dedicación, por el encanto, la alegría y la gracia que posee para vivir.
Como ahora que le dicen, poniendo su zapato en la madera en forma de pie, que tiene clavada sobre su caja:
– Julio. ¡Lustrada al espejo!
– ¿Espejo de vidrio? ¿Espejo de agua? ¿O espejo del alma?
11. A su modo y en el alma
– ¿Qué cuesta el último? ¿El espejo del Alma?
– Nada. ¡Porque el alma no se vende y ahora se lo ofrenda a la patria! –Y sonríe.
Entonces se inclina, echa su aliento al zapato y le saca frenético un brillo fulgurante.
Cuando se agacha se avista su nuca delgada y sufrida. Y su pelo tupido.
– Mamá. ¿Y la gente que pierde a sus seres queridos?
– No se pierde hijo, sino que se gana. Se gana cuando la vida defiende a la vida. ¿Acaso hemos perdido a tu padre? ¡Ves cómo él nos guía! ¡Y nos acompaña siempre!
En ese mismo instante, a su modo y en el alma, Julio César se ha alistado como soldado en las filas del ejército peruano. Le ha dicho a su madre:
– Si no regreso, mamá, no te preocupes.
12. El estruendo de la guerra
Su madre lo ha mirado con sus ojos llorosos. Y ha tenido la fascinación de reconocer en su hijo a su esposo.
Y lo ha visto convertido en todo un hombre.
Julio sigue primero la vía del tren hacia Chorrillos. Luego el sendero que toman algunos voluntarios, quienes buscan por su propia cuenta un lugar en la batalla.
Detrás de varios reductos merodea en la sombra que esparce la Iglesia de San José, y el pino gigantesco. Y allí busca refugio momentáneo del estruendo de la guerra.
Es en ese momento que llega hasta allí un pelotón de soldados peruanos salvando un cañón ligero que reinstalan presurosos.
– ¡Dulces para todos!, de parte de la madre patria. Les sorprende con su voz, diciéndoles a continuación:
– Es gratis para todos los que luchan por el Perú, –y esboza un gesto que los hace sonreír.
13. Soldado Julio César Escobar
– ¿Qué haces aquí? –inquiere en pleno fragor el teniente Villalobos. –Este es un lugar peligroso para ti. ¿Dónde están tus papás?
– Mi mamá peleará si nosotros no sabemos defender al Perú.
– Y, ¿tu papá?
– Desde el cielo nos está viendo cómo nos portamos este día.
– ¿Tienes hermanos?
– Tres, que esperan que seamos valientes.
– Acaso, ¿tú también eres soldado? –se burló uno.
– ¡Sí! ¡Yo mismo soy! ¡Y me llamo soldado Julio César Escobar García! ¡Presente!
Otra vez les hace reír la mueca de rigidez que pone con el saludo, llevándose la mano hacia un imaginario kepí.
Pero ahora, trepado en lo alto del pino desacata la orden de su jefe el teniente:
– ¡Soldado Julio César Escobar! ¡Lo conmino a bajar y presentarse!
14. ¡Le dimos, teniente!
– ¡Mi teniente –dice desde arriba–, los chilenos han traído un cañón, jalado por mulas!
– Dinos la ubicación exacta.
– Está en dirección a esa planta de malvas. La distancia es el largo que tiene un estadio de fútbol.
– Lo están armando y apuntan hacia aquí. ¡Van a volar la iglesia!
– ¡Rápido, carguen!Vienen más chilenos hasta ese sitio.
– ¡Apunten! ¡Fuego!
– ¡No dio! Corrijan. Unos veinte metros más cerca y 15 a la izquierda.
– ¡Apúrense! ¡Van a disparar!
– ¡Apunten! ¡Fuego!
– ¡Le dimos, teniente! ¡Le dimos!
15. Han descubierto al vigía
– ¡Julio, ya bájate! ¡Tienen que pensar que hay un vigía en el árbol!
Justo en ese momento los chilenos hacen una descarga cerrada de toda la fusilería hacia lo largo del tronco del árbol.
– ¡Julio, no te muevas! ¡Escóndete detrás del tronco!
Permanece quieto pero sus brazos sobresalen del tallo y sus dos manos se entrelazan adelante para mantenerse sin caer.
Decenas de balas se incrustan en la corteza y otras pasan silbando por su costado.
Ahora es el blanco de los disparos. Han descubierto al vigía. ¿Cómo? Al explicarse cómo es que eran certeros los disparos del viejo cañón apostado muy cerca de la iglesia.
Una tercera descarga destroza sus brazos y esparce sus manos.
Su cuerpo se desprende y vuela por los aires.
16. Su cuerpo aún tibio
– ¡Dios! –se oye un rugir gutural de los solados peruanos.
El cuerpo de Julio César al principio parecía volar.
Al inicio parecía que iba a abrir las alas y remontarse por el cielo azul con su camisa blanca.
Pero su caída, en el último momento, ha sido vertical. Y ha caído al suelo con un golpe seco en la tierra apisonada.
Los soldados han corrido y se han inclinado hacia él, tratando de protegerlo con sus pechos, sus brazos y su aliento.
Ha abierto sus ojos y balbuceado:
– ¡Viva el Perú! –Y se ha doblegado, exánime.
– ¡Ha muerto!
– ¡Ha muerto un héroe de esta patria inmensa! –Dice el teniente con voz que más es un gemido.
Su cuerpo aún tibio ha sido recostado suavemente en el tronco del pino junto a su caja de lustrabotas.
17. El polvo de todos los caminos
No ha habido sollozos en la Defensa de Lima, salvo estos que emiten las gargantas de los duros artilleros.
– Envolvámoslo con la bandera del Perú. –Ordenó el teniente–. Lo enterraremos en la trinchera que hemos cavado para defender este suelo sagrado.
Alzan su cuerpo.
El oficial ha mandado hacer filas a ambos costados.
– ¡Artilleros! –ruge desenvainando su espada–. ¡Presenten...! ¡Armas!
Se han hecho sonar firmemente las palmas de las manos en las culatas de los fusiles.
Y se los sujetan al hombro con un áspero sonido del correaje alzando las frentes hacia el firmamento.
Lágrimas hirvientes surcan los rostros quebrados, donde se concentra el polvo de todos los caminos del mundo.
18. Este suelo ungido de gloria
– ¡Honor al héroe!
– ¡Honor y gloria! ¡Pundonor y coraje, que enfrenta y vence a la muerte! –gritan al unísono.
– ¡Este niño, hace unos momentos vivo, ahora yace sin aliento! ¡Que su sangre tierna y pura defendiendo este suelo bendito, sea la esperanza imperecedera en la patria! –expresa casi llorando el teniente.
– ¡Viva el Perú!
– ¡Viva!, –explosionan con voces broncas, trémulas y con el rostro contraído como un puño.
Traquetean más ametralladoras enemigas. Las bombas de los cañones caen y sepultan la iglesia de San Juan, pero los artilleros permanecen incólumes, sosteniendo el cuerpo del héroe.
Puesto en la trinchera, envuelto en la bandera roja y blanca del Perú, depositan al lado su caja de lustrabotas.
Y suavemente lo van cubriendo con la tierra de este suelo ungido de gloria por los Defensores de Lima.
19. Amor sublime
El pino de la iglesia de San José de la hacienda San Juan Grande del distrito de Surco, donde ocurrieron estos sucesos, recién sucumbió en enero del año 2001, con más de 300 años de existencia.
El Municipio del distrito de Surco ha restaurado la Iglesia de San José, declarada como Monumento Histórico de la Nación, por Resolución del Instituto Nacional de Cultura del año 1972, en honor al Niño Héroe Julio César Escobar García.
Varias conclusiones se extraen de estos acontecimientos.
Una de ellas, y la más importante, es que en circunstancias tan adversas como estas quedó probado el amor sublime y entrañable de los hijos nacidos en este suelo por su patria amada, el Perú.
Y una segunda es que no hacemos honor a quienes cayeron ocupándonos de los enemigos y sus perfidias, sino que a ellos hay dejarlos hundirse en su propia ignominia.
Que lo que importa es saber y agradecer el inmenso sacrificio de aquellos a quienes correspondió luchar en esa oportunidad por darnos honor, dignidad y ejemplos de vida.
20. Debemos estar alertas
Reflexionando además, que el Perú es un país pacífico, pero que vive amenazado. Y que debe prepararse.
Que con el ejemplo de todos quienes se inmolaron en aquella oportunidad debemos decirnos todo peruano:
Sé bueno. Sé correcto. No desperdicies recursos. Valora el tiempo. Sé eficaz.
Sé mejor estudiante. Sé mejor profesional. Sé mejor padre. Sé mejor ciudadano.
Decirnos: que la mejor manera de mantener la paz es prepararse para la guerra.
Que para los campos de batalla no hay que buscar necesariamente aliados sino construir nuestras propias fortalezas.
Que debemos estar alertas. Y cada día de nuestras vidas ser mejores en todo.
Que el Perú por su cultura es un país glorioso y sabio. Y que por nuestros esfuerzos y sacrificios el porvenir nos debe mil victorias.
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