Danilo Sánchez Lihón
1. Su alma
y su estrella
Miguel
Grau Seminario, cuyo nombre lleva todo el ámbito de nuestro inmenso
mar, y que, a partir de su nave legendaria, el monitor Huáscar, su
espíritu heroico se expandió a lo vasto y profundo del océano, nació un
día como hoy.
Fue
el 27 de julio del año 1834, víspera del día de nuestra Emancipación,
en Piura, que tiene el impulso de la tierra por introducirse en el alma
del mar.
Su
fascinación por el océano hizo que a los diez años se embarcara rumbo a
Panamá en una goleta capitaneada por un amigo de su padre, embarcación
que naufragó y él pudo salvar providencialmente, y de milagro.
Un
año después nuevamente se embarcó, esta vez como grumete, y surcó
durante seis años lo mares del mundo, por América, África, Asia, Europa y
Oceanía.
Sea
trabajando en la marina oficial o ya sea en la marina mercante, e
incluso empleado en barcos balleneros. Sentía que el mar era su entraña,
su alma y su estrella.
2. Bandera
inhiesta
Declarada
por Chile la guerra, el 4 de abril del año 1879, aceptó hacerse cargo
de la armada peruana y librar combate, pese a saber de la superioridad
fatal en barcos, armas y tropas de la escuadra enemiga. Sin embargo,
durante seis meses mantuvo a raya a los buques atacantes que le doblaban
en cañones, blindaje y tripulación.
Transportó
tropas, asedió puertos, burló asedios, hundió barcos y auxilió a los
heridos y náufragos de las naves vencidas que proclaman a voz en cuello:
¡Viva el Perú generoso!».
El
8 de octubre de 1979 en Punta Angamos fue cercado por seis acorazados
de blindaje cuyos cañones del Huáscar no podían penetrar. Aun así,
ordenó arremeter. Y es que nuestro Almirante tenía fuego sagrado en el
alma.
Efecto de un disparo de una de las naves que lo acosaban, su torre de mando fue deshecha y él voló hecho pedazos.
A
partir de entonces todos somos Grau. A partir de Grau todos somos
vigilantes en la proa de esta y la otra nave. A partir de entonces todos
somos nave, horizonte y bandera inhiesta.
3. Aquella
gesta
A
partir de Grau todos somos torres de mando. Nos hizo vigías
permanentes, centinelas desvelados y atalayas insomnes. Y nos hizo
responsables para tomar las decisiones heroicas, como las que él asumió
para ahora y para siempre.
La moral de aquella gesta es que entonces navegamos en la proa de una estrella, que nos convoca, nos reúne y nos hermana.
La
lección de aquella hora suprema en que él se inmolara es que todos
juramos lealtad absoluta por el bien, la verdad y la belleza en nuestros
actos y en nuestras vidas.
¡Esta es la conclusión de aquella gesta!
Porque
para él no había enemigos, porque a todos salva. Antes de bombardear al
Matías Cousiño hizo que la tripulación desalojara la nave. ¡Qué
humanidad ante tanta bajeza de los contrarios! ¡Qué grandeza ante tanta
infamia!
¿Quién
lo hace? ¿En qué página de la historia figura un hecho como este? ¡Y
qué baldón para los enemigos de esa hora! ¡Insanos, inicuos y mezquinos!
2. Hay
un altar
Porque
Grau fue hechos de conmovedora humanidad y es ahora leyenda, mito,
romance y verdad en defensa de la vida, incluso de quienes finalmente le
dieron muerte.
Encarna
el espíritu, la moral y la virtud, en cada mente y corazón de los seres
humanos que creen en la paz de los pueblos. Y es quimera que se erige
en los mares encrespados de todo el universo. Como escribiera José Luis
Bustamante y Rivero:
«Vuestra nave minúscula ha crecido Almirante:
Y hay un sutil poder de fuego que envidian los cañones en el silencio austero de sus cubiertas desmanteladas.
No fue infructuoso vuestro sacrificio ni un vago gesto de inmolación de quienes con vos cayeron en la brega.
Vuestras sombras augustas presiden nuestros mares; y hay un altar para vuestro busto en cada nave de nuestra flota.
Y un rincón de emoción en cada pecho nuestro».
5. El mucho
amor
Por
eso, no fue en vano que volara por los aires, que se hiciera explosión,
llamarada e incendio con la torre de mando en llamas y a sus pies. E
ignición al fondo del pecho y grito apasionado en la médula del hueso.
Porque
a partir de entonces tenemos con él un puesto de vigía desde la
eternidad, adonde hemos llegado en la proa de su nave insigne con la
bandera flameando en lo más alto.
Esa nave que era un bólido, un cometa, una bola de fuego. O un relámpago que sueña. ¡Y se ha quedado así para siempre!
Oh,
Almirante, nos enseñaste a vigilar el horizonte. Y quizá aún más: a
hacernos horizonte. ¡A ser despertar y amanecida! ¡A convertirnos en
alba que por sí sola se anuncia!
Y a ser indulgentes en las horas en que lo bestial se exacerba.
A
mirar alrededor con mirada piadosa y paterna. Y ser indestructibles por
inercia propia. ¡Porque tú combatiste no por odiar sino por defender y
por el mucho amor que rebozaba en tu pecho!
6. Mito
bíblico
Porque el relato más atroz que todos hemos escuchado de niños es el de Caín, matando a su hermano Abel.
Y
ninguno podíamos creer que eso lo hiciera su hermano y con tanta
inquina y alevosía. Y más aún por una razón incomprensible. En el caso
en el que a él le tocó morir la razón era el botín. Y por algo peor:
porque Abel era bueno. ¿Hay algo atávico en este odio?
Pero
sinceramente no creo que nos atacaran hermanos, ni vecinos a los cuales
prodigamos todo respeto y cariño, incluso hasta ahora. No creo que
fueran seres humanos las hienas que luego asesinaban heridos en los
campos de batalla.
Y
que pronto se atacaron entre ellos mismos, como ocurrió en el incendio
de Chorrillos, en donde murieron mil de sus soldados disputándose
posesionarse de algo.
Asesinados
ellos mismos con sus propias armas. Y, como en el mito bíblico de Caín,
con la quijada de burro como es el corvo chileno.
7. Cara
al infinito
Pero,
¿cuál fue la razón principal? ¿Cuál el sentido de todo aquello?
¿Únicamente la codicia o la disputa del botín? ¿O la envidia, que es más
infernal? ¡Retorcido e insondable saberlo!
Pero
ya no tanto interesa lo que ellos fueron y son, sino lo que fuimos y
somos esencialmente nosotros. Y en eso Miguel Grau es paradigma y
epopeya: valiente, generoso y pleno de esperanza.
Porque
antes de partir a su última incursión había dicho: «Si el Huáscar no
regresa victorioso, yo tampoco volveré». Esa fue su promesa. Ese es su
juramento.
Por eso estamos esperando su regreso victorioso, con las banderas virginales e inhiestas.
Desde
entonces tú estás de pie en la proa de nuestra nave que es él Perú,
porque tú moriste luchando cara al infinito. Y cuando es así no se muere
nunca. Cara a la eternidad, desde donde siempre se vuelve.
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