domingo, 28 de octubre de 2012

PIEDRA DE ALMAS QUE PENAN - FOLIOS DE LA UTOPÍA: SON RELATOS QUE LOS ESCRIBÍ LLORANDO - ENTREVISTA A DANILO SÁNCHEZ LIHÓN - POR MARA L. GARCÍA

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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
Construcción y forja de la utopía andina

PIEDRA DE ALMAS QUE PENAN
 
FOLIOS DE LA UTOPÍA
 
La doctora Mara L García, profesora de la Universidad de Brigham Young de Utah, en Estados Unidos de Norteamérica, y directora del Instituto de Estudios Vallejianos de esa misma casa de estudios, ha hecho pública la siguiente entrevista acerca del libro Piedra de almas que penan, obra de la cual es editora, prologuista, realizadora de un amplio estudio crítico que forma parte del libro, como de la entrevista que a continuación publicamos, que se incluye en la obra, la misma que recogemos y difundimos, ya que versa sobre el tema del volumen motivo de la presentación que se realizará el sábado 27 de octubre del año en curso, 2012, a las 7 pm. y previo al Día de los Muertos, ambiente que la obra recrea y evoca, acto a llevarse a cabo en el Aula Capulí, sita en calle Tacna 118, Miraflores, esquina con la Av. Angamos, en Miraflores, Perú.
Mara L. García dicta cursos de literatura hispanoamericana en USA, ha publicado numerosas obras de crítica literaria, escribió la colección de cuentos La casa de calamina. en 1994 obtuvo el Premio Gabriela Mistral, en 1996 el Segundo Premio Minaya-Alvar Fáñez y el 2001 EL Premio Goliardos del Instituto de Cultura, Subdivisión de Fomento a la Lectura, de la ciudad de México. El año 2009 fue reconocida con el Premio Orgullo Peruano, Profesional Exitoso en el Extranjero. Ha sido declarada Hija Adoptiva e ilustre de Santiago de Chuco, Tierra de Vallejo.
 
SON RELATOS QUE LOS ESCRIBÍ LLORANDO
 
ENTREVISTA A DANILO SÁNCHEZ LIHÓN SOBRE PIEDRA DE ALMAS QUE PENAN
 
 
 
MARA L. GARCÍA, PHD.Brigham Young University, Utah-USA
 
“Todos han muerto…
Murió mi eternidad y estoy velándola”
César Vallejo
 
MG: Dr. Danilo, ¿cuál fue el detonante que le llevó a escribir Piedra de almas que penan?
DSL: Este es un libro que ha brotado de manera espontánea, casi imprevista. Lo curioso es que ya estaba escrito y yo no me había dado cuenta. Tal y como es la naturaleza de los hechos que en él se narran, es decir es también un libro fantasmal, que estaba allí a mi lado, mirándome vivir, como están las almas de los muertos, rodeándome y no lo sabía. Ni yo me daba cuenta de que lo tenía. Había quedado encajonado largos años y no formaba parte de ninguna agenda de mis libros por escribir y publicar y, cosa curiosa, lo había escrito por desahogo, por librarme del asedio de los espíritus que lo pueblan, como en una especie de exorcismo, a fin de dejar quietos a los lémures y sombras que me acosan.
MG: ¿Y por qué lo dejó olvidado tanto tiempo?
DSL: Porque los fantasmas dejaron el espacio cotidiano y se fueron a vivir más al fondo, porque ahora ellos deambulan en mis sueños más enmarañados y como tal inabordables. Sin embargo, después de años que estaba allí la obra noté que tenía vida propia, que palpitaba pero latiendo en un reino oculto, atónito y pasmado, como son los muertos. Desde allí vuelve a la superficie agitada de los días, reconociendo que esta literatura tiene mucha afinidad con el alma de la gente y con el atavismo inherente de los seres humanos y grupos muy amplios de público, que comparten en algún momento del día, situaciones en que evocan presencias inexplicables o alguna circunstancia de la vida difícil de entender, sumergiéndose en lo que es la indagación de lo sombrío, críptico y onírico, hecho que indudablemente tiene el valor de ser maravilloso pero a la vez temerario.
MG: Qué representa para usted este libro Piedra de almas que penan. ¿Está conectado a su experiencia personal?
DSL: Es una deuda que yo tenía conmigo mismo, y con toda una etapa trascendental de mi vida; porque viví de niño muy transido por el misterio de las presencias sobrenaturales en la vida cotidiana. De joven arriesgué todo indagando en ese enigma, y de adulto vivo sumido, aunque más sereno, en la misma incógnita. En verdad yo fui una persona crucificada en ese secreto, como también admiración y sobrecogimiento, cual es que este mundo está poblado por almas que penan. Mi vida de niño si tuvo algún hecho tormentoso, temible y devastador fue éste, el de sentir y corroborar que estábamos rodeados y compartiendo este mundo con fantasmas, con seres que tienen otra dimensión, y una actitud hacia nosotros de reclamarnos algo. Como que algún compromiso de cariño tenemos y nos compromete con ellos, y no nos damos cuenta. Mi vida es tanto a los vivos sentirlos muertos, como a los muertos sentirlos vivos.
MG: Tal vez porque el limbo entre ambas esferas es muy tenue.
DSL: Yo me afligía mucho por ejemplo pensando en la muerte de mi madre, porque ella siempre estaba encinta y en cada parto yo pensaba que se iba a morir. Yo tengo nueve hermanos menores de 11 que somos, pero mi madre tuvo muchas pérdidas o partos fallidos y esos trances eran tormentosos, y entonces hubiéramos sido muchos más. Siendo así yo siempre tenía mucho temor de que mi madre muera; y vivía proyectándola en ese ámbito fantasmal y yo suponiéndome que iba a ir hasta allí por la fuerza del cariño, o iba a acogerla aquí pero ya como alma. Y habría un momento en que tendría que conversar con ella y me imaginaba que la única manera de hacerlo sería desgarrada, solemne y llorosa. Pero a la vez, yo rescataba otras presencias de ese mundo sombrío.
MG: ¿Morían mucho en aquel tiempo?
DSL: Muchos morían en mi entorno: morían vecinos del barrio, murió mi primo hermano Perico, con quien vivíamos en la misma casa; murió mi prima hermana Elenita; morían mis compañeros de estudio. Murió mi bisabuela Asunción que siempre me tenía cargado en su espalda, y yo aún siento sus huesos y su esfuerzo, su jadeo para cogerse de las paredes al caminar conmigo, yo atado en el rebozo que ella amarraba a su cuello. Pero este echarme a su espalda era por puro cariño y mi madre no la contrariaba por respeto. El terremoto que sepultó a varias ciudades de mi provincia ocurrido en esos años, y que hizo que los ríos cambiaran de curso, ella me tuvo cargado cuando las tejas caían en sus hombros y ella sorteando que no caigan en mi cabeza, hechos que hasta ahora me estremecen. Por esa razón mi padre se impuso fortalecer mi carácter para yo afrontar estas realidades que eran para mí un verdadero suplicio.
MG. ¿Y cuáles eran esas tentativas a que se sometía? ¿Pudo conseguir aplacar sus miedos?
DSL: Yo mismo me sometía a pruebas desde la racionalidad, tratando de probar si ese mundo, cual es la morada de los muertos, desde donde a veces nos visitan, realmente existía. Por ejemplo me probaba en caminar por casas abandonadas y a oscuras. Las pruebas que recogí eran contundentes, y corroboraban siempre de manera palmaria que sí existían esas moradas y esos seres llenos de padecimientos. Llegar a esa conclusión curiosamente en vez de espantarme, logró el efecto anhelado de calmarme, y darme la tranquilidad que yo necesitaba porque lo que más deteriora siempre es no saber y quedarse en la duda o lo incierto.
MG: ¿Cómo nació el título Piedra de almas que penan?
DSL: Piedra, porque es un símbolo que se ubica en el mundo andino, que es de piedra; y por el significado que este concepto encierra. De almas, porque todos los cuentos son realmente de estos personajes etéreos. Y de pena, porque sufren por querer estar en esta vida, como si esta vida fuera irremplazable. Y vienen porque nos quieren o quieren mucho a este plano de la realidad, que a veces nosotros despreciamos, y lo maltratamos tanto. Entonces el título es exacto, matemático y, diría, sin ningún hechizo; porque todos los cuentos, absolutamente todos, son de espíritus que deambulan por el mundo y curiosamente van o caminan afligidos.
MG: ¿Y, por qué esa preferencia?
DSL: Quizá, una de las razones que me inclinan por ese mundo es que es de seres afligidos, porque no he encontrado una sola alma contenta, complaciente ni feliz. Todas sienten pena. Pero quiero advertir que yo tengo mucha inclinación por conceptuar que la actitud coherente para con este mundo es la pena. Si lo amamos mucho la pena de que va a desaparecer, que todo va a pasar, y si no lo amamos pena de que sea un lugar imperfecto. Pena de que vayamos a dejar de existir. Pena porque frente a hechos como los que nos ha tocado vivir aquí, en este universo, no cabe tener actitudes frívolas, sino más bien transidas, ante esta realidad que es maravillosa y que indudablemente va a pasar o fenece cuando nos morimos. Que el título entonces marque el “que penan”, constituye un anclaje fundamental.
MG: Indudablemente es un título completo.
DSL: La parte primera del título señala a los personajes y la segunda es la actitud, que yo la reivindico desde hace mucho tiempo, la pena o apenarse. Me resulta moral que las personas sientan pena, incluso eso me parece solidario, porque los seres humanos que se consustancian así sintonizan con el drama de muchas personas que no tienen el halago de tener a la vista todo aquello que les corresponde. Es un título que dicho así tiene incluso una connotación para el ámbito social y no sólo para el sobrenatural, puesto que éste es un mundo de aquí, el plano superficial, que de alguna manera nos demanda también que lo asumamos con pena, con condolencia, sintiendo melancolía o tristeza por él.
MG: Santiago de Chuco es el escenario central del libro Piedra de almas que penan, y de muchos de sus otros libros. ¿En qué se diferencia el Santiago de Chuco de la realidad extra textual, al pueblo mítico que se recrea en su libro Piedra de almas que penan?
DSL: La mayoría de esas historias que conforman este libro las he recogido del habla de las personas mayores que nos cuentan en las noches en las cuales se narran historias de espantos y aparecidos en las casas en las que vivimos. Ese plano corresponde a Santiago de Chuco, que es un pueblo viejo, poblado de seres que han pasado a una vida que tiene un estatus sagrado, tanto que muchos de los gestos de las personas que han muerto todavía se los recuerdan y permanecen entre nosotros con carácter de símbolos. Y es que lo mágico religioso en Santiago de Chuco, es un veta profunda que lo sentimos en diversas manifestaciones.
MG: Muchas veces insertamos en nuestro mundo real objetivo el elemento sobrenatural
DSL: Sí. Por ejemplo, un rasgo muy pequeño es cuando una libélula un día espléndido de verano, en el cual todo es luz y estalla de colores, cuando en el patio pareciera que todo es presente y mundo tangible, de repente llega y revolotea la libélula encantada que luce en sus élitros completo el arco iris y la sombra más inextricables. E inmediatamente nosotros pensamos que es un mensajero de un mundo subterráneo, que es la presencia de algún ser querido que ha muerto, que es nuestra bisabuela que viene a anunciarnos que Juan, su hijo, viene desde Lima a visitarnos de una manera imprevista. Y nuestro tío llega. Entonces nosotros estando bien, en una realidad que pareciera completa y que no le falta nada, sentimos inmediatamente como una flecha se disparada desde lejos, o desde lo hondo, o desde el misterio. Y eso nos hace sentir la presencia de lo ausente y de que todo es hueco y que las cosas no depende solo de lo que ocurre aquí. Y eso digo yo que lo sufrimos porque pertenecemos a una cultura que ha acumulado mucha experiencia humana que en algún momento resalta y somos víctimas de aspectos que pasarán siglos y milenios sin alcanzar a explicarnos de qué se trata.
MG: ¿Cómo desarrolla sus personajes en Piedra de almas que penan? ¿Están basados en personas reales? ¿Son una mezcla de varias personas, o son seres inventados? ¿Qué porcentaje son reales y qué porcentaje son ficticios?
DSL: Piedra de almas que penan tiene algunos relatos que incluso son autobiográficos, y otros que recrean lo que he escuchado a las personas que han vivido mucho en esas reuniones en donde nos narran cuentos de muertos y aparecidos que penan entre las candelas del fogón y sus candelas votivas. Los que he vivido yo es una revelación de lo que puede ser para mi circunstancia personal esa dimensión trascendental. Yo creo en ello y no lo he escrito por ningún prurito académico, convencional o de cualquier otra índole.
MG: Es más bien un libro personal.
DSL: Es ese su sentido, un libro para mí un libro confesional, por lo menos en los dos primeros capítulos de los 5 que tiene la obra. Los últimos son sucesos que han ocurrido en Santiago de Chuco, de accidentes de carreteras que han quedado muy marcados en el imaginario de las personas. Son sitios del camino que están marcados, en donde hay cruces, que quienes transitan por esos lugares, los señalan como puntos en donde ocurren hechos inexplicables y extraordinarios que los atribuyen a las almas que allí penan, en donde antes de acercarse se sacan sus sombreros y recitan las oraciones y los rezos que ellos saben. El libro lo integra entonces, por un lado lo autobiográfico y, por otro, lo recreacional, de lo que se refiere en noches en que se narran cuentos.
MG: El narrador-personaje, generalmente niño, muchas veces aparece innombrado. ¿Por qué es un ser innominado? ¿Tal vez para hacerlo más universal, anónimo, sin identidad etc.?
DSL: Tal vez sea un poco de pudor, de recato y de vergüenza propia. Los chucos somos muy avergonzados. Tenemos una regla muy alta de lo que significa no causar fastidio, no aparecer como inoportunos ni impertinentes. Esta cualidad por ejemplo en César Vallejo es un distintivo muy notable. Acerca de este rasgo yo siempre pienso mucho en mi padre a quien lo identifico como un hombre para quien era sagrado no importunar a la gente, tanto que nunca osaba contrariar a nadie. De él debo haber sacado aquel cuidado de no querer causar fastidio nunca. Eso nos condiciona a retirarnos, a no ser visibles y a ser muy pudorosos con nuestros nombres.
MG: Es posible que esa etapa de su niñez fue una etapa inolvidable en su vida. Ese regresar a esa edad maravillosa donde fue muy feliz
DSL: Sí, mi niñez, me marcó mucho. Yo fui un niño feliz, pese a ese sobrecogimiento que tenía acerca de lo sobrenatural. En la vida real, fui una persona que era un cascabel, una sonaja andando: inquieto, alegre y travieso. En la etapa de la educación primaria y secundaria fui yo una persona que mis compañeros de escuela o de colegio, pensaban y esperaban que yo fuera un personaje que iba a ponerle guirnaldas a la luna, o que iba a pintar de colores a las estrellas, así de lo saltarín, y de lo creativo que era. Fui un futbolista consumado, que con la pelota hacía malabares que no lo voy a poder hacer nunca con las palabras, tanto que si yo ganara el lauro más preciado en cualquier campo, nunca se va a comparar con la gloria que viví de niño en muchos ámbitos, por ejemplo en el futbolístico, que por anotar los goles que anoté para el equipo en el cual jugaba yo salía cargado en hombros de mis compañeros desde el estadio hasta la Plaza de Armas, en donde recién dejaban que me apeara mientras mi nombre lo iban vitoreando por las calles.
MG: ¿Qué tiempo estuvo ausente de su pueblo? En sus textos, anota que su pueblo le marcó profundamente. De igual manera, escribe que pide perdón a su tierra natal por su ausencia de muchos años. Al regresar hay cambios y encuentra un pueblo distinto, al de los recuerdos de los ojos de la niñez.
DSL: Estuve ausente 20 años. Y no regresé a mi pueblo porque me embriagaba al amor ausente que sentía por él, que quería aumentarlo con el desgarramiento de la nostalgia. Yo regresé para enterrar a mi padre, y a partir de entonces es un rito volver a visitar su tumba y hacer el peregrinaje del retorno ya no solo sino acompañado por todos los romeros que vamos en el movimiento cultural Capulí, Vallejo y su Tierra. Pero, aparte, regreso muchas veces en que es inatajable las ganas de volver, aunque nadie sabe que he vuelto, ni desde donde he partido ni hacia donde he llegado, porque camino como fantasma. Si alguien me ve dirá: era él o era su sombra. Y para mí mismo no sabría responder esta interpelación. Me embarco entonces como un alma en pena, y regreso a mi pueblo sin ningún motivo aparente, ni racional ni lógico, sino guiado únicamente por el sentimiento y la atracción única que esa realidad oculta y enterrada ejerce sobre mí.
MG: En Piedra de almas que penan, el narrador personaje del cuento “Grata compañía”es el personaje adulto innominado el que regresa a recoger ese mundo sobrenatural. Es el que tiene ese contacto con los espantos. Hay una circularidad en el libro y este cuento corrobora esa circularidad. Asimismo el encuentro con los niños fantasmas que juegan, aumenta la tensión y el suspenso.
DSL: Es cierto, donde el final se enlaza con el principio y es más estremecedora la oposición de que los niños son fantasmas. No se los define cabalmente como tales, pero en el momento en que escribía y en el instante en que ellos se hacían presentes en el acto de la escritura, esa ronda de niños sin rostros se hizo tan temible que tuve tanto miedo que me estremecí. Y tuve que levantarme y dejar de escribir.
MG: ¿Juegan los niños de la realidad extra textual en el obelisco?
DSL: Sí. Yo siempre camino y paso solo por allí. Tengo una atracción de ir al cementerio siempre y encuentro allí a niños jugando. Cuando escribí supuse que eran fantasmas, y me aterroricé. Y ahora que paso por allí me cuido de no mirar sus rostros porque aún si los viera como seres vivos no me cabría duda de que son fantasmas.
MG: ¿Qué representa para usted el cementerio o el Campo Santo? Este espacio lo menciona como una vista desde su casa. Y también está la connotación que las almas de los aparecidos provienen de ese lugar.
DSL: Lo considero como un orto, como una puerta, como si por ese lugar salieran estos seres que deambulan y penan en las casas. Eso yo lo tengo muy fijo y a la vez dolorido. Mi casa en Santiago de Chuco queda en las faldas del cerro Quillahirca, en un sitio elevado desde donde miramos al cementerio, cuando nos asomamos al balcón de la habitación donde de niño he dormido. O desde el Mirador desde donde hay una visión directa, como si el cementerio estuviera metido en nuestros ojos, o en nuestra caja torácica, porque hay una coincidencia de altitud entre los dos planos. Y en general todos los pobladores miramos mucho el cementerio, porque es una colina elevada que tiene la connotación de una ascensión, como que al morir y ser enterrados allí nos elevamos a una dimensión superior, supra terrenal. El cementerio es entonces un punto de mucha vibración para los chucos, para quienes nuestro pueblo es una hamaca colgada entre el Quillahirca y el cementerio que está al frente como es el destino de estar suspendidos entre la vida y la muerte. Mi casa está en el Quillahirca, en las faldas del cerro y desde allí el cementerio es muy evidente.
MG: Un espacio recurrente en sus cuentos es el fogón. ¿Es el fogón el lugar para la imaginación o el sitio propicio para los cuentos de espantos?
DSL. Sí. Además, de la manera más intrínseca hay como una atracción de opuestos entre el fuego y la muerte que en el libro se evoca; tiene una relación muy profunda y estrecha. Es el fuego aquello que nos aviva y protege, frente a la frialdad que tiene la muerte. A ese mundo helado y neutro, las llamas por lo menos le dan esperanza, y a nosotros nos consuelan que no es hora todavía de morir. Además, es luz frente a la oscuridad, a esa tenebrosidad de donde vienen las almas. Por eso, se narran cuentos cerca al fogón, y el fuego es como una devoción, como que las llamas están encendiendo una emoción dentro del pavor. Ahora que trato de suponerlo, no concebiría que se pudiera reunir la familia con el fogón apagado, o en un sitio donde no estuvieran restallando las llamas de cualquier antorcha.
MG: ¿Todos estos encuentros con aparecidos en la casa, suceden en la noche o en una tarde oscura, nunca durante el día, no?
DSL: Sí, porque la noche, es como el manto de la muerte, o el telón de fondo donde la muerte se dibuja. Creo que una circunstancia que propició que se dieran estos cuentos en la infancia de nuestra gente es que no había en aquel tiempo luz eléctrica en nuestros pueblos. Toda mi infancia la recuerdo alumbrada por candiles titubeantes y lámparas amarillentas.
MG: ¿Y entonces eso propiciaba un ambiente?
DSL: Sí. Por ejemplo, yo cursaba el tercer año de secundaria cuando murió mi compañero de aula Amílcar Gil García, y en el pueblo no había luz. Yo tuve que hacer guardia junto a su cadáver desde la 12 de la noche hasta las dos de la madrugada. Mi padre había dejado la puerta abierta para cuando yo regrese a la casa a esa hora profunda. Y entrar a ella sin luz era tenebroso y terrorífico por la sala donde estaban colgados los retratos de los abuelos y bisabuelos muertos. Mi padre previendo que iba a ser un trance difícil para mí, había dejado las dos hojas de la puerta de calle abiertas de par en par, para que no me asustara. Hasta ahora me hace temblar ese hecho, como si estuvieran abiertas las puertas de todos los significados y misterios que tiene la muerte.
MG: ¿Qué siente ahora, como adulto, cuando da una mirada retrospectiva a ese momento de su vida?
DSL: Tanta fue la impresión de la puerta totalmente abierta, de par en par hacia la noche oscura, como nunca la teníamos de día, que yo estuve largo rato esperando que algo ocurriera, que algo cambiara para poder entrar. Y tanto esperé que la fui viendo clara y blanca aquella puerta y aquella casa, tanto que la he asociado a que había luna llena cuando era noche lóbrega, y que hacía que esa puerta abierta hacia todas las incógnitas y verdades relumbre. Y que estaba así para que yo entre, ¿hacia dónde? ¿No era un acecho? ¡Hacia el espanto sin límites de la noche oscura! ¡Qué atroz! Ahora, cerrar esa puerta por dentro luego de haber entrado era peor, constituía un acto más supremo todavía en esa soledad y en ese silencio. Ahí tienes cómo un hecho tan simple y un acto tan bien intencionado de mi padre para simplificarme las cosas pueden volverse tan complejos y escatológicos.
MG: Y también la presencia de la casa.
DSL: Claro. He ahí otro elemento que tiene una vibración muy grande para mí. Y curiosamente los muertos y las almas deberían estar expulsados de las casas, que se hacen para acoger la vida y para que estén pobladas por vivos y no por los muertos que tienen su morada que es el cementerio y es el limbo. Pero no, ellos invaden nuestros aposentos porque aman la casa. Y no hay muertos que yo haya escuchado que ocupen la calle, o una esquina, o la plaza. Algunos penan en las carreteras pero es para llegar a las casas, cuando han ocurrido accidentes; allí están a la vera del camino, pero es conmovedora su búsqueda de la casa en donde exhalan sus suspiros, en donde se los ve pasar, en donde gangosean, sufren y hacen sufrir. A veces hacen flotar una sábana, una bufanda, un sombreo o un rebozo. Y entonces al mismo tiempo que la noche, es la casa la que se vuelve espanto.
MG: ¿Es la casa del narrador-personaje Fredy, un microcosmos de Santiago de Chuco?
DSL: Y es también un macrocosmos. Allí se encierra todo. Hay una equivalencia, porque en la casa donde yo nací, allí nació mi padre, como allí nació mi abuelo y mi bisabuelo y mi tatarabuelo. Y ahí nací yo. Es entonces una casa mítica, no improvisada, ni provisional. Seguramente si sigo indagando más hacia el fondo allí nacieron, aparte de mi ascendencia, los gentiles, los dioses y semidioses del cerro de la luna o Quillahirca. He nacido entonces en un epicentro telúrico, en donde hay una historia familiar muy honda y muy intensa, igual que la reconozco que hay en mi pueblo, que se hunde en lo que es la cultura de los chucos, en el barrio antiguo de Quillahirca donde nacieron mis ancestros que se pierden en el tiempo, y con quienes se funden mi sangre y mis latidos. En esa falda nació también César Vallejo, entre esas mismas nubes y esas mismas piedras.
MG: En dos ocasiones en Piedra de almas que penan, menciona la materialización de lo sobrenatural. Me refiero a los cuentos “¿Dónde yo me escondo?” y en “Creer y no creer”. ¿Están conectadas estas historias con la realidad extra textual?
DSL: Esos relatos los escribí llorando porque son confesiones muy íntimas mías y ocurridas con todos los riesgos que supone enfrentarse a una coyuntura que puede ser un sí o puede ser un no, y cualquiera de esas dos opciones van a cambiar tu vida con el agravante de ser la víctima y ser la persona que se contempla vivir o morir. Esos dos cuentos, son historias legítimas tal y cual han ocurrido. No hay nada en ellas que constituya un artificio literario. Fueron vividas con unción y exactitud. Y lo sigo recordando y volviendo a vivir con iguales atributos.
MG: Después de leer otro libro suyo como es Tierra natal, se enriqueció mucho mi conocimiento sobre Santiago de Chuco y sus misterios. ¿Cree usted que leer Tierra natal, ayuda para entender Piedra de almas que penan?
DSL: Tierra natal es un libro, que de manera muy consciente se afinca en un espacio que se lo reconoce como bello, encantador, y que pronto ahonda en un espacio mágico. Por eso, es un libro clave que logra hacer de Santiago de Chuco y de la época y las circunstancias que yo viví, una textura que da lugar a Piedra de almas que penan. Por eso, tiene razón cuando toma como punto de partida y como plataforma de análisis para Piedra de almas que penan a mi libro Tierra natal, que es una exploración integral de lo que es el mundo andino, como realidad física y cosmovisión; y el de un pueblo andino ancestral, como es Santiago de Chuco, con tanta raíz telúrica y tanta espiritualidad, como un macrocosmos que nos conduce a lo íntimo y entrañable de un microcosmos.
MG: Uno de los cuentos “¿Dónde yo me escondo?”, de Piedra de almas que penan, se germina en Tierra Natal. Además, la referencia a los aparecidos. Asimismo, la técnica de la personificación de la casa y del pueblo mismo, incrementa ese ambiente sobrenatural.
DSL: Hay también una correspondencia con el poema de “A mi hermano Miguel” de César Vallejo, con quien comparten el plano del juego de las escondidas, y el no poder encontrar a alguien en esa representación, porque ambos personajes se tornaron fantasmas. Porque eso es lo que ocurre en el poema de César Vallejo y eso es lo que ocurre en el relato “¿Dónde yo me escondo?”, lo que demostraría cómo esos sustratos están tan vigentes en un pueblo legendario como es Santiago de Chuco. César Vallejo lo recogió de una manera magistral en ese poema en donde no se trata de la muerte sino del desencuentro, que considero yo que es un problema mucho más grave y peor que el de la muerte misma.
MG: ¿El desencuentro?
DSL: Sí, esto es el no encontrarnos, porque podemos morir y estar cohabitando, y a la inversa podemos compartir incluso una misma habitación y sin embargo no encontrarnos, estar uno al lado de otro y estar en las antípodas, sin permitirse la coincidencia, la comunicación y mucho menos la comunión de las almas. Eso ocurre en “A mi hermano Miguel”. En cambio Vallejo, que era verdaderamente exacto tiene otro poema que titula “A mi hermano muerto”, que este sí trata de la muerte de su hermano Miguel y que Vallejo lo escribió como primera versión al impacto de la muerte de Miguel, pero que pese a que el tema es el mismo trata de un asunto completamente diferente. En el poema cuyo título es “A mi hermano muerto”, el tema es la muerte, porque incluso se oyen las campanas que doblan a duelo, el camino al panteón, etc. En el poema “A mi hermano Miguel”, que recrea el juego de las escondidas no trata de la muerte sino del desencuentro, que es el mismo de mi relato cuyo germen, como bien dice, aparece en mi libro anterior que es Tierra natal.
MG: ¿Cree que existen las alma que penan, como creía su padre?
DSL: Cuando me quedo solo es normal que yo escuche y vea que estoy acompañado por almas. Cuando me alojo en mi casa en Santiago de Chuco lo hago en el rincón donde murió mi padre, a quien le pregunto y es como interrogar a un oráculo. Alguna vez en vida le pregunté si creía en los muertos, después de quedarse a vivir solo allí en esa casa. Su respuesta fue contundente: yo vivo con ellos, me respondió. Y me conmovió esta respuesta, porque la vida así se enriquece, con esa proyección hacia el mundo de las ánimas, pero también se agosta, ensimisma y consume.
MG: Noto un doble o duplicación entre el padre y Fredy. El padre se realiza en el hijo. El hijo admira al padre. El hijo es maestro como el padre. ¿Podríamos hablar de espejos?
DSL: Mi padre no era muy comunicativo, era una persona escondida en sí misma. Yo siempre buscaba estar con él y creo que a él le complacía estar conmigo. Y me hacía confesiones extraordinarias, por ejemplo hacerme partícipe de su encanto por una muchacha hermosa. Me hacía apuntes sobre la realidad y las personas, como se hacen las personas muy confidentes. En la imagen éramos distintos, porque yo me parezco más a mi madre, pero en el carácter hay una total coincidencia. Él era un hombre solitario como un lobo estepario, que se sentía muy cabal en su soledad, pero también con mucha proyección hacia los demás. Era un líder. Dirigía desfiles, tenía una orquesta y se desempeñaba en roles sociales, como ser presidente de la Beneficencia Pública de mi pueblo. Y yo siento que con mi padre tengo coincidencias que trasponen este mundo.
MG: En los cuentos se aprecia esa conexión del padre y el narrador Fredy. Ambos descubren que el espacio de lo sobrenatural es una realidad. Hay una transformación tanto en el padre, como en el hijo al descubrir que los espantos forman parte de la realidad. Hay un cambio total en el padre, el hecho de despojarse de la corbata y volverse sencillo, más como parte del pueblo; lo conecta más con Santiago de Chuco, con el pueblo, con la sencillez, con el origen, con el génesis.
DSL: Este libro en el fondo tiene la propuesta de ir hacia lo que constituye una identidad con el Perú, porque estos relatos forman parte del pueblo. No es que sea un libro curioso sobre un tema circunstancial y que recreamos en momentos en los cuales abandonamos nuestra reflexión. En el libro siento que hay un acercamiento a lo que es la raíz de un pueblo milenario, y a una cultura como es la del Perú que tiene tanto ancestro y tanta profundidad.
MG: En su opinión ¿Cuál es la significación de esta literatura?
DSL: Tiene valor una literatura así porque enriquece el canon académico, extrayendo del pueblo y de la comunidad más auténtica contenidos que están representando su modo de sentir y de pensar. Además, es una literatura que recoge la oralidad, que tiene aspectos no todavía condicionados por aquello que constituye ya el sistema de la literatura. Entonces, ésos y otros valores, me han hecho reconocer que Piedra de almas que penan, es un libro que tiene gran validez en estos momentos; sobre todo para aquel público que lo ha gestado, cual es, el poblador común y corriente. Estos relatos recogen esas historias, aquello que se cuenta en horas ungidas, en donde se reúne la familia y ocurre ese hecho extraordinario de sumergirnos en esas dimensiones sutiles del alma; que es sorprendente como nosotros, sumidos en una época tan signada por lo tecnológico, tenemos aún la capacidad de vivenciar de una manera tan legítima; como ocurre cuando se narran cuentos de almas que penan, de aparecidos que deambulan por los sitios por donde nosotros peregrinamos, de seres supra naturales; de este y otros mundos como ocurre en este libro.
MG: ¿Usted diría que lo que inspira escribir lo sobrenatural, es la realidad extra textual?
DSL: Lo sobrenatural es un contenido esencial de la cultura andina. Es una realidad no visible pero que ocurre en momentos en que el día está feneciendo y la noche empieza a imponerse. Y es allí que de la manera más natural empiezan a narrarse estos relatos, que es como un rito de unión de la familia con sus ancestros; pero que también tiene otras connotaciones, como es que mediante estos relatos establecemos un vínculo con una realidad supra terrenal y que es una dimensión que no tenemos por qué desconocerla.
MG: El espacio andino se torna propicio para lo inadmisible y además está el empalme del cementerio con el pueblo mismo.
DSL: En mi pueblo esa relación se da de una manera natural y ostensible por el hecho que el panteón rige la vida, dado que es lo que más se visualiza e impone desde cualquier rincón, atajo, calle o balcón. Y establecemos un vínculo irrompible, que es con una madre, un abuelo, una tía que ya reposan allí. Desde que soy consciente, en el panteón está parte importante de nuestra familia, está mi abuelo Desiderio, está Perico mi primo hermano, está Elenita, está Amílcar mi compañero de aula que murió a los trece años y que era el ser más bondadoso y líder del grupo. El panteón no es lugar frío, alejado o excluido, ni mucho menos extraño. Es un lugar que está clavado en nuestro centro, en nuestro corazón y en nuestra sangre.
MG: Usted considera que el libro de cuentos Piedra de almas que penan, a pesar de estar ubicado en Santiago de Chuco, es un libro universal
DSL: Sí. Y no solamente en el espacio sino en el tiempo, puesto que nunca va a resolverse este problema ni cancelarse definitivamente el sentimiento de que hay seres que nos visitan y hasta viven con nosotros, que están presentes en nuestras vidas porque forman parte de la proyección de nuestra alma hacia el universo y que esos seres en algún momento han existido. De lo contrario sería poca cosa esta vida.
 
 

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Chiquián