Danilo Sánchez Lihón
La carpa del circo siempre
cae.
Y todo es de nuevo un solar.
Y
todo de nuevo es posible.
B. Jodorowski
1. Aún
siendo así
Quiero
referir esta vez algo verdaderamente grandioso y que se presenta en
estos días bajo los tejados embelesados de mi comarca, y al pie de sus
curahuas donde crecen malvas, clavelinas y enredaderas.
¿Qué
es? Es cuando oímos el griterío de la gente, principalmente chiquillos,
avisando que: ¡ha llegado el circo! ¡El circo! ¡El circo! ¡El circo!
Y
es cuando adelante y detrás ya hay una multitud desarrapada que rodean a
hombre que hace desgañitarse a una corneta y a otro que agita un tambor
ensayando extraer el mayor ritmo y sonido que, ¡eso sí!, alegran para
siempre nuestros corazones
¡Ah, misterio! ¡Oh, prodigio! ¡Ah, asombro! ¡El mayor hechizo del mundo!
Circo
cuyos integrantes desde las afueras del pueblo hacen su ingreso con sus
vestidos chillones, subidos en unos zancos que sobrepasan la altura de
los techos.
2. Perder
el sentido
Avanzan
haciendo alharaca, aspavientos y asustando a los más chiquitos que en
vez de salir a verlos entran despavoridos a sus casas.
Y desaparecen en los cuartos, escondiéndose miedosos y llorando debajo de las camas.
Pero, ¿por qué? ¡Por haber visto gigantones estrafalarios tan altos y empinados como las cumbreras de nuestras techumbres!
Eso
sí, este circo, en vez de leones o elefantes, trae como sus figuras
estelares: una cabra negra que salta. Un perro chusco que ladra y un
pavo que se encrespa rascando sus alas en el suelo.
Y
que, curiosamente, pese a que con esos animales lidiamos todos los días
ahora nos entusiasman y fascinan a los niños hasta hacernos perder la
cabeza.
Nos
hacen delirar tanto hasta perder el sentido, cuando los aplaudimos en
el escenario alzado a las afueras del pueblo sobre un campo húmedo que
antes era verde.
3. Y es
por esta proeza
Pero aun siendo así, resulta extraordinario porque la cabra salta por un aro de fuego.
El perro se empina sobre su cabeza sacudiendo en el aire unos pompones con sus patas como si fueran manos.
Y el pavo se da de volantines, lo que nos hace desternillarnos de risa.
Ya en la función, el hombre que vende las entradas es el mismo que camina por la cuerda tendida en lo alto del escenario.
¡Y es el mismo que toca la trompeta, el clarinete, el saxofón y el bombo de la orquesta!
¡Pero
lo que más nos conmueve a los niños es que la linda, esbelta y
agraciada señora que se balancea en el trapecio como una sirena esté
casi desnuda en tanto frío serrano!
Y
es por esta proeza, y no por otra, por la cual la aplaudimos a rabiar.
Aunque también por calentarnos las manos en este frío atroz y con el
aire que chifla por la carpa destartalada.
4. Hondos
suspiros
Pero,
además, porque es la mamá de aquella luz radiante que brilla y fulgura
en todos los circos del mundo: cuál es una niña linda como un sueño que
también junto a la señora se columpia en el trapecio,
Ella
se llama ¡Débora! Porque ha pasado hace un momento por nuestros
asientos colocándonos una escarapela que a quien no tiene para pagarle
le pincha la vuelve a sacar y le pincha en el pecho con la punta del
alfiler, dolor y punzada mil veces preferible a que no nos mire ni nos
tenga en cuenta con sus ojos verdes
Tiene
la piel del pan y los ojos de esmeralda como las lagunas cristalinas y
apenas agitadas de nuestras punas y cordilleras. Y los labios rojos como
dos bolsitas de sangre que de un momento a otro se fueran a reventar,
temblorosas bajo su aliento.
Dejando
nuestros corazones estrujados cuando salta de una cuerda a otra en el
aire, donde siempre es un milagro que llegue a cogerse de los trapecios
altísimos, quizá más por el aliento que le alcanzan nuestros hondos
suspiros.
5. El hecho
de estar vivos
Pero haciendo ahora la cuenta, ese circo en realidad no era sino una sola familia, con sus animales domésticos.
Y
una carpa que debió ser sólo un poquito más grande que un conjunto de
sábanas o frazadas cogidas y tiradas por los bordes y sujetas por las
puntas.
Pero
como todo lo que ocurre en el reino de la infancia, es para nosotros lo
más grande y magnífico que jamás pueda haber existir sobre la faz de la
tierra.
Y sus proezas tratamos de imitarlas durante todo el año hasta su nuevo regreso.
La
fiesta de mi pueblo así ha comenzado. A la cual muchos retornan desde
lejos por la fuerza de la añoranza, de la nostalgia y de los recuerdos.
En donde las personas se alegran sin saber por qué ni de qué, ¡quizá solo de estar vivos!
6. Las tejas
extasiadas
Y
se extasían en lo que fue y también en lo que no fue. Pero que aquí lo
miran en esos retazos de cielo que vislumbra al borde de los aleros.
A
la cual volver siempre es una manera de preguntarle a la tierra de
origen por lo que somos, hemos sido y seremos. Y una manera de exorcizar
la muerte.
La
fiesta de mi tierra tan llena de misterios, como de retazos de clarines
que nos llegan por lo alto de los muros donde crecen las malvas, las
clavelinas y las enredaderas, es en el fondo fiesta, pero a la vez con
mucho de pena.
Que
se desenvuelve al pie de ese paisaje de plantas desveladas que se mecen
encima de las pircas ¡con sus flores de mostazas gualdas sobresaliendo
de entre alfiles y geranios!
Y las tejas extasiadas que siempre esperan para esta fecha nuestro regreso.
7. En este
universo
Y,
en suma, y, por otro lado: ¿qué es el circo en esencia en ese solar ya
escondido de la infancia? Quizás el don de arrobarse, de buscar lo
extraordinario y heroico en nuestras vidas.
¡La
capacidad de admirar, de reverenciar y adorar! De asumir que todo es
asombro, maravilla y prodigio. Es creer en el portento de que bajo una
carpa que deja trasparentar el cielo estrellado, se desplieguen todos
los hechizos, malabares y sueños.
Es
la dicha de gozar de la magia de la creación. Es creer, no importa en
algo que apenas salte, corra o vuele, intuyendo que esos hechos son en
realidad grandiosos. Es creer en el embrujo, en el milagro, en que hay
algo más allá y al fondo de todo lo aparente y casero.
Es
creer en la ilusión, y en que todo es posible sobre la faz de la
tierra, y en este universo al cual le debemos tanto. Y a esta vida tan
generosa y lastimada.
*****
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
*****
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:
*****
Teléfonos Capulí:
393-5196 / 99773-9575
capulivallejoysutierra@gmail.com
Si no desea seguir recibiendo estos envíos
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.