TIEMPO NUEVO
Internacional
Por Addhemar Sierralta
Año 11 Nº 357
Miami 10 de septiembre de 2019
NUESTRO HOGAR GRANDE.
Por Addhemar H.M. Sierralta (Perú).
Nuestro país debe ser como nuestro hogar grande. Deben prevalecer los principios y valores éticos y morales. El respeto a las instituciones es como el respeto a los padres. Los odios deben ser desterrados porque nuestros compatriotas son nuestros hermanos a quienes debemos ayudarles siempre.
Nuestro lema “La Unión hace la fuerza” tiene que ponerse en práctica si queremos crecer y ser sólidos como el Perú que soñaron nuestros ancestros.
El ponerse a pelear por discusiones bizantinas y descuidar las metas esenciales para el desarrollo es un tremendo desatino.
Basta ya de tener un Poder Ejecutivo y un Poder Legislativo enfrentados. El pueblo confió en ustedes para que –en conjunto- trabajen por el país. Son ustedes quienes dependen de nosotros y no a la inversa. Está pasando el tiempo y vemos que ambos poderes son, realmente, incapaces de hacer algo positivo y dejamos pasar oportunidades de progreso.
Cuándo entenderemos de una vez que la democracia no es para que se enfrenten por ideologías o intereses particulares. Ustedes deben responder con logros y pensando en nuestros hijos y nietos que requieren un país próspero. Es lógico luchar contra la corrupción pero además se requiere acción urgente para resolver problemas graves y buscar evitar más crisis.
Para ello se debe buscar a los más preparados y capaces para ocupar las posiciones de gobierno, del congreso, poder judicial y de los ministerios. Al ciudadano no le interesa quién es más popular. Queremos ver quién es más eficaz.
Todavía tienen tiempo para enmendar errores y concertar para lograr Políticas de Estado para el bien de todos.
¡EXPRÓPIESE!
Por Enrique Guillermo Avogadro (Argentina).
"La tolerancia, si quiere ser eficaz, debe ponerse sus propioslímites, no ser tolerante con los intolerantes. El pacifista no esel que no hace nada, sino el que lucha contra los belicistas". Juan José Sebreli
Alberto Fernández, para dejar de incendiar la pradera y dinamitar el camino hasta octubre, habría exigido a Mauricio Macri, según trascendidos, que el oficialismo se abstenga de mencionar a Venezuela en la campaña electoral. Se trataría de un pedido creíble y razonable, por cuanto el drama que vive ese país es un espejo demasiado cercano como para que sus imágenes no se vean desde aquí y preanuncien el futuro, siempre que el Frente de Todos finalmente venciera en las elecciones.
Hace pocos días, el candidato se las vio de figurillas para evitar criticar al íntimo amigo y socio de su jefa, la ahora muda Cristina Fernández; apretado, se limitó a calificar al régimen genocida de Nicolás Maduro como "autoritario" pero legítimo, toda vez que -dijo- llegó al poder mediante elecciones. Olvidó así el monumental fraude al que recurrió el chavismo para lograrlo e ignoró el terrible informe que, sobre los asesinatos y otras violaciones a los derechos humanos allí cometidos, fue firmado por la irreprochable Michelle Bachelet, máxima funcionaria del área en las Naciones Unidas.
Con ello entró en abierta colisión con la posición de los Estados Unidos, del Grupo de Lima y del resto de las democracias del mundo, con todo lo que eso implica para el futuro de las necesidades financieras de un país que carece de dólares. Sus afirmaciones en tal sentido en España, sumadas a su también reiterada caracterización como "persecución política" de los innumerables procesos penales que afectan a Cristina Fernández, colocarán a su gobierno -si accede a él- en el limbo que aloja a los regímenes más exóticos y mal vistos, además de garantizar la impunidad de los ladrones.
Mientras tanto, en el escenario local reapareció ese curioso personaje llamado Juan Gabrois, líder piquetero de la CTEP, asesor pontificio, amigo y vocero inorgánico de SS Francisco (algo jamás desmentido), quien propuso que la fórmula Fernández² realizara, tan pronto llegue a la Casa Rosada -si es que lo logra- una profunda reforma agraria, con expropiación de campos y entrega de los mismos a presuntos trabajadores. Se sumó a ese energúmeno otra inefable figura de idéntica procedencia, Emilio Pérsico, también habitual visitante de Santa Marta, la residencia permanente del Papa, proponiendo una variante de tamaño disparate aún más violenta y agresiva.
Y la frutilla del indigesto postre fue la fijación de carteles en obras en construcción y en viviendas aparentemente desocupadas de la ciudad de Buenos Aires, exigiendo la confiscación de las mismas para entregarlas a teóricos desamparados, siempre explotados por los gestores de las organizaciones que los nuclean; fue contemporánea la difusión de Habit.app, creada por la CTEP para que los candidatos a okupas puedan denunciar situaciones similares y localizarlas en un mapa interactivo.
Todos recordamos -de todos modos, los videos están en Youtube- a Hugo Chávez recorriendo Caracas, rodeado de su corte militar, ordenando a gritos expropiaciones de edificios de viviendas y oficinas; el resultado está a la vista, exhibido por la miseria (US$ 2 de salario mensual y 2.600% de inflación) en la que fueron sumidos los venezolanos, antes ciudadanos de la nación más próspera de Suramérica, que flota sobre un mar de petróleo.
La reacción del kirchnerismo no fue, claro, desmentir tajantemente estas expresiones de sus adherentes sino sólo reclamarles prudencia en el proceso electoral para no espantar a los votantes que, en las PASO, se sumaron a sus filas para expresar su descontento con la gestión económica por las innegables penurias que los agobian.
Ahora, la vanguardia del furibundo ataque que busca que Mauricio Macri no concluya su período constitucional está encarnada por esas mismas organizaciones financiadas con dinero del Estado, que no solamente interrumpen el tránsito privado y público todos los días sino que, contrariadas por la prudente política de tolerancia que ejecutan la Nación y las provincias, han comenzado a ejercer la violencia extrema, como se vio en Chubut y en Iguazú esta semana.
Curioso, por lo incoherente, fue que Sergio Massa, recuperado -como el propio Alberto Fernández- de su grave afección anticristinista, viajara a Nueva York para entrevistar a Rudolph Giuliani, ex alcalde de la ciudad, reconocido por su régimen de "tolerancia cero" que garantizó la seguridad en la misma. ¿Le habrá preguntado qué hacer con los piqueteros, todos kirchneristas, si sus nuevos socios triunfaran en las elecciones?
Pese a que todo lo sucedido, que sin duda lleva agua al molino de Juntos por el Cambio, resulta claro que, otra vez, el peronismo reunido busca un muerto para desatar un infierno comparable, en la calle, con la tragedia de 2001, que tan útil le resultó para recuperar el poder, incluyendo saqueos a los supermercados. Parece que, a raíz de la sorpresiva masividad de la marcha republicana del mes pasado, el multiforme movimiento ya no está tan convencido de que el 27 de octubre será sólo una formalidad. Pese a ello, cuenta con la complicidad de una prensa bastarda y comprada, que ya vende al público, como si fuera un hecho consumado, su triunfo sin aguardar a las verdaderas elecciones.
Pero la situación actual es muy distinta de aquélla, y estos convulsivos actos de violencia política pueden derivar hoy, dada la fuerte crispación social, en un conflicto de inimaginables proporciones; ¿le preocupará a esta sarta de canallas la probabilidad de un gran derramamiento de sangre?
Por razones personales, dejaré de publicar, por dos semanas, estas penosas crónicas semanales del tiempo que nos toca vivir; volveré a abusar de su paciencia a fin de mes. Hasta entonces, y ¡feliz primavera!
Bs.As., 7 Sep 19
FRIJOLES O FREJOLES.
Por Alfonsina Barrionuevo (Perú).
De “Perú: Mundo de Leyendas”.
Hace unos siete mil años, un bebé frejol sacó la cabeza de su cuna en la vertiente oriental de la Cordillera de Ancash y abrió los ojos. Miró al frente y se encontró con un gigante de nieve impoluta, ¡el Huascarán! Lo vio tan amistoso, que una sonrisa floreció en su boca diminuta. El nevado se sintió paternal y tuvo la misma sensación que aumentó cuando otros bebés frejoles, sus hermanos, lo miraron risueños.
En el siglo pasado el arqueólogo estadounidense Tomás Lynch y su equipo hallaron evidencias de la existencia de frejoles muy antiguos (Phaseolus vulgaris) en la Cueva de Guitarrero frente a la ciudad de Yungay, a una altitud de 2,500 metros y a 160 metros sobre el río Santa. En la ladera oriental de la Cordillera Negra, dice el arqueólogo Lorenzo Samaniego Román, sus habitantes dejaron una punta de flecha y un cuchillo de piedra.
Las semillas de frejol se multiplicaron con el tiempo en los valles bajos interandinos. Según el tipo de tierra tomaron diferentes colores y texturas incorporándose a la mesa de los poblados.
Si se quisiera descubrir su origen habría que recurrir a una lupa que deje ver el pasado. Pudo haber entrado en la canasta de los alimentos donde, según la leyenda, se recogieron los restos del cuerpo de un niño recién nacido, hijo del Sol y de una pobre mujer creada por Pachakamaq. El voluble señor dio vida a la primera pareja de la costa o chala, frente a las llanuras líquidas del mar y se fue sin dejarles medios para subsistir.
El hombre, débil para luchar, rindió su vida. La mujer sola, desesperada y hambrienta, increpó al astro radiante que la miraba indiferente desde su trono celeste y le pidió que la ayudara o le enviara la muerte consoladora. El Sol la fecundó con sus rayos y le dijo que no le faltaría sustento. Al enterarse de su intervención Pachakamaq, disgustado, cogió al niño que ya caminaba, lo despedazó y enterró.
La madre clamó el castigo para el malvado y Pachakamaq asustado permitió que sus restos florecieran. De sus blancos dientes nació el maíz; de las costillas y los huesos las yukas y los demás tubérculos; de la carne, los pepinos, los pakaes y varios árboles. Así refiere el padre agustino Antonio de la Calancha. Podría ser que entre todos los alimentos que nacieron se encontrara el frejol, al que también llamaban poroto.
En la cerámica prehispánica hay muchas representaciones del frejol. El arqueólogo Hans Horkheimer anotó haber visto figuras de leguminosas con semillas que tenían la forma de cabezas humanas. En el plano de las suposiciones podría considerarse que las deformaciones craneanas en los pueblos costeños, para lograr las cabezas largas, habrían tenido como objeto que se parecieran al frejol.
Agregó haber encontrado en Cachicadán, La Libertad, una pequeña clase de leguminosa cuya forma y dibujo simétrico configuraban la de una cabeza humana en miniatura, así como diseños en telas de la cultura naska.
Al frejol le basta haber salido de los cuencos de arcilla o de los mates del antiguo Perú, rescatados de las tumbas de los señores, sin sufrir desmedro, intacto, apenas marchitado por el tiempo, para revelar su identidad.
Mientras muchos alimentos trabajados genéticamente por los antiguos peruanos muestran una ruta clara en Occidente el frejol tiene muy poca información. En “Los Comentarios Reales” el Inka Garcilaso escribió que conoció “hasta tres o cuatro variedades de unas semillas llamadas frejoles del talle de las habas, aunque menores”. Afirmó además que había “frejoles de comer” y otros que no, redondos, como hechos de turquesa de muchos colores y que en común les llaman chuy”.
El frejol mexicano, que tiene su propio cuna en Mesoamérica, viajó primero. El neurocirujano investigador Fernando Cabieses refiere que Cristóbal Colón los llevó en su segundo viaje en 1529. Alvaro Nuñez Cabeza de Vaca los sacó de la Florida. En ese mismo año Carlos V los envió como regalo al Papa Clemente VII. En 1570 en un banquete ofrecido por el Papa Pío V se sirvió una torta de frejoles.
En 1539 y 1542 los registraron botánicamente Hieronimus Bok y Leonardo Fuchs. Es posible que para entonces ya hubieran sido llevados los nuestros. Del Mediterráneo pasaron al Lejano Oriente y allá se llamaron “habas turcas”. En 1751, concluye Cabieses, el gourmet napolitano Vicente Corrado aconsejaba en su libro “El Cocinero Galante”, comerlos fritos en aceite, condimentados con pimienta, jugo de limón y jamón.
UN NIÑO MUY TRAVIESO (Microrrelato).
Por Andrés Fornells (España).
El niño se había ganado merecida fama de muy travieso. Podían decirle mil veces que los yogures que había en el frigorífico eran para toda la semana, que él, al menor descuido de su controladora madre, se los comía en un día; le escondía a ella las llaves del coche para que se volviera loca buscándolas; la pipa a su abuelo, la dentadura postiza a su abuela, el chupete al bebé, etc.
Un día apareció roto en la pequeña sala de estar un bonito jarrón que su madre tenía en gran estima y, al recibir la terrible regañina suya por esta causa, el pequeño se defendió lloriqueando:
—No lo he roto yo… No lo he roto yo… Lo ha roto el demonio.
—Eso es lo que más me indigna de ti —reprobó su madre, furiosísima—, que niegues la evidencia. ¡Castigado dos días sin ver la tele!
Pero la bronca más enorme fue cuando apareció roto el televisor y el niño, al recibir de su madre una colosal regañina, la mayor venida de ella hasta entonces, volvió a decir que aquel estropicio lo había hecho el demonio.
—Si no me crees pregúntaselo… —reclamó entre profundos sollozos.
La madre llevada de la desesperación y de la cólera masculló
—¿Has roto tú el televisor, demonio?
Repentinamente el maligno se materializó delante de ella y en tono desafiante la dijo:
—Lo demás que se ha roto en esta casa, no; pero el televisor sí lo he roto yo, ¿pasa algo, señora?
La buena mujer no pudo contestar nada porque la dio un soponcio que la privó de todo conocimiento.
El niño se encaró entonces con el diablo y le reprochó:
—Oye, cornudo, no sigas haciendo cosas malas en mi casa porque soy yo el que pago las consecuencias de las tuyas y de las mías.
—Pues entrégame tu alma
—Cuando tú me entregues la tuya, tío feo.
El demonio, que se creía un adonis, ofendido por la desconsideración que el niño le había demostrado, jamás volvió a aparecer en aquel dulce hogar. El chiquillo, compadecido de su madre, que en la caída se había hecho un chichón del tamaño de un coco y roto el tabique de la nariz, dejó de cometer travesuras y a partir de entonces ella pregonó a este respecto: “Créanme ustedes, no hay demonio que por bien no venga”.
(Copyright Andrés Fornells)
EL RETO DE LA MIGRACIÓN.
Por Addhemar H.M. Sierralta (Perú).
Hace varios años el autor expuso en el Congreso sobre el tema de la migración. Tanto la reseña de su trayectoria como la época son referenciales porque lo que deseamos resaltar es el mensaje a los migrantes y las acciones que debemos tomar los peruanos para ser mejores. Hoy todo ello sigue teniendo gran actualidad:
“Transcribimos esta exposición realizada en el Congreso de la República del Perú dentro del Foro Internacional “Peruanos en el exterior : Desarrollo e Integración” el 23 próximo pasado.
ADDHEMAR H.M. SIERRALTA NÚÑEZ
Miembro de OMCOPEX(Organización Mundial de la Comunidad Peruana en el Exterior) y residente en los Estados Unidos de América, desde 1986, es un profesional que actualmente vuelca su experiencia gerencial y como Consultor en importantes organizaciones peruanas y del exterior; asimismo en su labor periodística, desde Miami, dirigeVisión Perú, publicación de la comunidad peruana que se publica en El Nuevo Herald y es editor de Tiempo Nuevo, periódico “on line”.
Ha sido profesor en las áreas de administración en las universidades del Pacífico, Ricardo Palma y Universidad Católica, en Perú. Igualmente en otras instituciones y empresas ha sido conferencista, tanto en el Perú como en el extranjero.
Es asimismo escritor y como tal ha publicado cinco libros y CD’s de géneros históricos, líricos, musicales y de narrativa. Ha obtenido premios, distinciones y reconocimientos por su trabajo periodístico (Grace, Domund y Fuerza Aérea Peruana); y de la Casa de la Cultura de Talara, Instituto de Cultura Peruana (ICP) y Ministerio de Educación, por su trabajo literario.
Actualmente tiene en prensa el poemario De Leyendas, paisajes y amor; un compendio de narrativa, Cuentos ciertos y menos ciertos; y una novela : Una niña desde siempre. Y en preparación los ensayos Construyendo un nuevo Perúy Quenas, guitarras y cumbias.
Es Ingeniero Químico de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, con especialidad en Metalurgia. Realizó su Maestría en Administración, con mención en Recursos Humanos, en la Universidad del Pacífico. También siguió el programa del IMEDÉ de Suiza sobre Gerencia de Personal en el INDEC de México y en la Universidad de Miami, Dirección de Hospitales y Servicios de Salud. Asimismo es Periodista Profesional de la hoy Universidad Jaime Bausate y Mesa.
Fue candidato al Congreso de la República del Perú en el año 2000, dentro de la lista de Unión por el Perú (UPP).
Nacido en Bellavista (Callao) en el año 1943, está casado, tiene tres hijos y tres nietos.
TEMA : “EL RETO DE LA MIGRACIÓN”
Estimados compatriotas y amigos:
Tomar la decisión de migrar no es sencillo.
Y cuando salir de nuestro país es en contra de la propia voluntad el asunto se complica.
Con una experiencia verdadera quiero compartir las incertidumbres, sueños, esfuerzos y logros de una familia de migrantes, la mía propia.
Corría el año de 1985 cuando, ocupando una envidiable posición en la empresa más grande del Perú, el nuevo gobierno de entonces a muchos nos dejó en la calle y nunca se me abonaron los beneficios sociales.
Como consecuencia de ello, y teniendo a mis hijos aún menores, empecé a buscar trabajo pero existía cierto temor de contratar a alguien que había entrado en supuesto “conflicto” y la situación apremiaba y se fue complicando por la falta de recursos.
Por esos días hice un planteamiento a mi familia: marchar al extranjero y una vez ubicado enviar por ellos. La respuesta fue unánime: o nos íbamos todos o no había viaje. Y fue así que un buen día de julio de 1986, después de rematar muebles y enseres, reunir dinero para pasajes y una magra bolsa de viaje para instalarnos emprendimos nuestra marcha hacia Miami.
Con el tiempo tal decisión sería la mejor a diferencia de quienes emigraron solos –ya sea el esposo o la esposa o alguno de los hijos- porque lo obtenido por el trabajo de uno solo a duras penas les alcanzaba para vivir y enviar un reducido dinero a sus familiares.
Migrar solo, como comprobaría más adelante con algunos amigos, los alejaba físicamente de sus seres queridos y poco a poco la soledad, a veces problemas de salud y los conflictos llevaron, a muchos, a formar nuevas familias y complicar su situación. Otros, sin tener dónde llorar o con quien apoyarse en los momentos críticos, recurrirían al trago u otros vicios.
El contar con la familia, además del cariño y apoyo entre nosotros, evitar las preocupaciones por tenerlos lejos, y más adelante estar gastando en viajes, sirvió para afianzar los lazos familiares, poder contar con una bolsa común y ahorrar fue lo que aceleró la estabilidad económica.
Si bien existía la posibilidad de legalizar la situación mía, de mi esposa y nuestros tres hijos, debido a que mi madre podría pedirnos, no era algo definitivo porque ella vivía de una pensión de gracia o suplementaria.
Ni bien arribamos estuvimos todos en el pequeño departamento que alquilaba mamá y a la semana siguiente encontramos uno para nosotros, de una sola habitación –efficiency les llaman en U.S.A.- donde nos acomodamos los cinco en una cama, más o menos grande. Lógicamente que los fondos empezaron a bajar por tener que abonar el depósito y la mensualidad adelantada. Un amigo cubano me explicó que en Miami sin auto no éramos nada y me llevó a un “dealer” de carros viejos y obtuve una carcocha por 1,000 dólares (Un Buick de los setenta). Ya no nos quedaba mucho dinero, lo contamos y a duras penas nos alcanzaría para sobrevivir unas tres semanas. Reservé lo suficiente para sacar licencias de conducir para mi y mi esposa.
Después de descansar el primer fin de semana decidimos en conjunto salir a buscar trabajo un lunes. Nuestro primer recorrido fue por el barrio y caminando nos topamos con una pizzeria que recién abría sus puertas. Me ofrecí y gracias al automóvil y la licencia obtenida y al seguro obligatorio pude obtener la posición de “driver” para dedicarme a hacer “delivery” de pizzas a domicilio.
De nada me servía en ese momento tener tres profesiones, una maestría, y una significativa experiencia gerencial. Mi inglés era muy incipiente pero el deseo de ganar algo en cualquier oficio era mayor. Mis primeros trabajos –como la mayoría de los migrantes- fueron desde abajo, me tocó también lavar trastes y hacer limpieza en casas y me encontraba con compañeros sin mayor formación haciendo lo mismo que yo. Nuestra ventaja sería –más adelante- la educación recibida y contar con una familia.
A la semana de estar trabajando, y ya más ambientado, me enteré que se requería más “drivers”, así que como mi hijo tenía 16 años cumplidos pudo obtener licencia restringida, pude sacar del “dealer” -que me conocía por haberle comprado el Buick- otro viejo auto con una pequeña inicial. Ya en casa éramos dos que aportábamos al presupuesto familiar.
Dios iba a querer que mi mujer encontrara –antes de un mes- trabajo para cuidar a una anciana. Le fue sencillo porque su profesión de Enfermera le ayudó mucho. Claro que iban a pasar varios años más para ir revalidando y alcanzar el “board de enfermería” y mejorar de trabajo.
Luego de un mes y pico en Miami se presentó la oportunidad –en la misma pizzería- por incremento de teléfonos para recibir los pedidos, de contratar a un par de “phone girls” o telefonistas. Como tanto yo como mi hijo trabajábamos bien y habíamos caído en gracia al Manager que era un iraní no fue difícil convencerlo para que mi hija – aún de 14 años – fuera aceptada en una de las posiciones haciéndola pasar como que tenía más edad y contaba con la autorización paterna. Claro que mis hijos tenían un doble esfuerzo: el trabajo y el colegio al que asistían.
Y el milagro se fue configurando. Antes de un año de nuestra salida del Perú los ingresos familiares llegaban a los cinco mil dólares al mes (1,700 míos, 1,300 de mi hijo, 1,000 de mi hija y 1,000 de mi esposa). Una fortuna equivalente a cerca de 10,000 dólares actuales.
Ya en 1987 logramos mudarnos a una casa cerca de la pizzería, tenía dos dormitorios, toda una maravilla para nosotros. Seguíamos ahorrando. Mi madre hizo el pedido formal para legalizar nuestra situación migratoria, la que fue admitida.
Llegó 1988 y tuvimos reunidos los dólares necesarios para el “down payment” o cuota inicial de una casa. Seríamos propietarios.
Nuestra dicha pasaba por trabajar muy fuerte, no solo repartíamos pizzas sino que periódicamente cerrábamos el local y hacíamos lavado y limpieza total. Mientras mi esposa tenía que hacer turnos extras para ganar algo más. Todo esto para dar el salto. Y claro que si lo dimos.
Este esfuerzo es característica de quienes emigramos. Los peruanos en los Estados Unidos, por lo menos, gozamos de una bien ganada fama de buenos trabajadores, en su mayoría, salvo excepciones como en toda regla.
Para 1989 habíamos comprado una casa adecuada a nuestras necesidades.
Claro que además del trabajo de la pizzería busqué algo más y fue en el área de ventas en el rubro de electrodomésticos. Empecé como vendedor, pasé a Assistant Manager y luego a Manager.
El proceso de transculturización, fue difícil, lo asumimos con decisión y mucho trabajo sin mirar qué tipo de labor era sino enfocándonos en las necesidades. El acicate fue eso: la necesidad de sobrevivir y de mejorar.
La adaptación fue todo un reto. Muchas veces cuando repartía pizzas y escuchaba música o noticias de mi Perú, no sabía si agradecer o si llorar. Pero allí estaba escuchando a Juan Luis Guerra, o a la Pantoja y de vez en cuando “Y se llama Perú”, añorando la tarde que con mis hijos vimos el Perú-Argentina, ese día que cantara el zambo Cavero en el Estadio y Maradona fue totalmente anulado con una marcación al centímetro, que había ordenado Challe a Díaz y a sus pupilos.
Ese primer gran salto, en menos de cuatro años, nos serviría de experiencia para soportar posteriores crisis económicas y familiares. Luchar por dar profesión a los hijos y tanto mi mujer y yo retornar a nuestras profesiones. Había que tomar nuevas decisiones.
Y entre las nuevas decisiones hubo una muy acertada: poner el énfasis en que mi esposa aprobara el “board” de enfermería, muy difícil para ella pero más rápido de lograr a que yo revalidara mis títulos.
Y esa decisión le permitió a mi esposa lograr primero aprobar el “board” como Assistant Nurse y luego el de Registered Nurse (RN) lo que le abrió las posibilidades de trabajo en un área de mucha necesidad. En poco tiempo estaba ya laborando como enfermera registrada.
Mis hijos alcanzaron sus profesiones, formaron familia, vinieron los nietos, nos jubilamos y la añoranza por el Perú nunca nos hizo perder nuestras raíces.
Hoy, con doble nacionalidad, con una segunda patria, seguimos pensando como peruanos, seguimos nuestras tradiciones, tanto que jamás se deja de comer comida nacional y dos de mis hijos –los casados- realizaron sus matrimonios en el Cusco.
Los migrantes en Estados Unidos somos el 52% de los cerca de 4 millones de peruanos en el exterior. Hay muchos ilegales y la diáspora lucha por sus derechos –elegir y ser elegidos- y hay peruanos, en los Estados Unidos, preocupados por mantener el espíritu nacional afuera, entre ellos cabe destacar en New York al sociólogo Jorge Yeshayahu Gonzáles-Lara con sus artículos, ponencias y estudios; en Miami a Teresa Gonzáles a través de Visión Perú que se publica en El Nuevo Herald; y en otra zona del país –Oregon- encontramos al escritor Eduardo Gonzáles Viaña con su Correo de Salem, entre muchos otros. Estos tres Gonzáles, que no son parientes y solo los une el mismo apellido y su espíritu de peruanidad , merecen nuestro reconocimiento.
En Estados Unidos, como señala Yeshayahu, hay cientos de instituciones peruanas, desde las religiosas como las hermandades del Señor de los Milagros, cámaras de comercio, los émulos de los clubes departamentales, clubes deportivos, y asociaciones de ex cadetes del Colegio Militar Leoncio Prado. Agrupaciones folklóricas, sociales y de ayuda específica como Esperanza y Caridad, o culturales como el Club del Libro. Son cerca de 400.
“Hay hermanos todavía muchísimo que hacer”, como decía César Vallejo. Necesitamos la unión real y verdadera de estas instituciones, sin diferencias de ningún tipo.
Requerimos el apoyo para legalizar a nuestros compatriotas y que no sufran temores como los derivados de la ley de Arizona o la Ley del Retorno en Europa. También es necesario el auxilio a quienes viven en condiciones precarias, mayor facilidad en los temas consulares, y ayuda para quienes desean invertir o comerciar en el Perú.
Estar fuera del país nos hermana y une más. Pensamos siempre en lo bueno que sería concertar entre todos los partidos políticos un acuerdo nacional, elaborar un Plan para el Perú -apoyado por todos- que se proyecte en el largo plazo. En lo maravilloso que sería eliminar los irreconciliables puntos de vista de las extremas derecha e izquierda. Desde la diáspora va nuestro mensaje: construyamos el Perú no lo destruyamos. El Perú es su gente –piense como piense- de izquierda o derecha, cholos, indios, negros, zambos, blancos, extranjeros que se asentaron aquí –como nosotros estamos allá- y dejando su patria formaron nuevo hogar.
Los que vivimos fuera nunca hubiéramos querido dejar el Perú. Nos vimos obligados por situaciones económicas o políticas. Que no vuelva a ocurrir esto. Trabajemos para hacer cada vez mejor a nuestro hogar que es nuestra patria con los hermanos de aquí y de afuera.
Existe un costo social muy grande como consecuencia de los desaciertos políticos que se dieron en el Perú. Sin querer financiamos a los países desarrollados enviando gente profesional y mano de obra barata. La falta de oportunidades y los excesos ideológicos causan los éxodos. Y el dolor de estar fuera buscando nuevos horizontes, paradójicamente, beneficia con las ingentes remesas al país que nos dio la espalda.
Muchos desean retornar pero también muchos y sus descendientes se quedan fuera del país. Es un contingente valioso que sumaría a nuestro desarrollo.
La experiencia de haber vivido el reto de ser migrantes, la búsqueda por avanzar sin dejar de sentir, en nuestros corazones, al país que nos vio nacer, y las experiencias logradas nos conducen a querer volcar lo aprendido para beneficio de nuestros compatriotas –en especial a los ilegales- sea a través de la Organización Mundial de la Comunidad Peruana en el Exterior (OMCOPEX) y de la colaboración individual de quienes vemos con mayor claridad –al confrontar al Perú con otros países- lo que debemos hacer para construir el Perú grande que tanto amamos.
Muchas gracias.
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Addhemar Sierralta
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