1. Insólito
y fascinante
El día 22 de julio para unos, y el 26 de junio para
otros, es el Día del Flautista de Hamelín, nombre del pueblo alemán en donde
ocurrieron los sucesos que la leyenda relata, y que en el fondo pone de relieve
el mundo encantado y mágico que constituye una de las tres hebras de que
estamos hechos los seres humanos.
Pero, a su vez, donde se relieva el plano de lo moral
con que se desenvuelven los acontecimientos de nuestras vidas, se estructuran
las situaciones y se ordenan las cosas. Y que faltando a ellas ocurren los
hechos lamentables que esta historia recrea. Porque entre los muchos
significados de este episodio está, por un lado, el poder de atracción del
arte, como en este caso la música emitida a través de la flauta de aquel
personaje legendario, insólito y fascinante que es el flautista.
Pero donde también ocurre una desgracia, por el
incumplimiento y la falta a la palabra empeñada de parte de los representantes
de la ciudad, al considerar que había sido muy fácil desaparecer a los ratones
que ellos no pudieron lograr por más esfuerzos y empeño que pusieron,
incumpliendo el compromiso pactado de pagarle al flautista 100 monedas de oro.
2. Un mensaje
nuevo
El texto que sustenta este argumento tiene el carácter
de leyenda pero también de crónica histórica, puesto que el pueblo es real y el
tiempo en que ocurrieran los hechos es preciso.
Existen además registros históricos documentados que
dan cuenta de este suceso, que incluye la desaparición de 130 niños, vértice en
que mundo mágico y objetivo se juntan y colisionan.
Incluso ahora está prohibido cantar o interpretar
música en la calle Bungelosenstrasse de Hamelín, sitio donde se ha ubicado que
el flautista se detuvo para urdir su pócima o encantamiento que en este caso
fue una tonada musical.
Existe el temor de que algo igualmente aciago pudiera
ocurrir por la magia de algún taumaturgo venido quizá desde nuestros países. De
algún flautista redivivo de los andes, que les conturbe con algún mensaje
nuevo.
Por demás indispensable en estos tiempos azarosos y a la
vez funestos, de sus vidas aparentemente
tranquilas pero en realidad faltas de sustancia y de un contenido
trascendente.
3. Apariencia
estrafalaria
Porque la historia de El Flautista de Hamelín narra
que en el año 1284 invadieron oleadas de ratones aquel pueblo, tantos que no
había dónde poner los pies sin pisarlos, ni dónde colgar un sombrero sin
tocarlas escuchando su chillido de fastidio y su ronroneo de protesta.
Las calles eran ríos de ratones, una avalancha de
color parduzco de roedores que devoraban todo a su paso, no dejando sitio para
el tránsito de los habitantes en aquel lugar antes acogedor y apacible, donde
hasta los objetos cotidianos les servían de albergue a estos agitados e
inquietos animales.
¿Qué hacer? Todo se había intentado y nada había dado
los resultados esperados. Y los ratones seguían llegando a raudales. ¡Y nadie
sabía ahora cómo solucionar tan grave problema!
Cuando se había perdido toda iniciativa y esperanza
apareció providencialmente, ¡no se sabe cómo ni de dónde!, un flautista de
aspecto distraído, vestido de ropa de colores vistosos y estallantes, de
apariencia estrafalaria, esmirriado de talle y destartalado de contextura, que
interpretaba tonadas en su precario instrumento.
4. No quedando
ni una sola
Aquel personaje manifestó que podía hacer desalojar a
las ratas que habían invadido la ciudad y que cubrían como una piel plomiza y
cenicienta en todo lo que se posaran los ojos. Y se comprometió a solucionar
este inconveniente por la suma de 100 monedas de oro.
Las autoridades del pueblo incluyendo el alcalde le
aseguraron que en caso de ver cumplida su promesa le pagarían la cantidad
solicitada en el acto y sin demora.
Y empezó entonces a interpretar una música mágica y a
caminar tranquilamente por las calles tocando su instrumento. Detrás los
ratones lo seguían como halados por una fuerza invisible, extasiadas e
inatajables. Cruzó el río y ellos por seguir su melodía se fueron arrojando a
las aguas subyugados, no quedando ni uno solo de estos escrutadores e
imprevisibles roedores.
Pero solo se dice que desaparecieron, de lo contrario
el río Weser, donde ocurrieron estos hechos, se hubiera atorado en algún sitio
el discurrir de su cauce, puesto que eran miríadas de seres que se movían. Pero
los habitantes de Hamelín, visto que el problema estaba solucionado, dijeron:
5. Y todos
hechizados
– ¿Sólo por tocar una tonada insulsa 100 monedas de
oro? ¡No! De ninguna manera. ¡Imposible pagar esa suma! ¿Qué se ha creído este
tipo?
– Además, ¿de dónde viene? ¿Quién es? ¡Hay que
investigarlo! ¿Cuáles son sus antecedentes, sus títulos, sus recomendaciones?
– Que diga, ¿quién lo respalda y a quién representa?
– ¡Que se largue! ¡Fuera de aquí! ¡Vete! –Vociferan.
En el fondo esta actitud es la incomprensión y el
desprecio que siempre ha existido por el extraño, por el extranjero y por el
arte; más lamentable si es que eso se produce por quienes ocupan cargos
públicos y son autoridades. El flautista reclamó invocando el acuerdo al cual
habían arribado y habían convenido formalmente. ¡Pero no! Al contrario, se
burlaron e hicieron mofa de él.
Y lo trataron con sorna y con desprecio, como se
maltrata a los que son de otros lugares, y a los músicos y a los poetas,
quienes al final son quienes fundan o inauguran órdenes nuevos. ¡Cómo este en
el cual vivimos que en algún momento fue un mundo nuevo!
6. Un enigma
irresoluto
Entonces el flautista regresó otro día y empezó a
entonar otra melodía mágica que levantó de sus camas solo a los niños,
despertándolos en los lechos donde dormían, quienes se dirigieron hacia él
todos hechizados, y que empezaron a seguirlo.
Los niños desaparecieron sin saber tampoco el sitio
por donde se esfumaron, aunque se dice que fue por una cueva. Solo dos, uno que
era ciego y otro lisiado de una pierna, al quedarse rezagados no pudieron irse
con ellos. Y no porque se resistieran a ir con él, sino porque no pudieron
alcanzarlo.
Lo cierto es que los restantes nunca más fueron
habidos hasta ahora, sin que nadie sepa cómo, hasta el día de hoy cómo
desaparecieron, días en que todavía se los busca sin poder encontrarlos. De
esto hace 731 años, puesto que ocurrió un 22 de julio, dicen unos y, otros, el
26 de junio del año 1284, fechas que la historia ha registrado con prolijidad,
minucia y asombro.
Vértice además este en que mundo objetivo y fantástico
se unen, se confunden y traban sus dedos, constituyendo juntos un enigma
irresoluto.
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El texto anterior puede ser
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