domingo, 29 de septiembre de 2019

29 DE SEPTIEMBRE: DÍA MUNDIAL DE LAS PERSONAS SORDAS - FOLIOS DE LA UTOPÍA: EL SABER ESCUCHAR - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 


Construcción y forja de la utopía andina
 
SEPTIEMBRE, MES DE LA PRIMAVERA,
DE LOS DERECHOS CÍVICOS
DE LA MUJER, EL NIÑO Y LA FAMILIA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
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HOY NACE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA,
QUIEN ESCRIBIERA DON QUIJOTE DE LA MANCHA


La obra literaria jamás escrita, producto de la mente más asombrosa y de la pluma más exquisita, que encabeza siempre la lista de las mejores obras del arte de la palabra de todos los tiempos en la historia de la civilización humana es “El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha”, de Miguel de Cervantes Saavedra, que empezó a ser escrita en la cárcel.
Recién lo supe cuando caminaba un día del año 1973 por el centro de Sevilla, donde hay allí una calle estrecha y sinuosa y que sin embargo me pareció la más alegre, agitada y lujosa del mundo, por las joyerías que allí abren sus escaparates, pero más por las manolas andaluzas que allí se lucen.
Pero hay un momento en que la calle se torna sombría, tanto que estremece y produce un calofrío. Y es que nos topamos con un edificio austero en donde un cartel en aquel entonces decía: “Cárcel Real de Sevilla. Detente peregrino. Aquí se escribió El Quijote de la Mancha”. Y el propio don Miguel de Cervantes ratifica este espanto al consignar en el Prólogo de la Primera Parte de su libro, lo siguiente:
Se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y todo triste ruido hace su habitación.
Él es don Miguel de Cervantes Saavedra, el más grande maestro de la prosa castellana y creador del personaje inmortal Don Quijote de la Mancha, y que sin embargo sufrió cárcel en varias ocasiones, algunas por razones de dinero, y otras por hechos de armas. Quien nació el 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares y fueron sus padres Rodrigo de Cervantes y Leonor Cortinas.
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
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29 DE SEPTIEMBRE
 
DÍA MUNDIAL
DE LAS PERSONAS
SORDAS
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


 
EL
SABER
ESCUCHAR
 
 
¡Qué necios estos deseos míos,
Señor,
que están turbando con sus gritos
tus canciones!
¡Haz tú que yo solo sepa más bien
escuchar!
Tagore

1. Saber
escuchar
 
Si supiéramos realmente escuchar no habría peleas, divorcios ni guerras. No habría abogados, ni tribunales ni jueces.
Si escucháramos, aunque no estemos ahí, los gemidos de los heridos y moribundos en los campos de batalla nos volveríamos pacifistas.
Si escucháramos no solo el llanto o los lamentos de quienes han caído en la refriega sino también de los victimarios o victoriosos.
Quienes con el correr de los años esas amarguras son peores a las de quienes murieron porque estos quedaron vivos y no soportan su conciencia salvo embruteciéndola.
O quizás la podrán revestir de una coraza inescrupulosa y cínica que a la postre los ha de menoscabar como seres humanos y será inevitable su propia autodestrucción. O desde ya corrompen la sociedad en que vivimos.
Si verdaderamente escucháramos no se propiciarían guerras. Si supieran escuchar al pueblo al cual dicen representar quienes inician, mantienen y se solazan con las guerras siempre por soberbia y codicia con el sacrificio de los ciudadanos de uno y otro bando.
E incluso de los no involucrados que al final también son víctimas de los males que las guerras acarrean y que jamás serán favorables para nadie.
 
2. El sentido
humano
 
Porque se escucha decir por ahí que las guerras hacen avanzar la historia y empujan a la civilización hacia adelante, hacia nuevos estadios de desarrollo, y que sirven para hacer surgir nuevos inventos.
Y que significa el reacomodo de los pueblos y sociedades a los nuevos tiempos. ¡Sofismas! ¡Falacias! ¡Absurdos!
Todo aquello se lo sostiene porque no hay referentes de cómo sería el mundo si no hubiera habido guerras, que indudablemente sería mejor, porque toda guerra es destrucción, dolor y calamidad.
Si no hubiera habido guerras este sería un mundo más equilibrado, amable y hermoso. Y no éste en el cual hay tanta alienación, en donde el sentido común, o el simple sentido humano pareciera haberse perdido para siempre.
Ni tampoco este en donde todos los días, cada 24 horas, mueren 35 mil personas de hambre, y otras que conviven en una pobreza horripilante que nos hemos acostumbrado a aceptar como natural.
 
3. Escuchar
con el corazón
 
Toda guerra es un crimen: Y nada moralmente la justifica. Es una aberración y es bueno luchar porque ellas no ocurran en ninguna latitud del mundo. Y esta campaña hay que hacerla en todos los tonos y acentos.
Cualquiera sea nuestra ubicación, evitando que se desaten por cualquier vomitivo ideológico, sinrazón o delirio que después cause tanta aflicción, penuria y dolor en los cuerpos y en las almas.
Por eso desde todo lugar donde nos encontremos y en todos los lenguajes opongámonos a esta barbarie, cualesquiera sean los países o grupos humanos que estén envueltos en esas candelas, cenizas o escombros infernales.
Y cualesquiera sean las razones que se aducen para iniciar un conflicto, que no hay ninguna razón valedera jamás para que ningún punto divergente se haga guerra.
Hay muchos factores que coadyuven a evitarlas, pero uno de ellos que considera fundamental es el saber escuchar, cuando en uno de los niveles de este saber se consigna el escuchar con el corazón, el alma y la conciencia del otro.
 
4. ¿Se lo
enseña?
 
Escuchar es un arte inagotable, profuso e infinito que demanda mucho valor. Nunca podremos decir que ya hemos consumado y agotado esta sabiduría, ni tampoco podremos decir que ya no nos queda nada qué escuchar.
Porque cuando creemos que hemos terminado este proceso descubrimos que allí recién comienza la indagación y se abre otro ámbito de reconocimiento puesto que siempre se puede escuchar y escuchar cada vez mejor. Se escuchan los árboles, la voz de los cerros, los espíritus.
Por eso, de las cuatro habilidades básicas de la comunicación integral, cuales son: escuchar, hablar, leer y escribir; el arte de escuchar deviene como el más importante y esencial. Y ello por su significación para una correcta ubicación en todo orden de cosas y para alcanzar la sabiduría, sabiendo escuchar a todos los seres.
Es escuchando cómo vamos a ser seres armoniosos y que justificará incluso nuestra presencia y tránsito como ser viviente por este mundo maravilloso. Pero este arte, ¿se lo enseña? ¿Se lo practica? ¿Hay una educación eficaz en relación al cultivo de este arte y sabiduría?
 
5. Las palabras
vivas
 
Por eso, más que cultivar en la persona la capacidad de hablar, o leer, o escribir, hay que enseñar a escuchar.
Porque podemos ser mudos y no será tan grave y lamentable el hecho, como no saber escuchar, sobre todo el pálpito de la vida y la armonía de la naturaleza en cada uno de sus múltiples e inabarcables detalles y manifestaciones.
O cómo siente y piensa tal o cual persona cuando nos habla, o qué asuntos y contenidos intrínsecos se están desenvolviendo en la conversación que vengo sosteniendo. O a qué dar o no dar importancia.
La actual tendencia a nivel de percepciones es a mirar, pero superficialmente. Y no a escuchar. Miramos y miramos. Y no escuchamos mayormente. O escuchamos, pero aquello que es ajeno y distante. Y no lo cercano, familiar e íntimo, y consecuentemente trascendente. Escuchar no es oír o grabar sino procesar.
Gabriel García Márquez nos dice:
La grabadora oye, pero no escucha, graba, pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y al final de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas de su interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral.
 
6. La voz
interior
 
En la taxonomía de la comprensión lectora alcancé a identificar siete niveles que el Ministerio de Educación del Perú resume en tres, reconociendo la fuente de dónde extrae dicha doctrina, cuál es la conferencia que presenté en el Congreso Mundial de Lectura del año 1982 en Buenos Aires. Después en mi ponencia Niveles del Arte de Escuchar identifico sin embargo catorce niveles, el doble; puesto que dos orejas duplican a una sola lengua, o a una sola boca, como es lo que tenemos. Los siguientes son los niveles de comprensión del arte de escuchar, que he propuesto:
1. Oír el mundo físico
2. Escuchar el mundo viviente
3. Asimilar la intención del lenguaje oral denotativo
4. Asimilar la intención del lenguaje oral connotativo
5. Escuchar el lenguaje escrito
6. Escuchar el silencio
7. Escuchar con el corazón, el alma y la conciencia del otro
8. Escuchar desde el otro lo implícito
9. Escuchar en el otro la intención
10. Escuchar en varios planos el diálogo
11. Escuchar la voz colectiva
12. Escuchar la voz de nuestra conciencia
13. Escuchar la voz del yo moral
14. Escuchar en mi interior a Dios.
Y son en este número y proporción, porque en este arte todo es más vivo, presente y actuante. Porque en él el contexto es vigente, activo y compareciente; hecho que se pierde y hasta desaparece en el lenguaje escrito.
 
7. Puertas
de la sabiduría
 
Porque en el lenguaje oral, en donde se ubica más el arte de escuchar, los interlocutores están vivos, con toda su carga de emociones y pensamientos; personas reales y concretas que expresan sus mensajes con todos aquellos recursos que complementan el lenguaje verbal. Tiene entonces más riqueza y variedad.
Desde luego, cada uno de sus niveles son sutiles y acrisolados, como el escuchar la voz popular, y de los colectivos humanos que integran y se sienten, por ejemplo, en un aula o en un auditorio. O lo que la gente está sintiendo y pensando en un mercado; y en donde una persona que sabe escuchar y sintoniza con esa voz, se convierte en un líder. Saber escuchar la conciencia interior permite amarnos, como saber escuchar la voz de los libros posibilita conocer los mensajes de valor imperecedero que nos ha de abrir el camino para mejorar, y hasta transformar la realidad; como también saber escuchar la voz de Dios nos abrirá las puertas a un camino de perfección.
Las personas más sabias que yo he conocido han sido analfabetas. Hablo de sabiduría, no de erudición. No sabían leer ni escribir, sin embargo, eran personas consumadas en el arte de escuchar, de dejar hablar a los demás, sobre todo a sus interlocutores. Personas que no hablaban por hablar, o que lo hicieran más para escucharse a sí mismas. Saber escuchar nos abre las puertas de la sabiduría; que es, además, de armonía total con el mundo. Y es que hablar es una necesidad y escuchar es un arte.
 
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