HIJA MÍA
Rodolfo
Ascencio Barillas
Hija mía, grandes bendiciones de
Dios tienes
El cielo te
bendijo con alegre celaje
Todos los
días el alma te da un mensaje
Y que
también sabes que del mundo vienen,
Tus ojos
iluminan la luz de la sonrisa
El viento,
la lluvia y en el ocaso
El alegre
Bohío, el valle, y tu regazo
Y las
montañas que llevan su brisa.
Hija amada,
fruto del amor del alma mía
Gracias le
doy a Dios por tu eterna alegría
Que surgió
del fulgor de una estrella.
Tu belleza
es el cielo que hoy canta
Es el agua
pura que lleva mi garganta
Siempre serás para mí, dulce, tierna
y bella.
¡Oh! dulces recuerdos que aprisionan
mis sentidos
Y una fugaz
estrella que encendió tu vida
Y como luz en el firmamento llegaste
bendecida
Noches
placenteras con mi alma soñaron
Fueron mis
amores que olvidaron tus besos.
Infinita
estrella que vi en los cielos
Suspiros
sagaces de bellos anhelos
Niños
felices en senderos traviesos;
Mira hija mía la bella alondra que
tienes en tu pecho
Y el rocío
que cae sobre el heno
Y las rosas
que exhalas en tu aliento
Y los
manantiales que corren de tu fuente
Brotan en el
agua cristalina de tus ojos
Y las
mariposas que nacen con tu estrella.
Hija mía,
fruto mío, vida mía, mi esplendor
Y escucha el
consejo de tus padres
Y los
mágicos luceros de tu camino
Y condúcete
con la inteligencia de tu vida
Y con los
senderos luminosos del cielo
Y con la
belleza de tu dulce sonrisa.
Porque vives
en la dicha de nuestros corazones
Y mañana
cuando veas el sol brillar:
Vibrarás en el nuevo día de tus
ilusiones
Y los
fulgures destellante de tu ocaso
Contemplarán
claros horizontes,
Y tu alegría
será siempre mi felicidad
Y yo soñaré con la primavera de tu
infancia
Y tú serás todo lo que yo siento
Para que
oigas todo lo que presiento
Y te diga
todo lo siempre tengo que decirte;
Tus manos
son dos amapolas hermosas
Y tus lindos
cabellos cual cascada de oro
Y eres tan
preciosa como las esmeraldas
Y tus ojos son dos rubíes luminosos,
Así lo siento
hasta en el hurís de mi espíritu
Y tu
silencio es el blanco amanecer
Y tus
palabras son la fina hierba de los campos
Y tu existir
es la hermosura de los lirios
Y tus plegarias son los mares de
ternura
Y los
colores que pintan, la majestuosa naturaleza
Y tu
armónica que suena con gran gentileza.
Hija mía, no
olvides el sabio consejo de los años
Y la
rectitud de tus discretas emociones
Y que hoy
con la mesura de tus rojos rubores
Mi alma te
viene a predicar…
ESTAMPAS DE EL
SALVADOR (Editado por Nalo Alvarado Balarezo)