29 DE JULIO
RAMÓN CASTILLA, AQUEL GRAN GOBERNANTE
HONRADEZ,
LA MAYOR
ENSEÑA
Danilo Sánchez Lihón
1. Esta imagen
le conmovía
Mi padre admiraba con recio fervor a don Ramón Castilla, quien según él había sido el mejor presidente de la República del Perú. Que lo fue por dos períodos, y de quien, en la mesa de nuestra casa, a la hora de comer, siempre se contaba alguna anécdota del ríspido y corajudo, pero a la vez níveo e inmaculado en cuanto a honradez se trata, de don Ramón, gran Mariscal del Perú.
Se identificaba mi padre plenamente con su capacidad para el sacrificio, por arriesgar la vida y despreciar banalidades. Entre las cuales a mí me gustaba más aquella historia que cuenta que un alto militar sedicioso de nuestro ejército, intentó eliminarlo disparándole desde una azotea cuando él salía del Palacio de Gobierno a la Plaza de Armas de Lima. Muy enojado y en el acto don Ramón lo destituye, pero no por conspirador sino por mala puntería, indigna de un integrante del ejército peruano.
Don Ramón Castilla, soldado y gobernante peruano, tuvo estos méritos así, como seguramente muchos defectos. Sin embargo, el honor que más resaltaba mi padre es que fue honesto, honrado y probo. Eso es lo que nos lo repetía siempre. Que murió pobre y lejos del poder, montado en su caballo en el desierto de Tiviliche, en la provincia de Tarapacá, imagen que le conmovía.
2. El pueblo
le bendijo
Era su ídolo. Y hasta alguna vez me ayudó a confeccionar una antorcha para el desfile nocturno de Fiestas Patrias, y que era el escudo nacional con el rostro dibujado por él del hirsuto don Ramón.
Y mi padre repetía el poema de Carlos Augusto Salaverry, que escribiera en homenaje a aquel probo gobernante. Quien fue libertador de los esclavos del Perú, antes que lo fuera Abraham Lincoln en los Estados Unidos, poema que en sus estrofas dice así:
La pluma de la historia dirá un día,
cuando su cetro la verdad recobre:
– Fue tan patriota cuanto ser podía,
y aunque el oro a sus plantas se esparcía
el pueblo le bendijo. –¡Murió pobre!
Esta última frase del poema, ¡Murió pobre!, era la enseña que más admiraba mi padre en don Ramón Castilla. Esta era la égida e insignia que para él marcaba la estatura de un hombre. Y que escogió para sí mismo.
3. Una peseta
de más
Pero, es más: la honradez ha sido el principio de vida que más nos ha inculcado una generación de peruanos que vale revalorar.
Mis maestros y profesores todos eran austeros. Y los alcaldes antiguos de mi comarca los recordamos porque fueron personajes que más guardamos en nuestra memoria porque escogieron la vida honrada.
Es importante que consten estos hechos como muestra de valor y coherencia, frente a la concupiscencia del dinero y del poder.
Frente a aquella tendencia de hacer que todo reluzca como riqueza, obtenida a través del éxito cualquiera sea la conducta que ostentemos.
Y así como de toda una generación ese era el temple y la moral también de mi padre, don Pascual Danilo Sánchez Gamboa, para orgullo y honra mía, de su linaje y de su pueblo que lo recuerda con veneración y hondo cariño.
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