Danilo Sánchez Lihón
1. Reverente
y confiado
Me
conmueve y emociona hasta el fervor más hondo mi entrañable pueblo
natal, que es Santiago de Chuco. ¡Cómo no! Pero también suscita en mí
una devoción inmensa e incondicional a mi querido país, el Perú.
Amo
su esencia, su gente, sus niños, sus luchas, su historia. Amo sus
paisajes, sus pueblos entrañables, como lucho también cada día porque se
corrijan sus lacerantes problemas.
¡Y
venero sus emblemas! La bandera roja y blanca cada vez que puedo la
porto reverente entre mis manos, mis brazos y mi pecho. La tengo
incrustada en mi alma, en mis nervios y en mis huesos. Y me identifico
completamente con ella.
El
Himno Nacional del Perú me parece el más hermoso del mundo. Y leí
alguna vez que en un concurso de himnos quedó el primero a nivel
mundial. Pero, cualquier ciudadano de todos los países puede decir lo
mismo, y está en su legítimo derecho así sentirlo. En mi caso soy
sincero al decir que me produce una inmensa emoción escuchar sus
acordes, notas y compases.
2. Representa
a la nación
Pero, nada me enfervoriza y fascina tanto de nuestra emblemática como es el Escudo Nacional del Perú.
Y
esto es así por su belleza prístina y acrisolada, por su contenido con
el cual me identifico totalmente, como por su sentido, su concepción y
su diseño.
Nada
más supremo para mí que nuestro escudo, elegante y adorable. Donde
encuentro la naturaleza en pleno, lleno de vida y esplendor: la vicuña,
el árbol de la quina, y la cornucopia de la riqueza y de la abundancia.
Donde
la combinación de sus colores me parece de una belleza deslumbrante y
sin par; donde resaltan el verde, el blanco y el rojo. Y el amarillo
como nota refulgente
Escudo
del Perú que es nuestro símbolo nacional heráldico, empleado por el
Estado a través de las instituciones públicas, como el distintivo que
representa a la nación.
Emblema
en vigencia que fue elaborado por el congresista José Gregorio Paredes,
y el profesor de diseño en el Colegio de Medicina de San Fernando, don
Francisco Javier Cortés.
3. La naturaleza
primigenia
Fue
aprobado por el Congreso Constituyente el 25 de febrero del año 1825, y
volvió a ser ratificado tiempo después, el 31 de marzo del año 1950.
Representa
los tres reinos de la naturaleza. ¿No es grandioso? ¡Que en nuestro
escudo lo central, medular y de fondo, sea la naturaleza!
La
naturaleza simple, directa y espontánea. Aquello que es común, abierto y
razonable. ¡Y con ello la vida primigenia, la vida que hay que cuidar
tanto porque no hay bien más preciado que ella!
Es
decir, ¿el mundo en su estado puro, inocente y primordial! Esto es: los
animales, las plantas y el reino mineral, representado en la
cornucopia.
Elemento,
este último, que tiene un nombre y figura mágicos. Que no es un baúl,
ni un arca ni una caja llena de monedas de oro sino ¡una cornucopia! Y
en donde hay algo del carácter imperial que palpita como trasfondo en la
historia del Perú.
Siempre de niño me pareció la cornucopia como si fuera una matriz, un útero y un lugar en donde se concibe todo esplendor.
4. De pie
y de perfil
El
Escudo Nacional del Perú es de forma polaca, o de piel de toro
estirada, cortada horizontalmente por la mitad y semi partido en la
parte superior, por la mitad y hasta el centro, verticalmente.
Sin embargo, la parte inferior en donde está la cornucopia, abarca el ancho completo de la figura.
En
el campo superior izquierdo, teniendo un fondo azul celeste que
representa los límpidos cielos andinos, se erige la figura de una
vicuña.
Es
de la especie de los camélidos sudamericanos, posicionada de pie y de
perfil al natural, contorneada y mirando al interior del escudo.
La parte en donde se ubica la vicuña es llamada diestra del jefe, o primer cuartel.
5. Símbolo
de la riqueza
En
el campo superior izquierdo, con fondo de argén, o plata, como signo de
magnanimidad, se alza el árbol de la quina, también al natural.
Es
él un árbol de la región andina de cuya corteza se extraen polvos
medicinales para curar el paludismo, la malaria y otras enfermedades
tropicales.
Está
puesto en el escudo como símbolo de todo aquello que cura o alivia el
dolor humano, puesto que él curó fiebres mortales que en la época de la
colonia aparecieron como epidemia ante la cual esta planta resultó
siendo milagrosa, virtud que desde aquí se extendió al mundo entero.
En
la base o en el campo inferior, en fondo de color rojo, o de gules, una
cornucopia de oro, orientada hacia la derecha, derrama abundantes
monedas de oro, símbolo de la riqueza mineral y de la fama del Perú como
país fabuloso.
En
la parte alta o superior, como acompañamiento el escudo se aureola con
un timbre o una corona cívica de encinas, vista de plano.
6. Máximo
galardón
La
corona cívica es el máximo galardón que la patria otorga a quienes
sacrifican su vida por ella, como lo hicieron nuestros héroes, próceres y
mártires.
Es un blasón, una diadema o tiara en que culmina o remata la estructura de nuestro emblema nacional
Y
como soportes laterales, a modo de alas, se despliega un estandarte sin
escudo y una bandera rojiblancos, que flamean a sus dos sendos
costados.
Puesto
en el pabellón nacional, es acompañado además de una rama de palma en
la diestra y otra de laurel en la izquierda, entrelazadas en la parte
inferior y haciendo rizos y volutas por un cinto bicolor.
La
representación más común nos muestra la rama de laurel frutada de
gules; que son pequeñas bayas de color rojo entre las hojas.
La
rama de palma significa la victoria, y la rama de laurel la gloria. La
rama de palma muestra dos puntas quebradas que simbolizan las regiones
de Tarapacá y Arica, perdidas durante la Guerra del Pacífico.
7. Nada
está demás
El
escudo es el gran sello del Estado del Perú mítico, legendario y país
de fábula. ¡Tal y como ha sido y es en el fondo nuestro país!
Es
el nuestro un escudo claro, diáfano y luminoso; y que es lo que lo hace
supremo. Nada en él está demás. Y no hay nada que le falte, que se
extrañe o se eche de menos.
En nuestro escudo está nuestra raigambre espléndida, el alma de nuestros padres y la palpitación de nuestros hijos.
Es
nuestra insignia y divisa nacional. Es lo que nos identifica. Es el
lema y la consigna que nos convoca, llevamos tatuada en el alma y
tenemos que cumplir.
Y
en mi caso, así como nunca dejo de poner la palma de mi mano en mi
pecho cuando entonamos el Himno Nacional, a fin de sentir los latidos de
mi corazón, reverente y confiado, a plena de luz, ya sea que esté en
una tribuna, o en el último rincón de una plaza o de un patio, así
también me embeleso y extasío contemplando nuestro escudo flamear al
trasluz del sol en nuestra bandera, y en el fondo de mi corazón.
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