Construcción y forja de la utopía andina
AÑO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
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José María Arguedas - Imagen: Nalo A.B
SEPTIEMBRE:
MES DE LA PRIMAVERA, DE LOS DERECHOS CÍVICOS
DE LA MUJER, EL NIÑO Y LA FAMILIA
SÁBADOS 7 PM. AULA CAPULÍ:
Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 3 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República
CONFERENCIAS Y SIMPOSIOS SOBRE CULTURA ANDINA
PRÓXIMAS ACTIVIDADES:
SÁBADO 17 DE SEPTIEMBRE
Programa:
SÁBADO 24 DE SEPTIEMBRE
VIERNES 30 DE SEPTIEMBRE
SÁBADO 15 DE OCTUBRE
Se agradece su gentil asistencia
HOMENAJE Y CELEBRACIÓN
LOS 80 AÑOS LEGENDARIOS DE GENARO LEDESMA
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
LA SIN PAR E INIGUALADA VIDA DE GENARO LEDESMA
Por Danilo Sánchez Lihón
El legendario líder popular y conductor de masas Genaro Ledesma Izquieta, cumple años el 19 de septiembre. El día de ayer, jueves 15, se le hizo un gran homenaje popular, y el día de hoy sus amigos están invitados a servirse una pachamanca en su casa amenizada con bandas de músicos venidas de Cerro de Pasco, Huancayo y Huancavelica. He aquí mi adhesión y mi homenaje a sus 80 años bien vividos, gozados y sufridos.
1.
Genaro Ledesma nació en Cajamarca, y más precisamente en el distrito de Cajabamba. Y más específicamente en el barrio de Santa Ana, apacible, florido, lleno de huertos y árboles frondosos.
Tal comarca está situada en el lado oeste de la ciudad, y más precisamente en una casa amplia, soledosa, bajo la sombra de un árbol inmenso, en donde vino al mundo el 19 de setiembre de 1931.
Cajabamba, antes del Gobierno Reconstructor de Don Ramón Castilla, era Distrito de Huamachuco, lugar donde se inicia el pródigo y encantador valle de Condebamba, sólo comparable en belleza y feracidad al Valle Sagrado de los Incas, bañado por el río Urubamba, en el Cuzco.
Quienes conocen y han vivido en Cajabamba saben que el apellido Ledesma no existe en esa villa del Señor; es patronímico extraño al lugar, sin raíces, ni tronco ni ramas en esos lares transidos, ora apacibles, ora anubarrados.
2.
Claro, eso era antes, porque hoy día sí tiene su flor y su nata muy intensa ese apellido en Cajabamba, justamente a partir de Genaro que es célebre en su pueblo como en todo el Perú, y en muchos otros lugares del mundo.
Pero Ledesma como apellido propio del lugar en Cajabamba, era raro. Y cuando prendió fue una matita trasplantada, tanto es así que de niño sus compañeros de estudios se burlaban al pronunciarlo, y no tenía parientes con quién jugar.
Pero entonces, ¿cómo es que llegó un Ledesma a ese lejano y recóndito paraje? Para entenderlo haré un breve esbozo, y lo hago hechizado de encontrar una vida legendaria en sus ancestros y de cómo repercute nuestra infancia en nuestra vida y obra posterior.
Intentaré, por eso, presentar y anotar algunos rasgos que considero interesantes. En tal sentido y propósito, la historia que venimos contando es como sigue a continuación:
3.
El abuelo de Genaro, llamado Pablo, cuando vio a su patria atropellada y ofendida por las hordas chilenas que masacraban, incendiaban y destruían poblaciones, tomó una decisión:
Buscó y se enroló, en el Valle del Mantaro, al ejército de montoneros, descalzos y harapientos del coronel vencedor en la gesta de Tarapacá, don Andrés Avelino Cáceres, quien defendía el honor y la dignidad de la extenuada y agonizante República.
Era Pablo Ledesma un soldado recio y animoso, en ese contingente de héroes, aunque con facha de mendigos, que reclutó el Brujo de los Andes.
Era él un mozo que reía y cantaba huaynos y mulizas dando coraje a la gente sufrida en las noches en que la luna se perfilaba por los cerros y arreciaba la melancolía. Y quien desde la mañana del 10 de agosto de 1883, en que las cornetas anunciaron el inicio de la batalla decisiva que se libró en Huamachuco en las faldas del cerro Sasón, luchó como un león o un puma andino.
4.
Y lo hizo hasta entrado el atardecer, animando a los patriotas que ya tenían ganada la batalla y se había arrinconado a los atilas arriba en la cumbre del cerro en donde se parapetaron en unas ruinas incaicas, y en la hondonada de la llanura de Purubamba.
Pero, debido a la desgracia de la falta de municiones y al no tener bayonetas para batirse cuerpo a cuerpo, la tropa peruana tuvo que retroceder, enfrentarse con palos y piedras, para finalmente, al ver que uno y otro hombre caían en esa lucha desigual, terminaran huyendo.
Murieron en esa batalla 500 chilenos y 700 peruanos en el campo de batalla, pero la proporción mayor de las pérdida nuestras ocurrió al final por el “repaso” que hicieron las huestes invasoras, matando a los heridos.
Pablo Ledesma descendió de noche, y a oscuras, por el valle de Condebamba hasta caer agotado al atardecer del otro día, tras el muro de un huerto en las afueras del pueblo de Cajabamba en el barrio de Santa Ana.
5.
En ese mismo lugar años después se escuchó el llanto fuerte de un niño que nacía y al que bautizaron con el nombre de Genaro. Aquel guerrero con el uniforme hecho pedazos en la tarde de julio del año 1883, fue socorrido entonces por una humilde mujer que arriesgó su vida en ocultarlo y luego defenderlo. Y esto hasta el borde del martirio, con el fin de hacerlo sobrevivir, pese a sus graves heridas. Curó sus lesiones al soldado, lo alimentó gota a gota y dándole de comer y beber en la boca, como a un recién nacido. Y tiempo después le ofrendó sus entrañas para que de ella y él nacieran tres hijos.
Uno de esos vástagos fue el padre del personaje que ahora celebramos y autor de obras señeras como Dos mil años de viaje del Señor de Sipán, novela que tuve el honor de premiar al ser Miembro del Jurado Calificador que seleccionó este libro para obtener el Premio Nacional de Educación Horacio que otorga la Derrama Magisterial. Obra esta visionaria y excepcional que al igual que la vida de su autor es la travesía a través de mil peripecias del túmulo del Señor de Sipán, que ha viajado desde tiempos remotos hacia la luz que hoy fulgura sobre su urna, tal y como fulgura la vida de Genaro Ledesma Izquieta.
6.
Cuando dos días después llegó una guarnición chilena a Cajabamba y logró extraer a la gente, mediante extorsión, tortura y suplicio, la información acerca de dónde se escondía ese león.
Aquel combatiente que les había causado tanta merma y tantas bajas en sus filas, pudieron identificar la casa en las afueras del barrio de Santa Ana.
Pero no pudieron encontrar a las personas que horas antes la habían abandonado. Aún así, enviaron inmediatamente al lugar a un pelotón de fusilamiento con la orden de matar a dos cuadras a la redonda.
Tampoco encontraron a nadie, pues eran conocidos y ya estaban prevenidos de esta clase de masacres y atropellos. Todo el contorno había quedado vacío.
Al no encontrar al herido, ni a seres humanos visibles, entonces prendieron fuego y destrozaron todo lo que estaba en pie, bajo su fusilería.
7.
Entre los objetos de la infancia que Genaro recuerda y evoca está el baúl quemado hasta la mitad y el espaldar de una cama con las huellas del incendio y la barbarie de la tropa chilena.
Huellas que para nosotros son cicatrices honrosas que enaltecen la gesta que libraron nuestras gentes humildes que siempre supieron defender su bandera y su suelo.
Rememora también nuestro autor, la bayoneta que su abuelo arrancara a un soldado chileno a quien diera muerte, y con la cual se abrió paso en la batalla y con la cual llegó a Cajabamba.
Con ella Genaro ha jugado a vencer enemigos pero también con ella ha cavado pozos y utilizado para cortar las calabazas y luego vaciar la pulpa para hacer esa rica mazamorra de chiclayo en los fogones de su casa de infancia.
Yo creo que, en esta gesta de su abuelo, está la raíz de la trayectoria tan consecuente que caracteriza la actuación política, social y cultural de Genaro, inquebrantable hasta ser ejemplo y paradigma de consecuencia en nuestros días.
8.
Pablo Ledesma, el soldado, después de vivir algunos años en Cajabamba, añorando su terruño, un día ató sus bártulos e inició el camino de regreso, rumbo al Valle del Mantaro.
Pero hay recodos que tienden celadas:
Se empleó de bracero en la Hacienda Chiquitoy en Trujillo, para reunir provisiones y seguir su viaje de retorno, pero la muerte lo sorprendió en ese lugar.
Y, entre gaviotas extasiadas, ululantes cañas de azúcar y ensimismadas rosas silvestres, descansan sepultados sus huesos para siempre en aquel lugar que forma parte del valle de Chicama.
Genaro, que estudió en la Universidad Nacional de Trujillo, y fue Alcalde en Cerro de Pasco.
Creo que en el fondo ha seguido el espejismo de Pablo Ledesma, su abuelo guerrillero.
9.
Sus pasos han seguido el rastro y la gesta de aquel que se enroló en las huestes sobrehumanas de labriegos, mineros, músicos y artesanos, que levantaron en alto su bandera y se enrolaron al contingente de utopía y pundonor de Andrés Avelino Cáceres.
De aquel ayacuchano alucinado que olvidándose del castellano decía sus proclamas en lengua quechua a sus batallones desarrapados, que por único abrigo tenían el carbón encendido que era la sangre de sus corazones ardiendo al rojo vivo en aras de la defensa de la dignidad del Perú.
– ¡A como fuere!
Era su expresión, que en lengua quechua era:
– ¡Chaynam! ¡Chaynam!
Era su expresión de aliento en los días aciagos en que hollaron nuestra tierra las hordas bestiales que aplicaron en todas las batallas el asesinato de los heridos, hecho que solo las hienas y los perros de presa son capaces de aplicar cuando se los prepara para ser crueles e implacables.
10.
Y es también quizá por eso que Genaro tiene tanta simpatía por la región comunera de la sierra central, como si se tratase de un retorno a sus orígenes.
En donde ha tenido, por lo demás, el éxito en la realización de su destino como alcalde popular.
Y como líder y movilizador de masas.
Donde nació, creció y venció políticamente, tanto que la mayoría de personas y hasta en los libros de texto se dice que él es de Cerro de Pasco, o más entrañablemente, cerropasquino.
Y es que al final, en nuestro destino, juegan no sólo los seres que fuimos ayer, sino los seres que somos ahora.
Y los seres que seremos mañana, que dan por resultado una síntesis de nuestros pasos que no por simple deja de ser asombrosa.
11.
El padre de Genaro, llamado Pedro Ledesma Valdivia, heredó la energía y el arrojo de su progenitor, como cabía suponerlo y esperarlo siendo materia viva de un volcán, runa de roca y de fuego.
Porque eso se requería ser para formar parte de la tropa macilenta pero fervorosa del taita Cáceres; así como heredó la adoración, el sentimiento piadoso y el sacrificio de la mujer que lo escondió hasta en el fondo de sus latidos.
Pedro Ledesma Valdivia creo que por eso se hizo herrero de yunque y de fragua. Y explicaré por qué digo esto:
Porque ¿recuerdan que en la batalla de Huamachuco lo que faltó en nuestro ejército fueron espadas y bayonetas?
¡No las teníamos!, y para luchar había que arrebatarlas primero al enemigo.
12.
Disponíamos de un número limitado de fusiles, casi insignificante frente a los que disponía el adversario, pero no contábamos con bayonetas.
Y cuando se acabaron las municiones, el combate de nuestra parte tuvimos que hacerlo con piedras y con herramientas de labranza, mientras que los chilenos usaron armas contundentes.
Tan es así que el batallón de mi pueblo, “Libres de Santiago de Chuco”, que en esa gesta marchó al frente con ojotas y calzones de bayeta, al mando de un hombre de leyenda llamado Santiago Calderón, al confluir con el Ejército de Cáceres en el lugar llamado Tres Ríos, se anota en el diario de campaña que estaban armados con picos y palas.
Porque, ¿dónde iban a conseguir armas hechas en las fábricas? Marchaban a poner su pecho y a derramar su sangre sólo por sentimiento, dignidad y coraje.
13.
De allí que Don Pablo alentó a su hijo, Pedro Ledesma, el padre de Genaro, a ser herrero y a fabricar herramientas, porque tenía la alucinación y el impulso febril de que lo que faltó en la Batalla de Huamachuco.
Y ello fue armas punzocortantes, exorcizando este hecho al urgir a su hijo a sacarle punta a las herramientas exigiendo, delirante y fascinado, que se hicieran muy filudas y muy fulgurantes.
¿No hay un sentido profundo, en todo esto, vinculado con la vida y la lucha que después ha sostenido y sostiene Genaro Ledesma, el nieto, en nuestro convulsionado e irredento Perú?
La gente gustaba de llamar al herrero “el maestro Pedro”, con mucho cariño y respeto, porque era persona de gran señorío, forjado en el yunque de su propio esfuerzo, laborioso y cortado a pico, o a bisel como se dice, sin dobleces ni tachaduras.
14.
Era de una sola pieza, implacable para hacer cumplir lo que se debe, pero en el fondo tierno como una paloma.
Temperamento que era herencia de su madre, con lo cual se completan los elementos para forjar el escudo de armas que tiene Genaro Ledesma en el fondo del alma.
Ardía pues en la casa de infancia de nuestro personaje, siempre la fragua que avivaba otro ser para él querido: ¿quién creen ustedes que era?
Su madre, moviendo para ello una palanca que se alza y baja, accionando un fuelle de cuero que al inflarse sopla luego su aire sobre las brazas de carbón.
Estas espolvoreaban un castillo de luces chispeantes que revientan a veces en la cara del niño extasiado, como él fue.
Frente a esa explosión y estallido de la candela él trazaba la parábola de su destino posterior a favor de los desheredados de la tierra.
15.
Allí, al lado de toda su familia, el maestro Pedro, con el martillo en una mano y en la otra la herramienta que aguzaba, hecha un rubí o una gota borboteante de sangre, al arder al rojo vivo por la incandescencia del fuego, forjaba cuchillos en punta.
Para ello golpeaba sudoroso en el yunque, cubierto de un delantal que era un cuero íntegro de toro que le caía desde los hombros hasta los pies.
¿No es esto lo que después hizo el hijo, política, social y culturalmente, niño obsedido por el espectáculo del chisporroteo de las brazas como por el filo rojizo de la herramienta y el golpe del martillo en el yunque?
Para mí está muy claro y está muy nítido que fue en esas horas de la infancia cuando recogió la inspiración de lo que sería después su desenvolvimiento, esto es de guía de pueblos y de artista incandescente.
16.
Allí, jugando en el suelo de piedras del corredor de su casa aprendió a trabajar sin sosiego y sin tomar en cuenta de si eran sábados o domingos.
Porque la obra de herrería es indetenible, sobre todo en los días festivos en que los labriegos se dan un tiempo para reparar sus picos, palanas y barretas.
O cuando el jinete insomne llega a cualquier hora del día, incluida la noche, a reparar la herradura de su caballo que cuelga despedazada por lo abrupto del camino.
He allí la inspiración del trabajo incesante y laborioso de Genaro, sin horario ni descanso, ya en el campo de la literatura y la política, que está muy ligado al escenario del yunque y la fragua, el hogar y el camino, el martillo y el cielo infinito y, sobre todo, al escenario del pueblo que gozó y sufrió de niño.
Porque no solo ingresaban a su casa las herramientas para forjarlas de nuevo, sino que llegaba principalmente una avalancha de vida.
17.
En primer lugar, los campesinos pagaban la obra con productos del campo: habas, trigo, maíz, alverjas, choclos, y contaban sus penas como sus alegrías.
O bien pagaban la obra con animalitos.
Fue así cómo llegó un día el primero de los “chumbeques” de Genaro, que es el nombre de un perrito de su infancia.
Le gustaba pararse en dos patas, corretear y ladrar a los pájaros en la huerta, y que fue su compañero inseparable en todos sus juegos.
El “chumbeque” de su infancia también se replica años después, ustedes lo recordarán, en otro perro de Genaro que se enfrentó solo a la policía más cavernaria y ferozmente armada de Morales Bermúdez.
Ocurrió cuando se tuvo que reprimir la emergencia popular a sangre y fuego, deteniendo, encarcelando y después desterrando a Genaro Ledesma.
18.
Pero volviendo a aquellos años de Cajabamba, los campesinos también pagaban con huevos de perdices o de gallina, con leña, o con hierbas del campo y hasta con frutas.
O, cuando no tenían cómo, lo hacían con la ternura de su lenguaje, con su modo de hablar y reír, con su sabiduría popular, su valor y su coraje para enfrentar la vida.
Remontada a aquellas épocas creo yo que tiene inspiración el ideario político, social y artístico de Genaro, en ese haber abierto desde chico sus oídos, sus ojos y sus brazos, al mundo humilde pero valioso de los campesinos de su pueblo.
Es en ese mundo de herramientas y de gente sencilla que tiene inspiración su ideario y su lucha posterior; en el sentido de haber gozado del hechizo del brillo de una lampa o de un arado.
Que se le ha quedado en la retina y en algún pliegue oculto del alma y que late en la devoción y el fervor que siente por el destino del Perú y la causa del hombre.
19.
Ahora bien, ¿cómo era la casa de infancia de Genaro? Él me lo ha contado y yo trato de evocarla:
Un corredor largo que se inicia desde un portón, donde está instalada la fragua. Más allá hay una huerta con árboles frutales, donde se erige una higuera, plantas de durazno, un capulí y un sauco.
Es a este sauco a donde vienen los zorzales, porque sus racimos dan una fruta dulce que es la delicia de esas aves cuyo canto es hermoso y profundo, tanto que su trino se escucha en toda la comarca, se expande en la hondonada como sube hacia lo alto de los cerros.
Y es su madre quien lo enseña a escuchar atentamente el canto de los zorzales, cuando dicen:
“¡Va a llover!” ¡Va a llover!”
Y, pocos minutos después, efectivamente, empiezan a caer las gotas de lluvia, primero espaciadas y después con la fuerza de una tempestad.
20.
Y luego que cesa la lluvia su canto de alegría o de júbilo que dice “¡Vive Dios! ¡Vive Dios!”
Así sucede la vida fuerte y hasta ruda, pero a la vez dulce y tierna, de suyo feliz.
Hasta un anochecer de agosto del año 1939 en que sopla un viento huracanado y luego se escucha un ruido de espanto, un golpe seco y estremecedor.
Pronto sucede un silencio de muerte, que ha despertando adultos y niños pero bajo una ruma de adobes, piedras y escombros que casi los tienen sepultados, en plena oscuridad, a las tres de la madrugada de ese día.
¿Qué ha sucedido? ¿Un sismo, un terremoto, un cataclismo? No. Ocurre que el inmenso árbol de eucalipto tutelar se ha desgajado de sus raíces con el fuerte viento.
Y se ha caído partiendo la casa por la mitad, haciendo añicos cuartos y corredores y desmoronando además las casas de algunos vecinos.
21.
Desde esa hora, tres de la madrugada, y hasta que ha podido destrozar el recio tronco, su padre ha luchado con el hacha en las manos, como Pablo Ledesma en la batalla de Huamachuco.
Enfebrecido, golpeando exasperado el tallo y las ramas que ha ido destrozando en lucha titánica, por vergüenza también ante el reclamo de la gente de los alrededores que han visto destruidas sus viviendas, habiéndose quedado a la intemperie y en el desamparo.
¿No está aquí el germen del afán posterior de Genaro de hacer casas para toda la gente humilde en nuestro transido y aquejado Perú?
El padre, del arrebato de las primeras horas ha pasado a la palidez absoluta ya al mediodía. No ha comido ni bebido ni mañana, ni tarde ni noche.
Al amanecer del día siguiente, en que la gente le ruega que descanse aún sigue enfurecido.
22.
Lucha así temiendo quizá el grito de Huamachuco de que se acabaron las municiones.
Para la noche del tercer día siente escalofríos. ¡Algo se le rompió en el alma aquella madrugada de la ventisca!
Como para nosotros algo o todo se rompió en el atardecer del 10 de agosto de 1883 en que de estar ganando la batalla en Huamachuco.
Y al volver los ojos, como si sobre el hombro nos llamara una palmada, tuvimos que reconocer al frente el borde del abismo que se abría ¡y empezó la estampida!
Al siguiente día el padre, el herrero y el soldado también en el centro de su espíritu ya está postrado.
Y se apaga entonces por primera vez la fragua al fondo del portón de entrada de la casa, lo cual ha sido y constituye un signo fatal.
23.
Ya sin poder levantarse de su lecho de enfermo, un día don Pedro llamó a su esposa y a sus hijos y les habló con voz calma y serena, que iba a morir.
Mientras ellos lloraban y protestaban les dijo de cómo tenían que organizarse, del cuidado y la devoción que tenían que tener a la madre.
Y, sobre todo, de la unidad que tenía que reinar entre hermanos, diciéndoles que si uno gana un grano de maíz, y los otros dos no, que por alguna razón no habían podido lograrlo, ése grano de maíz tenía que dividirse entre tres.
Les habló con qué ropa debían amortajarlo. De las velas que tenían que comprar, cómo y dónde conseguir dinero para afrontar los gastos del entierro.
Resondró a los hijos por llorar, les habló de cuándo y cómo es fecunda la pena, diciéndoles que morir es un paso inevitable, que el hombre tiene que tener dignidad hasta en la postura de morir.
24.
¡Y cómo uno debe permanecer digno hasta en la tumba!
Hace llamar entonces a su compadre, entregándole las tablas de las cuales le rogó que le hiciera su cajón mortuorio.
Al principio el compadre, conmovido, se negó; diciéndole con lágrimas en los ojos que cómo piensa compadre en esas cosas, pero más pudo el respeto y la autoridad que él imponía.
A los tres días de toda esa “planificación” murió, tajante y sin tacha, el “maestro Pedro”.
Conocer después la vida de organizador de grandes multitudes, de conductor de pueblos, de alcalde de una región cósmica e indomable, como es Cerro de Pasco, la vida de parlamentario fogoso e insomne de Genaro Ledesma, es encontrar las raíces en aquel lecho de enfermo de su padre.
Las raíces del orden del mundo que años después el hijo impone, sólo es posible cuando se tiene un ancestro que hasta le puso tareas, en las cuales debía trabajar– a la misma muerte.
25.
Pero horas antes de su deceso se despertó y Genaro recuerda que le dijo:
–Anoche he estado en Jocos y los toros me han corrido.
– ¿En Jocos?
– Y, ¿por qué los toros?
¡Ah, raíz y fondo de lo que es el Perú!
Y es que en Jocos vivía un hacendado a quien don Pedro hizo un jato laborioso, enchapado en plata y en cuero que combinaba con el color de la piel del caballo fino y de raza que el gamonal montaba.
Jato que el mismo Don Pedro fue a entregar a la casa hacienda. El adinerado lo recibió complacido y ufano, entusiasmado por la fina y extraordinaria obra de arte.
Lo lució arriba y abajo, aquí y allá, en este y el otro pueblo de esta y la otra comarca. Lo lucía soberbio y ostentoso en las festividades del pueblo.
26.
Pero que nunca le quiso pagar, prometiéndole siempre que en cualquier momento subía al pueblo y llegaba hasta su casa a pagarle:
– No te preocupes, –le decía–, ¡te voy a pagar! ¡Y en efectivo!
Don Pedro, antes de morir, hizo el camino –ya como alma– a la hacienda Jocos, a cobrarle a ese abusivo.
Y lo hizo seguramente preocupado por la condición en que quedaban viuda e hijos huérfanos, porque hay una personalidad invisible que camina ya en espíritu y antes de fallecer los cuerpos.
Ese camino a Jocos es el mismo que después Genaro ha hecho a las casas haciendas conduciendo a los pueblos humillados, a reclamarle a los gamonales justicia y ha hacerles sentir a los campesinos el poder que tenemos en nuestras manos.
Atajo y sendero que su padre hizo ya como sombra, o luz, que vaga por los confines, inspiración que creo es el magisterio que Genaro recoge para su lucha y para su canto.
27.
Su padre murió como su abuelo, combatiendo. Esta vez con un árbol traicionero –como Pablo Ledesma– de quien heredó ese carácter tajante, valiente y estoico.
Quien organizó su sepelio como se arreglan los festejos de una fiesta de quince años o de bodas.
Mandando para ello a comprar las velas, a clavar su ataúd, galopando a cobrarle al deudor insensible.
Herencia toda del guerrero de la Breña y del herrero que es el relieve certero que forja y talla Genaro en sus libros y en su rol de conductor de pueblos.
Muerto el padre murió definitivamente el chisporroteo del carbón en la fragua. Con la fragua apagada murió el salario.
Esfumado el salario cesó la llegada de los campesinos al corredor de la casa. Murió entonces la edad de la ilusión. Murió la infancia.
28.
El año 1950 Genaro Ledesma Izquieta ingresa a la Universidad Nacional de Trujillo, donde cursó estudios en la especialidad de educación, graduándose de profesor, pero a la vez siguiendo la carrera de abogacía.
Muy pronto tuvo experiencia de líder de masas al ser Secretario General Interino de la Federación de Estudiantes.
Esto debido a que fueron apresados en aquella época los dirigentes titulares: Luis de la Puente Uceda y Gonzalo Fernández Gasco.
Al graduarse de profesor tuvo la necesidad ineludible de trabajar y con este fin enrumbó a las tres veces coronada villa de Lima.
Lo primero que se le ocurrió fue ir a solicitar empleo en el Ministerio de Educación.
Y con toda razón puesto que le asistía el derecho, y el deber, como profesor recién graduado de ponerse al servicio del Estado.
29.
En las oficinas neutras y apócrifas del Ministerio de Educación le negaron todo.
Menos la plaza de maestro que todos despreciaban, porque era para la sección nocturna del Colegio Nacional Daniel Alcides Carrión en Cerro de Pasco, a 4,500 metros de altura.
Allí, a la hora en que los alumnos estarían entrando a clases el viento, el cierzo, y la nevasca, en ese inconcebible poblado humano, barren sin piedad las calles sin dejar a su paso signos de vida.
Sin embargo, recién a esa hora este desprevenido profesor, estaría ingresando a empezar su jornada nocturnal ante un grupo de personajes fantasmales y extraterrestres, salidos para colmo de las profundidades de los socavones más tenebrosos del planeta.
Y salen con la expectativa no de oír ni aprender, y eventualmente ver o contemplar sino, piadosamente, de tumbarse a dormir y anhelar, incluso, olvidar de que existen.
30.
Genaro Ledesma a sus 28 años, azorados e ilusos, aceptó el puesto viendo cómo el Ministerio de Educación, increíblemente ágil y diligente esta vez cuando se trata de condenar a una persona, ponía apurado y sarcástico en sus manos un boleto de viaje en el vagón de segunda clase del tren galáctico que trepa hacia las serranías del centro del Perú.
Y todo eso lo hacía con premura, antes de que se escape ese distraído e ingenuo maestro con inclinaciones a ser suicida, héroe o mártir.
Como se ve, y aunque no se pueda creer fácilmente, en aquel tiempo el Ministerio de Educación facilitaba pasajes para que los profesores se trasladen a los pueblos a cumplir con su misión de apóstoles del saber; aunque, como duele corroborarlo, siempre daba a los maestros pasajes de segunda clase para abajo. Nunca para el Ministerio sus maestros fueron ciudadanos de primera clase.
31.
Llegado a la Fundición de la Oroya suspiró con alivio pues pensó que había pasado lo peor: Ticlio.
Esperanzado a que el tren se enrumbara hacia el valle, como hace para ir a Huancayo, pues pensaba que Cerro de Pasco era un valle. ¡Cuál no sería su asombro, al ver que el tren, al contrario, empezaba a subir más, se empinaba más y más hacia las alturas siderales!
¿A dónde va? Se preguntó él mismo, al ver que casi ya no había pasajeros, ni menos afuera rasgos de vida, ni siquiera ichu.
– Señor, ¿hay todavía pueblos hacia arriba? –Preguntó.
Ya el frío era irrenunciable en ese viaje sin retorno, sobre todo al comprobar que las piernas para echarse a correr hacia atrás, también se le habían congelado.
Pero más terrible y cruel que el frío, de suyo descorazonador, era la miseria y la pobreza de la gente que se ve en una u otra choza desde las ventanas destartaladas.
32.
Ya en el salón enhollinado del colegio se sentó, teniendo a su frente a un puñado de mineros analfabetos esperando en las carpetas a que los atravesara un rayo redentor.
Y los despertara, descubriéndoles en realidad quiénes eran. Y si eran seres humanos y no envoltorios de hollín y apatía.
Corren los años 1958 y 1959; cuando de un momento a otro sus alumnos pasaron de ser sombras subterráneas a esperpentos desempleados.
¿Qué sucede? ¿Qué está ocurriendo? Acontece que la Compañía Minera estadounidense ha despedido de un sólo plumazo a 7,000 obreros sin reconocerles un solo adarme en compensación ni beneficio alguno.
Ante tal situación el Alcalde de Cerro de Pasco se ha hecho humo, él mismo se ha defenestrado al instante, dejando el cargo vacío.
33.
El gobierno de Manuel Prado envía una fuerza represiva de gendarmes y más gendarmes.
Y, ante el salón y el sillón vacío del Municipio los alumnos fantasmales y sonámbulos, y los obreros entumecidos, sientan al único que sienten que late, que ve, que oye y que palpa, quien es el maestro de escuela.
A Genaro Ledesma entonces le ponen en sus manos el bastón de la Alcaldía sin que al gobierno le venga en ganas ni siquiera querer averiguar de quién se trata.
Y allí lo deja la abulia y la desidia de todos.
Este Alcalde inesperado, y llevado como hoja por el viento de su destino era Genaro Ledesma Izquieta.
Y quien pronto haría temblar y sacaría de su quicio al gobierno de hierro más implacable y astuto de la primera mitad del Siglo XX que ha tenido el Perú.
34.
Mientras tanto, la compañía extractora de minerales, la Cerro de Pasco Corporation, no sólo se ha adueñado de los pulmones y la sangre de los campesinos, llenándoles de gases tóxicos y polvo mineralizado hasta hacerlos reventar con la fatal silicosis, sino que ha logrado mucho más.
Ha tendido un cerco de alambres de púas que por las noches, al amparo de las sombras, crece diabólicamente, enajenando tierras con pastos, ganados y puquios de agua, como también desconociendo y envileciendo el destino de las gentes.
El Alcalde imprevisto, de tanta manía de dejar abiertas las puertas del Municipio para que entren los comuneros pobres y hasta desarrapados, se vio de pronto encabezando grupos de hombres que botaban y cortaban la alambrada.
35.
La misma que de noche avanza maléficamente por obra del demonio y los insaciables devoradores de tierras y, de día, el coraje de los hombres, que sólo tienen su pecho tembloroso y sus manos como carbones hirvientes, lo hacen retroceder.
Producto de estas acciones y enfrentamientos el primero y dos de mayo de 1960 los policías asesinaron a varios campesinos, entre ellos al Presidente de la Comunidad de Rancas.
Hirieron además a 60 comuneros que han entregado sus pechos a las balas, alucinados de que veían al final de las pampas a sus hijos fallecidos de hambre y de frío, convencidos que los alentaban a recuperar las tierras que de noche el cerco las ha devorado.
36.
A consecuencia de ello, recién el oficialismo se da cuenta que quien está sentado en el sillón del Alcalde de la Provincia de Cerro de Pasco es nada menos que un revoltoso de polendas.
Entonces lo cogieron y lo enviaron de allí mismo a una Colonia Penal en la selva, en donde no hay rejas sino donde únicamente se lo suelta al condenado.
Tampoco se le cuida, donde a nadie se hace caso, porque allí en el Sepa la naturaleza es el peor verdugo.
En donde el presidiario es libre incluso de huir, donde sólo si da un paso en esa jungla ahí está una serpiente jergón para picarle mortalmente.
Allí, en una competencia de quién es más ingenuo, lo soltaron.
37.
Hasta 1962 en que se produce el golpe militar del General Pérez Godoy. Y, como ocurre con cualquier ex presidiario, que si bien puede salir en libertad no por eso se borran sus antecedentes que lo tipifican como agitador social, por precaución otra vez lo volvieron a coger y lo enviaron nuevamente al Sepa, acusado de estar armando un complot.
Y, justamente, inspirado en este nombre escribe una novela titulada con esa acusación: “Complot”. Pero esta vez la fantasía de los acusadores se excedió hasta límites delirantes y las atrocidades de las cuales se le acusa son serias.
Lo trasladan por eso en carro blindado y extraordinariamente resguardado, como si se tratase de un terrorista internacional, rumbo a la isla prisión denominada "El Frontón", que es igual o peor de desalmada que el Sepa, por la dulzura atroz que significa divisar desde allí, y a lo lejos, la dorada y fascinante Lima, sensual, veleidosa y jaranera.
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Mientras tanto, los obreros y campesinos de Cerro de Pasco, subrepticiamente han introducido, sin que se dieran cuenta los fiscales del Jurado Nacional de Elecciones, su nombre en la lista de postulantes a diputados, a ser elegidos en las justas electorales de junio del año 1963.
Las noticias día a día dan los resultados en las ánforas, voto por voto, de los tres candidatos que se disputan ardorosamente esas elecciones: Fernando Belaúnde, Víctor Raúl Haya de la Torre y Manuel Odría.
De repente, en la radio a pilas gangoseante, que exorciza las horas de tedio de los presos de "El Frontón", se escucha un fogonazo de noticia:
“Un presidiario encarcelado en la Isla de El Frontón ha salido elegido diputado de la República”.
39.
Se miran estupefactos; ¿Quién? ¡Imposible! ¡Nadie ha candidateado! Además, ¿cómo hacerlo desde aquí?
¿Quién puede ser? Haber, ¡hablen!
– ¿Tú?
– ¡No!
– Y, ¿tú?
– ¡Tampoco!
– ¿Tú Genaro?
– ¡Como se les ocurre que yo, hermanos!
¡Nadie!
Nadie ha sido candidato. Descartado. Se trata de un error garrafal del Jurado Nacional de Elecciones, o de la radio. Pero la inquietud arde como un carbón encendido. ¡Estar presos es saber esperar días, meses años!
40.
Pero, esta vez...
¡Otro flash al siguiente día! La radio gangosea y lo golpean, esta vez con furia.
La voz en la radio titubeante se pierde con el oleaje encrespado del océano que rodea los farallones estériles, justo en el momento en que estaban ampliando la noticia.
Los presos sacuden el aparato en el aire, dan de sopapos a la madera apolillada y hunden sus cabezas en la tela desteñida del parlante.
¡Nada! Nada de poder descifrar verdades o mentiras desesperantes que se transmiten por las ondas hertzianas.
Esta noche han frotado las pilas en sus cuerpos y al otro día se escucha nítidamente:
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¡El elegido es el "cerropasqueño", así lo dicen y lo anuncian, Genaro Ledesma Izquieta!
Fue desde esa época que llega el equívoco de que Genaro es de Cerro de Pasco y no, como es la verdad, nacido y criado en Cajamarca.
Hay vítores y también lágrimas que se deslizan por los rostros curtidos de los hombres iguanas de esa isla maldita, de contornos a lo lejos nacarados.
A la semana, recibe Genaro la visita entogada e increíble del Presidente del Jurado Nacional de Elecciones con un séquito impresionante para entregarle sus credenciales de Diputado de la Nación, elegido por el poder de las masas, y pese a no haber hecho campaña alguna.
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Sencillamente dice gracias y no sabe qué hacer después de la entrevista. Ya se iban y ahí fue que sus amigos lo empujan, y con gestos desesperados lo instan a que siga al alto funcionario de la República.
Así es que detrás de él avanza primero indeciso bajo la mirada atónita de los custodios del orden que le alzan sus manos a sus quepís, sin saber qué hacer, sin que ellos o las rejas osaran atajar a nadie.
Y así sale como “Garabombo, el Invisible” de la isla penal más cruel y desalmada del Perú para pasar al callejón de “Los pasos perdidos”, perdidos pero alfombrados, del Congreso de la República, del que fuera el virreinato más asombroso de este continente del imperio más fastuoso y omnímodo del orbe.
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Pero el destino teje y desteje sus madejas en un telar ignoto y caprichoso. Y nosotros, los mortales, somos llevados por sus vendavales de uno a otro confín.
En 1976, en la dictadura de Morales Bermúdez nuevamente Genaro Ledesma es apresado "porque así tenía que ser en la lógica de los destinos hechos más de vientos huracanados que de tierra humilde y apacible.
Y, reincidentemente, otra vez es enviado a la que a estas alturas podríamos llamarla cariñosamente su casa: la colonia penal de la selva amazónica del Perú: el Sepa.
Pero esta vez ocurre que ya no es un simple dirigente sindical al que se lo apresa anónimamente sino que ha pasado a ser un personaje y protagonista de las novelas más célebres que se leen ya sea en las barracas de Maiquetía, en Venezuela, en las callampas chilenas o en las favelas brasileñas.
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Como también en los salones presurizados de las salas de espera en los aeropuertos más sofisticados del mundo. Y todo ello gracias a la pluma del poeta y novelista flamígero y definitivo como es Manuel Scorza.
Por esta razón se desata una fuerte e intensa campaña internacional para liberarlo.
Se decide entonces deportarlo, junto con un grupo de otros dirigentes populares, hacia algún país cómplice.
¿Adonde? Lo ponen en un avión y lo dejan sin un centavo, con la única camisa raída de excarcelado, en la provincia Argentina de Jujuy.
Pero allí está increíblemente Amnistía Internacional, esperándolo, aunque él no lo supiera. Se acercan y amablemente, como si fuera un obispo o un general supremo que tiene que dar una orden.
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Entonces le preguntan acerca de “¿Adónde quiere ir, Dr. Ledesma?” Y él dice: “A la ciudad, por favor”. Y le vuelve a consultar: “¿A qué ciudad?”.
Iba a decir: “¡A la que esté más cerca!”, pensando que eran funcionarios de las dictaduras que abundaban en ese entonces en toda América Latina.
Pero, miró más detenidamente y entró en la cuenta que estos eran otros. Como ven que no entiende la pregunta le aclaran: “¿Ciudad de qué país, Dr. Ledesma?”
Ve que tienen insignias como de un cuerpo de bomberos que intentan rescatarlo. De todos modos inquiere: “¿Quiénes son ustedes?”. Somos Amnistía Internacional, le responden. Recién levanta la cabeza, mira lejos por la ventana.
Allí cae en la cuenta y se da el lujo de soñar y ambicionar, como ante una taza libérrima de café caliente y dice: “A París”. Y a París lo embarcan a juntarse con su amigo Manuel Scorza.
46.
Pasa allí un año. Y se aburre soberanamente, salvo cuando contempla escribir a su amigo novelista quien, cuando lo hace, es un muñeco de sus fantasmas pues salta, baila, rompe objetos, tira cojines y ¡es tan divertido como espectáculo!
Un día Genaro sale a caminar melancólico por la rivera del río Sena que queda al lado del barrio latino, y su costumbre es detener sus pasos ante los kioscos de revistas y periódicos donde cuelga infaltable el diario “Le Monde”.
Distraídamente sus ojos recorrían titulares y anuncios cuando se detiene asombrado: “Elecciones en el Perú, Primeras fuerzas políticas; EL APRA Y EL FOCEP”. Ya en las páginas interiores se entera que el FOCEP (Frente Obrero Campesino y Estudiantil del Perú) ha sobresalido sobre los demás movimientos de Izquierda y el desterrado Ledesma Izquieta, que es él, figuraba como Miembro elegido de la Asamblea Constituyente del Perú.
47.
La vida de Genaro Ledesma como se ve es novelesca. Es en esencia novela, fresca, auténtica, sin tachaduras ni correcciones, ni enmendaduras.
Lo prueba el hecho que Manuel Scorza con todo el chisporroteo de ideas e imágenes en que bullía su mente había decidido que el título de la que después se llamaría “La Tumba del Relámpago”, era, repito, el título de esta novela, “Genaro Ledesma”.
Así de simple y así de complejo. La novela tenia, señores, ese título y hubiera estado bien. Yo diría que encajaba perfectamente; con todos los ingredientes de magia, realidad y fantasía.
Y hasta humor. Y por su puesto, candor juntos. Como son las buenas copas de vino, de ron o de pasión que sorbemos en la orgía o el festín que nos ofrenda la literatura.
“La Tumba del Relámpago” no se llamó finalmente “Genaro Ledesma”, porque el hombre concreto que respondía a ese nombre alusivo y fantasioso, estaba allí al frente, sentado.
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Estaba ahí en el sillón de mimbre, absorto y confundido al ver deslizar por la cabeza delirante del escritor, estruendos, silencios y carcajadas.
Como también de imprecaciones, delirios y arrullos. Entonces el propio Genaro corrigió a tiempo el veredicto de la sensibilidad desbocada del demiurgo, diciéndole:
– ¡Cómo vas a llamar a tu novela “Genaro Ledesma”! Van a creer que es un personaje fantástico. Y yo soy real. Soy un hombre de carne y hueso. ¿Cómo vas a hacer inmortal a un hombre que todavía vive? Y ¿cómo voy a caminar entonces por las calles?
Y por eso nos perdimos que a este hombre a quien todavía tenemos vivo más lo veamos más confundido con el mito, la leyenda, la fábula y la mezcla de realidad y fantasía.
Factores y elementos en que se ha convertido su vida y su obra política y social, para bien de todos aquellos que amamos la historia, pródiga de hechos fascinantes, y la literatura, nutrida de esplendorosa y maravillosa realidad.
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En tal sentido, ningún medio le ha sido ajeno para esparcir por los cuatro vientos el evangelio terreno, moral y social de la solidaridad con los hombres del ande.
Ningún recurso le ha sido ajeno para hacerles justicia y detener el padecimiento de siglos en que lo hemos sumido, de abolir el oprobio de la explotación y el robo de sus tierras y de sus salarios.
Emoción y sentimiento hecho doctrina en cada una de sus obras narrativas, presente también en los poemas que escribe transidos de los terrones de los patios, corredores y muros del ande.
Asumió el ser y la condición humana, de los hermanos campesinos y mineros. Y ha ido pregonando su verbo por los cuatro vientos, haciendo que resuene en una voz metálica, telúrica y mineral.
Ha ido pregonando la buena nueva de la adhesión al hombre, valiéndose para eso de todo espacio real, ideal y supuesto.
50.
La esquina de una calle, el bar a la vera de una plaza o de un camino de arrieros o carretero, el local cívico o el teatro engalanado de una ciudad.
O ya sea el paroxismo de la transmisión radial o televisiva, como también los muros de una prisión en donde ha hecho restallar su voz dura y tierna, confundida al decir de las cosas tal y como las piensa un hombre sencillo.
Por eso, cada uno de sus libros han sido antes voz, palabra compartida, vivencia.
Sus libros tienen una carga muy grande de haber sido vividos antes de haber sido escritos.
Podemos imaginarlo antes como una rueda o círculo de amigos, como grito en una plaza, en un camino en una fonda; como confesión en un oído, ante una mirada, ante un ahogo o un suspiro.
Su obra es a la vez un largo camino desde muy atrás y muy lejos. Es un largo camino hacia el porvenir que todos juntos tenemos el deber de forjar y construir.
Teléfonos:
420-3343 y 420-3860
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Instituto del Libro y la Lectura: inlecperu@hotmail.com
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COMENTARIO
Hermano DANILO SÁNCHEZ LIHÓN:
Acabo de leer tu artículo sobre Genaro Ledesma Izquieta, enraizado en 50 eslabones de oro puro; de maestría literaria, de dominio temático, de elocuencia morfológica, de cadencia sincopada, de mágica historia, de sueños sociales, de inauditas irrealidades realizadas, de escenas novelescas vividas antes de escribirlas; me atrevo a decir, incluso, que es uno de tus mejores artículos, o mejor digo, el mejor de tus artículos, escrito con el corazón y el talante de los que saben decir lo que sienten blandiendo las armas de la oralidad, la sintaxis y la “pura literatura”, como quien termina de tejer, afanoso, los hilvanes del poncho de vicuña que ha de llevar el mancebo que se desposará con la historia.
No sé qué es más excelso, la historia de Genaro o el artículo que narra esa historia, pero hay una confluencia exacta entre “lo que debería ser” con “lo que és” que tu maestría ha logrado, de seguro sin proponértelo, convertirlo en eso, “lo que és”, y por añadidura escrito con garra, desplante, belleza, fulgor, pasión y mística contemplación, todas juntas, como un sorbo grande y generoso que nos negamos a deglutir y lo pasamos cicateando gotas para prolongar en nuestra papila el dulzor arrancados de preñados racimos.
A través de tu historia hemos recordado (también) los zorzales en las chacras de abuelita devorando los frutales de saucos, y las tímidas garúas que luego se desbocaban a chorros del cielo descosido; y nuevamente Genaro, entumecido por el frío de Cerro de Pasco alistando su tiza para enseñar las vocales a mineros que orean su cansancio dormidos sobre las carpetas, y las serpientes del Sepa o la maldad del Frontón, también la elección del Diputado, “Genaro Ledesma” o novela “La Tumba del Relámpago” de Manuel Scorza; las riveras del Sena paseando los sueños de Genaro, “Le Monde” y sus titulares, el triunfo del FOCEP, Genaro miembro de Asamblea Constituyente del Perú…; en suma, un derroche preciso “de todo”.
Felicitaciones, a ti por escribir y a Genaro por inspirar este hermoso artículo.
Javier Cotillo Caballero (JACO).
Presidente de la Sociedad Universal de Artistas y Literatos, integrante de AEPA. A cargo de la cátedra "CULTURA RECUAY" en el Aula Capulí.