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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
1. Húmeda y olorosa
He aquí el grueso tronco del árbol que ha quedado unido a tierra con sus potentes raíces y que hace la base del viejo eucalipto que se aserró y cayó derribado.
El corte ha sido hecho casi a la altura de lo que mide un niño como yo, de diez años.
¡Qué inmensa, de grosor, es la parte que ha quedado pegada a tierra!
Hace una superficie que no la abarco tendido sobre ella y abiertos los brazos y las piernas y desde donde miro el cielo en parte despejado y cristalino, en parte anubarrado.
Las raíces, hacia abajo, en el subsuelo, con como nervios que deben conformar hacia el fondo un árbol casi igual de grande como el que era hacia arriba.
La base ha quedado redonda y apenas en una zona luce astillada. En ella podemos contar los años que tenía este gigante en los anillos que lo circundan:
¡Son más de cien, que he podido contar echado de bruces sobre la superficie húmeda y olorosa!
2. Orientar la caída
Tirado en su superficie hay una parte lisa y pareja, hasta donde ha podido avanzar la sierra que han usado los peones que durante horas tras horas han y empujado de un lado y jalado del otro la sierra, para derrumbarlo.
Para hacerla funcionar la hoja de metal, de dientes puntiagudos y afilados, un hombre de un lado impulsa y otro la atrae alternadamente.
Eso sí, con sumo cuidado para que el corte avance parejo y la sierra no se rompa, arquee ni se destiemple.
Habiendo llegado hasta cierta incisión, pudiendo el árbol aún sostenerse, varios hombres estiran las maromas que se han amarrado a lo más alto.
Hasta esa altura alguien antes ha subido, a fin de amarrar las sogas y poder prevenir templarlas hacia un punto.
Y así orientar la caída hacia el terreno o posición que se quisiera.
3. La hierva indecisa
En la parte cortada por la sierra, que ha quedado plana, ahora me siento en medio de otros árboles que se erigen en pie, rumorosos, a un costado de la chacra recién barbechada, lista para sembrar, bajo el trino de las aves que revolotean entre la fronda.
Paso la mano para sentir la tersura del corte y la humedad de la madera aún plena de fragancia y de vida hacia lo profundo. Cuento una y otra vez los cien y más círculos del árbol que se alinean uno detrás de otro.
Pero, en esta otra parte del tronco, adonde la sierra ya no ha sido posible que entrara están las huellas de las hachas que han volado a incrustarse en la madera virgen.
Asestados esos golpes sin piedad en el tronco, han saltado trozos de madera impoluta que volando por el aire, han ido a parar lastimados sobre la hierba indecisa.
Algunos fragmentos o astillas han quedado entre las pencas, quizá después de estrellarse en los rostros sudorosos de los leñadores que han blandido sus aceros a la luz del día radiante.
4. Su fragancia oculta
¿Qué se hizo de su madera ya totalmente recogida? Los trozos más gruesos algún camión los acopia para llevarlos a las minas de Quiruvilca. Y con ellos encofrar los túneles siguiendo la veta del mineral por los cuales avanzan.
Algunos sirviendo de pilares y otros de vigas horizontales, poniendo toda su fuerza y poder en sostener los derrumbes evitando que los trabajadores mueran aplastados.
De otra parte del árbol se hicieron tablones para la carpintería y de ella se compuso una mesa, o una cama para los recién casados joven, y algún tembloroso ataúd que avanza por el largo, empinado y crujiente camino al cementerio.
De otras ramas se hizo leña para los fogones. La corteza humedecida fue abierta para librar algún viejo muro de las lluvias torrenciales. Otras ramas sirven como horcones de donde se cuelga y orea la ropa recién lavada. Otras se usan de vigas en alguna choza aldeana.
Alguna otra, derecha y pelada, vale como puya al gañán para guiar a los bueyes en la siembra. Otra se hizo arado en donde se ha incrustado una funda de metal para roturar la tierra fecunda. Otras ramas han servido como bastón, cayado o guitarra. Hasta las hojas resecas se echan al fogón de donde se avivan las lenguas de fuego y su fragancia oculta.
5. Mil agujas afiladas
Pero en esta superficie donde me encuentro, además de la sección cortada por la sierra y de la otra horadada por las hachas, hay una desgajada por el árbol mismo ya en su derrumbe hacia la tierra tendida.
Esta parte en la geografía del tronco es un conglomerado de espinas que la madera ha hecho y que emergen como púas que se elevan, sea implorantes, sea rebeldes, sea de gemir ya en vano.
Este bosque tupido de astillas se ha erizado en el instante de no poder sostenerse ya en pie el árbol cercenado.
Ya están secas después de haber soportado las lluvias del año pasado.
Pongo levemente las palmas de mis manos sobre ellas en sus puntas, que se erigen como astas y castillos estremecidos e hirientes.
Siempre hacia un costado, han sido el último sostén del árbol. Ahora hacen un tupido e intenso boscaje de astillas, crispado y arisco, que es como tocar con la yema y el pulso las puntas de mil agujas afiladas.
6. Un milagro supremo
Pero he aquí en esta exploración, y hacia el borde del tronco, un prodigio emocionante: ha brotado una profusión de pequeños tallos y hojas nuevas que han surgido hacia el abismo del tronco, en la corteza rugosa del árbol antiguo.
Son ramas de un verde núbil, con hojas redondeadas, cual un jardín de vástagos recién nacidos.
Su aspecto es traslúcido y con un aroma profundo a alcanfor, a canela y a anís.
¡Qué tiernas, inocentes y puras son estas ramas!
Qué conmovedor comprobar cómo la vida surge cada vez tan nueva y enlazada sobre la base de lo antiguo, incluso ya inexistente.
Y ¡cómo en lo viejo se esconde la maravilla de lo nuevo!
¡La vida, así, hay que reconocerla, como un milagro supremo, cotidiano y trascendente!
7. Todo hombre tiene su árbol
Esta matita al lado del tronco es un bosquecillo de verde follaje luminoso. Es un rebrote tierno que hará que de aquí salga un bosque de árboles gigantescos.
Hará que pugne la vida por expandirse. De aquí surgirán ya no uno sino varios árboles inmensos y colosales porque se apoyan en estas raíces colosales que se esconden hacia abajo.
Es la vida hundida hacia adentro, hecha tradición, herencia y pasado.
Aquella vida es más vida que la de afuera. Y que tiene su sabia, su esplendor y su música.
Que se basa también en el árbol de adentro que todos los hombres felizmente tenemos. Porque hacia adentro y en el interior adonde vayamos llevamos un árbol gigantesco. El árbol de adentro que somos.
De donde tallamos un arado, un arpa, un violín o una mesa desvelada.
Teléfonos:
420-3343 y 420-3860
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Instituto del Libro y la Lectura: inlecperu@hotmail.com
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AÑO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
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José María Arguedas - Imagen: Nalo A.B
SEPTIEMBRE:
MES DE LA PRIMAVERA, DE LOS DERECHOS CÍVICOS
DE LA MUJER, EL NIÑO Y LA FAMILIA
SÁBADOS 7 PM. AULA CAPULÍ:
Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 3 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República
CONFERENCIAS Y SIMPOSIOS SOBRE CULTURA ANDINA
PRÓXIMAS ACTIVIDADES:
SÁBADO 3 DE SEPTIEMBRE
OMIRA BELLIZZIO:
PRESENCIA, ANIMACIÓN Y MENSAJE
DE “SECRETOS DEL TALLER DE OMIRA”,
DESARROLLADO EN VALENCIA, VENEZUELA
VIERNES 9 DE SEPTIEMBRE
PRESENTACIÓN DEL LIBRO:
“EL BRILLO DE TU AUSENCIA”
DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
EN EL ICPNA DE MIRAFLORES
CALENDARIO DE EFEMÉRIDES
1 DE SEPTIEMBRE
DÍA DEL ÁRBOL
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
EL BROTAR DE LO NUEVO Y LO TIERNO
Por Danilo Sánchez Lihón
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José María Arguedas - Imagen: Nalo A.B
SEPTIEMBRE:
MES DE LA PRIMAVERA, DE LOS DERECHOS CÍVICOS
DE LA MUJER, EL NIÑO Y LA FAMILIA
SÁBADOS 7 PM. AULA CAPULÍ:
Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 3 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República
CONFERENCIAS Y SIMPOSIOS SOBRE CULTURA ANDINA
PRÓXIMAS ACTIVIDADES:
SÁBADO 3 DE SEPTIEMBRE
OMIRA BELLIZZIO:
PRESENCIA, ANIMACIÓN Y MENSAJE
DE “SECRETOS DEL TALLER DE OMIRA”,
DESARROLLADO EN VALENCIA, VENEZUELA
VIERNES 9 DE SEPTIEMBRE
PRESENTACIÓN DEL LIBRO:
“EL BRILLO DE TU AUSENCIA”
DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
EN EL ICPNA DE MIRAFLORES
CALENDARIO DE EFEMÉRIDES
1 DE SEPTIEMBRE
DÍA DEL ÁRBOL
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
EL BROTAR DE LO NUEVO Y LO TIERNO
Por Danilo Sánchez Lihón
Todo hombre, hacia adentro, tiene un árbol.
1. Húmeda y olorosa
He aquí el grueso tronco del árbol que ha quedado unido a tierra con sus potentes raíces y que hace la base del viejo eucalipto que se aserró y cayó derribado.
El corte ha sido hecho casi a la altura de lo que mide un niño como yo, de diez años.
¡Qué inmensa, de grosor, es la parte que ha quedado pegada a tierra!
Hace una superficie que no la abarco tendido sobre ella y abiertos los brazos y las piernas y desde donde miro el cielo en parte despejado y cristalino, en parte anubarrado.
Las raíces, hacia abajo, en el subsuelo, con como nervios que deben conformar hacia el fondo un árbol casi igual de grande como el que era hacia arriba.
La base ha quedado redonda y apenas en una zona luce astillada. En ella podemos contar los años que tenía este gigante en los anillos que lo circundan:
¡Son más de cien, que he podido contar echado de bruces sobre la superficie húmeda y olorosa!
2. Orientar la caída
Tirado en su superficie hay una parte lisa y pareja, hasta donde ha podido avanzar la sierra que han usado los peones que durante horas tras horas han y empujado de un lado y jalado del otro la sierra, para derrumbarlo.
Para hacerla funcionar la hoja de metal, de dientes puntiagudos y afilados, un hombre de un lado impulsa y otro la atrae alternadamente.
Eso sí, con sumo cuidado para que el corte avance parejo y la sierra no se rompa, arquee ni se destiemple.
Habiendo llegado hasta cierta incisión, pudiendo el árbol aún sostenerse, varios hombres estiran las maromas que se han amarrado a lo más alto.
Hasta esa altura alguien antes ha subido, a fin de amarrar las sogas y poder prevenir templarlas hacia un punto.
Y así orientar la caída hacia el terreno o posición que se quisiera.
3. La hierva indecisa
En la parte cortada por la sierra, que ha quedado plana, ahora me siento en medio de otros árboles que se erigen en pie, rumorosos, a un costado de la chacra recién barbechada, lista para sembrar, bajo el trino de las aves que revolotean entre la fronda.
Paso la mano para sentir la tersura del corte y la humedad de la madera aún plena de fragancia y de vida hacia lo profundo. Cuento una y otra vez los cien y más círculos del árbol que se alinean uno detrás de otro.
Pero, en esta otra parte del tronco, adonde la sierra ya no ha sido posible que entrara están las huellas de las hachas que han volado a incrustarse en la madera virgen.
Asestados esos golpes sin piedad en el tronco, han saltado trozos de madera impoluta que volando por el aire, han ido a parar lastimados sobre la hierba indecisa.
Algunos fragmentos o astillas han quedado entre las pencas, quizá después de estrellarse en los rostros sudorosos de los leñadores que han blandido sus aceros a la luz del día radiante.
4. Su fragancia oculta
¿Qué se hizo de su madera ya totalmente recogida? Los trozos más gruesos algún camión los acopia para llevarlos a las minas de Quiruvilca. Y con ellos encofrar los túneles siguiendo la veta del mineral por los cuales avanzan.
Algunos sirviendo de pilares y otros de vigas horizontales, poniendo toda su fuerza y poder en sostener los derrumbes evitando que los trabajadores mueran aplastados.
De otra parte del árbol se hicieron tablones para la carpintería y de ella se compuso una mesa, o una cama para los recién casados joven, y algún tembloroso ataúd que avanza por el largo, empinado y crujiente camino al cementerio.
De otras ramas se hizo leña para los fogones. La corteza humedecida fue abierta para librar algún viejo muro de las lluvias torrenciales. Otras ramas sirven como horcones de donde se cuelga y orea la ropa recién lavada. Otras se usan de vigas en alguna choza aldeana.
Alguna otra, derecha y pelada, vale como puya al gañán para guiar a los bueyes en la siembra. Otra se hizo arado en donde se ha incrustado una funda de metal para roturar la tierra fecunda. Otras ramas han servido como bastón, cayado o guitarra. Hasta las hojas resecas se echan al fogón de donde se avivan las lenguas de fuego y su fragancia oculta.
5. Mil agujas afiladas
Pero en esta superficie donde me encuentro, además de la sección cortada por la sierra y de la otra horadada por las hachas, hay una desgajada por el árbol mismo ya en su derrumbe hacia la tierra tendida.
Esta parte en la geografía del tronco es un conglomerado de espinas que la madera ha hecho y que emergen como púas que se elevan, sea implorantes, sea rebeldes, sea de gemir ya en vano.
Este bosque tupido de astillas se ha erizado en el instante de no poder sostenerse ya en pie el árbol cercenado.
Ya están secas después de haber soportado las lluvias del año pasado.
Pongo levemente las palmas de mis manos sobre ellas en sus puntas, que se erigen como astas y castillos estremecidos e hirientes.
Siempre hacia un costado, han sido el último sostén del árbol. Ahora hacen un tupido e intenso boscaje de astillas, crispado y arisco, que es como tocar con la yema y el pulso las puntas de mil agujas afiladas.
6. Un milagro supremo
Pero he aquí en esta exploración, y hacia el borde del tronco, un prodigio emocionante: ha brotado una profusión de pequeños tallos y hojas nuevas que han surgido hacia el abismo del tronco, en la corteza rugosa del árbol antiguo.
Son ramas de un verde núbil, con hojas redondeadas, cual un jardín de vástagos recién nacidos.
Su aspecto es traslúcido y con un aroma profundo a alcanfor, a canela y a anís.
¡Qué tiernas, inocentes y puras son estas ramas!
Qué conmovedor comprobar cómo la vida surge cada vez tan nueva y enlazada sobre la base de lo antiguo, incluso ya inexistente.
Y ¡cómo en lo viejo se esconde la maravilla de lo nuevo!
¡La vida, así, hay que reconocerla, como un milagro supremo, cotidiano y trascendente!
7. Todo hombre tiene su árbol
Esta matita al lado del tronco es un bosquecillo de verde follaje luminoso. Es un rebrote tierno que hará que de aquí salga un bosque de árboles gigantescos.
Hará que pugne la vida por expandirse. De aquí surgirán ya no uno sino varios árboles inmensos y colosales porque se apoyan en estas raíces colosales que se esconden hacia abajo.
Es la vida hundida hacia adentro, hecha tradición, herencia y pasado.
Aquella vida es más vida que la de afuera. Y que tiene su sabia, su esplendor y su música.
Que se basa también en el árbol de adentro que todos los hombres felizmente tenemos. Porque hacia adentro y en el interior adonde vayamos llevamos un árbol gigantesco. El árbol de adentro que somos.
De donde tallamos un arado, un arpa, un violín o una mesa desvelada.
Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente
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420-3343 y 420-3860
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
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