CARRIÓN Y EL PERÚ *
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Por Ángel Gavidia Ruiz
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Nunca
será una repetición y menos una ofensa, como dice el vals criollo,
volver una y otra vez a Carrión, como venimos haciéndolo los médicos
peruanos desde hace más de un siglo, cada 5 de octubre.
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Y
no será una repetición porque siempre hallaremos rutas nuevas;
paisajes diferentes; datos acaso ya conocidos pero que, al amparo de
una nueva lectura, adquieren consistencia de luz para iluminar las
trágicas grietas del Perú de ese entonces y también del actual.
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Quizá
lo único repetitivo en este viaje a las fuentes sea la constatación de
los eternos valores humanos; pero, éstos, aunque incomoden, hay que
seguir machacona y tercamente repitiéndolos.
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Siempre
he sentido a Carrión como un hombre íntima y profundamente enraizado
al Perú, nación que dolorosamente se viene construyendo desde lejos.
Carrión es tanto la peruanidad que tratar de disecar uno de sus actos
prescindiendo del contexto es dañar el sentido de sus actos mismos. No
se entiende a Carrión sin el Perú. Como se entiende mejor al Perú y,
por tanto, menos desesperanzadoramente cuando se le ve a través de
Carrión.
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Por
eso, volver a Carrión es volver a Unanue, a Cayetano Heredia, a la
guerra con Chile, al colegio Guadalupe, al tendido de rieles, a la
Universidad Mayor de San Marcos, a los obreros, a los valles
interandinos, a Cerro de Pasco y sus 4530 metros de altitud y,
obviamente, a la enfermedad que lleva su áspero y raspante apellido.
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José
María Arguedas decía del Perú algo que vale la pena recordar: "No, no
hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana; todos
los grados de calor y de color, de amor y odio, de urdimbres y
sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores. No por gusto, como
diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacámac y Pachacútec,
Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilazo, Túpac Amaru y Vallejo,
Mariátegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la del Señor de los
Milagros; los yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4000
metros; patos que hablan en lagos de altura donde todos los insectos
de Europa se ahogarían; picaflores que llegan hasta el sol para beberle
su fuego y llamear sobre las flores del mundo. Imitar desde aquí a
alguien resulta escandaloso".
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UNA PATOLOGÍA MUY ORIGINAL
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Viendo
al Perú así, resulta menos sorprendente que en sus cálidas quebradas,
junto a la "titira" o Lutzomya verrucarun, la naturaleza haya creado
esa voraz y diminuta fiera de 1 a 5 micras de longitud llamada
Bartonella bacilliformis, bacteria ora bacilar, ora cocoide, feroz
devastadora de la población de hematíes a tal punto de anemizar a un
ser humano de un día para otro, sin metáfora; bacteria depresora del
sistema inmunológico a tal grado de permitir la invasión de los mismos
gérmenes del, digamos, novísimo Síndrome de Inmunodeficiencia
Adquirida. Los trabajos del Dr. Ciro Maguiña ya no refieren sólo a la
Salmonella como principal infección sobreagregada en la Enfermedad de
Carrión si no también a protozoarios como Toxoplasma gondii y hasta
Pneumocistis carinii, y a hongos como Histoplasma capsulatum dando
lugar a histoplasmosis generalizada. Por su parte, Hinojosa hablaba
hace ya varias décadas de embravecidas hordas de Mycobacterium
tuberculosis desencadenando severos cuadros de tuberculosis miliar en
olvidados pueblos del ande ancashino.
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Pero,
después de esta tormenta llamada "fase aguda", que incluye un
porcentaje importante de pericarditis con derrame que puede llegar al
taponamiento cardiaco, viene una extraña calma, "la fase eruptiva",
aquella expresada por el brote de verrugas sangrantes que a la anatomía
patológica aparecen como proliferaciones angioblásticas e
histiocitarias y al microscopio electrónico se pueden encontrar las
Bartonellas, tanto en su forma bacilar como cocoide.
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Parece
imposible -anota López Aldana, un estudioso pos Carrión- que cuadros
tan dispares desde el punto de vista de sus síntomas y de su gravedad,
fueran producidos por la misma enfermedad.
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Patología
tan particular, tan sui generis, tenía que tener como territorio el
Perú de Arguedas; el mismo Perú que, también, concebiría a Cayetano
Heredia.
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HEREDIA, EL FORJADOR
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Y
es que Cayetano Heredia siempre estará unido al recuerdo de Carrión.
Fue el gestor del más formidable salto que haya dado la Medicina
Peruana en su historia. La enseñanza médica, basada en la repetición de
los libros clásicos, abre paso, gracias a la visión y al empuje del
médico piurano, a la medicina científica y concreta; es decir, a
aquella basada en las comprobaciones objetivas.
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Cayetano
Heredia funda en 1856 la Facultad de Medicina y, con ella, el predio
intelectual en cuyo ámbito gestaría Carrión la epopeya que hoy nos
convoca.
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Cayetano
Heredia es un maestro esencial. Es, por tanto, un hombre rodeado de
discípulos a los que eleva, también, a la calidad de maestros, aún a
costa de su propio peculio. Llegó a ocupar el más alto cargo en la
Facultad de Medicina de San Marcos y terminó como profesor de anatomía
del primer año. Basadre dice que murió amargado y en el ostracismo. Yo
creo que no. No hay exclusión posible para un maestro. Salvo que
Pesce tenga razón cuando dice que "la vivencia de los grandes
desaparecidos sólo se da en la posteridad"
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LA REALIDAD SIN INTERMEDIARIOS
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Carrión
es una consecuencia del Perú. Es una respuesta necesaria. Es parte de
la retina más lúcida de la nación mirando los propios problemas
nacionales. Es, en la crisis de la post-guerra inmediata, el síntoma de
que nos salvaríamos. Porque, en las crisis, deformar la realidad o
evadirla es la regla. Y acá recuerdo ese poema de Bertolt Brecht que
intenta sacudir de las solapas a los hombres con el fin de que sientan
sus problemas: "Qué tiempos, éstos -dice el poeta alemán- en los
cuales que quién no anda con el ceño fruncido es un imbécil". Carrión
no le hace el quite a la realidad. Se acerca a ella honestísimo hasta
el tuétano. Y acá me puedo servir de otro médico, muy controversial,
es cierto, pero auténtico, el Che Guevara, al que cito en una carta
que dirige a su madre: "Muchos me dirán aventurero, y lo soy; sólo que
de un tipo diferente, de aquellos que ponen el pellejo para demostrar
sus verdades". Pero podría recurrir, también, a Mariátegui: "Mi
pensamiento y mi vida constituyen una sola cosa, un único proceso. Y si
algún mérito espero y reclamo que me sea reconocido es el de
-conforme a un principio de Nietzche- meter toda mi sangre en mis
ideas". Como en la "Piedra de los doce ángulos del Cuzco" en cuyo muro
no es posible introducir una aguja; así, en el verbo y la conducta de
Carrión no hay fisura posible, por mínima que esta fuera.
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Qué
curioso. Qué aparente coincidencia. Las últimas palabras de Carrión
fueron que continuáramos por el camino que el nos había trazado.
Vallejo, en "Los nueve monstruos", después de recordarle al ministro de
salud que "Jamás la salud fue más mortal y la migraña extrajo tanta
frente de la frente" terminó diciendo "¿Qué hacer?/ ¡Ah!
desgraciadamente, hombres humanos, /hay, hermanos, muchísimo qué
hacer". Veo una complementariedad perfecta entre las expresiones del
médico cerreño y las del poeta santiaguino. Y lo más sorprendente, que, a
pesar del tiempo, mantengan una fresca, lozana, dolorosa vigencia.
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Quiero
terminar por donde comencé. A Carrión no se le puede estudiar
sustrayéndole el Perú; porque Carrión es una hermosa y trágica forma de
vivir el Perú. Es la vida ofrendada en el intento de sujetar
ferozmente el timón de la realidad para cambiarle el rumbo hacia el
bien de los hombres. "Aún no he muerto, amigo mío, -le dice a Enrique
Izaguirre, alumno del primer año de medicina- ahora les toca a ustedes
continuar la obra comenzada siguiendo el camino que les he trazado".
El acto o gesto de inocularse la verruga en su propio cuerpo extravasa
largamente los linderos de un acto puramente médico o de un
experimento pulcramente científico. Toca los límites del mensaje
inacabable, del derrotero salvador, del ejemplo de cuánto exige y cómo
se responde a un país en crisis.
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FINALMENTE ¿UN TEMOR INFUNDADO?
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Pero
terminemos ya. Y terminemos repitiendo lo que Hugo Pesce le dijera a
Carrión en su tumba: "En el inconmensurable silencio de tu tumba está
encerrada una voz que, al llegarnos, trae una verdad aterradora: tu
vida está en nosotros. Si no te escuchamos, si no te comprendemos, te
habremos muerto otra vez y te confinaríamos incesantemente en el gélido
sepulcro. Vivirás, en cambio, si vivificamos tus huellas con
'terminar la obra comenzada', según tú dijiste. Tu voz es una
admonición: responsabilidad tremenda nos incumbe para ser dignos de
ti".
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No
es, por tanto, una suerte para los médicos peruanos tener un paradigma
de tamaña dimensión. Por el contrario es "una verdad aterradora" y
"una responsabilidad tremenda".
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Tengo
temor que, de un tiempo a esta parte, los "cinco de octubre" estén
corriendo la misma suerte del día de la madre o el de la navidad. Es
decir, se les esté vaciando del enorme contenido espiritual y de serio
compromiso que originariamente tenían, para poblarlos con lo trivial,
decorativo y postizo de una celebración sin arrepentimientos ni
aristas y, por lo tanto, acorde con estos tiempos donde lo comercial y
fenicio amenaza con enturbiarlo todo, incluso la entrega y nobleza de
una profesión sin concesiones. Si esta sospecha tuviera asidero,
entonces ¿para qué seguir? Sólo nos quedaría repetir con Vallejo "¡Y si
después de tantas palabras, / no sobrevive la palabra!/ ¡Si después
de las alas de los pájaros, / no sobrevive el pájaro parado!/ ¡Más
valdría, en verdad, / que se lo coman todo y acabemos!".
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*Discurso leído en ocasión del Día de la Medicina Peruana el 5 de octubre del 2005
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
Construcción y forja de la utopía andina
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
ÁNGEL GAVIDIA:
EMOCIÓN, CONMOCIÓN Y HAZAÑA DEL LENGUAJE
EMOCIÓN, CONMOCIÓN Y HAZAÑA DEL LENGUAJE
Por Danilo Sánchez Lihón
1. Configurando la realidad
Ángel Gavidia nació en Mollebamba, Santiago de Chuco, en 1953 y estudió medicina en la Facultad de San Fernando de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, graduándose de médico cirujano en 1980.
Ha publicado trémulos e intensos libros de poesía como: La soledad y otros paisajes, Un gallinazo volando en la penumbra y Fuera de valija. Asimismo, se ha valido del cuento para dar una versión maravillada y transida del mundo en dos libros memorables: Aquellos pájaros y El molino de penca.
En ensayo ha publicado: El cólera en la ficción de García Márquez y Santiago de Chuco y Julio Ramón Ribeyro. Integra el grupo literario Greda, que es el barro a partir del cual se hace una olla, una alcancía, un pífano, como se vuelve a configurar la realidad. Participa también en el Frente de Escritores de La Libertad.
Actualmente es Jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital Belén de Trujillo y profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Trujillo.
2. Con solemnidad y prestancia
Max Silva Tuesta, médico psiquiatra quien ha dedicado estudios prolijos a la vida y obra de César Vallejo, y por ello es reconocido como uno de los vallejistas más connotados del país, me preguntaba siempre por Ángel Gavidia a quien Max al parecer no conocía personalmente pero a quien recuerda mucho por la siguiente anécdota:
En el concurso de cuentos del año 1996 que organizó el Colegio Médico a nivel nacional, a Max como correspondía dada su alta investidura de ser a la vez un prestigioso hombre de letras, le tocó desempeñarse como miembro del jurado de dicho certamen.
El cuerpo directivo del gremio médico estaba allí presente no para cuidar que la calificación se hiciera en total y absoluto anonimato, como podría parecerlo, sino para agregar aún más solemnidad y prestancia al evento.
Según me cuenta Max el nivel de los trabajos concursantes era extraordinario en el conjunto de textos presentados, porque curiosamente hay una gran afinidad entre la literatura y la medicina, quizá porque ambas disciplinas o campos del conocimiento humano se ocupan del hombre.
3. Indudables candidatos
Él recuerda que después de una ardua labor de organización, discusión de pautas y rubros a calificar, se acordaron rubros específicos de calificación con puntajes acumulados en cada área o campo.
El acta del jurado que he alcanzado a revisar, estipulaba:
1. Dominio del tema
2. Dominio del lenguaje
3. Desarrollo argumentativo
4. Estructura narrativa
5. Caracterización de personajes
6. Autenticidad en los diálogos
7. Concatenación entre elementos reales e imaginarios.
Como se ve, la calificación era exhaustiva. Luego de la lectura de las obras el jurado seleccionó tres cuentos, que eran indudables candidatos merecedores al primero, segundo y tercer galardón.
4. Extrajeron la hoja
Habían llegado a una ardua discusión defendiendo cada uno de los miembros uno y otro de estas tres composiciones que indiscutiblemente tenían el mérito para obtener el primer puesto.
Cada uno de los cuentos además de tener gran calidad literaria se destacaban por ser muy originales y distintos, en múltiples aspectos, uno frente a los otros dos.
Habiendo dirimido el orden en que al final acordaron que tendría que darse el veredicto del jurado, en presencia de las autoridades del Colegio Médico de aquel entonces, procedieron a abrir los sobres.
Lo que interesaba sobre manera era conocer la identidad de los ganadores empezando por el tercero para crear más expectativa.
Retiraron la plica, voltearon las solapas y, nerviosamente, extrajeron la hoja con datos que guardaba la identidad del primero de los afortunados que se había hecho merecedor a uno de los premios. Se había empezado por el tercer puesto, para crear mayor expectativa. El nombre del médico que había obtenido el tercer puesto era el de Ángel Gavidia Ruiz.
5. Estupefacción y asombro
El aplauso de los asistentes al acto fue espontáneo, lo que constituye ya para un artista una auténtica recompensa.
El nombre no lo conocían. Pero anotaron detalladamente sus señas no solo quien hacía de secretario de la ceremonia sino cada uno de los miembros del jurado.
Procedieron a abrir el sobre correspondiente al cuanto que se hacía merecedor del segundo puesto. Se quedaron estupefactos, el ganador era también el médico Ángel Gavidia.
Su asombro los congelaba en una sola pieza. Bueno estas cosas pueden pasar pero solo una vez en la vida. Las bases del concurso no estipulaban que había que presentar un solo cuento. Vamos al tercer sobre. Allí casi se caen de espaldas, pese a estar sentados. Era también el médico Ángel Gavidia.
Como había sido un proceso llevado paso a paso por acta, esta vez fue el único caso en la historia que en el acto de premiación de un concurso literario subió las tres veces al podio Ángel Gavidia para recibir el primero, el segundo y el tercer premio del concurso de cuentos.
6. Brote telúrico
Lo anterior grafica la calidad literaria de Ángel Gavidia Ruiz, que ocurrió además en un gremio célebre por el cultivo de las letras.
Pero yo quiero extraer además, una sola imagen de uno de sus libros de cuentos de Ángel para hacer dar un símbolo que nos pudiera dar una aproximación a las características de su poesía o en general de su arte.
La extraigo de su libro de cuentos El molino de pencas, en donde cada uno de los cuentos es esta imagen y este símbolo: una espina. Y espina significa defensa si se lo fe desde el fondo, desde el centro del ser.
Nada como la espina para significar defensa como significa ataque a lo externo y ajeno.
Y nadie como la penca para sostener y ostentar ser espina, pues la luce en la punta de sus hojas y de su tallo y hasta de sus flores. Pero espina exacta, perfecta, dueña y soberana de ser espina.
Ser maguey y ser penca en la poesía es de algún modo el signo de Ángel Gavidia, brote telúrico abierto al misterio y al infinito.
7. A retazos y a sorbos
Maguey y penca sea en el camino o en la ladera, sea en la pampa o en la quebrada, la penca es espina que defiende hacia fuera, hacia el cielo y el viento anubarrados.
Solo en el molino de pencas la espina está hacia adentro. Solo allí la espina se hunde hacia el centro del tallo y deja hacia fuera su extraña corteza, hecha de hebras de cabuya lastimera que gotean su savia bondadosa.
Y así es cada poema y cada cuento y cada fragmento de texto que nos ofrece Ángel Gavidia incluso hasta en su conversaciones: Una espina hacia el fondo de su ser por donde sangra, siente pena, está lastimado o celebra la vida.
Pero hacia fuera muestra su corteza buena, aunque en las hebras llora, como en cada uno de sus poemas con sutil y sublime capacidad de sugerencia.
En su poesía como en sus cuentos Ángel redime la vida sencilla, escasa, desolada.
Hace belleza, canto y proclama de lo más pobre, de lo desarrapado, de la vida que se nos da a retazos y a sorbos de café fraterno.
8. Huidas y regresos
Uno siente al leer los poemas o bien sea los cuentos de ángel Gavidia, que en el fondo de ellos hay dolor, soledad, sutil y callada que es de lo que se hace poesía, fábula, canto a la vida y hasta júbilo de la creación.
¡Cuánto habremos sufrido para escribir cosas como esta que es un verso de Ángel Gavidia!, cuando dice:
Y si el puquio
es un niño,
en medio de la pampa
abandonado?
Pero así como denota que se ha sufrido –y es por eso que queremos aún más a nuestra tierra– qué importante es saber al mismo tiempo cuánta ternura se pone para sentirla, reconocerse e identificarse con ella.
Cuántas lágrimas, penas, soliloquios, viaje inacabables hay que recorrer, cuantas caídas hondas del alma. Cuantas huidas y cuantos regresos. Y en uno de ellos escribir poesía o literatura.
9. Amor infinito
Porque poesía es emoción, conmoción y crisis. Pero también hazaña del lenguaje.
Es con el poder de estos elementos o materiales, díscolos o toscos por si mismos, que se disponen para ser la materia con la cual se ha de construir belleza.
De allí que la poesía ha de ser también una actitud reverente a la vida, compasiva con el mundo y la realidad, sabia en el sentido de dar a todo su tiempo y su lugar.
Y añadido a todo eso, lo importante es no olvidarse de nada, juntarlo todo, asumir, levantar y encarnar al hombre, pero no de cualquier modo sino con el amor más infinito, como él lo hace.
ANGEL GAVIDIA:
Hermano y Maestro
Hermano y Maestro
Poeta Ángel Gavidia
Por Gilmer Rodríguez García
CATEQUIL,
el Señor de Señores; ejemplo excelso de divinidad: “hombre hecho a
imagen y semejanza de Dios”, fundó y consolidó la nación CHUCO hace
miles de años; teniendo como inicio, el prodigioso entorno geográfico de
las cuencas del Huaychaca y el Tablachaca en los andes liberteños,
pertenecientes a la provincia de Santiago de CHUCO. Su influencia
trasciende espacios territoriales por el norte hasta el Ecuador y
Bolivia por el sur. En este escenario primigenio, su espíritu redentor
ha quedado impregnado en todos y cada uno de los elementos naturales;
sus hombres y sus mujeres se han encargado de mantener vigente la
cosmovisión andina, es decir una comunicación constante entre lo natural
y espiritual.
Desde
una de las escuelas milenarias ubicada en San José de Porcón, se
diseminaron por todo el territorio del Tahuantinsuyo más de 3,000
Catéquiles, llevando conocimiento valioso para consolidar la gloriosa
cultura Inca, por lo que se le ha dado a llamar a Santiago de Chuco,
“NIDO DE CONDORES”. Desde la Pampa de CUNDURMARCA ubicada en MOLLEBAMBA;
emerge en raudo vuelo el “pichón de Cóndor” ANGEL NAPOLEON GAVIDIA RUIZ,
en la década del 60 y trasmontando la cordillera una y otra vez,
siempre más arriba, no pierde un detalle de su entorno, lo asimila, lo
escrudiña y lo digiere transformándolo en valiosa obra literaria.
Como
estudiante de la GUE José Faustino Sánchez Carrión, de Trujillo
tambalea, por el choque emocional que le impone “La capital de la
Cultura del norte del Perú”, de aquel entonces; donde los “Serranos y
Costeños” miden fuerzas a su manera; él vence limpiamente y con
inteligencia, se gana el respeto de sus condiscípulos y profesores. No
se arredra con ninguno de sus profesores de Literatura, uno que le pide
analizar el poema “LOS HERALDOS BLANCOS” de su creación, contraponiendo
a los LOS HERALDOS NEGROS del Poeta Universal Cesar Vallejo y el otro
que a escondidas y a puerta cerrada dicta un curso de educación sexual,
vedado en el currículo de aquel entonces, ninguno le hace mella.
NAPOLEON como hace llamarse," para inspirar respeto", escribe a
hurtadillas en su clásico “block” de aquel tiempo. Nadie sabe que
escribe, ni para qué, más aún si lográbamos arrebatar su tesoro
escondido, no podíamos descifrar sus “garabatos”, pues ya escribía como
médico… palabras ilegibles. Ahora me doy cuenta que para ser ejercer la
literatura no importa la forma sino el fondo.
En
este entorno, como adolescente se nutrió y asimiló importantes
acontecimientos de la época; como la acción heroica de LUIS DE LA PUENTE
UCEDA, la apertura del año escolar con presencia del ministro de
Educación, la huelga magisterial del año 67, que duró tres meses; el
escándalo político de la “PETRO PÁGINA”, que consistió en robarse la
pag. 11 de un contrato petrolero lesivo a los intereses nacionales, como
avance tecnológico, la transmisión de TV en blanco y negro y la
llegada del Primer Hombre a la luna y finalmente el golpe de estado por
las fuerzas armadas, que gobernaron 11años. Fueron los “AÑOS FELICES”,
así lo nominaron.
Durante
su paso por este centro de estudios se enaltece, al ganar tres veces
consecutivas el desfile inter escolar de Fiestas Patrias, logrando el
premio denominado SOL RADIANTE y disfruta plácidamente, cuando logra
ubicarse en los primeros puestos de los cuadros de merito a la
eficiencia estudiantil. Es muy exigente consigo mismo. Y sin duda alguna
hace suyo y guarda en su corazón, el lema de su alma mater: ESTUDIO Y
HONOR.
El
Año 1970, Napoleón se convierte en ANGEL y vuela seguro a instalarse
frente a las playas de Barranco en Lima… sin olvidar jamás sus orígenes,
así lo demuestran sus obras. En este nuevo siglo sus desvelos son el
Hombre y su entorno, como médico cuida su cuerpo y como poeta alienta su
alma. Hoy recibirá el LAUREL VALLEJO premio anual que otorga el
Movimiento Cultural Capulí, a quienes consagran su vida y obra en favor
de la humanidad, siguiendo el ejemplo de nuestro hermano mayor el
Inmortal Cesar Vallejo. Y mañana, después de 41 años volveremos a
juntarnos, en nuestra amada tierra, herencia de nuestros milenario
ancestros LOS CHUCOS y allí volveremos nuevamente, tal vez, a trajinar
el mismo camino, ó a expresar a una sola voz:
… ¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos, hay, hermanos, muchísimo que hacer.
Congratulaciones… Hermano y MAESTRO!!!
EL ÁRBOL
Por: Ángel Gavidia Ruiz
La mujer de Sebastián, desde una loma, miraba con los puños cerrados.
-¡Ese animal es el demonio! Dijo.
Se oyó otra explosión. El árbol seguía de pie.
-No les digo – repitió palideciendo - ¡Es el demonio!
Sebastián, en su casa, sobre una frazada de lana, sin poder mantenerse de pie, escuchaba la detonación indiferente.
Inusualmente estaba tranquilo. Al menos por ese momento el árbol había dejado de joder. En un instante la memoria, como cabra inquieta, quiso tomar por el atajo de los malos recuerdos; pero Sebastián, esta vez, no le permitió. Una mosca entretenía sus ojos atontados.
Quizás tuvo la culpa su misma vida: Sebastián era de esos que nacen fuertes y solícitos pero que Dios pone en los caseríos solo por unidades; desde niño tuvo más fuerza que su hermano mayor, después aventajó a su padre; “¡salgan enfermos!” decía riendo, cuando ellos nos podían con una piedra o con un saco de trigo. A los 17 años descubrió que había nacido para talar los árboles: “¡ahí está el gusto – decía -! entre como mantequilla”; “a esos cholos déjenmelos a mí “decía dirigiéndose a los troncos más viejos y gruesos; brundungún los árboles rodaban por el suelo con ese estruendo que hacia reír a Sebastián como si estuvieran cosquillándole el alma… Era el respeto del pueblo y las comunidades vecinas lo entendían así.
Ese verano algo le decía no vayas. “De repente me corto un brazo” pensó; pero ya estaba en el camino encabezando una cuadrilla de jóvenes que pugnaban por abrazarlo y conversar con él.
-Este es – dijo uno de ellos.
Sebastián incomprensible tuvo miedo. Era un molle mediano pero tenía mala cara; se parecía a esos viejos prietos; llenos de nervios, de carnes apretadas, que miran con un odio que viene de muy lejos. Antes de conocerlo había oído hablar de él, decían que tenia duende y en agosto el viento no silbaba en sus ramas sino maullaba gato por gata, oyó decir también que los pájaros le huían pero las lechuzas se apareaban escandalosamente entre su copa.
-¡Criatura!- dijo Sebastián para darse valor.
-¡Hacha!- pidió, escupiendo el suelo
El molle, macizo, mas negro, parecía encresparse.
-¡Trago!- volvió a decir después de media hora.
-Toma de mi botella- dijo Juan, abriéndose paso entre la multitud- Es cañazo de Balsas.
Sebastián tomó un buen sorbo, escupió la mitad en sus manos y volvió a empezar.
-¡Cochinadas! dijo cuando el hacha se rajó - ¡otra!
Sebastián sudaba como un caballo. El molle ni siquiera tenía un rasguño.
-¡Putamadre!- dijo cuando se rompió la segunda hacha.
Con la tercera herramienta un sudor frio comenzó a mojarle la espalda. “Se reirán de mi” pensó. Entre golpe y golpe sintió que se metía el desaliento.
El molle mostraba un corte muy pequeño cuando Sebastián tiro el hacha dejando atrás un murmullo que sonaba a sus oídos como un derrumbe interminable.
No hizo falta que lo contara a su mujer, la noticia ya había prendido en la lengua de todo el pueblo.
-Otra vez será- dijo desde su cama, vendada aun la cabeza y con los senos repletos- Al mejor cazador se le va la paloma.
Sebastián no pudo llorar porque algo parecido a una piedra atrancaba su garganta.
Camino hacia el corral. Evito mirar los eucaliptos de la cerca. Escogió de las sogas la mejor. Imaginó su cuello y miro la viga más alta. En ese momento el llanto de su hijo recién nacido cayó como chorro de agua fresca en su cerebro.
-¡No!- dijo -¡No!
Los días que vinieron fueron ríos de miedo inundándolo todo: primero sintió temor por el camino que llevaba al molle, después por todos los árboles y hasta por los trigales y las hierbas pequeñas; “se ríen de mí” –decía- quieren matarme porque yo maté a sus hermanos y quién sabe a sus padres y a sus madres”.
Enflaqueció mucho; perdió las ganas de reír y de comer; en las noches desvelaba rodeado de hachas esperando al molle, que venía en pesadilla a botarlo de su casa, porque quería dormir con su mujer.
Un día, Sebastián, quiso incendiar las puertas y vigas de su casa: Ellas me traicionan. Estoy seguro. Esa viga esta en trato con la soga; le dijo a su mujer que apagaba el fuego resondrándolo.
El curandero, apenas vio a la mujer de Sebastián, prendió una fogata con carbón de piedra.
-¡Ese animal es el demonio! Dijo.
Se oyó otra explosión. El árbol seguía de pie.
-No les digo – repitió palideciendo - ¡Es el demonio!
Sebastián, en su casa, sobre una frazada de lana, sin poder mantenerse de pie, escuchaba la detonación indiferente.
Inusualmente estaba tranquilo. Al menos por ese momento el árbol había dejado de joder. En un instante la memoria, como cabra inquieta, quiso tomar por el atajo de los malos recuerdos; pero Sebastián, esta vez, no le permitió. Una mosca entretenía sus ojos atontados.
Quizás tuvo la culpa su misma vida: Sebastián era de esos que nacen fuertes y solícitos pero que Dios pone en los caseríos solo por unidades; desde niño tuvo más fuerza que su hermano mayor, después aventajó a su padre; “¡salgan enfermos!” decía riendo, cuando ellos nos podían con una piedra o con un saco de trigo. A los 17 años descubrió que había nacido para talar los árboles: “¡ahí está el gusto – decía -! entre como mantequilla”; “a esos cholos déjenmelos a mí “decía dirigiéndose a los troncos más viejos y gruesos; brundungún los árboles rodaban por el suelo con ese estruendo que hacia reír a Sebastián como si estuvieran cosquillándole el alma… Era el respeto del pueblo y las comunidades vecinas lo entendían así.
Ese verano algo le decía no vayas. “De repente me corto un brazo” pensó; pero ya estaba en el camino encabezando una cuadrilla de jóvenes que pugnaban por abrazarlo y conversar con él.
-Este es – dijo uno de ellos.
Sebastián incomprensible tuvo miedo. Era un molle mediano pero tenía mala cara; se parecía a esos viejos prietos; llenos de nervios, de carnes apretadas, que miran con un odio que viene de muy lejos. Antes de conocerlo había oído hablar de él, decían que tenia duende y en agosto el viento no silbaba en sus ramas sino maullaba gato por gata, oyó decir también que los pájaros le huían pero las lechuzas se apareaban escandalosamente entre su copa.
-¡Criatura!- dijo Sebastián para darse valor.
-¡Hacha!- pidió, escupiendo el suelo
El molle, macizo, mas negro, parecía encresparse.
-¡Trago!- volvió a decir después de media hora.
-Toma de mi botella- dijo Juan, abriéndose paso entre la multitud- Es cañazo de Balsas.
Sebastián tomó un buen sorbo, escupió la mitad en sus manos y volvió a empezar.
-¡Cochinadas! dijo cuando el hacha se rajó - ¡otra!
Sebastián sudaba como un caballo. El molle ni siquiera tenía un rasguño.
-¡Putamadre!- dijo cuando se rompió la segunda hacha.
Con la tercera herramienta un sudor frio comenzó a mojarle la espalda. “Se reirán de mi” pensó. Entre golpe y golpe sintió que se metía el desaliento.
El molle mostraba un corte muy pequeño cuando Sebastián tiro el hacha dejando atrás un murmullo que sonaba a sus oídos como un derrumbe interminable.
No hizo falta que lo contara a su mujer, la noticia ya había prendido en la lengua de todo el pueblo.
-Otra vez será- dijo desde su cama, vendada aun la cabeza y con los senos repletos- Al mejor cazador se le va la paloma.
Sebastián no pudo llorar porque algo parecido a una piedra atrancaba su garganta.
Camino hacia el corral. Evito mirar los eucaliptos de la cerca. Escogió de las sogas la mejor. Imaginó su cuello y miro la viga más alta. En ese momento el llanto de su hijo recién nacido cayó como chorro de agua fresca en su cerebro.
-¡No!- dijo -¡No!
Los días que vinieron fueron ríos de miedo inundándolo todo: primero sintió temor por el camino que llevaba al molle, después por todos los árboles y hasta por los trigales y las hierbas pequeñas; “se ríen de mí” –decía- quieren matarme porque yo maté a sus hermanos y quién sabe a sus padres y a sus madres”.
Enflaqueció mucho; perdió las ganas de reír y de comer; en las noches desvelaba rodeado de hachas esperando al molle, que venía en pesadilla a botarlo de su casa, porque quería dormir con su mujer.
Un día, Sebastián, quiso incendiar las puertas y vigas de su casa: Ellas me traicionan. Estoy seguro. Esa viga esta en trato con la soga; le dijo a su mujer que apagaba el fuego resondrándolo.
El curandero, apenas vio a la mujer de Sebastián, prendió una fogata con carbón de piedra.
-El
pleito está vivo como una serpiente- le dijo – y es a muerte: él o el
árbol. Usa carbón de piedra y no vayas de noche donde hay molles.
-¡Taita!
-No está quieto- le dijo – anda de árbol en árbol y hasta de hombre en hombre. Difícil es la cosa.
Los mineros de Consuso tuvieron que esperar la votación. Hubo gente que votó por el árbol. Por un voto ganó la mujer de Sebastián. Acaso sirvió mucho verla llorando y con hijo de pecho entre los brazos. El alcalde dirimió en su favor.
Los mineros comenzaron a enterrar dinamitas en las raíces.
-¡Tantos para un solo cristiano!- dijo uno que no había votado por la vida del árbol.
-¡Quítense!- dijeron los mineros.
La explosión fracturó algunas ramas.
-En esta está- volvieron a decir.
El árbol parecía agarrarse con unas y con dientes. Otro estruendo rajo ligeramente la corteza. Entonces el capitán de minas entro al ruedo y se puso a dirigir.
-¡Ahora sí! – dijo - ¡Quítense! .
Sin darse cuenta la solidaridad fue mojando los ojos de casi todas las mujeres.
Muchos hombres también sintieron ganas de parar la matanza.
Sonó la explosión, el árbol tambaleó unos minutos, hizo un último esfuerzo y cayó.
De sus heridas drenaba una sustancia semejante a piedra molida.
-Este sitio era un pedregal- dijo el más viejo del pueblo perdido en el gentío- Se fue haciendo tierra buena con el tiempo. El árbol se comería las piedras, pues.
-¡Taita!
-No está quieto- le dijo – anda de árbol en árbol y hasta de hombre en hombre. Difícil es la cosa.
Los mineros de Consuso tuvieron que esperar la votación. Hubo gente que votó por el árbol. Por un voto ganó la mujer de Sebastián. Acaso sirvió mucho verla llorando y con hijo de pecho entre los brazos. El alcalde dirimió en su favor.
Los mineros comenzaron a enterrar dinamitas en las raíces.
-¡Tantos para un solo cristiano!- dijo uno que no había votado por la vida del árbol.
-¡Quítense!- dijeron los mineros.
La explosión fracturó algunas ramas.
-En esta está- volvieron a decir.
El árbol parecía agarrarse con unas y con dientes. Otro estruendo rajo ligeramente la corteza. Entonces el capitán de minas entro al ruedo y se puso a dirigir.
-¡Ahora sí! – dijo - ¡Quítense! .
Sin darse cuenta la solidaridad fue mojando los ojos de casi todas las mujeres.
Muchos hombres también sintieron ganas de parar la matanza.
Sonó la explosión, el árbol tambaleó unos minutos, hizo un último esfuerzo y cayó.
De sus heridas drenaba una sustancia semejante a piedra molida.
-Este sitio era un pedregal- dijo el más viejo del pueblo perdido en el gentío- Se fue haciendo tierra buena con el tiempo. El árbol se comería las piedras, pues.
24 de mayo de 2010
A mi retorno de Santiago, a las pocas horas, he leído la fraternal reseña que me hace Gílmer Rodríguez García, mi talentoso compañero de secundaria en la GUE José Faustino Sánchez Carrión de Trujillo. Tres días antes, lo había encontrado allá, en la tierra de los Chucos, después de 40 años o más. Obviamente un alud de recuerdos nos envolvió a ambos. Después nos dimos un emocionado abrazo. Pero ahora que he repasado su crónica, me queda la sensación que el abrazo debe prolongarse . Que debemos encontrarnos nuevamente para hablar. Para decirle que ha escrito movido por el corazón. Y que lo agradezco. Hay que vernos mi querido Gilmer. Sin llorar, claro. Un abrazo. Angel Gavidia; pero si tu quieres, Angel Napoleón Gavidia Ruiz, el mismo del uniforme beige con su respectiva cristina, el mismo que sigue siendo, a pesar de los años, un recién bajado como escribió en un poema memorable Danilo Sánchez; el mismo que más de una vez buscó el coraje (escaso) en sus 14 o 15 años para parar la injusticia de una educación autoritaria y sádica, el mismo que contigo presentó uno de los más completas y vistosas colecciones de insectos y quizás por ello se "metió" un grillo en dos de mis poemas, uno de los cuales te transcribo: MOMENTO/ Árbol de acero lavado por la lluvia./Dolor limpio y helado./ Maldad en tintura/ cayendo/ gota/ a /gota./ Así, este instante:/ Grillo cantor con alfiler atravesado.
Otra abrazo, maestro, y hasta vernos pronto,
Angel
A mi retorno de Santiago, a las pocas horas, he leído la fraternal reseña que me hace Gílmer Rodríguez García, mi talentoso compañero de secundaria en la GUE José Faustino Sánchez Carrión de Trujillo. Tres días antes, lo había encontrado allá, en la tierra de los Chucos, después de 40 años o más. Obviamente un alud de recuerdos nos envolvió a ambos. Después nos dimos un emocionado abrazo. Pero ahora que he repasado su crónica, me queda la sensación que el abrazo debe prolongarse . Que debemos encontrarnos nuevamente para hablar. Para decirle que ha escrito movido por el corazón. Y que lo agradezco. Hay que vernos mi querido Gilmer. Sin llorar, claro. Un abrazo. Angel Gavidia; pero si tu quieres, Angel Napoleón Gavidia Ruiz, el mismo del uniforme beige con su respectiva cristina, el mismo que sigue siendo, a pesar de los años, un recién bajado como escribió en un poema memorable Danilo Sánchez; el mismo que más de una vez buscó el coraje (escaso) en sus 14 o 15 años para parar la injusticia de una educación autoritaria y sádica, el mismo que contigo presentó uno de los más completas y vistosas colecciones de insectos y quizás por ello se "metió" un grillo en dos de mis poemas, uno de los cuales te transcribo: MOMENTO/ Árbol de acero lavado por la lluvia./Dolor limpio y helado./ Maldad en tintura/ cayendo/ gota/ a /gota./ Así, este instante:/ Grillo cantor con alfiler atravesado.
Otra abrazo, maestro, y hasta vernos pronto,
Angel
"LAUREL VALLEJO"
PARA ÁNGEL GAVIDIA
PARA ÁNGEL GAVIDIA
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SANTIAGO DE CHUCO
Imágenes: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
CEREMONIA DE DISTINCIÓN "LAUREL VALLEJO"
22 MAY 2010
Imágenes: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
CEREMONIA DE DISTINCIÓN "LAUREL VALLEJO"
22 MAY 2010
24 de mayo de 2010
"La ciudad, otra vez", como escribiría nuestro querido poeta Manuel Ibáñez Rosazza. La ciudad costera , otra vez. Pero aún conservo, como un escudo, todo lo bueno que nos dio Santiago en estos cortos días. Aún quedan en mis tímpanos y mi retina y también en mi corazón un pueblo hecho mayoritariamente de niños y jóvenes esperando a sus creadores y avivando al conductor: Danilo Sánchez Lihón. Grande ese paisaje espiritual. Grande. Un pueblo respirando poesía. Las calles, caudalosas, como ríos de poesía, también. Bacán.
Posiblemente sean necesarios algunos ajustes de tuercas en la organización. Pero el balance es decididamente positivo. Tanto para el pueblo como para nosotros, y quizás más, mucho más, para nosotros.
Gracias Danilo, gracias Movimiento Capulí, gracias Santiago, y, claro, gracias a Vallejo y su tremenda escritura, a veces fácil como la pampa de Chaychugo o la carretera de Cachicadán, otras encabritada y a prueba de corazón humano como la cuesta Salesipuedes cuya noticia de su verticalidad insobornable llegó hasta Ciro Alegría, quien hace allí, en esa cuesta, probarse a su Benito Castro.
Un abrazo, maestros. Un gran abrazo desde este espacio de invencible nostalgia desde el que los recuerdo a todos y en especial a Anatolia , a Víctor José La Chira y, claro, el profesor Gallo, quienes nos dieron cátedra de cómo y cuánto puede una militante y eterna juventud, una juventud sin concesiones como la cuesta, aquella, que les cuento. Otro abrazo.
Angel Gavidia
"La ciudad, otra vez", como escribiría nuestro querido poeta Manuel Ibáñez Rosazza. La ciudad costera , otra vez. Pero aún conservo, como un escudo, todo lo bueno que nos dio Santiago en estos cortos días. Aún quedan en mis tímpanos y mi retina y también en mi corazón un pueblo hecho mayoritariamente de niños y jóvenes esperando a sus creadores y avivando al conductor: Danilo Sánchez Lihón. Grande ese paisaje espiritual. Grande. Un pueblo respirando poesía. Las calles, caudalosas, como ríos de poesía, también. Bacán.
Posiblemente sean necesarios algunos ajustes de tuercas en la organización. Pero el balance es decididamente positivo. Tanto para el pueblo como para nosotros, y quizás más, mucho más, para nosotros.
Gracias Danilo, gracias Movimiento Capulí, gracias Santiago, y, claro, gracias a Vallejo y su tremenda escritura, a veces fácil como la pampa de Chaychugo o la carretera de Cachicadán, otras encabritada y a prueba de corazón humano como la cuesta Salesipuedes cuya noticia de su verticalidad insobornable llegó hasta Ciro Alegría, quien hace allí, en esa cuesta, probarse a su Benito Castro.
Un abrazo, maestros. Un gran abrazo desde este espacio de invencible nostalgia desde el que los recuerdo a todos y en especial a Anatolia , a Víctor José La Chira y, claro, el profesor Gallo, quienes nos dieron cátedra de cómo y cuánto puede una militante y eterna juventud, una juventud sin concesiones como la cuesta, aquella, que les cuento. Otro abrazo.
Angel Gavidia
IMÁGENES PARA EL RECUERDO
Municipalidad de Santiago de Chuco
22 MAY 2010
Municipalidad de Santiago de Chuco
22 MAY 2010
Casa de César Vallejo en Santiago de Chuco
22 MAY 2010
Plaza Mayor de Santiago de Chuco
22 y 23 MAY 2010
Tertulia literaria sobre la obra de César Vallejo
Viaje de retorno
23 MAY 2010