Danilo Sánchez Lihón
"En el libro del destino del Perú,
está escrito un porvenir grandioso".
Antonio Raimondi
1. Rigor
y consagración
Antonio
Raimondi, quien nació en Milán, en Italia, el 19 de septiembre del año
1826, tuvo al Perú como el país que le fascinó desde niño, y lo eligió
para venir y consagrarse completamente a él, en conocerlo y darlo a
conocer al mundo.
Y
desde que lo soñó supo cómo concretar esa adoración. ¿De qué modo?
Estudiándolo y proyectando al mundo la riqueza de aquella cultura, cuna
de civilizaciones extraordinarias. Y que sin embargo permanecía oculto,
misterioso e indescifrable.
Nadie
precisa dónde adquirió sus admirables y hasta asombrosos conocimientos
sobre la naturaleza en casi todos los campos del saber. Así: en la
botánica, la zoología y la geología. Ni cómo pudo acumular tanta
sabiduría en química, física, mineralogía. Así como en otras disciplinas
incluida la biología, la medicina e incluso llegando a tener vastos
conocimientos sobre el cosmos.
Ninguna
universidad ni centro especializado de su época registra su nombre,
concluyéndose que toda su formación era la de un autodidacta, quien
investigaba por sí mismo con un rigor y una consagración totales y
únicos, pero para que todo confluyera en un solo punto: el Perú.
2. País que él
soñó y amó
Su
dedicación al estudio del mundo de la naturaleza solo tenía un asidero
en su mente y en su espíritu: el Perú. Cualquier otra realidad le
parecía superflua, o que no le incumbía.
Había
programado antes de embarcarse hacia el país de sus sueños, ubicado en
la América del sur, consagrar dos años de estudios exhaustivos dedicados
solo al Perú.
La
guerra que vivía Italia en ese momento se lo impidió. Y su viaje se fue
posponiendo, no tanto por el conflicto mismo sino por la causa que él
defendía como miliciano alistado en el movimiento de resistencia
popular.
Luchaba
por la libertad de Italia frente a la invasión y tropelía cometida por
las tropas austriacas, comandadas por el Mariscal Radetzky, a las cuales
se opuso la heroica defensa, encabezando las huestes patriotas los
legendarios líderes Mazzini y Garibaldi.
Sin
embargo, Antonio Raimondi tenía claro su destino cuál era el Perú. Eso
jamás lo puso en duda. Y nunca cuestionó esta elección, naturalizándose
peruano, en donde fue un ciudadano fervoroso, con devoción por nuestro
país, consagrado a estudiarlo y venerarlo, país que él soñó y amó
entrañablemente hasta el final de sus días.
3. Su cuerpo
y su alma
Él cuenta que aún niño había un cactus peruano que él solía abrazar y hasta conversar con él cuando visitaba ese espacio.
Era un cactus con toda su imagen majestuosa, hierática y solemne, símbolo de nuestra cultura indomeñable.
No
era una figura lírica sino épica. No era aquel cactus representativo de
lo poético sino de lo dramático. No era una imagen de lo dulce ni
complaciente sino de lo fuerte, agreste y doloroso.
Cuenta
que un día encontró que estaban mutilando a aquel árbol gigantesco. Le
afectó mucho este hecho, como si lo hicieran con su propio cuerpo y con
su propia alma.
Cuenta que esto le causó una profunda impresión y estuvo todo el tiempo pendiente de cada detalle.
Y permaneció todo el día vagando por los senderos del recinto sin acordarse de comer ni de todo lo que tenía que hacer.
4. Le atenazó
una angustia
Finalmente,
a principios del año 1850, cuando frisaba los 24 años de edad, pudo
embarcarse hacia el Perú partiendo desde Génova en el bergantín La
Industria.
Arribó
al Callao seis meses después el 28 de julio del año 1850, estando en el
gobierno en aquel momento de la historia de nuestro país don Ramón
Castilla, viviéndose un período de gran estabilidad y bonanza.
Desde
que llegó se olvidó de todo, incluso de su equipaje que solo lo recogió
días después, dedicándose a caminar las calles, avizorando cada
manifestación del paisaje; enamorado, deslumbrado como si pisara rosas.
Vivía
cada detalle y rasgo que se presentaba, pleno de emoción, la misma que
cada día se fue acrecentando fascinación que lo acompañó en cada momento
de su vida hasta morir en San Pedro de Lloc el 26 de octubre del año
1890, a los 64 años de edad.
Solo
le atenazó una angustia: no culminar su obra sobre “El Perú”, que él
proyectó en 20 volúmenes y que solo alcanzó a publicar apenas el primero
5. Sanguínea
y visceral
¿Cuál
es su tema permanente? ¿Cuál su contenido, su asunto y su obsesión? El
Perú, ese es su sueño y su vocación, que no la descubre al final ni al
medio de su vida sino al principio, en su infancia en donde siente la
atracción por nuestra cultura, a la vez realidad concreta pero también
mítica; a la vez natural como mágico.
Pero
también porque le da la impresión que hay aquí un tesoro oculto y por
descubrir, un punto que es clave para cambiar o rediseñar la historia y a
fin de que el hombre y la civilización cambien y sean mejores.
Elección
del Perú que era consciente, lógica y explícita, como también
instintiva, sanguínea y visceral. Y fue con ese aliento que se dedicó a
viajar durante veinte años por todos los pueblos y lugares despoblados,
por caminos y lugares unos habitados y otros desérticos, de nuestro
país.
Solo
para mencionar un detalle asombroso: fue el primero después de ser
habitado por los Incas que llegó a Machu Picchu, razón por la cual Hiram
Bingham le rinde su homenaje.
6. Hasta los libros
y muebles
Fueron
incontables los descubrimientos de Raimondi en flora, fauna y
mineralogía, siendo sus estudios la clave para el desarrollo de la
geología y la minería del Perú contemporáneo.
Sus
aportes en el campo de la arqueología y antropología son enormes,
siendo quien descubrió y la trajo a Lima a la Estela de Chavín, que a
partir de entonces lleva su nombre y que es básica para el estudio de la
cosmovisión andina.
Lamentablemente
su obra que él mismo empezó a editar quedó trunca por la desgracia que
significó la invasión de Chile a nuestro país, en donde se derrumbaron
todos sus proyectos, se perdieron la mayoría de sus materiales
recolectados, y se clausuraron los programas que él venía desarrollando.
Fue
en esa circunstancia que se frustrara la edición completa de su obra y
se suspendiera su labor en la Facultad de Medicina de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos en donde venía trabajando, la misma que fue
saqueada y hasta los libros y muebles fueron embarcados rumbo al país
del sur como botín de guerra.
7. En el libro
del destino
Raimondi, refiriéndose a su último viaje al interior del país, señala:
"Heme
aquí, después de infinitos peligros, llegando sano de cuerpo y espíritu
al puerto de salvación. Aquí heme, por fin, rico de materiales y
conocimientos sobre el país, tesoro para mí de incalculable valor,
recogidos puedo decirlo así a costa de mi sangre y de mi juventud.
Actualmente una sola idea me atormenta y es la continua duda de que no
me alcance la vida para dar cima a mi atrevida empresa, ¿cuál es esta?:
dar a conocer el Perú a los peruanos y al mundo".
Su fe en el Perú, su convicción de que hay un signo providencial reservado para este suelo es grandiosa.
Si
bien su obra no alcanzó a ser culminada su fervor inquebrantable por el
Perú es extraordinario, además de su contribución científica.
Su
confianza en los días que vendrán es un valioso legado moral de parte
de quien escribiera esta frase que debe estar puesta en cada puerta y en
cada frente nuestra: "En el libro del destino del Perú, está escrito un porvenir grandioso".
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