Danilo Sánchez Lihón
1. Cada vez
que volvemos
Alguna
vez, cuando me preguntan sobre una canción inspirada en mi tierra, que
es Santiago de Chuco, yo con pretensión menciono y hasta canto entre
otras La pampa y la puna. Y, ¿por qué no? ¿Si yo siento
que sus aires y compases también son la geografía de mi tierra en la
cual yo he vivido desde niño?
La
experiencia andina de Carlos Valderrama tuvo que ser la serranía de La
Libertad, y más precisamente de Santiago de Chuco, que es lo que sin
duda estuvo presente cuando él luchaba por encontrar los acordes que
estructuraran esa canción cuya letra la escribió el egregio poeta y
escritor peruano Ricardo Walter Stubbs. Y me ilusiono que así es, que es
mi tierra. Y estoy convencido totalmente que eso es cierto porque ni
bien la traigo a la memoria inmediatamente sus acordes me trasladan a mi
cuenca, a mi paisaje y a mi pueblo.
Será
también porque lo cantaba y tocaba mi padre cada tarde en la sala de mi
casa, rasgueando y punteando las cuerdas de su guitarra, o mandolina, o
violín, y cuyos dedos al final de cada acorde presionaban las cuerdas
haciéndolas temblar y extrayendo los gemidos que solo él sabía
desprenderlos desde el interior de su espíritu lacerado.
Interpretábamos
también La pampa y la puna en la orquesta Ollanta y la cantábamos de
niños en el patio de mi escuela. Y lo entonamos ahora en toda Aula
Capulí que realizamos cada sábado en que nos reunimos. Y es lo que
gritamos a voz en cuello en cada serenata que damos cada vez que
volvemos a nuestro querido Santiago de Chuco.
2. Los peruanos
pasan
Pero
hay otra composición de Carlos Valderrama que se ha consagrado y hecha
gloriosa, y es la marcha militar que tiene por nombre Los peruanos pasan. Es
la marcha épica más apreciada y reconocida mundialmente por su nivel
expresivo, su marcialidad y por la honda emoción que suscita, inspirada
al ver desfilar al Ejército del Perú, y que recuerda a quienes se
inmolaron en el Huáscar, en Arica, o en la Batalla de Defensa de Lima.
Es
la marcha emblemática de las efemérides y las ceremonias conmemorativas
más representativas y en donde desfila el glorioso Ejército del Perú
del cual siento yo la fibra íntima valiente y candorosa que late en cada
uno de sus soldados. En ella se siente el paso heroico, fuerte,
guerrero de esos hombres que marchan decididos a enfrentar el peligro.
De
quienes enfrentan enormes sacrificios; quienes van a posesionarse de
objetivos dictados por los ideales, así sea en el intento condición
ineludible el morir; plenos de convicción, con vítores en las gargantas,
banderas flameando enhiestas, imbuidos de una misión ineludible y
sacrosanta qué cumplir.
Esta
marcha eleva el espíritu, exalta el ánimo, fortalece el carácter, nos
dota de valentía para acometer proezas, venciendo dificultades y
saliendo airosos de cualquier prueba, elevándonos hasta las estrellas
con sones victoriosos.
3. La victoria
final
En Los Peruanos pasan
los instrumentos altos y bajos estallan como armas en el campo de
batalla, cabales al acorde de los sones rítmicos, compuestos bajo la
forma clásica de dos por cuatro, combinados con sonidos romanos.
Donde
se escuchan tambores y clarines, junto a acentos ibéricos y sones
pentatónicas propias de la música andina, tal y como corresponde a
nuestra composición étnica y a la sangre que bulle y borbota en nuestras
venas.
Es
una amalgama magistral en donde cada combatiente convocado encuentra su
identidad en las cadencias variadas, como mestizos que somos. En ella
se encuentran todos los rasgos melódicos, integrándose al colectivo que
marcha, integrados en un solo ideal y dispuestos a obtener la victoria
final que tanto se anhela.
La marcha perínclita de Los peruanos pasan
no podría haber sido escrita jamás si no tuviéramos la inspiración de
un ejército que en nuestra historia ha sabido afrontar las pruebas más
heroicas y dejarnos en pie una dignidad inmarcesible.
Tiene
giros y argumentos en sus compases que la hacen segura, convicta y
confesa, capaz de competir y vencer ante cualquier marcha guerrera o
militar del mundo.
4. La gesta
del magisterio
El
año 1928 Carlos Valderrama inicia una gira por diversas ciudades del
interior del país y por algunas capitales de América difundiendo
principalmente su música, pero también el sustrato y el mensaje del
indigenismo sinfónico.
Pero
no solo su labor se limita a la difusión de su obra, sino que organiza
coros escolares y juveniles, y hace el montaje de obras de música de
inspiración andina combinadas a otras artes como la danza, el teatro y
las artes plásticas y visuales.
Y
lo hace consciente de que la música sinfónica de inspiración andina es
la expresión más alta e intensa de nuestra identidad musical, en vínculo
pleno con nuestra raíz cultural ancestral.
Y
porque en nuestro país esta expresión se dio coincidente con una toma
de posición en el mismo sentido en otros campos del saber humano, como
la pintura, la escultura, la literatura, así como en los movimientos
sociales de reivindicación del indígena peruano.
Esta
eclosión cultural fue la gesta del magisterio cultural de abanderados
como Clorinda Mattos de Turner, Manuel Gonzáles Prada, de José Carlos
Mariátegui, y de tantos otros visionarios y escritores que abrieron este
ámbito del ser nacional.
5. Lo eleva
a las estrellas
Esta
veta, aunque en compás de espera, sigue indudablemente estando vigente y
es importante vigorizarla en la perspectiva de la forja y construcción
de la utopía andina y de la reconstrucción de los andenes nuevos, que es
el ideario y el compromiso del presente y del futuro.
Perspectiva en la cual, canciones como La pampa y la puna
es importante entonarlas con mayor frecuencia y fervor en escuelas y
ceremonias cívicas. Así como todo niño y joven debieran sentir y dejarse
subyugar por interpretaciones como la que hace la mesosoprano de
coloratura nacional Yma Sumac.
Y
donde ella extrae desde lo hondo sus compases, colores y los
componentes de su canto que rescatan lo mejor de la vida y lo eleva a
las estrellas, experiencia que es importante que forme parte de la
memoria colectiva de nuestro pueblo.
Porque
es imponente y supremo, es soberbio e insospechado el coraje que
asumimos al ser transportados por ese prodigio de voz de coloratura con
cinto octavas en registro, que es un portento de la naturaleza el que se
haya dado alguna vez, y que en el caso que referimos todo ello esté
fusionado a una cultura de asombro y de fábula como es el mundo andino.
6. Proyección
mundial
Carlos
Valderrama murió en Lima el 1 de agosto del año 1950, a la edad de 63
años, a quien debiéramos tenerlo más presente en nuestras tertulias, y
hasta erigirle un monumento.
Trujillo
necesita reivindicar más a Carlos Valderrama como el músico egregio que
fue y que es; y que ha dado al mundo nuestro suelo y a quien le cabe
aún más una proyección mundial. Porque pocos conocen que los acordes de
La Pampa y la Puna es composición en la parte musical de un trujillano,
como pocos conocen que perteneció al legendario Grupo Norte de Trujillo,
que contó con la presencia señera de César Vallejo, Antenor Orrego,
Francisco Xandóval, Alcides Spelucín y Ciro Alegría.
Eso
sí, el Instituto Nacional de Cultura del Perú expidió el 27 de julio
del año 2004 una Resolución Directoral reconociendo como Patrimonio
Cultural de la Nación a la composición musical La pampa y la puna
y declarando de interés cultural la obra musical de Carlos Valderrama
Herrera por contener conceptos originales de música y fortalecer nuestra
identidad nacional.
Así
como el Ministerio de Relaciones Exteriores le confirió la Orden al
Mérito por Servicios Distinguidos en el Grado de Comendador, en una
emotiva ceremonia llevada a cabo el 18 de enero del año 2005 y a la cual
asistieron su viuda, la Sra. Haydée Hoyle de Valderrama y su hijo el
Sr. Carlos Valderrama Hoyle, quienes se trasladaron para estar presentes
en este acto oficial desde la ciudad de New York.
He aquí dos testimonios de amigos míos:
7. Dos
testimonios
De Felipe Rivas Mendo, quien me dice:
Gracias
Danilo por este envío que retrata a uno de los grandes de nuestro
universo cultural. Lo conocí y canté bajo su dirección, como integrante
del orfeón infantil chiclayano, una inmensa masa coral de estudiantes
ubicada en el atrio de la catedral y con algunos miles de espectadores
al frente. Esta labor la hizo también en otras provincias. Leí, no
recuerdo la fuente, que esta labor la hacía Carlos Valderrama como
Director Nacional de Canto Escolar del Ministerio de Educación, año
1947. Otros niños de entonces que también participaron en el orfeón: mi
primo, el crítico literario Luis Rivas Rivas y el cantante, ya
desaparecido, Eddy Martínez. Con mi abrazo.
De Roberto Beltrán Neira, quien expresa:
Querido
Danilo. Te cuento que cuando estábamos en cuarto de media en el colegio
La Salle de Lima, tuvimos la visita del general de la orden. Con ese
motivo el colegio consiguió el concurso del maestro Carlos Valderrama
para presentar un saludo musical al visitante. Valderrama organizó un
coro con la totalidad del alumnado para interpretar La Pampa y la Puna.
Seríamos unos trescientos alumnos o más. Fue impresionante la ejecución,
después de numerosos ensayos. Hasta los más desorejados, como tu amigo,
quedamos muy bien haciendo el bajo: tun turuntun tun… Recuerdo al
maestro como un hombre muy vital, entusiasta y convencido de su arte.
Este episodio escolar es uno de los recuerdos perdurables que guardo en
la memoria con mucho cariño. Recibe un fuerte abrazo.
Por
todo lo expuesto, proponemos que el 4 de septiembre de cada año la
Dirección Regional de Educación de La Libertad promulgue el Día de
Carlos Valderrama, y reactualizar su egregio cancionero. Y revivir toda
su música para el engrandecimiento de nuestro pueblo, porque ella nos
eleva al cosmos en lo vertical e inhiesto de su canto.
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