CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
2012, AÑO
DE LA DEFENSA DEL AGUA PARA LA VIDA
Y CONSTRUYENDO LOS ANDENES NUEVOS
OCTUBRE, MES DE LA SALUD,
LA ALIMENTACIÓN, LA GESTA
DE ANGAMOS; VIDA Y EJEMPLO DE
MARIO FLORIÁN Y LUIS DE LA PUENTE
PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
POR LOS 120 AÑOS DEL NACIMIENTO DEL POETA
Y 90 AÑOS DE LA EDICIÓN DEL POEMARIO TRILCE
SÁBADO 3 DE NOVIEMBRE
CONFERENCIA
EL RITO DE AYAMARCA
RAMÓN NORIEGA TORERO
RECITAL
VOCES FEMENINAS
DE LA POESÍA VENEZOLANA:
OMIRA BELLIZZIO POYER
NIDDY CALDERON PLAZA
HOMENAJE
Y DISTINCIÓN
AMAUTA DEL PERÚ ETERNO
A
RODOLFO SÁNCHEZ GARRAFA
Aula Capulí: Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 2 y 3 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República
VIERNES 9 DE NOVIEMBRE
HOMENAJE
A JORGE PUCCINELLI
PATRIARCA DEL VALLEJISMO
PRESENTACIÓN
DEL LIBRO
CIEN POEMAS A VALLEJO
OBRA PARA NIÑOS
SELECCIONADA DE LOS MIL
POEMAS A CÉSAR VALLEJO
DE LA CONVOCATORIA MUNDIAL
PROMOVIDA POR ALFRED ASÍS
POETA DE ISLA NEGRA, CHILE
CENTRO CULTURAL
DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL
MAYOR DE SAN MARCOS. 7 PM
VIERNES 16 DE NOVIEMBRE
PRESENTACIÓN DEL LIBRO
DE POESÍA
OTRO MUNDO ES POSIBLE
DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
ICPNA DE MIRAFLORES
Avenida Angamos
esquina con Av. Arequipa
PANEL DE PRESENTACIÓN:
OMAR ARAMAYO
EMILIO MORILLO
RÓGER RUMRRILL
Ingreso libre.
Se agradece su gentil asistencia
Teléfonos Capulí:
420-3343, 420-3860
y 997-739-575
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com
IDENTIDAD
Y PATRIMONIO
ESTAMPA
DEL MES
DE OCTUBRE
PLAN LECTOR,
PLIEGOS
DE LECTURA
DOÑA
CLEOFÉ
CONDORE
Danilo Sánchez Lihón
“Hoy
que en mis ojos brujos
hay candelas”
César Vallejo
1. Las luces
de las lámparas
– ¡Anda y deja la comida de tu abuela!
Me dice por segunda vez mi madre, pero yo sigo correteando con mis hermanos y primos.
Jugando a la pega–pega por el corredor y el patio, jugando al Ángel de la Bola de Oro y al Diablo de los Mil Cachos.
– ¡Anda! –vuelve a repetir–¡más de noche salen las almas a la calle!
Cuando dice eso, cojo la vianda y salgo corriendo sin siquiera cerrar la puerta del callejón ya totalmente a oscuras a esa hora.
Al doblar y entrar a la calle de El Comercio quiero ver, como siempre, las luces encendidas de las lámparas que salen de los establecimientos comerciales.
Pero no hay ninguna tienda abierta en la calle solitaria.
– ¡Qué tarde había sido!–digo, abrigándome.
2. El umbral carcomido
de tantas pisadas
Eso me hace apurar más el paso hasta la bajada, próxima una cuadra de la casa de mi abuela.
La noche es densa; a tal punto que tengo que avanzar tanteando las paredes.
Al voltear la esquina, pienso, está el portón y me consuelo, avanzando y respirando con alivio.
Pero, al acercarme veo una puerca echada de largo a largo, queriendo al parecer dormir en la hendidura de la grada.
– ¡Gor! ¡Gor! ¡Gor! –se revuelca.
Para entrar quiero empujar la hoja pequeña, pero no puedo. La chancha ataja el paso.
Parece sentir placer revolcándose en la tierra, aparentemente abrigada por el umbral carcomido de tantas pisadas.
– ¡Gor! ¡Gor! ¡Gor! –Gruñe.
3. Con el aleteo
me ha tumbado
Me llama la atención el color y la forma de sus cerdas blancas y erizadas.
– ¡Quita! –digo y trato de pasar–. Nada, no me deja. La empujo con el pie, pero es en vano.
Entonces le doy una patada, para ver si se levanta.
A cada puntapié la chancha crece hasta que en un momento salta haciendo un ruido espantoso:
– ¡Plaj! ¡Plaj! ¡Plaj!
Aletea y grazna como un ave pesada.
Y se eleva, tropezando en el alero con cercha de carrizo y barro, cayendo trozos cuando me levanto para mirarla asombrado.
Con el aleteo me ha tumbado sobre las piedras. Y lo peor, es que he soltado la vianda con toda la comida que mi madre ha preparado para mi abuela.
4. ¿Qué
te ha pasado?
Mientras se alza veo, debajo de sus alas, unas calcetas como usan en el pueblo las mujeres viejas.
Y se aleja graznando y maldiciendo.
– ¡Ayau! ¡Yau! ¡Ayau! ¡Yau!
El ruido ha debido ser tan grande que mi abuela sale asustada, alumbrándose con un candil de sebo.
– ¿Quién es? ¡Quién es!–Repite.
– ¡Soy yo!, abuela. –Digo adolorido.
– ¿Qué te ha pasado?
– Una puerca estaba tendida aquí frente al portón–, le digo.
– ¿Qué? –Se asombra.
– No me dejaba pasar. La pateé y ha salido volando.
5. El mismo ruido
del aleteo
Sigue alelada, pero reacciona diciendo con indignación.
– ¡Sé quién es ésta condenada!
Cogiendo un palo y con pasos largos me lleva esa noche por unas calles en tinieblas, en dirección al Pozo Sagrado, casi hasta las afueras del pueblo.
Y golpeando una puerta carcomida en una casa vetusta y totalmente oscura, grita:
– ¡Cleofé Condore! ¡Vieja bruja! –Exclama. Y sigue golpeando la puerta indignada. Como nunca la noto colérica. Siento que mi abuela va a desmayarse.
– ¡Gor! –Responden desde adentro.
– ¡Deja de fastidiarme y espiar mi casa, bruja!
Desde el interior de las habitaciones escuchamos una risa chillona y el mismo ruido del aleteo del ave que momentos antes me ha botado al suelo
– ¡Plaj! ¡Plaj! ¡Plaj!
6. Tres
plumas
Se impacienta mi abuela. Otra vez golpea la puerta. Y golpeando la puerta como nunca la noto colérica.
Pero, como si descubriera algo se inclina a recoger un hallazgo que acaba de hacer en el suelo. Y se le iluminan los ojos.
– ¡Vamos! –Me dice con brusquedad.
Y como hablando consigo misma:
– ¡Verás, Cleofé Condore!–Repite–. ¡Verás lo que te sucede!
Tres plumas ha recogido mi abuela del suelo.
Tres plumas que no pueden ser de pájaro ni de ave alguna, puesto que la lluvia de esta tarde las hubiera barrido.
¿No serán los pelos erizados de la cerda que hace unos instantes se elevó por el aire?
7. Ríe
a lo lejos
Tres plumas que mi abuela las aprieta fuertemente en su puño.
– ¡Vamos!
Me insiste imperativa mi abuela, como si me desconociera.
Y regresamos, siempre escuchando unas risas a lo lejos.
Son carcajadas que a ratos a mí me estremecen y escarapelan mi piel.
Porque son, a la vez, como llantos lastimeros en la noche tenebrosa.
Llegamos a la casa de mi abuela.
Y acercándose al candil de sebo con las plumas en la mano temblorosa, amenaza a alguien que no está presente sino que ríe a lo lejos.
Mi abuela actúa como si hablara a solas, pero dirigiéndose a alguien:
– ¡Para que nunca te atrevas a pisar el umbral de mi puerta, ni a volar sobre los aleros de mi casa, vieja bruja!
8. Allí,
a su lado
Y cogiendo las tres plumas las va quemando lentamente.
Mientras, se retuercen las barbillas chamuscadas.
Arden las canaletas.
Y se arquea el cálamo de las plumas encendidas.
Allí recién escuchamos unos alaridos terribles a lo lejos, que rebotan y encorvan los tejados oscurecidos.
– Ya no podrás volar y tendrás cicatrices tatuadas en la cara, ¡demonio infernal!
Concluye mi abuela.
Y mirándome es como si recién me reconociera y supiera que yo estoy aquí, a su lado.
9. Noche oscura
e intrincada
Y en efecto.
Doña Cleofé Condore no se dejó ver durante mucho tiempo ni siquiera asomó a la puerta de su casa.
Ni apareció por las calles, porque los vecinos decían que había sufrido quemaduras en la cara.
Y cuando salió, trataba de ocultar su rostro porque tenía tres profundas cicatrices.
Y esas incisiones eran como plumas de un ave extraña, con un relumbre y un fulgor extraño.
Esas cicatrices afeaban y hacían más temible su rostro de nariz aguileña y de ojos hundidos.
Y de mandíbulas sumidas en una noche oscura e intrincada.
Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente
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