Danilo Sánchez Lihón
1. Los
trenes
Invité
a Delfina Paredes, reconocida como Primera Actriz Nacional, para
declamar a César Vallejo en una actividad de homenaje al autor de los
Poemas humanos.
Me
aceptó complacida, pero cuando le dije que se desarrollaría en la Casa
de la Literatura Peruana, que funciona en la antigua Estación
Desamparados desde donde se abordaban los trenes que iban a la región
central del Perú, guardó silencio.
Pero no me hizo más comentarios. Actuó de manera brillante como siempre, pero cuando salíamos me expresó:
–
No sabes cuánto dolor me causa, Danilo, venir a este local. Porque pese
a que se ha convertido en algo útil y hasta noble, al estar dedicada a
la literatura, me desgarra el alma que no sea la antigua estación de
trenes como era antes.
– ¡Siendo tan necesarios los trenes! –Le comento yo.
–
¡Por qué quitaron los trenes de pasajeros, Danilo! Estarían sirviendo
para el turismo hacia una región hermosa de nuestro país. Eran trenes
históricos. ¿Por qué no hacemos una campaña para que los restituyan?
2. Abrir
las alas
Y
luego me confesó que su padre trabajaba como jefe de estación en el
ferrocarril de Urcos, en el Cuzco. Y entonces, cada vez que estaba de
vacaciones subía a los trenes y recorría uno y otro pueblo de la
serranía.
Me
contó que, en Urcos, salir al andén a ver el tren que llegaba, se
detenía, cargaba y descargaba, era tanto o mucho más fascinante que ver
ahora la televisión. Porque mirando el tren uno veía el mundo, en ese
hecho a la vez sencillo y extraordinario.
Sin
embargo, ella nació en Mollendo, a orillas del mar, en Arequipa, el 27
de septiembre del año 1934, de padre arequipeño y madre cuzqueña, pero
criada desde muy tierna en Urcos, en donde su padre fue jefe de la
estación de ferrocarriles y tres veces alcalde.
Criada
como niña andina de cumbres y bajíos, de cordillera abrupta y nevada,
quien hasta los once años quería ser aviadora, lo cual significa el
mundo de arriba y el anhelo de volar, de querer ser libre y abarcar el
mundo; de abrir las alas, que en nuestro caso son brazos, y abarcar la
tierra; que supone también inquietud, amplitud y fortaleza.
3. Mundo
andino
Pero
luego, de los 12 a los 14 años cuenta que quiso ser arqueóloga. Y a los
15 años quiso ser química. Y a estudiar esta carrera ingresó a la
Universidad Nacional San Antonio Abad del Cuzco, matriculándose en esa
especialidad del ámbito de las ciencias. ¿Por qué?
En
alguna entrevista leí que fue por la inmensa pregunta que se formulaba
acerca del átomo, hecho que nos remite más bien a la física, aunque en
el fondo formen parte del mismo misterio.
Ahora
bien, yo encuentro que química es el complemento a ser aviadora, porque
el átomo o la tabla periódica de los elementos químicos, más bien son
mundo de adentro de la estructura del mundo, aunque juntos forman parte
del mismo juego dialéctico.
Así
como quiso también ser arqueóloga, en lo cual encontramos más bien el
mundo de la cultura, que siempre es a ras de tierra, con lo cual se
completa la cosmovisión de niña ya para siempre imbricada al mundo
andino, del hanan pacha, la aviación; el urco pacha, la química, y el kay pacha, o la arqueología.
4. Pétalo
a pétalo
Pero
finalmente lo que triunfó es ser actriz, actividad que empezó con una
experiencia de ser locutora en Radio Cuzco, adonde la invitaron a
participar después de escucharla recitar poemas, constatando su
convincente expresividad y timbre de voz.
En
esa circunstancia se traslada a Lima, en donde ingresa a la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos a continuar estudiando química, aunque
también se matricula en la Escuela Nacional de Arte Escénico, ENAE, en
donde estudió los años 1956 y 1957.
Se
casó con el también artista de teatro Mario Velásquez, de quien se
separó cuando ella tenía 34 años de edad y cuatro hijos nacidos del
matrimonio: Mario, Gabriela, Ricardo y Diego.
Ella
misma ha graficado esta separación como el deshojar una margarita, no
haciendo la pregunta del sí y del no, sino porque cada pétalo caído o
arrancado al final hace que la separación ya no produzca dolor, porque
cada decepción era el pétalo arrancado a una flor.
5. Decir
a Vallejo
Tres
contenidos fundamentales alientan en la obra y en la actuación de
Delfina Paredes: César Vallejo, la invasión chilena al Perú en la Guerra
del Pacífico, y el anhelo humano de justicia social.
A
César Vallejo lo ha declamado no solo aquí sino en Madrid, en
Barcelona, en París, en Río de Janeiro. Ella misma cuenta lo siguiente:
“He
dicho a Vallejo en donde he podido. Lo he hecho una vez en el Teatro
Municipal, en el Segura, en La Cabaña; en colegios, en escuelitas, en
pueblos, casi en plazas; en dos iglesias, una vez en Santander, en
España. Bueno, eso sí es notable, y lo hice en Barcello, hace 10 años,
el 2001. Yo estuve por ahí, en Barcelona, Madrid, pero fui a Santander, a
invitación de la familia de un sacerdote, de Carlos Rodríguez Arana,
con quien nos conocimos desde que él llegó a mi pueblo, a Urcos, hace de
eso muchos años. Y él solicitó a la familia que hicieran algo para que
yo dijera a Vallejo. Y efectivamente hablaron con la gobernación y se
acordó que yo iba a recitar a Vallejo un día martes, porque era Semana
Santa y yo tenía que hacerlo pasados y los ritos religiosos.
6. Siempre
humana
Sin
embargo, el jueves fuimos a una iglesia románica en Barcello, que queda
en una colina. A la salida del oficio me llama el sacerdote, Ernesto,
quien, a solicitud de Fermín, cuñado de Carlos, me pregunta si el
domingo de Pascua de Resurrección podría, en lugar de la homilía, y
después de la lectura del Evangelio, decir a Vallejo. Yo me quedé
pasmada. Dije, ¿cómo voy a decirlo? Allí él me dijo: Si usted quiere
puede hacerlo. Y yo acepté. ¡Ya!, le dije. ¡Puedo decirlo! Y, así fue.
Solo cuando ya íbamos ascendiendo a la colina, estando en el carro, caí
en la cuenta que era 15 de abril. ¡Era el día en que murió Vallejo! ¡Era
el día en que había muerto en Semana Santa! Me parecía que con ese acto
Vallejo regresaba a esa España que quiso tanto, por la que escribió el
Himno a los voluntarios de la república, y se comprometió tanto con los
republicanos en la Guerra Civil. Sentí que regresaba por la puerta
grande, y en una iglesia.
Constamos
así a Delfina Paredes como la mujer esencial que es: auténtica,
honrada, cabal. Sintiendo con autenticidad, con verdadera sinceridad,
siempre con la verdad en la mano. Siempre humana, razón por la cual
abraza la causa de César Vallejo, de quien es su vocera, su lengua oral y
la palabra parlante de sus poemas.
7. Dando
la vida
De
otro lado, su personaje Evangelina, es una versión como mujer,
desgarrada y engrandecida a la vez, de la angustia, de la miseria, por
donde habla el Perú con sus vísceras, con su voz dolida y quebrada de
madre del mundo.
Comprometida,
defiende lo indígena, defiende la patria, defiende la identidad,
defiende al débil. Siempre asumiendo las causas nobles a las cuales se
dedica y por las cuales lucha.
Delfina
Paredes, en todo, hasta en sus posiciones más riesgosas y valientes es
entrañable. Este es el vocablo que la define. En todo es entrañable:
recitando a Vallejo, en su papel de Evangelina, en su dedicación a la
historia, en sus principios políticos.
Y
es que ella piensa con la matriz, con el vientre de mujer, y de madre
que es; defendiendo la vida hasta el punto de condolerse del débil, del
necesitado, de quien requiere ayuda.
Por
eso su Evangelina encarna a la mujer que sigue a los ejércitos en
guerra, para asistir, para dar agua, para servir de alivio y descanso al
guerrero, para curar sus heridas, cerrar sus ojos cuando muere y ella
misma entregar la vida.
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