Danilo Sánchez Lihón
“Amor constante
más allá de la muerte”.
Francisco de Quevedo
1. Vuelve
Vallejo
Hoy
día hay en nuestros corazones un júbilo inmenso. Desde el amanecer se
escuchan las cornetas por los contornos y ya el sol estalla en las
cumbres de los cerros y pronto cubre con todo su esplendor el suelo de
mi comarca. Ayer hemos dejado lista en el corredor de nuestra aula de
clases la banderola que dice: “César Vallejo vuelve hoy a Santiago de
Chuco”, que nuestra escuela lucirá en el desfile de recibimiento. Los
gallos cantan entrelazando los bordes de los tejados y en las huertas de
las fincas el trino de los gorriones hace estallar más flores en los
rosales.
Camino
hacia la escuela, ya en lo alto de las calles, se cruzan esta mañana de
pared a pared toda clase de guirnaldas y banderas del Perú y de
Francia. Vuelve en la persona de su esposa francesa, hoy día 4 de
octubre del año 1952, el hijo predilecto de nuestro pueblo, el autor
genial de Los heraldos negros, Trilce, Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz, a
quien desde muy pequeños nuestros mayores nos han enseñado a querer y
venerar porque ha dado la presencia más cimera del Perú en la poesía
universal.
Poeta
además que amó entrañablemente a nuestra tierra, la recordó siempre y
la llevó clavada en el alma; quien sufrió y luchó por superar la
condición de injusticia en que vive el hombre y que murió afligido en la
cruz de su pasión por España, donde se luchó por construir un mundo
justo. Y quien, lejos del lugar natal, había escrito:
2. Laurel
de gloria
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París –y no me corro–
talvez un jueves, como es hoy, de otoño.
Y,
como lo predijo, murió en París el 15 de abril del año 1938, a la edad
de 46 años. Entonces, ¿cómo es que vuelve hoy a Santiago? Regresa, ¡sí!,
pero en la persona de su esposa, quien ha hecho el peregrinaje de venir
desde París al Perú, 13 años después de su muerte, para enrumbar luego
sus pasos hacia nuestra tierra, enclavada entre abruptas cordilleras;
hecho que nos conmueve y nos embarga de profunda emoción, de alegría y
cierta pena a la vez.
A
primera hora de la tarde de hoy, ya en la escuela, ajusto las
correhuelas de mi tambor, lustro la franja que bajará desde mis hombros
hasta ceñirse en mi cintura; y así, todo el alumnado del plantel se
afana haciendo algo: pegando banderas de los dos países: del Perú y
Francia.
Se
alisan los estandartes, se tiemplan las pancartas, se acicalan los
escarpines y las insignias. Y así damos inicio al desfile hacia las
afueras del pueblo para recibir a Georgette, la esposa de César Vallejo,
el poeta a quien nacimos amando y respetando por ser quien con su obra
y, sobre todo la conducta de su vida, ha ganado para nuestro pueblo un
laurel de gloria imperecedera.
3. Escucha
en silencio
Él
ha muerto en París, pero su esposa viene desde ese lugar lejano, hecho
que nos parece muy valeroso, auténtico y de lo más fiel, llegando hasta
nuestras cumbres encrespadas, a nuestros ríos que bajan precipitándose
en cascadas impetuosas, llega a nuestras noches intrincadas e
inclementes, trasponiendo jalcas, abismos y soledades.
César
Vallejo vuelve hecho más tangiblemente poesía, en una dimensión quizá
más tierna, más asequible para nuestro afán de retener, cobijar y
proteger, como es su esposa; y más aprehensible para nuestro anhelo de
mostrar cariño y amar.
–
¿Cómo será ella? –Pregunta Manuel, mi compañero en la fila de los que
tocamos los tambores. Y lo dice lleno de inquietud e ilusión.
– ¡Es linda! ¡Preciosa! –Afirmo yo.
– ¿Y cómo sabes?
–
¡Porque es como el país de donde viene! ¡Es como Francia! –Digo aún más
efusivo, entusiasmado, recordando todo lo que he leído y visto para
hacer la asignación que nuestro profesor, Arnulfo Enríquez, nos ha
encomendado hacer y que abarca: “El viaje de Vallejo a París, la identidad de su esposa y cómo se conocieron”;
y para lo cual he devorado los libros que me ha ido facilitando mi
padre, y a quien he leído después mi composición, que ha escuchado en
silencio, arrobado y después pensativo.
4. Trigo
y cebada
–
Y, ¿cómo es Francia? –Vuelve a preguntar, obsesionado, Manuel; mientras
caminamos silenciosos y sujetando firmemente con una mano los
redoblantes, pegándolos al costado de nuestros muslos para que no
bamboleen.
Mirando los sembríos a la vera del camino carretero, le contesto:
–
Mira, es así como esas espigas de trigo y de cebada. –Tallos que justo
en este instante se mecen con el soplo de la brisa que ulula en la curva
de “La Piedra Bruja”, por donde estamos pasando.
–
Y nosotros, ¿cómo somos? –Indaga ingenuamente Manuel, mirándome
detenidamente a los ojos para que yo le diga. Sin saber responderle
corrige su pregunta, queriendo hacerla más fácil, para más bien decir–:
¿cómo era César Vallejo?
Buscando alrededor algo con lo cual compararlo, ensayo una aproximación:
–
Como esas montañas y como esos abismos. –Y le señalo las cumbres y las
hondonadas de pavor y de miedo que hace la cañada del río Patarata, que
está a nuestro frente.
Manuel
mira las rocas de granito y los precipicios que descienden en vertical
hacia el río empequeñecido. Después se queda contemplando las espigas de
trigo y cebada que están cerca del camino por donde pasamos.
5. Encanto
profundo
Cuando
divisamos por las alturas de Chollagueda los dos automóviles en que
viene la comitiva, según el informe telegráfico recibido, la banda de
músicos del pueblo arranca a tocar una marinera y los cohetes empiezan a
subir y reventar en el aire azulado, más por corresponder con el
regocijo reinante de nuestros corazones, antes que por lo que pudieran
ver y escuchar los viajeros aún distantes. Todos hacemos esfuerzos por
seguir, colocando como visera nuestras manos, para seguir la trayectoria
de los dos autos que aparecen y desaparecen entre los cerros, las
curvas y los bosques de eucaliptos.
Cuando
asoman veloces los dos vehículos por el caserío de Huayatán, las filas
dispersas de los alumnos de los diferentes centros educativos somos
convocados de inmediato para formar en dos columnas, una a cada lado del
sendero, arreglar las pancartas, coger los banderines y afinar los
instrumentos de las Bandas de Guerra. Se escucha una algarabía de voces,
los lemas largamente ensayados, y una alegría diáfana aflora en todos
los rostros. Tiene para nosotros un significado y un encanto profundo el
hecho de que ella llegue hasta nuestro pueblo.
Ya
en la curva de “Las Guitarras” se detienen los dos vehículos. Baja la
comitiva entre quienes se encuentran, además de Georgette, viuda de
César Vallejo, los señores Héctor Centurión Vallejo, Carlos H. Berríos,
Wilfredo Torres Ortega y Oswaldo Vásquez Vallejo, sobrino carnal del
poeta, entre otras personas que los acompañan. Pero es a ella a quien
vemos avanzar adelante, preciosa y elegante.
6. Encarna
nuestros sueños
Las
autoridades de la provincia, como son: el alcalde, el subprefecto, el
Inspector de Educación y el Juez de Primera Instancia, le extienden
ramos de flores.
Después
de los saludos y abrazos, cuando vemos venir al grupo de viajeros,
nuestros tambores y cornetas empiezan a resonar alborozados mientras
niños y niñas agitan las banderas del Perú y Francia, dando ¡vivas! a
ambos costados de la carretera.
Delante
de mis ojos veo pasar a Georgette de Vallejo, tal y como son las niñas
que amamos en nuestros sueños. Cargada de flores, envuelta en un traje
oscuro que a mí me parece de luto, y que resalta su tez de ámbar.
De
rostro agraciado donde fulguran sus ojos vivaces y brujos; menuda de
talla, delicada como una mariposa, o una flor en un seto de luces.
¡Hasta en eso nos vemos representados por César Vallejo! ¡Hasta en eso él ha concretado nuestros anhelos!
Haciendo
sonar mi tambor yo avanzo por la carretera que da a “La Pamplona”,
habiendo visto pasar encabezando la comitiva a la niña que encarna
nuestros sueños, consolándome en mirar la hondonada del río Patarata,
7. En esta casa
y sin Vallejo
Mis labios entonces susurran aquellos versos que dicen:
Como el río que nace entre picachos fríos
y soberbio muere desafiando el mar.
Indudablemente, en el caso de César Vallejo, el mar de la eternidad.
La
comitiva, de varias cuadras de extensión, la acompañamos hasta el
Municipio Provincial ubicado en la Plaza de Armas, donde recibe el
homenaje de nuestras autoridades.
Después,
algunas delegaciones, escoltas y bandas de guerra, la acompañamos a la
casa de doña María Jesús, la hermana mayor del poeta, en donde se ha
previsto que ella se aloje.
Hoy
día 5 de octubre los personajes importantes y la familia Vallejo en
pleno le brindan un almuerzo en la casa materna donde vivió el poeta.
Al
ingresar por primera vez en esta casa, Georgette pregunta por el cuarto
dónde nació el poeta. Desde allí mira el patio, el corredor, los muros,
las puertas, y dice:
– En esta casa y sin Vallejo. –Y ruedan las lágrimas por sus mejillas.
En
los días siguientes en que ella permanece en Santiago de Chuco, es como
si tuviéramos en nuestro firmamento una luz fulgurante, un tesoro
inmenso, una joya invalorable, porque sentimos que Vallejo está
presente, y con nosotros.
*****
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
*****
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:
*****
Teléfonos Capulí:
393-5196 / 99773-9575
capulivallejoysutierra@gmail.com
Si no desea seguir recibiendo estos envíos
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.