Danilo Sánchez Lihón
1. Bandera
iluminada
Abril en Santiago de Chuco es mes dulce e incógnito, tierno y a la vez hondo, misterioso y a la vez prístino; de tierra húmeda y de siembras; de fragancia a flores nuevas e íntimas.
Es mes de recogerse al abrigo del fogón en las noches entrañables y apacibles a probar el yantar después de las faenas del campo.
En este mes murió César Vallejo en París, simbolizando con ello una siembra en esta tierra fértil.
Murió cuando apenas tenía 46 años de edad y su vida ya era una bandera iluminada flameando en el viento.
Moriría un Viernes Santo:
un día del cual tengo ya el recuerdo,
Y agregó:
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
2. Yo
no sé
Había dicho. Y todavía mucho antes al poema Piedra negra sobre piedra blanca, en donde figura este verso, mucho antes lo precisó más aún cuando en el poema El poeta a su amada, de Los heraldos negros, expresa:
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernesanto más dulce que ese beso.
En esta noche rara que tanto me has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso
Todos estos son planos de una relación paradigmática de César Vallejo con la muerte, vínculo en el cual se dan diversas significaciones de su vida y obra con la muerte.
Así, en los heraldos negros escribe:
Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como sí ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé.
3. Muerte
con mayúscula
Y prosigue:
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
He aquí y siempre su aprehensión de la muerte, que era honda y terrible. Esta relación, con ser constante y habitual, nunca dejó de tener el signo de lo estremecedor, atroz e ineludible.
«Los heraldos negros», como representación de la muerte, son esos adalides del dolor, son esos representantes de todo aquello que es oscuro y desalmado.
Precisamente, son:
...potros de bárbaros atilas
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Y Muerte, así, siempre con mayúscula.
4. Estuvo
muy marcado
La muerte tiene entonces para César Vallejo el signo de lo ineluctable y fatal, siempre, porque nos priva del ser y de todo lo que se da para realizarse el ser humano.
Y ella, como realidad, no es que la imaginó o la supuso. La tuvo muy cerca y muy presente en su vida.
Estuvo muy marcado, y muy continuamente, por ella. Así, en la edad más sensible y consciente:
Murió su hermano Miguel, el más cercano a sus juegos. Murió la mujer que más la comprendía y tenía la ilusión más grande acerca de él: María Rosa Sandóval.
Murió su madre cuando él atravesaba una etapa muy crítica y sensible en su vida. Murió después su padre.
Murió rayo el perro de su altura. Murieron los vecinos del burgo. Murió su eternidad, y está velándola. La muerte para él, como para todos nosotros, tenía el significado del dolor supremo.
5. Expresión
exacta
Esta sensación está presente todos los días y en todos sus actos, como ser humano que es.
Hasta en sus horas de agonía, cuando dice en un momento, refiriéndose al trance que iba a afrontar y que en ese momento padecía:
¡Qué horror!
Que fue la expresión que exclamó en su lecho de muerte.
Aquella sensación de la muerte como horror le acompañó hasta el final, cuando refiriéndose a lo que ya presentía venir, la muerte, repitió aquellas palabras:
6. Comunión
universal
Expresión legítima en esa circunstancia, porque:
¿Qué más se puede decir de ese abismo y delirio, de este hueco negro y ruina de lo más amado, querido y anhelado, y que es el mundo cotidiano?
¡Qué horror!
Y lo único que elimina el horror de la muerte es la muerte heroica.
Y es ello lo que abre paso a la muerte liberada o la liberación de la muerte.
Que es a donde a ésta se la libra de sus cadenas, de su encierro o de sus andrajos, hasta dejar a besos su cadáver ensangrentado.
Ello ocurre cuando la muerte es heroica, cuando se da como sacrificio por el hermano, en solidaridad con todos los hombres; cuando ella sucede o transcurre como una ofrenda por la causa de la comunión universal con todos los hombres.
En esto César Vallejo era crístico, que es como decir contertulio, vinculado y consocio de Cristo.
7. Siendo
así
Una joven periodista le pidió a César Vallejo que le concediera una entrevista, la misma que saldría publicada en un importante medio de comunicación. Se negó respondiéndole con estas palabras:
– Entrevísteme después de mi muerte.
Y esa advertencia se cumplió porque esa entrevista se realizó después en base a los escritos que él dejara. ¿A qué apostaba entonces?
Este hombre que no encasilló ni la poesía ni la literatura como cosas de este mundo, para quien la poesía ni siquiera radicaba en escribir sino en una manera de ser y de vivir, dio vida a la posteridad.
«Entrevísteme después de mi muerte», es desafiar esta vida con otra vida más allá de lo mundano, que es material y mecánico, donde no es importante lo que pueda decir su presencia física sino su espíritu, su obra, y su trascendencia.
Siendo así la vida de César Vallejo no se distancia mucho de la vida de Cristo. Porque, acaso, ¿no apostó también a resucitar?
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