Danilo Sánchez Lihón
1.
He
llegado hasta ti, Chechén Itzá, a encontrar la huella de los viejos
senderos, el camino de las constelaciones y de las estrellas para
construir un orden nuevo.
He
llegado hasta ti, reverente y extasiado, desvelado y obsedido por los
enigmas y sus consecuentes verdades fundamentales y absolutas.
Por
todo lo que hay enterrado en tus pirámides, y en las galerías por donde
han caminado silenciosos hombres y mujeres portando en el alma el fuego
sagrado.
He
llegado hasta ti, esperando las revelaciones, el anuncio de un tiempo
nuevo bajo el vuelo del quetzal en los cielos de esmeralda y sobre un
suelo de obsidiana.
Ante
los dioses tutelares, dioses propicios en la ciudad sagrada, centro
ceremonial donde todo es maravilla, sorprendente y admirable. Y donde
todo es prodigio.
2.
Hemos venido aquí a soñar nuevas y viejas utopías del mundo andino y del mundo maya, adonde yo llego reverente y extasiado.
Donde
se alinearon las piedras mirando las estrellas y siguiendo el cálculo
de las constelaciones que fue cómo se trazaron estos espacios y se
conformaron estas calles y estas esquinas.
Vengo
a inmiscuir mi voz entre estas piedras, a encontrar el rostro exacto de
sus mujeres como obra de alfarería, como cántaros tallados con el agua y
el viento.
Vengo a posar mi frente en el calendario maya, a que uno de sus signos despierte lo dormido que yo tengo bajo mi frente.
Y
todo sea en la vida de alborada, matinal y de amanecer como era antes.
Vengo con un poder moral, cuál es el poder de los sueños.
3.
Vengo arrobado en el alma por el canto del quetzal desde la hondonada y que cubre con su trino sutil el mundo.
Que reúne lo fugaz que pugna con el canto albo de lo eterno, en el instantáneo brillo de la luz en la noche insondable.
El quetzal, mensajero de los dioses y ave del paraíso.
Pero vengo también a escuchar el siseo y el silbido de la serpiente. Y ser más en el sentido del ser que somos.
Y
a escuchar el retumbar del rayo de abajo y en la lluvia del fondo,
relacionada al agua sumergida y a la tierra que se nos tiene prometida.
Vengo a escuchar el labrar de las piedras para construir los templos, el de Kukulcán. Y a extasiarme en sus laderas.
4.
Y es que yo estuve antes entre los hombres vivos que fueron arrojados a los pozos de agua espesa de color esmeralda.
Al gran cenote sagrado, puerta de entrada al lugar donde moran los dioses.
Yo
estuve antes en sus bordes, yo estuve antes en sus orillas, bajo tu sol
inclemente y tu cielo anubarrado, yo fui un niño que arrojaron a tu
légamo.
Tengo la sensación del agua atorando mi garganta, y mis ojos que empezaron a encontrar la luz dentro de la piedra.
Por eso, qué hondo en Chichén Itzá tener silencios y tener palabras.
Y luego el laberinto de tus ríos subterráneos, y los cenotes por donde aflora el agua hacia la tierra y el cielo.
Y la ruta del agua la conozco, que aquí se extrae de los ríos subterráneos y que recorren las venas de la tierra.
5.
Porque si algo significa Chichén Itzá es el mundo de adentro y el mundo de afuera.
El mundo de arriba y el mundo de abajo, el de atrás y el de adelante.
El mundo luminoso de la vida y el mundo oscuro y tenebroso de la muerte.
Donde los dientes de la serpiente significan este mundo cotidiano, donde se come, se bebe y se baila.
Y se quiere y se anhela. Es el mundo que acabamos y gastamos cada día.
El mundo de los opuestos, de las sabias y hondas oposiciones y paradojas.
He vuelto aquí a soñar la utopías posibles e imposibles, el mundo mágico de nuestros ancestros.
6.
Con la serpiente emplumada en la base del templo, donde su boca es entrada y salida a todo universo y misterio.
Y sus ojos desorbitados es el deslumbramiento ante tanta luz radiante que llega desde lo alto.
Es el extasiarse y el maravillarse con este universo de afuera y de adentro.
Y el último poblador que habitó estas galerías que no quiso decir ni revelar nada sino apenas dejarse morir.
Y
con su muerte para siempre sellar los secretos, quedando sepultos para
siempre. ¿Qué mejor manera, digo, de alcanzar la eternidad?
Donde crece el maíz, del cual hasta ahora se hacen tortillas. Crecen tomates, chayotes y yucas.
Gorjean las predices, los faisanes, y las codornices. Y deambulan insomnes el venado y el tapir.
Donde permanecemos aquí claros y pujantes.
7.
Aquí estoy mirándote desde dentro, y después de mucho tiempo Chichén Itzá.
Mirándote desde debajo de una piedra, hundido en el agua, entrañado en la roca. Y en el vuelo de las aves.
Viendo y mirando desde el fondo de los mares ignotos y de las estrellas titilantes.
Desde
el mismo punto donde los invasores desde aquí soñaron despiertos con
fuentes de la eterna juventud, porque aquí nacen naturales los sueños.
Como el de buscar la inmortalidad en esta vida efímera. E incursionaron buscando la Florida, como fuente de la eterna juventud.
Donde hay una historia por redimir. Y por revivir las viejas y nuevas utopías.
Bajo
el torrente milagroso de una catarata de luz infinitamente hermosa, en
Chichén Itzá que significa Boca del pozo de los brujos del agua.
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