INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA, INLEC DEL PERÚ
3 DE DICIEMBRE
DÍA INTERNACIONAL DE LAS PERSONAS DISCAPACITADAS
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
DAR GRACIAS POR LO QUE NOS TOCÓ EN LA VIDA
1. Vínculos entrañables
Queridos hermanos:
Ustedes, como muchas otras personas que viajaron desde el Perú hacia el exterior en busca de una realización y un destino, llevaron lo mejor que tenían en su ser: sueños, esperanzas, ilusiones, sentimientos.
En el hemisferio norte –casi como en otro mundo, ya sea Canadá o los Estados Unidos de América– encontraron a personas nobles con las cuales estrecharon profundos lazos de amor, tanto que nuestro linaje se ha engrandecido con hermanos como Bárbara, Graig, Andy, Harvey y sus respectivas familias.
Una de esas hermanas era Youri, respecto a quien nos llega la triste noticia que acaba de fallecer, sintiendo la inmensa pena que por este suceso embarga a toda nuestra familia de Perú y Estados Unidos, país con el cual hemos establecido vínculos entrañables de cariño y simpatía.
Ha llamado Nancy al Perú buscando quizá consuelo también entre sus seres queridos que quedamos en este lado sur del continente. Asimismo, encuentro en el correo electrónico las palabras de Jaime, él siempre fuerte pero esta vez sintiéndolo quebrado, conmovido y lloroso por la triste noticia.
2. Ni he podido enjugar tus lágrimas
– ¡Ha muerto Youri! –Me dice Nancy en el teléfono– ¡ha muerto nuestra hermana!
Y siento cómo llora con una pena inmensa que me desgarra el alma, porque el llanto de Nancy no sé por qué me parece mi propio llanto, como si yo gimiera por dentro cuando ella solloza.
Mientras suspira yo digo:
– Llora todo lo que puedas, porque las lágrimas purifican y hacen el mundo más transparente.
Pero qué limitado he sentido el teléfono cuando no he podido abrazarla, ni darle mi hombro para que se recueste, ni he podido enjugar sus lágrimas.
– ¡Ha muerto un ser noble y bueno, un ángel de Dios! –Me sigue diciendo entre suspiros.
Y es que Nancy siempre estuvo muy cerca de Youri, sintiendo que no sólo ha perdido a una hermana sino a una hija, a una madre, a una amiga, a un ser superior y sublime.
3. Recoger de este mundo lo mejor que él tiene
Youri tenía inmovilizadas las piernas, los brazos y hasta la mayoría de los músculos –sin poder siquiera hablar–. Sin embargo, prodigaba mucho, pero mucho amor.
Ella, tan indefensa, dando a los demás fortaleza y claves de virtud. ¡Y cómo nosotros, teniendo unos pies y unas manos que blandir, nos sentimos aveces tan a oscuras y tan deprimidos!
Ella en cambio era tan positiva y esperaba cada día con inmensa ilusión.
Quien, incluso, pese a que no podía probar la comida –ya que lo alimentaban mediante un proceso artificial– tenía tanto gusto por la vida.
La celebraba en sus símbolos más esenciales: las flores, que escogía y regalaba.
Admiraba y se aferraba a la vida, con todo el poder de su cuerpo disminuido, trabado, en un ahogo continuo porque hasta respirar le era difícil, y con todo el tesón de su alma gigante, hecho que constituye un ejemplo acerca de cómo recoger de este mundo lo mejor que él nos prodiga.
4. Nunca se quejó ni reprochó nada
Toda la vida de Youri fue dar amor, ayudar, alentar a los demás; hacerles sentir encantados con un saludo, con una ofrenda, con un mensaje de bien y de paz.
Es un paradigma asimismo en el hecho de cómo no renunció a ser feliz, pese a que casi todo le estaba impedido hacer y probar: su felicidad era que otros se deleiten con lo que ella no podía disfrutar.
De cómo anhelaba que se produzca un nuevo día y que amanezca reconociendo en todo su prodigio a la creación. De cómo nunca dejó de pensar que en cualquier momento ella iba a empezar a caminar, pese a que cada día desmejoraba en su salud, como era el proceso de su enfermedad: morir de a pocos.
Y tenía ánimo para todo. Todas las notas que transcribía la computadora expresaban que ella se sentía capaz de hacer esto y lo otro.
Yo sopesaba, a través de ella, y me conmovía, ¡cómo pugna tanto la vida por ser la vida!
Nunca se quejó ni reprochó a nadie de su estado de salud. Era noble, generosa, pendiente de lo que le faltaba, no a ella sino a los demás.
No se quejó ni del destino, ni de la vida, ni de Dios.
5. Buscando un amparo
Jamás se acordó ni tuvo tiempo de analizar la justicia o injusticia de su situación. Se orientó siempre a agradecer y servir.
Pese a que en el fondo todo le estaba impedido no fue ni tuvo un solo rasgo de rencor ni resentimiento, con lo que nos queda su vida como un ejemplo, abriéndonos un camino y trazándonos un sendero para alcanzar el bien.
A fin de que todo esto ocurra así, la pregunta es: ¿cuál era su secreto? Lo diré: su confianza en Dios.
Se le podía hablar de muchas cosas y ella escuchaba casi dormida o adormilada, porque así estaba condenada a permanecer, pero cuando se hablaba de Dios era como si despertara por completo, ponía todos sus sentidos, era una lámpara encendida: sus ojos, sus mejillas, sus manos.
Cuando Nancy la conoció en su casa, adonde entró con mucha inhibición y cautela, buscó un amparo, algo que significara un apoyo, puesto que idioma y costumbres los separaban.
Lo que alcanzó a distinguir –esto me cuenta ella misma–, fue un retrato de Jesús. Allí sintió que había un vínculo absoluto, un puente de oro que los unía y los hacía hermanas para siempre.
6. Cargando en los hombros el peso de este mundo
Yo he tenido el privilegio de ir con Youri en la misma camioneta en que Andy y Nancy iban a la iglesia para nuevamente consagrar su matrimonio. Y mientras Andy –después de subir a Youri en su silla de ruedas, manejaba con sumo cuidado, durante todo el largo trayecto– Nancy, vestida con su ajuar de novia, puesta de pie y bamboleándose en el interior de la camioneta, la ayudaba a toser, la acariciaba el cabello y la cuidaba como si fuera una reina, como si ella fuera la novia que subiría al altar. Incluso vi a Nancy tirada de rodillas acomodándole las medias como sólo se hace con un ser al cual se ama.
Después yo –porque así lo quise– me hice cargo de Youri en la iglesia y en los demás salones, incluso en los jardines y en el prado exterior, en donde se tomaron las fotografías. Tengo entonces muy cerca sus latidos, su peso, sus gestos. Y tengo grabadas las sensaciones de haber sido confidente con ella, poniendo mis manos en sus hombros y acariciado sus cabellos cuando sentía que ella quería decir algo. Y lo hacía a fin de que sintiera que alguien que la quería estaba pendiente de ella, y que la entendía; siempre considerándola un ser tocado por lo divino, por sufrir lo que sufría, como Jesús cargando en sus hombros el peso de este mundo.
7. Allá en el paraíso
Una sabiduría mayor que "saber vivir" es un "saber morir". Y Youri inició hace tiempo un largo camino en ese sentido.
Para sólo tener un detalle de cómo preveía su muerte, y en relación al cariño, referiré que guardaba las cenizas de su gato Bruce.
Y, ¿para qué?
Para que las pusieran en su ataúd, cuando ella muriera. Para intentar llegar al cielo acompañada de alguien, es decir: con su gato.
Yo creo que a Jesús, y a todos los santos, al recibirla les ha de parecer candoroso este detalle. Y no dudo que la han de dejar entrar así: con su gato.
Y termino con un consuelo: así como es bueno tener padres, hermanos y familia en este mundo –a los cuales podemos recurrir para lo triste como para lo feliz– es bueno, si Dios lo quiere, tenerlos en el cielo, desde donde nos amparan con sus bendiciones.
Y así como ustedes están lejos en Norteamérica, pero velan por nosotros, así a Youri la siento sonriente, y libre de sus ataduras, allá en el paraíso, desde donde derrama su protección y ternura, como ya lo hizo antes aquí en la tierra.